Ciegos
Se observaban, eso era seguro.
Se tocaban, no sus pieles, sino desde lo más profundo, se amaban, sin condición. Se anhelaban, sin importar la historia tras de ellos.
Y los dedos no tocaban sus pieles, más el sentir, era lo subjetivo. Erizando la tez surcaban los deseos.
Cuando sus ojos de lágrimas estaban llenos, el hombre y la mujer fueron uno y también almas desconocidas una de la otra.
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