Capítulo VI
Hacia una hora que había oscurecido por completo en el Área. Cada centímetro del Claro se hallaba arropado por la oscuridad. Los Habitantes solo contaban con unas pequeñas luces y una gran fogata improvisada que habían hecho entre todos los Clarianos. La iluminación del espacio era escasa pero no dejaba de ser agradable.
Minho le comunicó a Thomas que todo estaba planeado. La hoguera, la carne asada, los tambores, la "comida especial" y una bebida extraña servida en los vasos de casi la mitad de los muchachos del Área: era una fiesta.
Cuando Thomas preguntó qué se suponía que estaban celebrando, el asiático dijo que era todo por la recuperación de Alby y, un poco, para salir del mal trago que pasaron todos hoy en la tarde cuando Newt no aparecía.
El castaño se negó a festejar cualquier cosa. Por alguna extraña razón, ansiaba encontrarse sólo. Varias veces intentó escaparse, perderse, adentrarse en el bosque y no salir hasta el día siguiente, cuando todo eso hubiera acabado, pero Minho no lo dejó en paz hasta que aceptó quedarse.
Ahora un resignado Thomas se hallaba sentado en el suelo junto a Minho, Winston, Sartén y un chico que, según escuchó, se llamaba Clint.
Comían alegremente, hablaban de temas triviales y bromeaban de vez en cuando. Todos compartían un mismo espíritu, contentos y animados, excepto Thomas. Aún estando a millas de él, lograrían percibir su aburrimiento y frustración, y aunque ya todos conocían que el chico no contaba con un muy jovial comportamiento, nadie sabía el porqué de su tan mal ánimo.
—Oye ¿Te pasa algo? —Cuestionó Minho por quinta vez. Thomas negó desganado como las veces anteriores—. Entonces cambia esa cara de pescado. —Sugirió—. Vamos, yo mismo luché valientemente contra ese asqueroso cerdo hasta matarlo, solo para que comas bien esta noche. —Mencionó con una tristeza fingida en el timbre de voz que hizo reír a Thomas.
—¡Qué horror, Minho! —Dramatizó— ¿¡Haz matado a un pobre cerdito!?
—No tan pobre, ni tan cerdito. —Le agregó seriedad ficticia al asunto—. No fue tan fácil. —Añadió mientras le mostraba unos moretones en su brazo. Thomas supuso que habían sido producto de la batalla con el animal. Solo rió—. Aunque créeme que luchar contra un cerdo es mucho mejor que pelear contra un maldito Penitente.
—Ya lo creo. —Mencionó.
—Creo que mi lugar siempre estuvo en el Matadero junto a Winston y esos cuchillos afilados.
Thomas solo hizo una mueca, no apoyando ni contradiciendo su deducción. No negaría que quiere que su ex-Encargado vuelva a su antigua labor pero tampoco estaba seguro de si realmente quiere cambiar a Newt por él.
Newt. Pensó.
El rubio volvió a invadir sus pensamientos nuevamente.
No han vuelto a hablar desde la tarde. De vez en cuando pillaba una miradita de reojo muy elocuente pero saltaba a la vista que no iba dirigida a él y entonces la pasaba por alto fingiendo que no le importaba. Ni siquiera sabe el porqué de la demora de Newt en el Laberinto, y tampoco es que le importe demasiado. O quizás sí. Quizás muere por correr hasta él y preguntarle qué había pasado, pero eso nunca lo admitiría. No aceptaría que se había preocupado tanto por el rubio. Jamás.
Desde la tarde ha estado pensando que, si no logra sacar a Newt de su cabeza, pronto se volverá completamente loco.
Por otra parte, Minho seguía hablándole pero Thomas ya no podía prestarle atención y solo ansiaba que cerrara el hocico de una vez por todas. El asiático podía ser muy molesto en algunas ocasiones.
Si no era Chuck hablando idioteces en su oído, era Minho hablando garlopas que no le interesaban en lo más mínimo.
Sus amigos tenían esa lengua irrefrenable que lo sacaba de quicio realmente.
