Capítulo III
Newt casi se hubo partido de la risa al ver la expresión del castaño cuando le oyó decir aquello.
¿Besar a alguien del Área? La sola idea le resultó tan absurda como cómica.
—Solo bromeaba —le explicó el rubio—. No se te ocurrirá pensar que me atrevería a besar a un garlopo de aquí adentro ¿Verdad?
Thomas no parpadeaba siquiera. Estaba absorto. Ni en un millón de vidas se hubiera imaginado a Newt en una situación tal y, aunque el de cabellos dorados ya le dejó en claro que "solo bromeaba", el castaño no logró salir de su trance sino hasta que lo vio correr hacia el Claro.
—Se hace tarde —le comunicó—.
Debemos volver.
Thomas se puso de pie y le siguió. No tardaron mucho en llegar pues se encontraban realmente cerca.
Al cruzar por la abertura de los muros al primero que encontró fue al asiático ayudando al Encargado de los carniceros.
A Thomas le sabía realmente extraño verlo en otra tarea que no sea la de inspector del Laberinto, y ni hablar de lo raro que se sentía yendo y viniendo de entre esos muros con una cabellera rubia al lado.
Todo le parecía inusual, pero no es como si se estuviera quejando. A decir verdad le agradaba la compañía de Newt, aunque más ayuda no le sentaría nada mal.
Siendo únicamente dos los Corredores, el trabajo se complicaba y obviamente tardarían más en encontrar la salida, si es que había una, claro.
—¿Qué tal todo allá afuera, shank? —Minho le gritó cuando lo vio a unos metros de él.
Thomas lo escuchó e hizo una mueca. Se acercó puesto a que se sentía muy débil para gritar, aunque también dudaba de que tuviera la capacidad de hablar siquiera. Aún sentía ácido en la garganta.
—Nada nuevo —lamentó Thomas cuando lo tuvo a metro y medio de distancia—. Creo que necesitamos ayuda.
El castaño apeló a la lastima. Quería que Minho los acompañara, que saliera de su tonta cobardía repentina y que se ponga nuevamente su traje de Encargado.
Por su parte, el asiático solo bufó y evitó mirarlo a los ojos. Para él tampoco era fácil asimilar que tenía miedo y que estaba cansado, que había abandonado a sus amigos y que se dejó arropar por el temor como un tonto cobarde.
Thomas notó la frustración y el desánimo en el rostro de su amigo y se acercó más a él. Arrepentido de querer apresurar las cosas, le apretó el hombro y sonrió.
—Tranquilo. Puedes tomarte más vacaciones —le dijo—. Me las arreglaré con el rubiecito.
Minho rió.
—¿Sabes que si te escucha llamarlo así te echará del Área, verdad? —el asiático le recordó sin dejar de reír.
Thomas asintió divertido.
Un estruendo resonó en sus oídos haciendo que se sobresaltara en su lugar.
Eran los muros cerrándose.
Todavía no podía explicarse como esos bloques tan pesados podían moverse, juntarse y encerrarlos ahí adentro, pero lo agradeció de todos modos.
Si esos muros no se sellaran cada noche, no habría Habitante vivo en el Área. Ni uno sólo.
Thomas no sabe en qué momento Minho desapareció de su vista. Se había ido hacia quién sabe donde junto con Winston.
Le restó importancia y se encaminó hasta el cuarto de Mapas. Quería analizar algunas cosas antes de que anochezca.
Necesitaba ver las anotaciones de Newt.
La curiosidad carcomía cada milímetro de su cabeza.
Cuando hubo llegado allí, Newt estaba saliendo.
Genial. Celebró por dentro. Así podría escanear los mapas y los apuntes del rubio tranquilo y sin apuros de ningún tipo.
Sonrió ampliamente antes de cruzar a su lado. Cualquiera hubiese tomado esa sonrisa como algo terriblemente sospechoso, pero Thomas ni lo pensó siquiera y siguió su camino.
Una mano lo retuvo con fuerza exagerada haciendo que se detuviera bruscamente y, por poco, casi termina en el suelo.
—¿A dónde crees que vas, Tommy?
El castaño tragó en seco. Vio sus planes quebrarse y caer en pedazos delante de sus ojos.
—Mmh ¿A estudiar los mapas? —Mencionó con un evidente tono de obviedad en la voz, intentando no sonar nervioso.
