Capítulo VII
La madrugada estaba en su punto culmine. Hacía una hora que la fiesta había terminado y que cada Habitante del Área fue a dormir. Hacía una hora que Newt había besado a Stan y que Thomas lo había visto. Hacía una hora que el castaño se había propuesto dormir y descansar pero también hacía una hora que no lograba pegar un ojo. Hacía una hora que no lograba mantenerse quieto ni dejar de pensar, dando vueltas y vueltas sin encontrar nunca una posición cómoda en la cual conciliar por fin el sueño. Y asimismo, hacía una hora que, a causa de la rabia, Thomas balbuceaba insultos y sus dientes chocaban unos con otros produciendo un sonido latoso que molestaba a Chuck y a otros dos Habitantes que dormían cerca de él. Aunque lo intentó, no podía dejar de hacerlo. Daba la impresión de que en cualquier momento rompería todo su paladar y en la mañana su boca no sería más que un cementerio de dientes rotos.
Su enojo no cedía ante el cansancio y le resultó imposible dormir.
No dejaba de dar vueltas sobre el mismo asunto, tal cual una calesita. Todo le resultaba confuso, sin pies ni manos, un sentir incompleto y sin un sentido aparente, al cual no sabía que nombre poner.
Algo extraño adornaba sus emociones y le resultaba difícil ignorar que Newt tenía mucho que ver en el tema.
Haberlo visto en esa situación con aquel chico le había dado un vuelco completo a su cabeza, a sus pensamientos, y a aquella parte interna de sí, su corazón, que hasta el momento creía entumecido por la catástrofe que significaba su existencia. Estaba confundido y quería llorar, su cuerpo lo pedía con desesperación. Quería romper en llanto como un niño chiquito, justo así como lo hizo en el Laberinto hacia unos cuantos días atrás al borde del Acantilado con Minho como único testigo de su deplorable estado. Le resultó extraña su fuerza de voluntad y el que sus ojos aún no hayan derramado unas cuantas lágrimas por la bronca atorada en su pecho, aunque eso no quitaba que sintiera un nudo asqueroso en la garganta que a ratos le quitaba el aire y se veía obligado a soltar uno que otro sollozo ahogado.
Todo iba mal. Todo era un asco.
La imagen de Newt besando a Stan se repetía en su mente como un maldito video clip reproducido por su propia memoria una y otra vez sin pausas, con sonidos e, increíblemente, la sensación de ira que sintió en aquel momento se hacía presente sin falta en cada repetición. Era una película repitiéndose en su cabeza y no quería mirar porque sabía cómo terminaba.
Lo vio todo y se odió por ser tan detallista, por haber captado cada segundo que duró ese beso. Se odió por no haber ignorado ciertas cosas, detalles que terminaron por devastarlo, razón por la cual no alcanza el sueño a pesar del cansancio. Recordaba a ratos las manos de Newt tan aferradas a la ropa sucia del otro chico, la nula distancia que los separaba al besarse, sus mejillas sonrojadas y la risa tan hermosa que soltó el rubio cuando el beso terminó. Todas esas cosas ahora lo atormentaban, eran como demonios zumbando en su oído lo patético que se veía al estar celoso sin tener derecho alguno de estarlo.
Si, estaba celoso. Y no hacía mucho que lo había aceptado. Le costó horrores y tuvo que patear muy lejos su orgullo para conseguir admitirse a sí mismo que ha estado sintiendo más cosas de las que debería. Porque ese era el gran problema, no debería sentir nada de eso. No debería sentir nada.
Ha estado tratando de encontrarle algún sentido a todo eso. Quería respuestas. Le resultaba tan tonta su situación que realmente no estaba seguro si debía llorar o reír por lo ridículo que se sentía.
Newt es su amigo, su compañero en el Área y colega en el Laberinto, su Encargado. Para colmo, le dejó muy en claro que no le gustaban los chicos y, si bien el beso con Stan le hizo dudar un poco, era peligroso pensar mucho en ese tema. Aunque considerara por un segundo el hipotético caso de que Newt gustara de chicos, sabía a ciencias ciertas que no tenía oportunidades con él. El beso que no le correspondió fue la prueba cruda y explícita de eso, y tenía que aceptarlo.
No puedo estar perdiendo el sueño por esta garlopa.
