Capítulo V
Thomas dejó de respirar por unos segundos luego de escuchar a Newt decirle aquellas cosas. Su corazón fue disminuyendo la constancia de sus latidos hasta el punto en que creyó que se había detenido por completo, pero solo fue por un instante, y retomó sus palpitaciones a una velocidad que no podía considerarse normal, ni siquiera humana. Era casi intolerable para el castaño.
Por un momento creyó que todo eso había sido un reflejo, algo creado por su imaginación. En verdad le resultó difícil digerir aquellas palabras. Jamás hubiera contado con que Newt reaccionaría de esa manera y diciendo tales cosas que, en el momento, a Thomas le resultaron más que absurdas y desatinadas. Una reverenda estupidez a sus oídos.
Newt no sonreía pero su rostro expresaba tanto cinismo que Thomas sintió que se le revolvía el estómago de la furia.
Miles de emociones invadieron su pecho. Iba desde sentir ira a sentirse, por alguna extraña razón, dolido por las palabras de Newt. No quiso perder el tiempo en descifrar aquellos sentimientos y solo optó por ocultarlos e ignorarlos.
Se abstuvo de decir cualquier cosa. Sabía que si abría la boca solo lograría hundirse aún más en aquella confusión.
Creyó que ya había sido suficiente. Se rebajó a mendigar por atención y terminó siendo cruelmente burlado. Había sido un tonto y ahora el rubio creería que a él le gustaban los chicos.
Idiota, idiota, maldito idiota. Se reprendió.
Pronto se encontró pensando que estaba bien que recobre la cordura, que recoja lo que queda de su golpeado decoro y que salga huyendo de ese lugar.
Luego de unos minutos, cuando, con mucho esfuerzo, logró salir del letargo; dejó a un lado su manzana a medio acabar y sus ojos se atrevieron a buscar la mirada de Newt. Su expresión era en blanco. Thomas le sonrió sin una pizca de simpatía, se puso de pie y sacudió sus ropas dispuesto a marcharse.
—¿A dónde vas? —Le preguntó Newt totalmente desconcertado.
Él aún no estaba listo para seguir, aún no había acabado su comida y también quería descansar un poco más.
—Lejos de tu arrogancia. —Le contestó simplemente. Usó un tono tan calmo y tan fastidioso a la vez, que Newt frunció el ceño y entornó la mirada sin comprender la actitud de su colega.
—¿Qué? —Quiso escuchar otra explicación —. Hey ¿Por qué estás...
—¡Shuck! —Le interrumpió. A Newt le pareció tierno que Thomas usara los típicos insultos ordinarios de Minho y quiso reír por eso pero se contuvo creyendo que no era el momento más adecuado—. Cierra la boca. No quiero escucharte más. —Le dijo irritado sin siquiera intentar encubrir el enojo en su voz. Ya estaba harto del rubio y el coraje brotaba a raudales en sus palabras—. Hasta más tarde. Nos vemos en el Área.
Dicho eso, comenzó a alejarse. Newt vio impotente como Thomas dio la vuelta y se fue pero, creyendo que era lo mejor, no hizo nada para detenerlo.
El castaño emprendió una caminata rápida en busca de soledad, de descanso y lejos de la irritante altivez de su rubio compañero.
Iba desconcertado, dándole vueltas a todo. Un poco corriendo y un poco caminando. Irritado. Sin dejar de pensar en las palabras de Newt ni un solo segundo. Todo eso lo descolocó de una manera tan brusca que, cada diez pasos, debía atajarse a sí mismo para no volver y golpear al rubio hasta que cada gota de ira desaparezca de su pecho.
Es un tonto. Pensó por quinta vez cuando se perdía entre las majestuosas paredes del Laberinto. Yo tampoco soy un maldito marica. Se dijo a sí mismo irascible. Pronto se encontró en un nivel tan alto de cólera que no supo cómo denominar y solo supuso que estaba empezando a odiar a Newt, odiar su tonto ego y odiar, con más fuerzas que antes, el estúpido beso que le dio dos días atrás.
Eso sí que había sido una tontería.
Estaba corriendo sin descanso, sin dirección siquiera, no estaba seguro de a dónde iba pero no temía perderse. Eso no le importaba en absoluto.
Extraviarse en las profundidades del Laberinto le resultaba una idea más que tentadora.
Luego de una hora de refunfuñar, patear piedras a su paso y golpear algunos muros, intentó dejar el tema de Newt a un lado y centrarse en su labor; inspeccionar el Laberinto, pero fracasó como un miserable.
Inútilmente quiso sacar al rubio de su mente pero no lo consiguió. No podía pasar más de cinco minutos enfocado en los muros o en sus análisis.