Luego de unos minutos, los dioses parecieron oírlo ya que la voz del asiático se fue difuminando entre los demás murmullos. Supuso que, harto de que él no le diese cuerda, su ex-Encargado hubo recurrido a entablar conversación con otra persona. Winston quizás.
Dejó de lado a esa banda de Clarianos para enfocarse en otra pequeña horda de Habitantes a unos metros de ellos.
Conformaban una gran ronda de muchachos. Creyó que quizás la mitad de todos los chicos del Área estaban ahí, pero solo alcanzó a reconocer a unos pocos: El pequeño Chuck, Alby, Gally y su Habitante favorito, Newt.
Era un gran círculo humano no muy perfecto, que a su vez, rodeaba a dos muchachos en el centro del mismo buscando ver una especie de espectáculo o algo por el estilo.
La pequeña horda, de no más de treinta Habitantes, observaba una pelea amistosa. Un juego, quizás. Thomas no le veía el menor sentido a tal función.
Murmullos, gritos de aliento, alabanzas y risas era todo lo que se podía escuchar desde donde el castaño se encontraba.
Toda la atención se concentraba en los dos Habitantes que se prestaron para ser el centro de visión de la multitud a su alrededor. Por los gritos de los espectadores, Thomas supo sus nombres; Zart y Louis. Ambos luchando por quitar al otro del círculo para ganar vaya a saber qué galardón.
Parecían dos bestias salvajes. Empujones y tropezones era todo lo que abundaba en su tonta pelea.
No pasaron ni tres minutos y la atención de Thomas fue robada de los dos contrincantes para posarse sobre una particular cabellera dorada; Newt, que estaba entre Alby y otro chico castaño que él no conocía, era uno de los observadores de dicha pelea. Se veía realmente entretenido. No gritaba pero compartía opiniones con Alby y el otro muchacho. Reía. Carcajeaba en ocasiones, claro que Thomas solo podía verlo, que lo escuchara ya no era posible gracias a la distancia que los separaba y el barullo de los demás Habitantes.
Thomas sintió ganas de ir a hablarle, o acercarse siquiera, pero un potente orgullo opacaba todas sus intenciones de arreglar las cosas con el rubio, aunque no estaba muy seguro de si realmente había algo que arreglar entre ellos.
Todo lo que tuviese que ver con Newt se encerraba en un gran signo de interrogación que llegaba a irritarlo en sobremanera, completamente, y ya estaba harto de esa situación.
Cree que ha estado perdiendo el tiempo intentando entenderse y tratando de comprender las actitudes del mayor. Cree que ha sido un tonto todo ese tiempo y que no hay mejor opción que dejar de pensarlo pero aún tiene sus dudas, sigue fuertemente ofendido por todo lo que Newt le había dicho en el Laberinto y aun piensa que es un idiota. Aún no sabe si lo que siente es enojo o dolor del tipo sentimental.
No está seguro de si las palabras de Newt fueron un golpe a su orgullo o un azote al lado izquierdo de su pecho.
En fin, no está seguro de nada y solo quiere dejar de pensar en él.
Luego de vaya uno a saber cuánto tiempo, define que, quizás, mirarlo de lejos es mejor que acercarse y golpearse contra el ridículo ego del mayor. Aunque ni siquiera sabe por qué lo ha estado mirando, no entiende su necesidad de hacerlo.
Quizás sea mejor que dejara de pensar para no perder la cabeza en el intento de entender su situación, en el ridículo conato de verse libre de lo que piensa o, tal vez, de lo que está empezando a sentir.
Lo mira bastante y a cada rato. Cree que esta actuando como un idiota al no quitar su vista de Newt pero, sin embargo, no se priva de mirarlo, de estudiarlo. Piensa que si mantiene distancia no habrá problemas.
Sus ojos sobre el rubio solo lo llevan a percatarse de una cosa; un sentimiento muy extraño amenaza con formarse en el interior de su pecho. Él no es bueno en el tema y entonces no puede evitarlo, no puede frenar ese "algo" que comienza a estorbar en su corazón. No puede deshacerse de ese sentir, no puede quitarlo ni combatirlo. Tampoco sabe, puntualmente, de qué se trata. Solo sabe, esta seguro de que no le agradará, de que no es bueno, de que solo será una molestia.