Tomando en cuenta el lugar en que se encontraba y lo poco que sabía de su vida, su situación sentimental debería resultarle irrelevante. Pero en cambio, no; Thomas solo tenía cabeza para el embrollo en el que se hallaba su corazón y en su mente solo cabía espacio para Newt. Pensaba que por algo tan tonto como eso, solo merecía un golpe en en la cabeza para acomodar sus pensamientos o, al menos, para caer en la inconsciencia por unas cuantas horas.
No sabe si fue el sueño o un desmayo por el cansancio lo que logró derribarlo por completo sobre su incomoda bolsa de dormir, pero por fin pudo cerrar los ojos y no abrirlos más.
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Thomas despertó muy tarde ese día. Su reloj le indicaba las 9;35 de la mañana. De un saltó se levantó rápidamente y se alistó. Sus ojos le dolían, incluso aún sin verse podía jurar que se encontraban rojos e hinchados, se sentía como si solo hubiera dormido dos minutos y cada extremidad de su cuerpo parecía pesarle una tonelada.
No sabe por qué nadie lo vino a despertar para ir al Laberinto, si bien todos no durmieron sino hasta altas horas de la noche, pensó que quizá eso no sería de impedimento para que realizaran sus tareas diarias.
Se encaminó directo a la cocina, no podía ignorar el rugido de su estómago que le reclamaba por algo de comida, y durante todo el camino rogó que sus amigos se encontrarán ahí también.
Se preguntó si Newt también se habría quedado dormido o si lo dejaron ir sólo al Laberinto. Más tarde se lo preguntaría a Minho. No creyó tener el valor suficiente para dirigirse a Newt sin gritarle y demostrar lo enojado que estaba con él. Era una irritación atorada en su garganta. La ira que había sentido cuando vio a Newt corresponder el beso de Stan aún seguía ahí, desgarrando y oprimiendo su interior con vehemencia, como si su único propósito fuera matarlo de rabia. Incluso temía que lo lograra.
Al llegar al comedor, efectivamente, sus amigos estaban ahí. Alrededor de una gran mesa se encontraba Minho junto a Alby, Chuck, Winston y otro chico que desconocía.
No divisó a Newt por ningún lado y se vio contemplando la idea del rubio inspeccionando sólo el Laberinto, y aunque la imagen no le agradó para nada, una gran parte de él quiso que así fuera. No tenía ganas de cruzarse con Newt.
Minho, al percatarse de la presencia del castaño, lo llamó haciendo un ademán con la mano y Thomas se acercó de prisa hasta él. El lado izquierdo del asiático estaba vacío así que tomó asiento ahí. Ya había un plato con tocino y huevos en ese lugar y, sin siquiera preguntar si era para él, comenzó a devorar el desayuno.
—Hey, tranquilo —le dijo Minho con voz calma mientras comía de su desayuno—. No quiero verte vomitando tus órganos por los rincones.
Thomas asintió y tragó lo que quedaba en su boca. Minho tenía razón. Si seguía comiendo como un animal, terminaría devolviendo cada bocado.
—Si, ya —contestó simplemente. Esta vez, comiendo con calma y saboreando la comida—. ¿Hace cuánto despertaron?
—Yo acabo de abrir los ojos —respondió antes de meter un pequeño pedazo de tocino a su boca. Incluso antes de terminar de tragar, continuó—. Todos nos tomamos una buena siesta después de lo de anoche.
—¿Por qué nadie me despertó para ir al Laberinto? —cuestionó como si realmente fuera obligación de alguien el despertarlo para hacer sus tareas. Minho se encogió de hombros.
Su vista se paseo por el lugar mirando a su alrededor y dándose cuenta por primera vez que nadie estaba en sus quehaceres diarios. Unos pocos adornaban esa sección y algunos otros rondaban por el Área conversando de quién sabe qué cosas. Una vez más, no vio a Newt por ningún lado. Se inquietó. Bueno, tal vez no estaba tan seguro de no querer cruzarse con él. Quería verlo.
Y yendo al grano:
—¿Dónde está Newt? —preguntó mientras hacía correr la comida con un poco de agua. Trató de sonar casual, pero cree que fracasó en el intento ya que Minho contuvo una risa y casi termina escupiendo su desayuno.
Tal vez no fue tan sutil.
—Estaba aquí hace no mucho —le informó aún con una sombra jovial en el rostro y acabando con la última porción que quedaba en su plato—. Ese larcho, con renguera y todo, no se queda quieto —comentó y Thomas casi rió—. Estará por ahí revolcándose con Stan.
