Capítulo 15 ✔
La oscuridad se cernía todo a su alrededor haciendo que el silencio fuera insoportable, casi tanto como sus heridas. Podía sentir que la sangre aún emanaba de algunos de los cortes más profundos de su espalda, creando pequeños charcos del líquido escarlata sobre el frío suelo donde se hallaba tirado. Ya no le quedaban fuerzas para mantenerse en pie pues los latigazos y el dolor lo habían convencido de besar aquel piso de roca como a una vieja amante.
Abrió sus ojos plateados y vio su mano derecha ensangrentada descansar sobre el suelo que se había vuelto negro por la mugre y los fluidos corporales de incontables víctimas antes que él. Casi parecía justo que fuera castigado en el lugar donde tantos otros habían suplicado perdón bajo su inconmovible mano.
Aquellos tiempos en que ejercía como el general de la guardia de la Gran Sacerdotisa fueron sus mejores y peores años. Beneficiarse de los más grandes privilegios de la Ciudad Oscura mientras en las noches era “acariciado” por su sádica ama era para él la mejor de las bendiciones que Loth podía otorgarle; hasta que una noche conoció a la hechicera humana de ojos azules al aventurarse a la superficie.
Sus encuentros furtivos bajo la luz de la luna fueron demostrándole poco a poco lo que en realidad era el amor y cómo se debía tratar a un verdadero ser amado. Ella fue una amiga y luego se convirtió en la hermana que su madre nunca le dio. Esa muchacha le enseñó lo que era tener un corazón; no que nunca lo tuviera, pero antes nadie le había mostrado a usarlo correctamente. Aquella niña, que aún luego de mil años no se atrevía a nombrar por miedo que el dolor lo quebrara para siempre, abrió sus ojos a la verdad y ya nunca más pudo volver a cerrarlos.
Ya nunca más pudo sacudirse de encima del hombro el maltrato y las humillaciones por las que pasaba cada noche a manos de una mujer que decía amarlo.
Lágrimas brotaron de sus ojos al recordar el día en que la sacerdotisa los atrapó juntos y arrastró a la hechicera hasta los calabozos del Gran Templo de Loth, el cual dominaba el resto de la ciudad subterránea. Los gritos de la mortal aquella noche aún provocaban escalofríos en su cuerpo y llenaban de rabia su corazón. ¿Cómo era posible que su ama tratara de una manera tan cruel a una inocente? ¿Cómo había podido ser tan desalmada de obligarlo a matar a una mujer que significaba tanto para él?
Aún podía verla casi como si hubiese sido ayer…
Sus ojazos azules lo miraban mientras lágrimas se derramaban sobre sus sucias mejillas y su largo cabello negro caía sobre una espalda marcada por el látigo. Se hallaba desnuda, sucia y llena de sangre vieja ya que llevaba una semana metida en el cuarto de tortura. Tenía el ojo derecho morado, un corte en el labio inferior y moretones en los muslos, principalmente en el interior de éstos, pues toda la guardia del templo se había turnado para violarla.
Al principio él había usado su rango y poder para ahuyentar a los bastardos de la habitación, pero drogaron su comida con unas hierbas muy potentes que lo enviaron al mundo de los sueños por veinticuatro horas. Tiempo que su hermanita mortal fue forzada una y otra vez por las bestias que él consideraba sus compañeros. Cuando al fin despertó, se encontró amarrado en la cama de la Gran Sacerdotisa y perdió otro día tratando de convencer a su ama para que lo soltara antes que ésta accediera. Sin perder más tiempo corrió al cuarto de torturas sólo para hallar a dos de sus subordinados sobre la hechicera mientras ella lloraba y suplicaba porque se detuvieran. La escena hirvió su sangre, logrando que desatara toda aquella furia contra los guardias sin detenerse siquiera por un momento hasta que la sacerdotisa los interrumpió, ordenándole que se detuviera.
Itagar acarició la mejilla de la muchacha encadenada tratando de decirle que él arreglaría todo y se giró para encarar a la Gran Sacerdotisa. La cara de pocos amigos que lanzaba dagas mortales a la pobre hechicera no auguraba nada bueno.
—Yira es inocente, su Exaltadísima. Déjela ir, por favor.
La risa de su ama hizo eco en la fría habitación antes que aquellos irises rojos se posaran sobre él con altanería.
—¿De veras crees que voy a dejar ir a una hechicera de tercer nivel al que le hemos causado tanto daño? Debes pensar que he perdido la cordura —dijo la mujer ataviada de un largo traje negro semitransparente que recordaba a una telaraña—. No voy a arriesgarme a que esa mujer traiga humanos aquí y nos ataquen. Solo velo por nuestra seguridad.
—¿Y la de ella quién la vela? Yira no hizo nada malo para que se la tratara como a una criminal —Miró hacia la figura maltratada de la chica que se encontraba con la vista agachada como si se hubiese resignado a su destino y encaró a su ama de nuevo. El fuego de la determinación ahora brillaba en sus ojos pues se dio cuenta que él era la única salvación de la joven hechicera—. Ella no tiene pecados que la diosa deba devorar. Debe dejarla ir, mi señora.
—Claro que los tiene. Todo el mundo es culpable de algo y la Ar’gik Chysmallar ya la ha encontrado culpable, debe morir —sentenció la sacerdotisa con un brillo de gozo en sus ojos y una sonrisa curvando sus labios pintados de rojo.
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N/A: Arriba encontrarán la foto de Itagar cuando era general pues porque no me canso de ver sus fotos XD.
Se preguntarán por qué actualizé ahora cuando dije que no podría. Bueno, mis compromisos personales quedaron cancelados y movidos a mayo así que aproveché el tiempo para escribir el capítulo que les quedé a deber 💗💗. Espero lo hayan disfrutado y sepan que el próximo capítulo también tratará sobre los recuerdos de Itagar.
Los capítulos 16 y 17 deberán estar listos para la semana del 30 al 6. Besos y comenten 😁😘
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