Y mientras piensa que es mejor rechazar lo que sea que esté comenzando a sentir, no quita un solo segundo su mirada del rubiecito en cuestión.
Lo estudia. No pasa por alto ni un rincón de él. Lo observa. Observa el sucio de sus rodillas, el polvo en su camisa y como esos desgastados pantalones envuelven sus piernas. Piensa que le gusta como se ve a la luz dispareja que proporciona el fuego de la hoguera.
Le gusta su risa y las pequeñas arrugas que se forman a los lados de sus ojos cuando carcajea de vez en cuando. Ha notado que lleva su mano derecha a su mentón cada vez que analiza algo y que soba el puente de su nariz cuando está en desacuerdo con alguna cosa. Lame sus labios muy seguido y no puede dejar sus piernas quietas un solo segundo. Sus parpadeos son lentos pero constantes. Notó que lo hace cada vez que su mirada cambia de dirección y cuando termina de hablar hace una mueca extraña con la boca que lo deja ver increíblemente tierno. Inconcebible.
Thomas lo observa de lejos pero ve cada uno de sus detalles, sus actitudes, sus reflejos, sus manías, cada gesto, cada parte de él, cada arista. Todo, sin dejar pasar ni una miniedad.
Es libre, obstinado y fuerte. Tiene una mirada desafiante y, por momentos, poco cuerda. Sus manos no son ágiles y nunca puede mantenerse quieto. A veces es un desastre y a veces muy perfecto.
Su léxico es corto y su manera de tratarse con los demás poco convencional pero, de alguna manera, convence a todos de que es confiable. Siempre se sale con la suya.
Es un tonto. Posee una abundante torpeza y se maneja con las palabras de una manera pésima, tiene malas costumbres y siempre fracasa en su intento de parecer adulto.
Va de un extremo al otro en segundos. Es blanco o es negro. El muchacho no conoce el gris. Si no está siendo muy cariñoso está odiando a todo el mundo. Habla demasiado o no dice una palabra en todo el día. Un joven impredecible. Dinámico, inestable e indescifrable. Sencillo pero, de alguna manera, raro y desconocido.
Mantiene la calma siempre. Su mirada pacífica logra tranquilizar a todo el Claro. Su inteligencia es innegable y siempre consigue que todos se fíen de él. Es amigable pero suele dar la impresión de adverso a primera vista. Por precaución, quizás.
La manga de su camisa siempre tiene rastros de tierra pero cuida que sus manos estén limpias todo el tiempo. Su cabello rubio se mantiene recogido en un desprolijo rodete la mayor parte del día, excepto cuando la frescura del viento lo atrapa, ahí es cuando lo remueve y deja que los mechones vayan a su rostro, como ahora. Thomas nunca le ha tocado el cabello pero sabe que es tan sedoso y suave como se ve. El castaño acepta pero trata de ignorar que tiene ganas de enredar sus dedos en esa cabellera rubia cada vez que lo tiene cerca. Siente que con el correr del tiempo se le hace más y más difícil contenerse. Tiene la sensación de que ese afán no se consume nunca y, en cambio, solo se vuelve menos tolerable para él.
Las cuestiones referentes al rubio poco a poco se le están yendo de las manos. El control de sus emociones se escurre como agua entre sus dedos. Tiene la sensación de que perderá la cabeza en cualquier momento.
—¿Pasa algo con Newt?
Thomas se sobresaltó al instante dejando de lado su tarea de observador e intentando reconocer la voz que le hubo hablado. A decir verdad no tenía ni la más pálida idea de dónde provenía esa voz, siquiera estaba seguro de si se dirigía a él o si había escuchado bien. Quizás solo lo imaginó.
Miró a su costado en un vano intento de parecer sutil. Minho lo miraba fijamente como si esperara la respuesta más importante de su vida. Era su asiático amigo el que le estaba cuestionando.