Y el cubierto rebozado de comida que Thomas pretendía llevar a su boca quedó suspendido en el aire a mitad de camino. El castaño mantuvo sus ojos abiertos de par en par sin reaccionar. Su mente quedó como en blanco y no pudo siquiera descifrar el sentido en el que hablaba su compañero.
De solo escuchar el nombre de Stan, la cólera pareció intensificarse dos veces más en su interior, casi quemándolo por dentro.
¿Qué hace Newt con ese tipo? Si hasta hace un día atrás ni siquiera se dirigían la palabra.
No tenía sentido. ¿Acaso el beso del día anterior tenía algo que ver? ¿Acaso esa prenda los unió y ahora andarían de la mano por todo el recinto como dos garlopos enamorados? ¿Y qué hay del beso entre ellos dos, el de la cabaña, el que debió ser especial pero no lo fue porque Newt no le correspondió? ¿Qué hay de Thomas y los sentimientos desencajados que lo amedrentan desde aquella noche?
Thomas teme quedar en el aire con los pensamientos cruzados y el corazón hecho un lío.
Odiaba sentirse así. Estaba cansado de pelear contra algo que solo ocurría en las profundidades de su mente. Era patético.
Minho se aclaró la garganta rompiendo con arrebato su burbuja de embelesamiento y Thomas se obligó a volver a la realidad.
—Allá está — le dijo el asiático y apuntó con su barbilla el sitio donde estaba el rubio. Y si, estaba con Stan—. Tal vez trata de convencerlo de volver al Laberinto —comentó adornando sus palabras con una especie de desinterés totalmente fingido pero con un deje de incomodidad que se percibía en el aire. Thomas pudo notarlo.
—¿Volver al Laberinto? —cuestionó sin entender una palabra de lo que hablaba su amigo—. ¿De qué hablas?
Minho posicionó sus codos sobre la mesa y juntó sus manos frente a su rostro. Thomas pudo escuchar un suspiro y supo que el asiático no quería hablar de eso. Estaba a punto de desistir y cambiar de tema para no incomodarlo pero quería saber, quería escuchar una explicación así que se mantuvo en silencio y expectante a la respuesta.
—Stan era corredor —contestó luego de un momento—. Era muy amigo de Ben. Incluso creo que estaba con él cuando le pincharon pero jamás hablamos de eso. Solo dijo que no quería saber más nada del Laberinto y no volvió a entrar... como todos —comentó eso último bajando un poco la voz. Hizo una pausa de unos segundos y luego continuó—. Fue de mucha ayuda para los descubrimientos de los primeros meses. Es docto, hábil. Tiene muy buena memoria y gran rendimiento en...
Thomas le interrumpió aclarando con exageración su garganta y una expresión en el rostro que irradiaba de todo, menos simpatía.
Lo que le faltaba para detestar más al muchacho. Primero Newt lo besa y ahora su ex-Encargado lo exalta.
—Es una pena que sus dotes no sirvan de nada aquí adentro —mencionó con frialdad y algo irritado. La apatía era evidente en su tono de voz.
Minho se mostró asombrado ante la actitud del castaño pero no dijo nada. Ya estaba harto del tema.
Thomas siguió comiendo en silencio y Minho tampoco volvió a decir una palabra. El ambiente era denso, se podía palpar la inquietud. En el aire se respiraba la incomodidad de ambos pero ni uno juntó el valor suficiente como para conversar de otra cosa y acabar con esa tensión.
Minho podía actuar de manera desinteresada pero no tenía un pelo de tonto. Sabía que a Thomas no le agradaba Stan y que algo le sucedía, pero prefirió no meterse en asuntos que no eran suyos.
Por su parte, Thomas mantenía la vista fija en su plato, concentrado únicamente en acabar con su comida cuanto antes y salir de ese lugar.
Tendría que encontrar algo qué hacer durante el día. Era consciente de que, a estas alturas, sería inútil tratar de entrar al Laberinto. Ya había pasado casi la mitad del día, no tendría tiempo de recorrer los muros. Y tampoco tenía muchas ganas de hacerlo.
Se ha dado cuenta de que en los últimos días no ha descubierto nada útil, nada que valga verdaderamente la pena. Sabe que sus pensamientos no están de lleno en ese tema y lo peor del asunto es que ni siquiera le preocupa.
Ha estado tan ocupado pensando en Newt que no logra encontrar un lugar en su mente para pensar en lo que realmente importa; encontrar la salida de ese lugar.
El rubio logró invadir sus pensamientos de punta a punta y él no podía evitarlo. Se odiaba por estar en esa situación. Es una nube negra sobre su cabeza aturdiéndolo día y noche y no logra sacudírsela. Lo esta matando.