Newt negó tres veces.
—A la cocina —le ordenó—. Ahora.
Thomas frunció en ceño. Confundido totalmente. Le interrogó entornando la mirada y el rubio le soltó.
—Debes comer algo —Newt suavizó su timbre de voz esta vez.
—Oh no. Eso puede esperar —Thomas trató de sonar convincente pero fracasó terriblemente.
—Si no vas a tragarte algo ahora mismo, mañana no sales —el rubio le amenazó.
Thomas titubeó y abrió su boca con la intencion de protestar pero la cerró rápidamente cuando vio que su rubio amigo cruzó los brazos frente a su pecho. Desafiándolo.
El castaño bufó y se encaminó a regañadientes hacia la cocina. El rubio lo siguió pero al notar el enojo del menor, resolvió que quedarse detrás de él era mejor idea.
Sartén estaba ahí. Como siempre. Thomas lo saludó y él cocinero rápidamente le acercó un plato de comida.
Thomas sintió que su estómago volvía a revolverse y quiso salir corriendo de ese lugar.
"Mañana no sales."
El castaño recordó las palabras de su Encargado y suspiró. Tomó de mala gana el cubierto y, con los ojos cerrados, se tragó el primer bocado.
Escuchó reír a Newt.
Levantó la mirada y el rubio estaba frente a él sonriendo victorioso. Thomas sintió que quería golpearlo.
—¿Piensas que puedes obligarme a comer? —le cuestionó.
Newt asintió y río tiernamente. Thomas casi se atraganta al verlo. Un cosquilleo extraño acompañó a los revolcones en su estómago.
Volvió la vista a su plato y se dispuso a acabar todo su contenido.
Chuck apareció un rato después para distraerlo contándole las novedades del Área. Le hizo reír unas cuantas veces.
Lo entretuvo tanto que hasta olvidó sus ganas de vomitar en cada bocado.
Pronto la noche llegó en su totalidad cubriendo con tinieblas cada rincón del Área y todos los Habitantes fueron a dormir.
Para sorpresa de Thomas, no le costó mucho conciliar el sueño está vez.
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—Arriba, Tommy.
Thomas se sobresaltó y casi perdió la capacidad de respirar. Newt le había susurrado al oído para despertarlo.
El castaño respiró profundamente intentando salir de su gran susto y se puso de pie.
—Oh si, claro. Solo no vuelvas a hacer eso —le pidió.
Newt río y fue hacia la cocina. Los muros aún no se abrían pero estaban a punto de hacerlo.
Cuando el castaño llegó por su desayuno, lo encontró ya servido sobre la mesa. Todo estaba listo, incluso sus cosas. Supuso que Newt lo hubo arreglado todo con anticipación.
Thomas acabó su comida unos minutos después que su rubio compañero y cuando los muros se hubieron abierto, tomaron unas cosas de la cocina y corrieron hacia el Laberinto.
Pasaron rápidamente por las primeras paredes. Thomas ya conocía a la perfección ese sector, y al parecer Newt también.
Eso era lo que el castaño aún no comprendía. O el rubio era muy inteligente, o tenía muy buena memoria, o se quedaba en las noches a estudiar los mapas. Le resultó incomprensible cómo no olvidó esos pasillos a pesar de haber abandonado su tarea de Corredor hacía tanto.
La cabeza de Thomas estallaría en mil pedazos si seguía cuestionándose cosas, así que resolvió dejar ese tema de lado y meterse de lleno en su tarea; recorrer el Laberinto.
El rubio no habló en todo el camino. Thomas no sabe por qué, pero le incomodó un poco su actitud. Ni siquiera lo miraba. Thomas tampoco entendía por qué quería que él le hablara o le mirase, que notara su existencia por lo menos. Quería algo de parte del rubio, pero no obtuvo nada hasta antes de llegar casi al final de la sección.
—Espera —Newt le habló mientras dejaba de correr.
—¿Qué pasa? —Thomas frenó en seco.
El castaño se esperaba lo peor, que había un Penitente detrás de ellos o algo así.
—Veo algo —le dijo.
Newt trepó como una araña por la hiedra adherida a la pared. Thomas solo lo observaba. El rubio era ágil y rápido, en menos de un minuto ya hubo escalado todo el muro.
—¿Qué ves? —Thomas le gritó.