—¿Y? —Insistió al notar que el castaño no respondía, siquiera reaccionaba. Luego de unos segundos, Thomas sacudió su cabeza frenéticamente exagerando el gesto de negación. Minho hizo una mueca— ¿Entonces por qué lo miras así?
—No lo estoy mirando. —Contestó tratando de sonar tranquilo y ganar credibilidad pero su voz tembló en la punta de su lengua mandando por el desagüe todo su esfuerzo. Minho contuvo la risa.
—Vamos, por un momento creí que tus ojos se saldrían de órbita y se estrellarían contra el cuello de Newt. —Mencionó. Por fin dejó de dirigirle a Thomas una mirada acusadora para ahora dedicarle una expresión totalmente divertida. Y Thomas no sabía cuál era peor.
El castaño bufó y tuvo que reprimir mil y un insultos que quería escupir en la cara de Minho por ponerlo tan incómodo, por arribarlo a esa situación de vulnerabilidad pues sabía que no tenía muchos argumentos para defenderse; la verdad era que estaba mirando mucho a Newt. Era inútil negar que no puede mantener sus ojos lejos de ese muchacho, pero tampoco tenía tan poco juicio como para aceptarlo. Así que sólo suspiró y decidió ignorar las risitas burlonas de Minho.
Volvió su vista a la horda de Habitantes que se entretenían con la pelea. Tuvo que suplicarle a sus ojos que no vayan tras la rubia cabellera de Newt pero le fue muy difícil ignorarlo. No sabe en qué momento, pero ahora era el rubio quien peleaba contra otro Clariano.
Por lo que podía ver, iba perdiendo terriblemente.
Su ropa estaba más sucia que antes debido a las múltiples caídas y el sudor no ayudaba mucho, hacía que la tierra se pegara todavía más a sus prendas. Thomas pensó que aún así no dejaba de verse bonito y más cuando sonreía como para salvar la dignidad al tocar nuevamente el suelo. Era encantador.
¡Maldición! Se reprendió por sus propios pensamientos. Ésto ya no le estaba gustando para nada.
Minho silbó a su lado y se paró de un salto para acercarse a ver desde un mejor plano la pelea que, al parecer, prometía ser muy divertida. Thomas le siguió sin rodeos, casi al instante.
Se coló junto con el asiático en uno de los huecos del círculo de humanos y tuvo a primera vista la gran paliza que le otorgaban a su rubio compañero.
Todos los Habitantes alentaban y otros reían a carcajadas. Por momentos parecían dementes. Sin embargo, Thomas se mantenía inquieto, no sentía muy agradable ver como empujaban y lastimaban a Newt. La mayoría, por no decir todos, se notaban despreocupados como si, en lugar de una pelea, estuviesen viendo una obra de teatro o un partido de fútbol.
El castaño tuvo que atajarse para no correr hacia Newt cuando éste se estrelló violentamente contra el suelo. Ni con el mayor disimulo lograría convencer al resto de que ese golpe no le había dolido hasta el tuétano.
Desafiando toda ley lógica, Newt se puso de pie y esbozó una sonrisa que más bien solo quedo en una extraña mueca que dejaba expuesto lo adolorido que se sentía.
El Habitante opuesto no tardó mucho en hacer su aparición. Forcejeó un poco con Newt, no mucho ya que el rubio se sentía realmente débil y cansado, lo dejaba notar bastante. Zarandeándolo de un lado al otro, Newt terminó siendo despedido hacia la multitud del círculo y estampándose contra el cuerpo de Minho, muy cerca de Thomas.
—¡Devuélvelo! —Gritó un Habitante que Thomas no conocía pero que ya odiaba profundamente.
Newt solo estaba intentando recuperar el aliento contra el cuerpo del asiático, quien lo sostenía pánfilamente de la cintura.
Alguien intentó empujar a Newt devuelta al centro pero Thomas alcanzó a detenerlo. No dejaría que volviera, no estaba en las mejores condiciones.