Quiere dejar de pensar en Newt, por lo menos hoy. Hoy no desea pensarlo, no quiere reventarse los sesos por causa suya. Quiere que Newt no exista para él este día, necesita deshacerse de todo lo que tuviese que ver con él rubio, pero aunque lo desee con cada molécula de su cuerpo, no puede contener que su mirada viaje hasta él cada cinco segundos. Incluso tampoco puede evitar tensar su mandíbula al verlo con aquel chico. Podía sentir la sangre hervir debajo de su piel, quemando sus venas y haciendo arder todo su cuerpo.
Sus miradas ya se han cruzado y por alguna razón, Newt ni siquiera pareció notarlo. No se acercó a saludarlo y tampoco fue capaz de levantar su mano en un saludo distante para, por lo menos, aparentar que son compañeros. Solo lo ignoró y siguió hablando animadamente con el ex-corredor. Estaban caminando hacia ningún lugar en particular y, aunque Thomas no tenía la posibilidad de escucharlos, sus risas eran evidencia de la agradable conversación que compartían.
Thomas temblaba de celos. Aquella rabia que antes era como ardor en su pecho, ahora se sentía como si realmente quemara todo su interior. Creía, incluso, que podría llegar a calcinar sus huesos si persistía por más tiempo.
Se sentía tan idiota que ansiaba golpearse la cabeza contra los muros hasta acabar con cada uno de sus pensamientos. Necesitaba con urgencia deshacerse de cada uno de ellos. Lo confundían, y ya no lo toleraba.
En algún punto, pensó que el beso en la cabaña había significado algo para Newt. 《¿En qué estaba pensando?》se cuestionó y podía escuchar con perfecta claridad la risa burlona de su subsistencia.
Era tan iluso, tan patético. Y lo acepta. Acepta que ha estado comportándose como un tonto y, aunque toma conciencia de que es un adolescente, no debería actuar así. Su vida exige madurez y seriedad porque sueña con salir de ahí algún día, pero él solo puede pensar en los estúpidos celos que devoran su estómago y no en otra cosa. Solo sabe que detesta que Newt esté con ese chico y no con él. Odia que él ría con ese chico, odia que sea Stan quien puede apretarle los hombros amistosamente cuando hablan. Detesta que sea Stan el afortunado que escucha su risa y aquel que roza su mano accidentalmente al caminar. Aborrece no estar en su lugar.
—¿Entonces, shank? —escuchó apenas a Minho, como si estuviese en una dimensión ajena a la suya. Su voz aclarándose conforme iba hablando—. Tal vez deberíamos empezar ahora. Digo, esta bien que todos sean unos garlopos olgazanes pero se que tú no. ¿Vamos?
El castaño lo miró y luchó fuerte para no entornar la mirada por el desconcierto. Bajó la vista a su plato para no demostrar su confusión y se dio cuenta de que había dejado de comer hacía ya un buen rato. En la escudilla aún yacía gran cantidad de comida intacta.
¿De qué mierda me estará hablando? Se preguntó, incapaz de entender algo de lo que había dicho.
—Vamos —se atrevió a contestar aún sin tener una idea clara de a qué se refería Minho. La inseguridad cubriendo por completo su voz.
El asiático se mostró confuso, inclinó su cabeza escudriñándolo con la mirada y, luego de un momento, suspiró negando como desquiciado una y otra vez. Veía signos de interrogación imaginarios escritos en toda la cara del castaño.
—No has estado escuchándome, ¿verdad? —preguntó aunque en el fondo ya sabía la respuesta. Thomas negó y en sus ojos se leían las disculpas. Minho rió—. Esta bien, shank. Hagamos esto. Vamos al Cuarto de Mapas y en el camino vuelvo a explicarte todo. ¿De acuerdo?
Thomas asintió y abandonó la mesa junto al desayuno que no pensaba terminar. La idea de Minho le alegró el alma. Ahora tendría algo qué hacer y dejaría de romperse la cabeza por causa del rubio.
Mientras se iba alejando de la cocina junto con su ex-Encargado tuvo que empeñar toda su fuerza de voluntad para no voltear a ver a Newt por última vez. Y qué difícil se le estaba haciendo. Sus ojos parecían tener vida propia, vida que se alimentaba de la imagen de su rubio favorito y por eso no podían pasar mucho tiempo sin tenerlo a la vista. Qué gran infierno era esa situación para él y qué tonto se sentía.