Iba de observar la altura de las paredes a pensar en los ojos de Newt cuando le reprendió por el beso. Iba de las grietas en el piso a la voz burlona de su colega. Iba de sus hipótesis sobre un posible escape a los labios del rubio. Estaba harto.
Así no es posible. Pensó ya cansado de no conseguir enfocarse completamente en su trabajo. Supuso que el día en el Laberinto había llegado a su fin.
Para su suerte, estaba muy cerca del Área. No le tomó más de treinta minutos llegar al Claro y encontrarse con los demás Habitantes.
Al primero que vio fue a Chuck, que estaba correteando alrededor de la cabaña, probablemente, terminando de hacer una de sus típicas travesuras.
En realidad, no tenía muchos ánimos de hablar con él ni con nadie, así que, evitándolo, fue directo a la cocina en busca de agua para saciar su sed.
La mezcla de enojo, frustración y los trotes en el Laberinto habían acabado por secarle la garganta, agotándolo completamente.
Sartén ya estaba preparando algunas cosas que, Thomas supuso, serían para la cena de esa noche. Aunque le resultó un poco extraño, aún quedaban unas horas para eso. Decidió mejor no preguntar nada.
Minho también se encontraba ahí, usurpando la cocina, mendigando un poco de algún alimento que halló en una de las ollas y recibiendo quejas e insultos por parte del cocinero del Área. Todo un espectáculo.
Thomas llegó sin hacer mucho ruido y dio con una jarra, la cual ya tenía agua en ella y solo la bebió. Tomó asiento en una banca de por ahí cerca y únicamente esperó que algo pasara.
No sabía que hacer ahora, sólo esperar la cena e irse a dormir, supuso.
—¿Qué hay, shank? —Le saludó Minho luego de un rato y se sentó a su lado—. Volviste temprano hoy. ¿Encontraron algo nuevo?
—No. —Contestó sin muchos ánimos—. Al menos, yo no. —Aclaró.
—¿Tú no? —Minho entornó la mirada sin lograr entenderlo— ¿Y Newt?
Thomas bufó. Hacía ya varios minutos que había conseguido, a muy duras penas, dejar de pensar en el rubio y ahora, con sólo escuchar su nombre, sentía que la ira volvía a sofocarlo.
—No lo sé. No estaba con él.
—¿Cómo que no? —Le preguntó el asiático. Su voz cargaba un tono evidente de confusión y hasta, tal vez, un poco de enfado. Thomas se encogió de hombros — ¿Y dónde se ha quedado? ¿Acaso lo dejaste sólo, Thomas? —Dijo su nombre. Eso no podía significar nada bueno.
Thomas pronto se dio cuenta de la gravedad de la situación. Lo había dejado sólo en aquel asqueroso lugar. Se arrepentía, claro, pero su orgullo vociferaba desgarrando su interior y no quiso aceptar que cometió un error al dejarlo a su suerte dentro del Laberinto.
Minho lo reprendió diciéndole un sinfín de cosas, razones por las cuales no era buena idea dejar a Newt sólo en aquel lugar. Su ex-Encargado se escuchaba tan preocupado que Thomas sintió pena por él.
Luego de cuarenta minutos soportando los reproches del asiático, Thomas se disculpó alfín.
—Ya. Lo siento ¿Sí? —Sonó sincero y Minho asintió con pesadez—. Iré a buscarlo entonces.
Thomas se sentía culpable. Pensó que quizás el chico se había perdido, que se entretuvo en el camino o que ya estaba por llegar, pero de todos modos, quiso salir a encontrarlo.
—¿Estás loco? —Minho le habló casi enojado. Thomas frunció el ceño sin comprenderlo. Negó—. En veinte minutos los muros se cierran. No dejaré que salgas.
El castaño tragó en seco y sintió que los latidos de su corazón frenaban repentinamente. Quedó helado.
La sola idea de que los muros se cerraran antes de que Newt logre atravesarlos le paralizó el alma, bloqueó cada uno de sus sentidos.
Le tomó tiempo procesar todo. Newt está allá afuera. Sólo. Mierda. Pensó, y sintió que la culpa lo carcomía por dentro.
Su preocupación por el rubio era evidente y el asiático lo notó.
—Él volverá. —Le tranquilizó Minho, aunque Thomas sintió la inseguridad en su voz—. Solo debemos esperar un poco más.
—¿Esperar qué? ¿Que los muros se cierren?
Minho no respondió, sólo se dirigió a la abertura de los muros en donde anhelaba ver a Newt hacer su aparición. Thomas fue detrás de él casi al instante, seguido de varios Habitantes más que estaban cerca y un preocupado Chuck entre ellos que iba casi pisándole los talones.