Quizá no estaba lastimado, pero su cansancio era incontrovertible. No podía devolverlo al centro para que siga midiendo su fuerza en una tonta batalla perdida.
—¿Lo devuelves o entras tú, novato? —Sugirió el Clariano que antes estuvo atacando a Newt.
A los Habitantes pareció encantarles la idea ya que empezaron a bramar y a alentarlo a que entrara al círculo con un estúpido cántico que repetía lo mismo una y otra vez; "¡Novato, Novato, Novato!"
Thomas bufó de mala gana. No quería prestarse para tal bochorno, le parecía tan estúpido que quiso rodar los ojos y salir de ese lugar pero en algún punto de su negación, una gama de malicia se coló en su sistema.
Una sed de venganza trepó por sus tobillos hasta invadir cada una de sus vértebras.
Pensó que quizá no era tan mala idea el pelear contra el chico que anteriormente había estado golpeando a su compañero.
Cedió ante la multitud y se encaminó hasta el centro de todos parando justo frente a su oponente.
El chico, que al parecer se llamaba Stan, era más alto que él. Tenía el cabello castaño un poco largo y, aunque estaba algo sucio, dejaba ver que era casi tan blanco como la leche. Sus ojos pardos lo miraban divertidos y Thomas juró que hablaban diciéndole que su dueño quería acabarlo. Para completar el combo, una sonrisa casi siniestra acompañaba su imagen de demente.
Al parecer lo único con lo que Thomas contaba para ganar esa estúpida pelea era que él aún disponía de toda su energía, mientras su rival casi jadeaba de lo exhausto que se encontraba.
Pan comido.
Mucho más que pelear, lo que tenía que hacer era resistir todo lo que pueda hasta que su adversario se deje vencer por el cansancio y termine saliendo a empujones del círculo; así Thomas ganaría esa miertera pelea.
Dicho y hecho. Los empujones empezaron casi al segundo en que ambos tomaron sus puestos.
El primero en tocar el piso fue Thomas. Le siguieron un par de caídas más hasta que al fin pudo controlar un poco la situación. Tomó ventaja del agotamiento de su contrincante; a empujones lograba hacerlo aterrizar en el suelo de vez en cuando y contra la multitud otras tantas veces.
No podía negar que se estaba divirtiendo bastante.
Thomas solo vislumbraba entre los gritos de la multitud los alientos de Chuck y una que otra risa de Minho. También creyó escuchar una carcajada infantil de Newt justo cuando echó a su oponente al suelo pero, aunque quiso comprobar y ver ese gesto, reparó en que sería un grave error apartar la vista de Stan, entonces no lo hizo. No miró a Newt y se frustró por eso.
Una extraña irritación brotó de sus entrañas apoderándose de sus manos, llenándolo de vigor, de energía y de un exagerado entusiasmo por acabar con esa función que ahora le resultaba más que ridícula.
Corrió con fuerza hasta su oponente y lo empujó con violencia hacia afuera del círculo. Esperó unos segundos pero Stan no volvió a entrar.
Gritos de júbilo, silbidos y muchas palmadas en su espalda fue lo único que Thomas sentía. Había ganado la tonta batalla pero, sin darse aires de grandeza, él solo estaba pendiente de recuperar el aliento y regularizar los latidos de su corazón.
No pasó mucho tiempo cuando un apretón en su hombro lo sacó de sus cavilaciones y él al instante supo quién era: Newt.
—Bien hecho, Tommy. —Lo felicitó mientras esbozada una sonrisa de satisfacción—. En un principio pensé que te haría comer tierra. —Le confesó.
—¿Como a ti? —Preguntó retóricamente y por dos segundos pensó que el rubio lo golpearía por tal ofensa pero, en cambio, rió achinando los ojos y asintió repetidas veces mientras se iba alejando de a poco.
Thomas no quiso que se fuera todavía pero la horda de Habitantes aún seguía sobre él y complicaba mucho la situación.
Minho apareció en su plano de visión un instante después arrastrándolo por entre los muchachos y llevándole a un lugar en donde no fueran apretujados por la banda de Clarianos que, para estas alturas, ya comenzaba a hostigarlo.