Huyó del lugar como un rayo.
Minho iba a la par suya hablándole de asuntos del Laberinto, e intentando romper el ensimismamiento de su compañero solo atinaba a hablar, hablar y hablar. Al principio pudo mostrarse indiferente ante la actitud abstraída de Thomas pero ahora ya comenzaba a preocuparse.
Llegaron al Cuarto de Mapas en lo que parecieron unos pocos minutos. Minho dejó que Thomas entrara primero y cuando ambos estuvieron dentro, cerró la puerta rápidamente y se cruzó de brazos justo delante del castaño, que ante la actitud del asiático, quedó pasmado.
—Bien, Thomas —comenzó diciéndole mientras lo miraba fijamente—. Ahora vas a decirme qué garlopa te pasa.
Thomas entornó los ojos en respuesta. No tenía idea de lo que estaba pasando, ni qué debía decir.
—Yo no... no se de qué hablas —le contestó. Y era verdad, no lo sabía.
Minho suspiró y cerró los ojos en lo que parecieron ser unos diez segundos. Eternos segundos en los que Thomas no dejaba de contemplar la opción de salir huyendo de ahí como alma que lleva el diablo. Minho puede parecer un inquisitivo compulsivo cuando quiere.
—Si, creo que formulé mal la pregunta —reflexionó—. Más bien, ¿qué es lo que te pasa con Newt?
¿Y ahora qué se supone que debo decir? "Hace unos días lo besé en la cabaña y ahora mismo muero de celos porque esta con el larcho de Stan".
—Nada —respondió luchando fuerte por mantener la calma.
Minho frunció el ceño, no estaba convencido y la actitud de Thomas lo delataba sin censura; no se mantenía quieto, movía sus pies de un lado al otro y cada cinco segundos secaba sudor invisible de su frente. Su nerviosismo era palpable, un ciego lo notaría y Minho no podía ignorarlo.
Tenía que hacerlo hablar.
La inquietud comenzaba a trepar por los tobillos de Thomas y no dejaba de admirar esa situación con un muy mal ojo. Entretanto buscaba alguna excusa para salir de ahí, sintió ganas de hablarle de sus inquietudes con el rubio pero, más que ganas, tenía muchas dudas. No tenía idea de como reaccionaría ante tal confesión. Quería reventarse la cabeza contra el suelo pero también necesitaba hablarlo con alguien antes de volverse completamente loco. Pensó en Chuck. 《Jamás》 Minho parecía ser una buena opción.
Todo el Claro se enterará de esta garlopa y Newt querrá matarme después de eso. Reflexionó antes de abrir la boca y soltar alguna estupidez.
Era arriesgado confesar lo que su interior trataba de reprimir a cada segundo, pero también estaba cansado de luchar sólo. Unos concejos no le vendrían nada mal.
Necesitaba sacar todo de adentro antes de perder la cabeza por completo.
—Has estado muy extraño, shank, y se que algo pasa con Newt —observó Minho—. O con el miertero de Stan —mencionó casi a modo de pregunta con un tono muy indeciso. Estaba dando justo en el clavo.
—¿Stan? —contestó Thomas, intentando desviar un poco el tema. En un momentáneo lapso de razón le resultó tan estúpida la idea de compartir sus confusiones sentimentales con su ex-Encargado que quizo reírse de sí mismo por esa idiotez monumental—. Apenas si lo conozco. ¿De qué hablas? —Trató de sonar desinteresado pero solo consiguió mostrarse más nervioso.
—Todo el Área sabe que te cae mal —mencionó Minho con un tono de obviedad irritante—. No es novedad para nadie, shank. Digamos que no eres muy sutil —comentó con una sonrisa casi imperceptible asomándole en los labios.
—No pasa nada con él —se atrevió a contestar—. Ni con Newt —agregó sintiendo la necesidad de aclararle ese punto. Pronto quiso estrangularse con sus propias manos por comportarse como un tonto—. No me pasa nada con nadie. Estoy bien, perfectamente bien.
¡Y ya no preguntes! Le suplicaba internamente. Si seguía cuestionándole sobre ese tema, terminaría por destruir la frágil barrera que Thomas, a muy duras penas, logró levantar y le haría hablar hasta sacarle cada minúscula información. Y ese sería su fin.
—Está bien —dijo Minho suspirando—. A lo que vinimos, entonces.
Y dejando de lado las preguntas personales, arrancaron con las inquietudes del Laberinto.
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—No, Chuck —se negó por quinta vez a la invitación que el niño le hacía—. La última vez casi me metes en problemas.
