Capítulo 17 ✔

—¡MALDITA SEAS, CERIAS! —aulló el exgeneral, volviendo al presente. Por primera vez en su vida había llamado a la mujer que hasta hacía poco consideró su ama por su nombre—. No importa dónde te escondas al final no podrás escapar de mí —gritó y sus uñas dejaron surcos en la mugre que cubría el suelo de roca.

Terminó arrodillado, los brazos descansando sobre sus muslos con las muñecas hacia arriba y mirando las cadenas que lo mantenían cautivo con ojos vacíos. Su cuerpo adolorido resentía la posición mas poco le importaba. No era la primera vez que lo torturaban con tanta crueldad, pero por la Señora de los Ojos Brillantes que sería la última. Tengo que salir de aquí cueste lo que cueste. La vida de Adara depende de mí.

Cerró los ojos, concentrándose en reunir las pocas reservas mágicas que le quedaban y pronunció el hechizo que debería liberarlo de sus cadenas. El metal produjo un chirrido estridente, pero de ahí en fuera no sucedió nada más. Era inútil; su reticencia a tomar baños de luna durante su estancia obligada en aquella caverna lo condenaría no sólo a él a una muerte segura, sino a su Adara también.

La sonrisa de su colmillo apareció en su mente y recordó sus palabras cuando le pidió que la acompañara al mundo mortal.

Su humana lo necesitaba, no podía darse por vencido. ¿Qué iba a hacer si ella perdía la vida por su culpa? Si él no podía salvarla, entonces pediría la ayuda de alguien para la cual nada era imposible.

—Sé que no soy digno de que escuches mis palabras pues hace mucho que no te rindo culto como debería, pero te ruego que lo hagas; no por mí sino por la seguridad de mi colmillo. Oh Señora de los Ojos Brillantes, dame las fuerzas… dame fuerzas para proteger a Adara de estas bestias que alguna vez llamé compañeros —Sus orbes plateados se anegaron con lágrimas y sus manos se cerraron en puños—. Sabes que ella es inocente… sabes que ya la han lastimado… Por favor, mi diosa, te ruego que me ayudes —susurró, agachando la mirada a sus cadenas mientras su desesperación e impotencia descendían por sus mejillas para acumularse al borde de su mandíbula y caer como dagas sobre su pecho. No sirvo ni siquiera para rezar.

—Eso no es cierto, mi criaturita de oscuridad.

El drow levantó la cabeza para ver delante de él un ser al que jamás en su vida imaginó conocer. La mujer que lo observaba con tristeza en sus ojos negros tenía la piel gris oscuro y un largo cabello blanco que parecía relucir con luz de luna caía sobre su espalda.

No podía creerlo. Sus ojos debían estar engañándolo de alguna manera pues esa mujer, cuya piel parecía brillar como si estuviera cubierta por polvo de diamantes, no podía ser Loth.

Ella se inclinó hacia él con una sonrisa en sus labios, provocando que su fino cabello cayera en cascada sobre sus hombros y revelara orejas puntiagudas cubiertas por pantallas que refulgían como estrellas.

—Sí, soy la dama de la oscuridad, Aquel que la noche oculta —susurró y las cadenas que lo ataban se disolvieron en el aire—. Tu súplica fue escuchada —dijo la diosa antes de posar un suave beso sobre la frente de Itagar—. Tienes mi bendición y una fracción de todo mi poder. Mi hermoso Yis L’Itagar Gamel’le, sé cómo tu nombre indica y conviértete en la personificación de mi justicia. Ejecuta a todos aquellos que han profanado mi templo al sacrificar una vida inocente en mi nombre e intentar hacer lo mismo con otra y a cambio te daré aquello que más desees.

Más lágrimas surcaron el rostro del elfo oscuro.

—Gracias, mi señora. Juro que me convertiré en tu leal brazo ejecutor de ahora en adelante —declaró el exgeneral, inclinándose en reverencia.

De repente, un par de dagas en hierro negro y con unas runas en sus empuñaduras que refulgían con luz lunar, aparecieron en el suelo frente a él. Loth le regaló una sonrisa, susurró unas palabras en un idioma extraño y desapareció en las sombras oscuras de la celda.

Itagar tomó las dagas que su diosa le dejó, alzó la vista hasta la puerta de madera que servía como una pobre barrera entre él y su libertad, y una media sonrisa curvó el lado izquierdo de su boca.

—Cuidado, Cerias, pues te haré pagar por todo lo que nos has hecho a mí y a mi colmillo.

***************
N/A: La foto de arriba es más o menos la diosa Loth. Este culmina mi actualización con motivo del mes de las brujas. Besos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top