Minho le dijo muchas cosas atravesadas de las cuales Thomas no alcanzó a entender por completo. Parecía que su lengua se hubiese atado a causa de la conmoción y eso le impedía hablar con claridad. Minho sonreía, así que el castaño supuso que solo lo estaba felicitando o algo relacionado a la reciente pelea. Solo asentía a lo que sea que su asiático amigo le estuviese diciendo.
Pasaron solo segundos y Thomas no quería escucharlo más así que trato de separarse un poco de él. Inconscientemente, o tal vez en todos sus cabales, buscó a Newt con la mirada.
Lo vio cerca de Alby y otros Habitantes a no más de dos metros de él. Hablaban de algo y reían bastante.
Luego de un rato que parecieron, como mucho, cinco minutos, Alby dejó a un lado su animada conversación con los muchachos y levantó sus manos llamando la atención de todos los Habitantes cercanos.
—¡Escuchen! —Gritó el líder—. Stan, ven aquí. Tú también Newt.
Nadie entendía nada pero se abstuvieron de preguntar y adelantarse a lo que sea que estuviera tramando Alby. Newt y Stan obedecieron colocándose frente a él con rostros confundidos pero expectantes ante cualquier cosa que vaya a suceder.
Pronto, toda la manada de Habitantes los rodeaba como hace unos momentos atrás.
—Bien, niños. —Comenzó Alby—. Tomando en cuenta que hicieron un espectáculo deplorable digno de niñitas. —Enmarcó esa última palabra y toda la horda rió al unísono— ¡Esperen, silencio! —Pidió y aclaró su garganta—. Merecen una prenda ¿Verdad?
La banda de Clarianos comenzó a bramar y los rostros de Newt y Stan no tenían precio ante tal anuncio. Estaban perplejos. Confundidos al cien por ciento.
—¡Ay, hermano! —Gritó Minho a su lado— Esto se pone bueno. —Comentó. Un entusiasmo digno de un niño adornaba cada una de sus palabras.
Buscando un mejor ángulo de visión, Minho se acercó más hasta donde Stan y Newt se encontraban, seguido inmediatamente por Thomas, que no quería perder ni un detalle de todo eso y preguntándose una y mil veces qué clase de "prendas" recibían los perdedores y qué tan malo podía ser. Lo que sea, Thomas estaba feliz de no haber perdido.
—¿Qué piensan? —Cuestionó Alby a la multitud. Todos gritaban. El barullo era casi insoportable pero Thomas se prohibió a sí mismo alejarse de ese lugar. Por mucho que le aturdieran los oídos, su incertidumbre era mayor y quería ver que pasaba con los perdedores—. ¿Quieren un beso?
El alma de Thomas se le escurrió hasta los pies.
¿Un beso? La idea lo irritó.
Newt estaba con una expresión casi en blanco. Tenía los ojos inexpresivos y la boca entreabierta, no parpadeaba, incluso se podría llegar a dudar de que seguía respirando. Parecía que quería protestar pero que estaba tan anonadado que no lograba articular palabra alguna. Por otra parte, Stan solo mantenía una sonrisa totalmente incrédula.
—No hablas enserio. —Replicó Stan mirando fijamente a Alby, quien rió acompañado de todos los Habitantes a su alrededor.
—Muy enserio. —Confirmó el líder con una sonrisa tan divertida como maliciosa que petrificaría a cualquiera—. Quiero ver un hermoso beso, garlopos.
Stan palideció. Thomas pudo ver como tragaba saliva y parpadeaba un sinfín de veces, incapaz de dar crédito a la situación.
—No tengo tiempo para una garlopa como ésta, Alby. —Ahora fue Newt quien habló. Estaba cruzado de brazos y mantenía una expresión neutral en el rostro.
Alby le dijo algo que Thomas no alcanzó a escuchar claramente, estaba muy ocupado intentando mantenerse en su lugar y no correr hacia ellos y detenerlo todo.