—Te metes en problemas tú sólo —refutó el pequeñín a modo de defensa y luego suspiró—. Ya. Si no quieres, entonces lo haré yo sólo. Gracias por nada.
Y dicho eso, Chuck se puso de pie y se encaminó a la, aún vacía, mesa de los antiguos Corredores, en donde encontró la situación perfecta para hacer su travesura diaria en la que inútilmente estaba incitando a Thomas a que lo acompañe.
El chiquillo se posicionó "distraídamente" frente a uno de los platos ya servidos con la excusa de atar los cordones de sus zapatos. Mirando hacia todos lados con un disimulo casi nulo, sacó de su bolsillo un pequeño sobre que a la vista era imposible saber de qué se trataba. Nada bueno, supuso Thomas que, a la distancia, seguía cada movimiento de su travieso amigo.
Chuck tomó una cuchara del plato frente a él y la llenó de comida. El castaño no podía adivinar qué estaba tramando y solo rogó que nadie lo estuviese viendo. Thomas, muy apenas, logró ver la hazaña del pequeño ruloso; abrió un camino entre la comida dispuesta en el cubierto y hecho el contenido del sobre justo en medio.
《Esto no va a terminar bien》 Lamentó el castaño mientras un vago recuerdo de la tarde invadía su cabeza.
Chuck le había comentado que saqueó de la cocina un poco de pimienta y que estaba esperando el momento oportuno para usarla; en la cena y con una pobre víctima al azar.
Thomas se levantó y corrió con desesperación hasta Chuck. Aún tenía posibilidades de parar la chiquilinada de su amigo e impedir el horrible destino del dueño de ese plato.
—No, Chuck —le dijo estando a unos dos metros de él—. Creo que no deberías hacer...
—Ya lo hice, Thomas —le interrumpió el más bajo esbozando una sonrisa traviesa en los labios—. Ahora sólo debemos esperar al desdichado.
Thomas negó totalmente inquieto. Eso no iba a terminar para nada bien y si alguien llegaba a descubrir a Chuck... no quería ni pensarlo.
Como ecos de una dimensión alterna, ambos escucharon pasos, voces y risas. Todos los Habitantes ya estaban entrando al comedor para la cena. 《¡Maldición!》 Thomas quería un poco más de tiempo para quitar el cubierto lleno de pimienta pero Chuck lo tomó del brazo, jalando de él para llevarlo lejos de la escena del crimen.
—Oh, oh. ¡Vamos! —le dijo Chuck mientras guardaba el pequeño sobre en sus pantalones y se echaba a correr. Thomas le siguió al instante.
Llegaron a sus respectivos puestos, en donde estaban antes de ir a hacer la pequeña gran maldad. Thomas no podía dejar sus manos quitas y sus rodillas no dejaban de temblar por los nervios. Chuck en cambio estaba alegre, como si nada. Los nervios devoraban la garganta del castaño y su respiración pareció acelerarse de manera descomunal. Se le hicieron eternos los minutos en que todos se acomodaban en sus concernientes lugares.
—¿Podrías ser más sutil, Thomas? —le aconsejó Chuck por lo bajo al darse cuenta de que el castaño no apartaba la vista del plato infectado de pimienta—. Lo echarás todo a perder. Tienes escrito en todo el rostro la palabra culpable.
—Pero yo no lo hice, Chuck —refutó enojado. ¿Cómo podía ser tan hipócrita?
El pequeñín rió.
—Fuiste cómplice.
Thomas suspiró intentando calmarse mientras apartaba la vista del plato séptico.
Luego de un momento, cuando a muy duras penas logró tranquilizar sus nervios, decidió echar un vistazo al desdichado que tendría que llevarse el ardor de su vida gracias a la chanza de su colega. Era un tipo de cabello azabache, con mechones un poco largos y despeinados. Lo habría visto algunas veces pero no lo conocía.《Pobre muchacho》Lamentó Thomas. Al lado del chico marcado por la mala suerte estaba nada más y nada menos que Stan. Thomas se vio deseando que hubiera sido él el infortunado. Entonces desvío la mirada y comenzó a devorar la cena.
Sus manos no cesaron de temblar en ningún momento y sentía su cuerpo envuelto en un sudor frío inaguantable. Si alguien descubría que tenía algo que ver con esa garlopa no le iría para nada bien.
—¡Maldición! Mira eso Thomas —le escuchó decir a Chuck.
