Cap. 18 Loquita Obsesiva

Colette
Me llamaron avisando de que mi madre había tenido una recaída de su enfermedad que supuestamente ya estaba bien. Quien me avisó fue Bea, la novia de Spike. Me imagino que consiguió mi número de teléfono por medio de Spike, pero no le di mucha importancia porque solo pensaba en lo he le había sucedido a mi mamá. Selenna se había quedado con Jessie y Pam, no hubo problema con eso. En cuanto me encontré con Spike, mi primera reacción fue abrazarlo y llorar con él. Sus espinas me dolían, aunque igual me daba en ese preciso instante.

- Sé que estás pasando un mal momento, Colette -me dijo Spike- pero nos tenemos que ir. Tu madre está en el hospital y...

- Sí, lo sé, lo sé... -dije y me limpié el rostro con la manga de mi blusa- vámonos, tienes razón.

Nos fuimos del lugar donde fue el concierto de Edgar, llegamos al hospital y los doctores lo único que me dijeron fue que estaba muy delicada y no me dejaron verla.

Todo esto es terrible...

Además, dejé a Edgar en pleno concierto, seguramente estará muy enojado conmigo mañana y tendré problemas. Puede que esté enamorada de él, pero no quita que sea mi jefe todavía.

Me quedé toda la noche en el hospital esperando que me dijeran algo, sin embargo no hubo nada. Spike y Bea se fueron, no me molestó, ellos tenían sus asuntos y no los podía obligar a que se quedaran. Por supuesto, era super incómodo estar con tu ex y su nueva novia. Dormí en una silla del hospital, esperando y esperando...

Al día siguiente sí me dejaron ver a mi madre, ella se encontraba en la camilla y un tanto cansada. Me sonrió al verme.

- Hola... -me dijo y devolví la sonrisa.

- Hola, mamá -contesté.

- ¿Qué me sucedió?

- Tuviste una recaída mientras estabas con Selenna y yo en el trabajo. Ella no supo a quien llamar más que a Spike porque era el único número que se sabía de memoria. Él me llamó a mí y pues... Ya sabrás lo que sucedió después.

- Por lo que hago pasar a mis dos niñas... -murmuró enfadada consigo misma- lamento que Selenna halla tenido que ser la que buscó ayuda. ¿Dónde está?

- Está bien, no te preocupes...

- ¿Y qué sucede con tu trabajo? Estabas en pleno concierto y...

- Tampoco te preocupes por eso, lo resolveré.

- Hay cielo... Todo esto es culpa mía...

- Es suficiente, mamá. Tú no tienes la culpa de tener un ataque, eso pasa cuando estás demasiado enferma. Vino de repente, no tienes la culpa de nada -seguí con un largo sermón mientras que ella me miraba con la misma cara que yo hago cuando la regaño.

Mi visita terminó y los doctores dijeron que necesitaban que estuviera en observación con ellos... De nuevo. Fui a mi casa, preparé a Selenna para que fuera a estudiar y la dejé en la escuela. Me preguntó por su abuela, claro que le dije que estaba muy bien y no me creyó, esta niña a veces me sorprende por lo lista que es y no es fácil mentirle. También me preparé para ir al trabajo, ya muy tarde, y ya estaba escuchando a Edgar diciendo que me despedirá aunque no lo haga.

Pero no fue así.

Entré a su oficina y tan pronto pisé el suelo del lugar, me dijo:

- Buenos días -cosa que me sorprendió. Usualmente, yo lo saludo primero y él me contesta.

- Buenos días... -murmuré con cierta desconfianza.

- Ayer te fuiste temprano... -aquí viene el regaño- quería verte ahí.

- Oh... Perdone, señor... Es que mi madre está de nuevo...

- Ya me contó Byron. Comprendo que te hallas ido, déjalo así. Nuestras mamás son importantes también.

Espera... ¿Así nada más?

- ¿Qué...? ¿No está molesto? -negó con la cabeza.

- ¿Qué hay de ti? -lo miré confundida- ¿Estás bien con lo de tu madre?

- Ah... Eso... -hice un intento de sonrisa- estoy bien, gracias.

- No mientas -se paró frente a mí- si te sientes mal, solo debes decírmelo.

- Usted mismo lo dijo ayer, señor Thomas -murmuré- mi vida privada es de muy poca importancia para usted...