Bastaron segundos para que todo rastro de ira desaparezca del interior de su pecho. Thomas se sintió libre del coraje que estuvo apretando su cuello toda la tarde, ahora siendo reemplazado por una inquietud irritante que parecía querer tragar su estómago en cualquier momento.
Estaba seguro de que si veía a Newt acercarse al Área sería el primero en abrazarlo y no lo soltaría hasta que los muros se cierren por completo y hasta cerciorarse de que el rubio se encontraba bien y a salvo.
Los minutos pasaban y Thomas no se quedaba quieto un segundo. Un sudor helado lo recorría de punta a punta, atravesando su espalda y haciendo que sus extremidades temblasen como si estuviesen hechas de gelatina.
Chuck quiso calmarlo diciéndole que Newt era un larcho inteligente, que no sería tan idiota en quedarse dentro del Laberinto más tiempo y que pronto aparecería rengueando agraciadamente como cada tarde. Pero a Thomas no le bastó. Seguía intranquilo y sintiendo un deseo impulsivo, casi inaguantable, de ir a buscarlo.
Sintió que estaba tan alterado que la circulación de su sangre había cambiado de curso. Quería correr hacia las profundidades del Laberinto y no volver hasta encontrarlo.
Minho y Jeff se encontraban a su lado, exageradamente cerca de él. Thomas sabía el porqué. Por nada del mundo dejarían que el castaño hiciera lo de la última vez, que arriesgara su vida por otro Habitante.
Otra vez se veía en la misma situación con la diferencia de que, esta vez, su preocupación era más fuerte, asfixiante.
—Minho, por favor. —La súplica en sus ojos era palpable.
—No, Thomas. No insistas.
El castaño apretó sus puños. Sus rodillas estaban ligeramente temblando y sus dientes chocaban unos con otros por la impotencia de saber que no podía hacer nada. Daba la impresión de que perdería el juicio en cualquier momento y se echaría a correr como un lunático.
—Soy Corredor. Se supone que puedo salir sin ningún problema. —Intento persuadir a su ex-Encargado. Minho negó y suspiró.
—Sería suicidio. —Le dijo con una calma más que fingida—. Y no dejaré que lo hagas. No creo que corras con la misma suerte dos veces.
Thomas no habló más. Sintió que el aire se solidificaba en su garganta y se convertía en un nudo que le impedía respirar con tranquilidad. Quiso echarse a llorar por la impotencia que sentía en su interior, quería que alguien viniera y arrancara ese sentimiento de su pecho porque no lo toleraba, no lo quería.
La preocupación invadía su sistema y desgarraba cada parte de él. Su cabeza corría entre miles de posibilidades, un sinfín de hipótesis amenazaban con ahogarlo en la desesperación.
—¡Ahí! —Gritó un Habitante que Thomas no alcanzó a reconocer— ¡Ahí está!
Thomas hizo un esfuerzo sobrehumano para no paralizarse y buscó con la mirada a su Habitante favorito.
Aún dentro del Laberinto, a unos cuantos metros de la entrada, estaba Newt. Se arrastraba con dificultad apoyándose contra una de las paredes. Todo rastro del Líder fuerte y autosuficiente había desaparecido. Newt se veía agotado. Thomas creyó que en cualquier momento caería al suelo.
Un estruendo lo sacudió de sus cavilaciones y le tembló el corazón.
Los muros estaban a punto de comenzar a cerrarse.
—Thomas, espera. —Le escuchó decir a Minho quien, instintivamente, lo tomó del brazo.
—No. Suéltame. —Le ordenó y parecía no aceptar otra condición. Minho lo liberó.
En ese momento le importó muy poco que los muros estuvieran cerrándose, solo corrió hacia Newt, quien seguía avanzando hacia el Área a un paso tan lento que daba la impresión de que nunca llegaría.
Thomas arribó a él con una velocidad extrema. Lo sujetó. La respiración agitada de Newt se coló en sus tímpanos y lo inquietó, pero su única preocupación, en ese momento, era salir de aquel lugar.
Rápidamente, el rubio pasó uno de sus brazos por el cuello del menor y se dejó arrastrar por él.
Los muros se cerraron completamente cuando el pie izquierdo de Thomas terminó de cruzar por la abertura. Ambos cayeron al suelo.
El castaño aterrizó encima del rubio y lo abrazó. Lo abrazó tan fuerte como pudo, sin rodeos, sin disimulo alguno, incluso ni siquiera advirtió si lo estaba sofocando o no, solo quería cerciorarse de que era real, de que Newt estaba con él, de que no se había quedado en aquel espantoso lugar y de que estaba bien, a salvo, en sus brazos.
Tuvo la sensación de que nada podía ser tan malo, tan oscuro, solo porque lo tenía a su lado.