El aludido lo miró a él antes que nada. Pálido como una hoja de papel. Siguió su mirada que caía justo en la mesa de los ex-corredores, en donde yacía el plato maldito. Newt se abría paso entre Stan y el desdichado. 《No...》 El rubio quedó justo frente al plato que contenía la cuchara repleta de comida y pimienta.
—Él no debería estar ahí —mencionó Chuck lastimoso en voz muy baja mientras pasaba una mano por sus cabellos. Thomas lo escuchó tragar saliva con dificultad.
—Va a desterrarte —comentó Thomas sin apartar la mirada del rubio en cuestión.
—Si, lo se.
Y no hablaron más, manteniéndose expectantes a los próximos movimientos de Newt, rogando que no sea más que una ilusión óptica.
El rubio hablaba animadamente con los de la mesa, aún no había tocado su plato pero Thomas no podía respirar tranquilo, no hasta que se levante de ahí.
Se lo buscó el sólo. Si estuviera aquí conmigo nada de esto estaría pasando. Le pasa por arrastrado. Se dijo Thomas intentando inútilmente de tranquilizar su conciencia.
El momento se acercaba, el gran desastre hacía su cuenta regresiva, en cuestión de segundos todo explotaría.
Tres.
Newt tomó el cubierto entre sus dedos.
Dos.
Comenzó a llevárselo a la boca.
Uno... Mierda.
Habría masticado la comida dos o tres veces y luego ¡Boom! Lo escupió todo a la vez que se paraba de su asiento, viendo el polvillo esparcido en parte de la mesa y otro poco que aún yacía en el cubierto.
—¿Pero qué...? —se le escuchó decir—. ¡Maldición! —Blasfemó a gran voz. Habría recordado el ardor en su boca pues se echó a correr como desquiciado por todo el comedor hasta entrar como un rayo a la cocina, en busca de agua, seguramente.
Algunos reían, otros no se animaban a hacerlo, había quienes comentaban y algunos otros que no entendían nada.
Chuck se estaba partiendo de la risa a su lado y Thomas no terminaba de reaccionar.
—¡Esa cara fue épica, amigo! —le comentó mientras secaba algunas lágrimas en las esquinillas de sus ojos producto se la risa.
Thomas negó desaprovatoriamente. Newt era un imbécil la mayor parte del tiempo pero esa travesura sobrepasó los límites. Si el castaño hubiera previsto que el rubio seria el elegido por la desgracia, habría hecho algo para evitarlo. No le resultó gracioso ver su cara pasar del blanco al rojo, con su mirada inyectada de furia hacía nadie en particular. Y verlo maldiciendo como desquiciado tampoco fue agradable. Mientras Newt debía del agua intentando calmar el ardor, seguramente estaría pensando en los posibles culpables y en sus respectivos castigos. Sería raro que algo así quedará sin resolverse. Buscaría la manera de encontrar al gracioso que se atrevió a hacer eso y, seguramente, acabaría con él.
Más de la mitad de todo el Claro habría pensado en Chuck. El pequeño inmaduro y travieso Chuck.
Thomas sintió que su estómago se revolvía de remordimiento. Esto no debió terminar así. Se lamentó.
—Hey, Thomas —le susurró Chuck—. Cambia esa cara de culpable y sigue comiendo.
El castaño lo miró casi boquiabierto. La actitud displicente del pequeño lograba desencajarlo por completo. ¿Cómo podía mantenerse tan al margen de lo recién ocurrido? Evidentemente las posibles consecuencias lo tenían sin cuidado. O quizás él lo estaba exagerando todo. De todos modos, nadie tenía por qué enterarse de que tuvo algo que ver en todo ese lío.
El hambre se le escurrió del sistema y quiso abandonar la mesa cuanto antes. Ansiaba alejarse de ese lugar. Los nervios no lo dejaban en paz, necesitaba estar en calma, y huir de ahí antes de levantar algún tipo de sospecha.
Cuando recobró energía y conciencia para levantarse, unas manos rígidas lo ayudaron a separarse de la mesa a jalones de manera muy poco amable. Era Newt.
No se atrevió a librarse de su agarre sino hasta que salieron ambos del comedor, topándose ahora con la poca claridad y el frío de la noche.
Un empujón bastante brusco lo asaltó y Thomas aterrizó en el suelo.
—¿Qué no estás un poco grande para esas chiquilinadas? —comenzó a hablar Newt. Thomas sabía perfectamente a qué se refería—. Te ví frente al maldito plato, cretino.