Minho reía a carcajadas en su oído y eso lo irritaba mucho.
Se preguntó si realmente era la risa estrepitosa del asiático la causa de su irritación o si había otro motivo; el hecho de que estaba a punto de ver a Newt besando a otro chico, quizás.
Se otorgó el beneficio de la duda esta vez.
—No me prestaré para hacer esta mariconada. —Refutó Stan un poco más irritado que la última vez.
Alby habló nuevamente y entre Newt y Stan no dejaban de protestar. Mientras tanto, los Habitantes vociferaban cánticos con la palabra "Beso" repetidas veces sin dejar de reír. No pasó mucho tiempo y escuchó los alaridos de Minho perforando sus tímpanos. Se había unido a la banda de Clarianos que clamaban por el dichoso beso.
Thomas luchó fuertemente por reprimir los gritos de quejas. Tuvo que admitirse a sí mismo que estaba un poco celoso, que no quería que otra persona probara los labios de su rubio favorito y que tampoco quería ver como Newt correspondía al beso de Stan como no le correspondió a él cuando lo besó en la cabaña.
Pronto se vio considerando la idea de salir huyendo de ese lugar.
—¡Oh ya! —Vociferó Stan levantando ambas manos como pidiendo tregua. El barullo disminuyó considerablemente pero no se apagó por completo—. Acabemos con esto, Newtie.
Thomas lo odió. Lo inevitable estaba a punto de pasar y no quería verlo pero tampoco consiguió el valor suficiente para salir de ahí.
Newt soltó un quejido, toda la manada de Clarianos rió.
Stan se acercó al rubio con una pequeña sonrisa plasmada en los labios. Cualquiera diría que no se encontraba tan en desacuerdo con lo que estaba a punto de hacer. Thomas, aunque quiso, no pudo ignorar ni un solo detalle de la situación.
Aún con la poca claridad que otorgaba la fogata, Thomas notó el sonrojo de las mejillas de Newt y también notó como su pecho subía y bajaba. Estaba nervioso, ambos lo estaban.
Stan llevo una de sus manos al cuello del rubio y Thomas alcanzó a ver como jugaba con sus cabellos dorados.
El odio aumentó.
Newt era unos centímetros más bajo que el otro muchacho, entonces tuvo que inclinar su cabeza hacía arriba para llevar a cabo la prenda.
No lo hagas. Gritaba Thomas en su interior esperando que su compañero, por algún milagro de lo Alto, lograra escucharlo y desistir de hacer aquello.
Thomas deseó más que nunca haber perdido ante Stan y encontrarse en su situación ahora mismo.
¿Por qué perdí? ¡Maldición!
Ambas manos de Newt se sujetaron de la remera de Stan justo cuando éste posó su mano libre sobre su cintura. El más alto le susurró algo, que ni Thomas ni nadie alcanzó a escuchar, y Newt río.
Thomas quiso cortarle las manos solo por atreverse a tocarle. Quiso arrancarle los ojos de la manera más sádica solo por cómo lo estaba mirando. Quiso que en ese momento un hueco se abriera en la tierra y se lo tragara solo para que no tenga la oportunidad de besar a Newt.
Inconscientemente Thomas apretó los dientes y sus puños. En verdad estaba enojado. O celoso. O ambos por igual. Tuvo que luchar para que el pánico no se adueñara de él.
Alguien en la multitud gritó un "¡Ya!" que arrancó otra risa de Newt. A decir verdad, todos estaban expectantes a la escena y ya pocos podían aguardar con paciencia el cumplimiento de la prenda.
Thomas no apartaba sus ojos de la escena. Estaba impotente. No quería mirar pero le fue imposible no hacerlo.
Stan miraba los labios de Newt y Newt los de Stan. Thomas odió el mundo en ese instante. Sabía que en sólo segundos pasaría lo ineludible.
No sabe por qué pero Newt asintió. Stan lo atrajo más hacia sí y cerrando sus ojos ¡Bam! Se besaron.
Newt le correspondió y Thomas quiso echarse llorar de la rabia.
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