4: El Netaro de mil años
"En clase no se habla con nadie."
"Si hablas con él serás maldecido.", dijo una chica.
"Escuche que sí hablabas con él vendría la felicidad a ti.", dijo otra chica, con voz soñadora.
"Si hablas con él, quedarás maldito."
"Él es un raro", dijo un chico de aspecto y apariencia aún más raros.
"Lo llaman el Netaro de mil años."
Esas y más cosas son de las cuales se enteró Reo sobre Nagi, y al ir observándolo y siguiéndolo, ya que no compartían las mismas clases, terminó dándose cuenta que lo único que hacía en clase era dormir y nada más. Sin duda, se tomaba muy en serio lo de tener una vida perezosa.
Y, justo cuando Reo creía que estaba muerto, Nagi levantó la cabeza de su pupitre, la cual tenía oculta tras su libro parado para no ser atrapado durmiendo por el profesor, y comenzó a comer pan de melón a escondidas.
El profesor lo llamó para que responda, pero este simplemente causó las risas de todos cuando, en lugar de responderle la pregunta de la materia que le tocaba, le ofreció su pan de melón. El profesor lo castigó, pero Nagi, sin darle importancia, le agradeció por la comida.
<<Este idiota... No tiene motivación alguna.>>, pensó Reo, un poco resignado, pero no planeaba rendirse aún.
Nagi, simplemente, deseaba que las horas pasarán rápido para poder irse a casa.
Era la hora del almuerzo y Nagi, como siempre, se encontraba en la azotea de la escuela jugando videojuegos en su celular, sentado sobre la pequeña construcción donde estaba el tanque de almacenamiento y filtración de agua, con su espalda apoyada en este. La altura le ayudaba a refrescarse y la soledad de aquel piso le permitía jugar tranquilo.
Estaba tan concentrado en sus videojuegos, que no escuchó como la puerta, debajo de sus pies colgando al borde de la construcción, se abrió. Reo había seguido a Nagi y, al escrutar la azotea y ver que no había nadie, escuchó el sonido de unos pequeños disparos y gritos agónicos que se oían bastante falsos. Alzó la mirada y ahí, apenas por los rayos del sol, vislumbró la cabeza de Nagi. Él seguía distraído jugando.
Reo quiso hablar, pero pensó que quizás eso no sería suficiente para que aparte la mirada del teléfono, y, aprovechando que tenía un balón de fútbol bajo el brazo, pateó el balón hacia él.
Por estar distraído, Nagi terminó recibiendo el balón en la cien, y ahogó una pequeña queja de dolor.
—Hey Nagi —dijo Reo, llamando la atención del susodicho—. Juguemos fútbol.
—Eh... Oh vaya, realmente eres muy persistente...
—Nagi, el control que hiciste con el teléfono me sigue poniendo los pelos de punta. Estoy seguro que tienes un gran talento para el fútbol —insistió Reo con una sonrisa, alzando los puños al aire con euforia—. Serás el mejor del mundo conmigo. Es tu destino
Nagi apartó la mirada, sin tomar mucho en cuenta sus elogios.
—Deberías estar agradecido de que te haya encontrado.
<<Que dolor...>>, pensó Nagi, viendo el entusiasmo dibujado en la cara de Reo.
—No deberías leer tanto manga —replicó Nagi.
El entusiasmo de Reo se esfumó en un segundo, poniendo una cara de indignación.
—Cállate —dijo Reo—. Yo sé que lo haré.
—Pero Reo, creí que no existía un club de fútbol en está preparatoria —contestó Nagi.
Reo sonrió triunfante.
—Ya te dije que siempre consigo todo lo que quiero —dijo, recogiendo el balón de fútbol. Se volvió a Nagi y, mientras lanzaba y atrapaba el balón con la misma mano, prosiguió—: Ven sígueme.
—¡Bienvenido, capitán Reo! —dijeron ocho chicos al unísono.
Nagi miró con algo de impresión el cuarto del equipo de fútbol. Era algo pequeño, pero era lo suficientemente grande como para que todo el equipo pudiera andar con total libertad.