El rubio no protestó, quizás solo estaba pendiente de recuperar el aliento y regular los latidos de su corazón o realmente no le importaba en absoluto que Thomas lo estuviera abrazando de esa manera, tan fuerte, como si él fuera su mundo.
Ambos Corredores mantenían los ojos cerrados, ajenos totalmente al mundo y a la horda de Habitantes que los rodeaba. Parecían estar dentro de una burbuja que los separaba del exterior, de aquello que no tuviese que ver con ellos. Apartados en su pequeño rincón de reencuentro. Sumergidos en la calidez de un abrazo.
Thomas sintió que la respiración pacífica de Newt en su oído era el galardón que recibió por haber pasado tantos minutos envuelto en la desesperación. Podía escuchar con perfecta claridad cada uno de sus suspiros y sus largas aspiraciones. Le resultaba encantador. No podía sentirse más tranquilo.
—Tommy. —Le susurró Newt.
A Thomas le resultó duro respirar cuando sintió esa voz ronca chocar suavemente contra su oído.
Se separó un poco para poder ver su rostro. Sus miradas se encontraron y Thomas creyó que su alma lo abandonaba. Se trataba de la intensidad de su mirada tranquila siendo, a la vez, un tornado arrasador e imparable, un bonito desastre que lograba poner su mente y corazón dados vuelta en solo segundos.
La expresión del castaño era ininteligible, como la de alguien que porfín contempla lo que ha estado anhelando durante años. Por su parte, Newt solo mantenía una pequeña sonrisa que a Thomas le pareció la más hermosa del mundo. Juró que no la olvidaría nunca y que atesoraría ese cuadro en sus recuerdos por el resto de su vida. No habrían "Creadores" que lograran borrar esa sonrisa de su memoria.
Thomas creyó que era un punto en contra el estar a tan poca distancia de sus labios. Quería besarlos.
Su mirada iba de su boca a sus ojos. Ida y vuelta. Pensando, una y otra vez, si debía arrebatarle los labios de un beso o no. Dejando la confidencialidad de lado y preguntándose si Newt pensaría lo mismo también.
—¿Qué? —Le contestó Thomas. Sonó apenas como un suspiro.
Newt río.
—Me estás aplastando.
El castaño entornó los ojos un segundo, confundido. Pronto cayó en la realidad y se sintió un tonto. Solo atinó a sonreír.
—¿Y? ¿Ya terminaron con el romanticismo, tortolitos? —Está vez habló Minho.
Thomas sintió su cara arder como nunca. No tenía la posibilidad de verse pero podría jurar que su rostro era semejante al color de los jitomates que adornaban la huerta del Área. Deseó que se abriera un enorme hoyo en la tierra y se lo tragara completamente.
Un empujón suave hizo que se corriera a un costado. Newt pretendía levantarse.
Cuando ya estuvo de pie, le tendió la mano a su colega que aún estaba atontado echado en el suelo con las mejillas sonrojadas y la expresión de un niño intimidado.
Thomas, luego de unos segundos, se incorporó sobre sus piernas al igual que Newt y sacudió sus ropas. Respiraba tranquilo ahora, y sus extremidades ya no temblaban como minutos atrás.
—¡Qué gran susto nos diste, larcho desgraciado! —Se escuchó a sus espaldas.
—¡Alby! —Gritó Newt con una voz casi infantil.
Thomas no había notado que el Líder oficial del Área ya se hubo recuperado de la Transformación. Sintió vergüenza al admitirse que ni siquiera se acordaba de su existencia, de que una semana atrás había arriesgado su vida para salvarlo y ahora apenas si se acordaba de él.
Todo su interés en Alby se vio opacado cuando divisó a Newt abrazarlo de aquella manera tan... ¿cariñosa? No supo describirlo de otra forma.
Apartó la mirada de esa escena y tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no salir corriendo hasta el otro lado del Claro.
Un sentimiento extraño e incómodo le apretaba el pecho.
Debió haberle extrañado mucho. Supuso, no queriendo aceptar otra teoría.
Aprovechando que la atención de todos estaba sobre Newt y Alby, Thomas decidió que quería estar sólo. Por alguna razón que tuvo miedo de averiguar, no quería quedarse ahí.
Caminó hasta un pequeño banco cerca de la Caja y ahí se sentó a descansar, a ver como los últimos rastros del atardecer se difuminaban de a poco dándole paso a las primeras chispas de la noche.
Newt no salía de su cabeza ni por un instante y quiso arrancarse los cabellos solo para estar ocupado en otra cosa que no sea en el particular rubiecito que robaba cada gota de su atención.
************
☆Disculpen. Prometo no ser tan asquerosamente cursi en los siguientes capítulos.
Entiendan que lo escribí como a las 3am. A esa hora, Dios mio, soy un asco.
Bai garlopas :) ♡
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top