- Ya sé lo que dije, Colette -suspiró- sin embargo, tú me apoyaste en cuanto me divorcié, quiero ayudarte ahora con esto -bajé la mirada. La verdad era que sí necesitaba hablar con alguien y mi nariz junto a mis ojos me causaron picazón. Sabía lo que se venía, pero traté de no llorar.

- Yo solo... Yo solo... -no logré contener mis lágrimas que surgieron con rapidez- yo solo pienso que... ¡Mi vida ha cambiado sin razón! -exclamé y dejé que mis lágrimas continuaran. Me puse de pie y traté de irme, sin embargo, con delicadeza me tomó de la muñeca.

- No te vayas, que yo te escucharé -me atrajo hacia donde él se encontraba y nos sentamos recostando nuestra espalda en la pared. Uno silencio por unos segundos, solo se podía oír mis sollozos y mi respiración de vez en cuando agitada- una vez me dijiste que tenías muchos problemas... Estoy aquí listo para escucharte y no criticaré nada. Puedes contarme lo que sea.

- Edgar... Ya te lo dije, mi vida se un momento a otro cambió por totalidad -dije limpiando mis ojos y tratando de cambiar mi voz quebrada- un día soy la hija perfecta que trabaja por su madre y su hija también perfectas... Y al otro, soy la hija que no sabe qué hacer con su madre porque está en un hospital por segunda vez. Un día soy tu asistente personal y al otro... Me doy cuenta que todo está de cabeza.

- ¿Qué quieres decir con "de cabeza"?

- No, no lo digo por usted, me refiero a que de tener un buen trabajo paso a solo... Solo... -miré hacia el piso.

¿En serio iba a decir: paso a solo pensar en usted día y noche?

Me quedé en silencio y Edgar me seguía mirando esperando una respuesta.

- ¿No sabes qué decir? -me preguntó al notar que no respondería.

- No.

- No importa, cuando nos sentimos mal, a veces simplemente no salen las palabras -se puso de pie de repente y lo miré confundida- acompáñame -me ofreció su mano para ayudarme a ponerme de pie.

- ¿A dónde? -se encogió de hombros.

- Tú solo acompáñame y lo verás -sentí que me sonrojaba, pero aún así le tomé la mano y nos fuimos.

(...)

Llegamos en el auto de Edgar a un campo alejado de la ciudad. No lo conocía: era con muchos árboles y flores por doquier, el ambiente era silencioso y relajante, un río se podía contemplar y era tan puro que tu reflejo se veía a la perfección. Edgar se sentó bajo un árbol frente al río cristalino y pasó su mano dentro del agua. Me senté a su lado y ninguno dijo nada, hasta que él me salpicó un poco de agua.

- ¡Oye! -dije riendo y le devolví la salpicada y soltó una risa de igual forma.

- ¿Ya te sientes mejor?

- ¿Qué?

- Tú sueles sonreír siempre con sinceridad... Hoy, en todo el día, no lo has hecho. Hasta este momento... -me sonrojé y no contesté- me gusta cuando sonríes con sinceridad y no cuando fuerzas una sonrisa.

- Es muy amable de su parte querer animarme -murmuré mirando otra parte- ¿pero por qué lo hace?

- Supongo que me agradas después de todo -se acostó en el césped e hice lo mismo a su lado- sé que estás pasando un mal momento, y sonará cruel lo que te digo, sin embargo a veces hay que olvidarse de todo. Olvida a tu madre, tu hija y tu trabajo que es lo que seguramente es todo tu mundo lo que acabo de mencionar.

- ¿Cómo puedo olvidar mi trabajo si está a mi lado?

- Imagina que no estoy aquí, que solo estás tú y nadie más. Cierra los ojos y hazlo.

- Esto es algo tonto... -murmuré con una risa.

- Nada pierdes con hacerlo -me miró regresando su rostro hacia mí. Suspiré y pensé: ¿Qué más da? Cerré mis ojos y traté de hacer todas mis cosas a un lado. Traté de poner mi mente en blanco, sin embargo, cualquier pensamiento hasta el más absurdo era el primero que se me venía. Gruñí molesta y Edgar puso su mano sobre la mía haciendo que me tense un poco- esto es para que te relajes, no para que te molestes -regañó y me dio un golpecito con su dedo en mi frente. Abrí mis ojos de golpe y pude ver que Edgar me sonreía.