—Whoa... ¿Cómo lo hiciste? —preguntó Nagi.
—Con contactos. Solo usé lo que podría utilizar —dijo Reo, con una sonrisa audaz.
Nagi por un momento se sintió intrigado por saber qué es lo que hizo para que existiera un equipo de fútbol. Sin embargo, al ver como los chicos del equipo le preguntaban a Reo si de verdad, jugando al fútbol con él y recorriendo todo el país, podrían ir a fiestas con idols y llevarlas a Disneyland, las dudas se fueron al instante.
<<Ah... Esto es por eso...>>
—El poder del heredero de la corporación Mikage... —musitó Nagi para sí mismo.
—¡Sí, por supuesto! —respondió Reo, con total seguridad—. Por ahora, nuestro equipo está en el puesto ocho de las eliminatorias regionales, pero, ¡Ahora que estoy aquí, estoy seguro de que podremos llegar a las nacionales!
Seguido del discurso motivacional de Reo, hubo un avalancha de gritos eufóricos de emoción. Todos seguían diciendo que iban a hacerlo y que lo lograrían, mientras Nagi se quedaba tranquilo y callado detrás de Reo.
Sin duda, los chicos harían lo que sea por una chica..., y más si es linda.
Nagi, inconscientemente, miró uno de los balones dentro de una de las cestas de metal y sintió una pequeña punzada en el pecho por volver a rememorar el recuerdo de la mañana. Volvió a ignorar, fastidiándose un poco.
¿Por qué todo tenía que pasarle a él?
Desde que Reo entró en su vida y le empezó a insistir para que jugará fútbol comenzó a recordar ese momento, que, hace poco, creía inexistente. No recordaba del todo, solo tenía el presentimiento, en base a intuición, de que el contexto de ese recuerdo era algo muy incómodo y que no le gustaría volver a cometer un error similar. Su yo interno solo le decía que se trataba de algo malo, que él, quizás, hizo algo malo, algo que no debió de haber hecho. No obstante, solo sabía que fue un accidente y que si no lo recuerda no debería importarle.
Nagi estaba perdido en sus pensamientos, pero se vio interrumpido por la intromisión de otro miembro del equipo. Él aviso que su equipo jugaría un amistoso con el equipo Aomori, un equipo que constantemente compite en el torneo nacional.
Todos se sorprendieron con el hecho de que un equipo de prestigio quería jugar fútbol con ellos. Uno puso una teoría de que quizás estaban buscando un equipo con el cuál calentar. Sin embargo, fueron interrumpidos repentinamente por una figura alta que abrió la puerta corredera del cuarto sin pedir permiso. Era Ba-Ya.
—No —dijo Ba-Ya, asustando a quienes le daban la espalda a la puerta—. Ellos fueron enviados por el padre del joven maestro Reo como un mensaje. —Ella se volvió a Reo y prosiguió—: "Si tú eres mi hijo, es natural que ganes esto, ¿verdad, Reo? Es un regalo para encaminar tus sueños"
Reo, algo pensativo, sonrió un poco.
—Ya veo... Que lindo regalo... Quiere acorralarme en una esquina, ¿cierto? —dijo Reo, para sí mismo y, sin poder evitarlo, apretó su puño, tronando sus dedos—. Vaya padre... Siempre intentas manipular a la gente para que hagan lo que tu quieras... Yo incluido ahora. Al diablo con eso.
Ba-Ya lo miró con algo de sorpresa.
—Ganar el mundial es el primer sueño que tengo —dijo Reo, acercándose un poco a Ba-Ya, y posó su mano sobre el hombro de Nagi. Este lo siguió con la mirada—, me esforzaré para conseguirlo. Estoy dispuesto a apostar todo lo que tengo. Este será el debut de nuestros sueños.
Reo, motivado y serio, se volvió a Nagi.
—Nagi, préstame tu talento —dijo Reo.
—Reo... Eso duele —espetó Nagi, señalando sus dedos enterrados en su hombro.
—¿Y tú respuesta? —replicó Reo, algo sorprendido por su respuesta después de su discurso motivador.
—Me duele —repitió Nagi.
—¡Eso no!
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