Solo fueron dos segundos entre que sintió que Newt le soltaba un muy bajo "Shh" y se aventuraba entre las lianas para bajar del muro con extrema rapidez e intentando ser cauteloso.
Thomas solo lo observaba tratando de descifrar sus gestos o adivinar qué lo incitó a bajar de esa manera.
Cuando el castaño quiso darse cuenta, el mayor se encontraba estampado en el piso. El rubio había ignorado una liana que se hubo enredado en su tobillo y de un tirón, cayó al suelo.
Thomas se acercó a él para ayudarlo.
—Oye ¿Estas bien? ¿Qué hay allá arriba? —el castaño necesitaba respuestas de carácter urgente.
A decir verdad, quería, primero, asegurarse de que Newt se encontraba bien y en segundo lugar, saber qué le hizo bajar de aquella forma.
—¡Shh! Es un Penitente —le contestó en un susurro—. Creo que esta muerto, pero no estoy seguro. Vamos.
Newt se puso de pie y comenzó a correr en dirección contraria a la que venían. Volvería al Claro.
—¿Un Penitente? —susurró para si mismo.
Miró el muro y retuvo las ganas de treparlo y ver a la criatura con sus propios ojos. Examinarlo. Cerciorarse de que se encontraba sin vida y si no era así, encontrar la manera de matarlo.
—¡Tommy! —Newt le gritó muy bajo.
El rubio lo esperaba a unos metros y, cuando Thomas lo miró, éste se echó a correr otra vez.
La idea de trepar el muro se esfumó totalmente cuando reparó en que Newt corría con dificultad. Se había lastimado.
Razonó rápidamente. Si la bestia no estaba muerta, querrá atacarlos y Newt no está en condiciones de huir con rapidez. Acabarían muertos.
" Digamos que los Penitentes saben hacerse los muertos muy bien" recordó vagamente las palabras de Minho. Thomas no quería arriesgarse, ni arriesgar a Newt, así que corrió hacia su amigo, evitando a toda costa que los acontecimientos que sucedieron con Alby se repitan.
Cuando ya estuvieron lo bastante lejos de ese lugar, Newt comenzó a caminar y el castaño notó su expresión de dolor en cada paso.
Thomas se preocupó.
—Hey ¿Estas bien? ¿Puedes caminar? Podemos parar si quier...
La caída repentina de Newt le interrumpió.
Thomas negó respondiéndose sus propias preguntas. El rubio no estaba bien y tampoco podía caminar.
Newt chilló como un niño cuando sintió el dolor en su pierna. Ya no sólo le dolía el tobillo sino que, con la caída, ahora se había ganado un raspón en la rodilla también.
—Ven —le dijo Thomas—. Sostente.
—Pero ¿Qué? Oye... —Newt balbuceo palabras hasta que entendió lo que pretendía el castaño. Se echó a reír—. No es necesario, Tommy.
—Sí, lo es. No voy a arriesgarme a llegar mañana al Área —le espetó ganándose una nueva risa del rubio.
El menor le alzó sobre su espalda. Newt no puso más resistencia y se dejó cargar por el castaño.
Thomas comenzó a correr nuevamente. Newt no le resultaba una carga pesada, para nada. Era delgado y ligero, si uno lo miraba con detenimiento por mucho tiempo, incluso podría parecer frágil aún a pesar de su pronunciada musculatura. Ahora parecia una pieza de algún material endeble.
El castaño no pudo evitar sentirse responsable por él. Quería cuidarlo.
En el camino, el rubio soltaba comentarios acerca del Laberinto, incluso intentaba anotar cosas en su libreta de vez en cuando, también reía y chistaba para molestar al castaño.
"Más rapido" "Vamos que esto es divertido" "Deberías trabajar de esto" "Eres una buena mula" "Así creo que da gusto lastimarse"
En el trayecto, fue casi todo lo que Thomas escuchaba. Comentario tras comentario. Incluso llegó a un punto en que tuvo ganas de soltarlo y que caminase por si sólo pero su piedad fue mayor y únicamente trataba de ignorar las tontas glosas del rubio.
Cuando estuvieron relativamente cerca del Área, Thomas comenzó a caminar. No podía negar que estaba cansado de cargar al rubio y correr a la vez. Cualquier humano con facultades normales lo estaría.