—Yo no... —y pensó en Chuck antes de continuar—. Ese no era tu lugar, no era para ti.
Se puso de pie dispuesto a irse. No pensaba entregar a Chuck pero tampoco buscaba convertirse en un mártir. Eso sería muy estúpido.
Antes de que lograra dar un paso lejos del colérico rubio, Newt lo sujetó con ambas manos otra vez, impidiéndole toda huida.
—¿No era para mí? —casi le escupió en el cara. Sus ojos estaban inyectados de ira—. ¿Y para quién era, Tommy? —preguntó, sin apartarle los ojos de encima. Su mirada escudriñándole como un radar—. Oh, espera —una risa carente de humor iluminó su rostro. Se le erizó la piel—. Stan.
Mierda.
—¿Qué? ¡No! —Thomas se apresuró a contestarle. Eso era incorrecto—. Yo no... —y un golpe justo en la mandíbula no lo dejó terminar. Newt le había golpeado y se estrelló contra la tierra fría.
Un segundo después tenía a Newt encima de él susurrando asperamente contra su oído.
—¿Celoso, Tommy? —musitó con voz cargada de bronca y desencanto—. ¿Crees que no te ví ayer cómo calcinabas a ese larcho con tu mirada? —le preguntó pero no esperó respuesta alguna—. Creí haberte aclarado que no era tu maldita novia, Tommy.
Al terminar de asimilar cada palabra, el castaño dejó de respirar y cerró los ojos, como esperando otro golpe que, creyó, no tardaría en llegar.
No fue por celos, ni siquiera fue el culpable de esa garlopa pero, por alguna razón, no hallaba su voz para desmentirlo.
—Basta con esto, Newt —era Minho, quien retiró al rubio de encima del castaño—. Están siendo dos niños mierteros. Comportense.
Thomas, hasta que levantó la vista, no se hubo dado cuenta de la horda de Habitantes que les estuvo rodeando todo ese tiempo, mirándolos como si ellos estuviesen brindando el número más interesante y esperado de sus vidas.
—¡No! ¡Suéltame! —gritó el rubio mientras zigzagueaba para quitarse del agarre del asiático—. Déjame darle su merecido a este maldito shank.
Entonces se soltó de Minho. ¡En serio se soltó de Minho! Y consumido por la rabieta, el rubio volvió al ataque, esta vez, no frenando luego del primer golpe. Y, esta vez, Thomas tampoco se quedó de brazos cruzados.
Un lío de golpes. Un primer puñetazo llevo a un segundo, este a un tercero y luego a un cuarto. Ambos desbordados de furia e incomprensión. Newt, ciego de cólera por la sensación de haber sido objeto de una burla inmerecida y Thomas envuelto en bronca por estar pagando platos rotos de Chuck y, más que nada, por la actitud miertera del rubio. Más que bronca, sentía dolor y no precisamente por los golpes.
En medio de una nebulosa, no sabe en qué momento deja de enfrentarse con Newt para comenzar a pelearse con el aire y con cuatro manos que lo sostienen de ambos brazos, arrastrándole a quién sabe dónde. Luego de lo que parecieron ser veinte segundos chocó contra el suelo una vez más. Lo habían soltado. Sus ojos se encontraban cerrados, pues aún sentía que el polvo levantado en la pelea seguía ardiéndole en las córneas pero luchaba por separar los párpados de una buena vez.
—Basta de espectáculos patéticos en público —era la voz de Minho—. Aquí adentro hagan lo que quieran, garlopos. Tendrán toda la noche para ponerse de acuerdo —se escuchó el click de un candado al cerrarse y la tensión invadió a Thomas—. Volveré mañana temprano. Buenas noches.
Thomas escuchó cómo el asiático se alejaba del lugar y un resoplido a medio metro del él le indicó que tenía compañía. El castaño abrió los ojos y, acostumbrándose a la oscuridad, se dio cuenta de dónde se encontraba. El poso. Y Newt estaba encerrado junto con él.
A Thomas se le hizo duro respirar al chocar con la realidad de la situación, debía pasar la noche en la misma celda que Newt. Sólos los dos. Toda la noche.
***
No me odien por no actualizar rápido 😭 pero les dejé un capítulo bastante largo para recompensarlas(?) ☺ Me perdonan? No? Bueno 💔
Les gua' preguntar algo gg
¿Qué tal les está pareciendo la historia?
Pd/ No odien a Niut, estaba enojado, es aceptable.
Pd2/ Amen a Minho♡
Pd3/ Amenme ☺🌷
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