- No creo poder entrar en relajación cuando mi madre está enferma.

- Hablemos de otra cosa entonces. Por ejemplo... Alguna estupidez de adolescentes.

- ¿Ese es el mejor tema que se le ocurrió? -dije entre risas.

- Por lo menos lo intento. Yo empiezo, una vez le dije a mi madre le dije que necesitaba dinero para un proyecto escolar, cosa que sí era cierta, pero yo utilicé el dinero para ir a un concierto, y cuando tuve que hacer el proyecto no tenía idea de cómo hacerlo sin material.

- Oh, por favor... -rodé los ojos- eso tal vez sea lo más mínimo que hice. Hubo una vez que fui a irrumpir una casa y me persiguieron unos perros guardianes.

- ¿Y por qué hiciste eso?

- Fue una apuesta de mi mejor amiga y... Bueno, tú lo dijiste. Fue una estupidez -ambos reímos.

- En cambio conmigo, un chico que fue mi amigo me apostó que no me atrevía a subirme al escenario de mi cantante favorito por 10 dólares.

- ¿Subiste porque te invitó?

- No, yo me subí a la fuerza y me bajaron sus guardaespaldas también a la fuerza. Supera eso.

- Claro que lo puedo superar: fue cuando tenía 15, le robé un cabello a mi actríz favorita cuando nadie me vio.

- Es fácil si hay muchas personas rodeándola.

- Ese es el caso, yo entré a su camerino sin que nadie lo notara y se lo arranqué sin que ella lo viera también.

- Ok, eso no creo poder superarlo. ¿Hacías siempre ese tipo de cosas?

- Digamos que de adolescente tuve una fase de... Obsesión.

- ¿Así? Cuéntame entonces.

- No, si te lo cuento, de seguro me tendrás miedo o ya no me verás igual.

- Anda, prometo no verte de otra manera o tenerte miedo. He conocido chicas obsesivas toda mi vida.

- Pero no como yo...

- Me dará igual cómo fuiste, porque yo te... -aclaró su garganta- yo te... Yo veo como una... Chica de muchas virtudes. Estúpido... -susurró lo último.

- ¿Perdón?

- No, no, no... No te lo digo a ti, me lo digo a mí mismo.

- ¿A ti mismo?

- Sí, es que iba a decir que yo te... -sus palabras se quedaron en el aire y se sonrojó. Se sentó y trató de cubrir su sonrojo con su bufanda- no importa, solo olvida lo que acabo de decir y volvamos al tema que estábamos...

- Pero, Edgar... -se sonrojó aún más y decidí que realmente no quería seguir hablando de lo mismo, por lo que regresé al tema de los adolescentes- yo era una chica con ciertos problemas... Me obsesionaba tanto con actrices, actores y cantantes... Entre todos... Tú fuiste mi obsesión de igual forma -se sorprendió y al mirarme me sonrojé- iba a cada uno de tus conciertos, no me perdía ni uno. Recuerdo que era de las chicas que gritaban: ¡Te amo, Edgar! Y también de las que empujaba a las otras que lo decían...

- ¿No estás mintiendo?

- Por supuesto que no, de hecho, nadie sabía cómo era en realidad además de mis amigos más cercanos o mi madre... Ni siquiera le he contado esto a Selenna. Era de aquellas fanáticas que de seguro ya no recuerdas, de esas que solo le firmabas tus fotos y ya... De seguro no me recuerdas, en ese entonces tú iniciaba tu carrera con 17 años y yo... Pues ahí estaba.

- Así que siempre estuviste a mi lado, ¿no es así, Colette? -me encogí de hombros tratando de ocultar mi vergüenza.

- Sí, supongo que sí...

- ¿Y de verdad gritabas que me amabas?

- ¡Eso no importa ya somos adultos! -exclamé muy sonrojada- seamos adultos... Por favor...

- Ya no te molestaré más.

- Gracias...

- ¿Ahora sí te sientes mejor?

- Sí, eso creo... Sí. Gracias, señor Thomas. Por el momento, volvamos al trabajo -me puse de pie y él hizo lo mismo- fue tierno de su parte todo esto -se sonrojó y carraspeó.

- Tienes razón, volvamos al trabajo -evadió mi alago y nos fuimos del campo a su auto.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top