Sus pasos eran lentos pero precisos y constantes. Sin retrasos. Pronto llegarían al Área.
Si sus cálculos no fallaban, los muros se cerrarían en poco tiempo, pero no corrían peligro, unas paredes más y llegarían al Claro.
Así fue. Dejando atrás los majestuosos muros del Laberinto, cruzó por la abertura de estos y entró sano y salvo a su morada.
Minho se acercó rápidamente cuando los vio llegar. Su expresión era de evidente preocupación.
—Oye, Thomas ¿Qué le pasó? —le preguntó al castaño.
Thomas se percató de la serena respiración del rubio y sonrío.
—Solo se ha quedado dormido.
Minho elevó ambas cejas y contuvo la risa. Su mirada era de diversión total.
—Así cualquiera es Corredor.
Thomas lo fulminó con la mirada aunque una ligera capa de ardor cubrió por completo sus mejillas al darse cuenta de la situación. Negó con la cabeza e incapaz de soportarlo, rió.
—También se lastimó el tobillo —le informó— ¿Sabes donde están los Docs?
Minho asintió.
—Ve a dejarlo en la cabaña. Yo busco a Jeff.
Thomas tubo la oportunidad de despertar a Newt y hacerlo caminar pero, por alguna extraña razón que no quiso averiguar, decidió dejarlo dormir sobre su hombro.
La respiración pacífica del rubio en su oído sonaba como una melodía llena de paz, de tranquilidad inquebrantable.
Y, aunque sabía que era imposible, Thomas no quería que se acabara, pero llegó a la cabaña.
Se las arregló para dejarlo sobre la cama sin despertarlo.
Los rubios cabellos de Newt se encontraban revueltos totalmente. Thomas pensó que aún así se veía atractivo y quiso golpearse por ese pensamiento pero no lo hizo. Apartó de su rostro unos rebeldes mechones dorados y cuando estuvo a punto de secar el sudor de su frente, Minho irrumpió en la habitación acompañado de Jeff, uno de los Docs del Área.
Thomas se apartó de Newt como un rayo, como si estuviese haciendo algo malo.
Jeff preguntó qué había pasado y el castaño le explicó.
Newt despertó al tiempo que el Doc le puso una mano encima con la intención de analizar su tobillo. Incluso aunque no fue brusco al hacerlo, bastó para que el rubio saliera de su sueño.
Thomas quedó allí todo el tiempo. Viéndolo quejarse y lloriquear como un niño cuando Jeff limpiaba la herida de su rodilla. Le resultaba gracioso ver a Newt luchar por contener los quejidos. Cerraba los ojos y apretaba los dientes con fuerza. Incluso unas cuantas veces quiso golpear al Doc porque "no era lo suficientemente cuidadoso con él". Parecía un niño.
—¡Thomas! —Minho le llamó la atención— ¿Me estás escuchando?
El castaño estaba tan al pendiente del rubio que ni siquiera notaba la presencia de Minho ahí, que, al parecer, hacia un buen rato que le estaba hablando y él no le prestaba atención alguna.
El asiático descifró la expresión ajena del castaño y entendió que no lo había escuchado en lo más mínimo. Lo tomó del brazo y, aunque Thomas protestó, salieron de la habitación.
—Me dices que vieron a un Penitente ¿No es así? —Minho comenzó a comentarle. Thomas asintió—. Y dices que estaba muerto ¿Verdad?
—Es lo que dice Newt —dijo Thomas a la vez que miraba en dirección a la habitación donde había quedado el rubio.
Minho notó la preocupación en el rostro del castaño y puso una mano en su hombro.
—Él estará bien —le animó—. Ha pasado cosas peores, te lo juro.
Thomas no lo entendió al principio, pero cuando lo hizo, rápidamente quiso salir corriendo de ahí. Supuso que estaba siendo muy transparente en relación a su obvia preocupación por el rubio y se odió por ello. No tenía por qué.
El castaño le comentó detalladamente lo sucedido en el Laberinto y esta vez decidió sacar al rubio de su mente y concentrarse en su explicación. Aunque fueron solo dos segundos. También analizaron unos mapas y el asiático le informó que, para el día siguiente, la sección que habían recorrido hoy, estaría cerrada. Así que tendrían que esperar para ver si ese Penitente estaba muerto o no.
Por increíble que parezca, a Thomas no le importaba en absoluto la asquerosa bestia, su mente era ocupada por completo solo por una cabellera rubia. Se detestó por eso.
Y así llegó la cena.
Jeff había determinado que Newt hiciera reposo total. Por ende, alguien tenía que llevarle la comida a la habitación y el primero en ofrecerse fue Thomas. Minho se mofó de él y nuevamente el castaño quiso huir hacia cualquier lugar lejos de las burlas de su ex-Encargado. Ya comenzaba a irritarlo.
Sartén le entregó dos platos de comida. Para Newt y para él.
Trató de que no le temblasen las manos ante la idea de cenar a solas con el mayor.
Vamos, no será la primera vez que estés a solas con él. Se habló a sí mismo intentando (inutilmente) de calmar su nerviosismo.
Todo eso le sentaba realmente extraño. Tonto tal vez, pero decidió no pensar en ello. No era buena idea desvivirse por conseguir la explicación a una cuestión ni siquiera hecha, pues Thomas no se hacía pregunta alguna respecto al rubio. Por temor a la respuesta, quizás.
—Adelante —contestó Newt cuando escuchó unos golpes en la puerta.
Thomas se adentró a la habitación.
Una pequeña lámpara otorgaba toda la luz del lugar. Era poca, pero suficiente. Al castaño le bastaba, podía ver el rostro de Newt sin mucho esfuerzo.
El menor le entregó la cena y se sentó sobre la cama, a su lado. Al rubio pareció no molestarle ya que no espetó nada al respecto. Eso tranquilizó a Thomas. Ya no se sentía como un intruso irrumpiendo la paz del mayor.
Newt estuvo callado todo el tiempo. Thomas igual. Increíblemente, no era un silencio muy incómodo. Newt estaba únicamente pendiente de su plato, de su cena y de nada más, mientras, Thomas aprovechaba la concentración del rubio en su comida para mirarlo, estudiarlo con atención.
Sentía que Newt escondía miles de cosas detrás de sus ojos, y pretendía averiguarlas con sólo mirarlo. Mirarlo exageradamente. Examinar cada detalle. Cada expresión. Cada rincón de él.
—Tommy —empezó a hablar Newt— ¿Cómo es eso de que recuerdas cosas?
Thomas notó que, por la manera en que lo dijo, el rubio había estado guardando esa pregunta desde el día anterior.
—Son sensaciones —le explicó—. Muy reales —aclaró—. No es como si recordara cosas explícitas ¿Me entiendes?
Newt asintió lentamente.
—¿Tú no recuerdas nada? —le preguntó luego de un rato.
El rubio negó ¿Triste? Quizás. Thomas lo notó. No le agradaba verlo así. Prefería verlo enojado, estricto, serio, pero no triste. Jamás triste.
—Si es por lo del beso, quizás nunca lo diste y por eso no lo recuerdas ni lo sientes —comentó Thomas.
Quiso desviar la conversación hacia un lugar divertido para no verlo así.
En ese instante supo que era capaz de hacer cualquier payasada para verlo reír. Decirle cualquier cosa para que sonría. No le gustaba verlo mal, cabizbajo. Ese no era Newt.
—No es por el maldito beso —le contestó Newt—. Es solo... —hizo una pausa. Quizá no estaba muy seguro de lo que diría, pero aún así siguió—. Me gustaría, por lo menos, recordar lo que se siente o recordar algo siquiera. Nadie tiene derecho de robarte la memoria. Eso no está bien —concluyó—. Ni siquiera sé si mi vida tiene algún sentido allá afuera. O si tengo familia, alguien por quién vivir, a quién querer o algo, Tommy.
Thomas lo escuchó. Palabra por palabra. Y al ver su semblante tan triste sintió impotencia, irá, ganas de matar a los Creadores y más que nada, ganas de abrazarlo, de consolarlo. Su corazón se hizo un ovillo en su pecho cuando escuchó sus últimas palabras. Verlo así le rompió el alma. Hizo temblar su corazón.
El castaño quería acercarse y abrazarle, no dejar que se quebrase más. Besarle.
Sí, sintió ganas de besarle. Y que inservibles son las ganas que no se usan ¿Verdad?
Thomas se acercó mucho a Newt e hizo que él se acercara también. Su mano rápidamente fue a dar al cuello del mayor y, en menos de un segundo, unió sus labios en un beso.
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