Capítulo II

Después de cuestionamientos y una serie de excusas, Thomas acabó aceptando que Newt sea su compañero dentro del Laberinto.
El castaño discutió hasta el último segundo pero cada pretexto fue en vano.

Newt había sido muy claro.

"Sales conmigo o no sales."

Y a Thomas no le quedó otra más que dejar que el rubio lo acompañara.

Esa noche Newt se quedó con él en ese sombrío y húmedo lugar pues el castaño se negaba rotundamente a volver con los demás chicos. No quería toparse con Minho, ni con Chuck, ni con nadie. También insistió en que Newt lo dejara sólo pero éste no aceptó bajo ningún termino.
Así que pasaron la noche en el bosque. Descansaron sobre dos camas improvisadas de hiedra y ramas que Thomas había hecho y allí se echaron a dormir.

La condición de Newt fue que aún no salieran al Laberinto y Thomas, aunque muy dudoso, aceptó cualquier trato.
Según el rubio, no podían salir sin un plan perfectamente elaborado; así que el día siguiente se dedicarían especialmente a analizar los mapas que habían hecho los demás corredores y hablarían con Minho de otros temas relacionados.

Newt tenía la inquebrantable convicción de que todo debía seguir un determinado orden. Thomas estaba ya cansado de discutirle que eso no era necesario, que allá afuera era todo instinto y razonamiento rápido. Pero era totalmente inútil, el rubio no daba lugar a ideas que no fueran las suyas.

Y así pasaron el día entero. Estudiando mapas y más mapas, comparándolos unos con otros, repasando incontables veces cada sección del Laberinto, memorizando caminos y escuchando sabios concejos del ex-Encargado de los corredores.

"Racionalicen el consumo del agua" "No gasten energía inesesaria ni se entretengan con estupideces" "Anoten cada cosa que vean allá afuera" "No olviden el camino de regreso" "Y lo más importante, garlopos, vuelvan antes de que los muros se cierren."

Thomas lo entendió a la perfección, no era un experto en la materia pero sabía defenderse allá afuera. Increíblemente, Newt se veía tranquilo y confiado, como si supiera perfectamente a qué se estaba enfrentando.

Dotes de un líder. Pensó Thomas. Y la verdad era que le desconcertaba el hecho de que se encontraba más nervioso que el rubio. Es decir, se suponía que no debería ser así. Newt era el novato en esto, no él.

Después de unas horas dejó el tema de lado. Quizá el mantener la calma era la actitud natural de Newt. Su forma de ser o la manera en la que prefería ver la situación.
Ahora entendía porqué el de cabellera dorada era uno de los pilares del Área. Tenía un don especial para mantenerse en calma en cualquier circunstancia, sin alterarse ni mostrar nerviosismo. Un líder ejemplar. Un perfecto capitán. Convincente. Atento. Astuto e inteligente.

Thomas confiaba plenamente en él.

Ya era de noche, todos estaban ya durmiendo y algunos aún seguían cuchicheándose cosas por lo bajo. Thomas trataba de alcanzar el sueño al igual que su compañero, Chuck, que se encontraba durmiendo plácidamente a menos de un metro de él.

Hoy había sido un día bastante atareado para su cabeza, ya conocía casi a la perfección la sección del Laberinto que recorrerían al día siguiente.
Su memoria funcionaba excelente en ese caso. Deseó que fuera igual con sus recuerdos antes de entrar en ese lugar, pero lamentablemente no era así.
Sus memorias no eran más que cortas imágenes casi amorfas sin título, sin lugar ni fecha. Voces que decían cosas y que, a la vez, no decían nada. Nada que él entendiera. Su mente era una gran capa nebulosa llena de preguntas.

Cuanto antes debía encontrar respuestas, cuanto antes debía encontrar la salida del Laberinto.

Con ese último pensamiento cayó en sus sueños. Era obligatorio descansar y reponer energías para enfrentarse a lo que le deparaba el día siguiente.

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Un ruido estrepitoso proveniente de quién sabe donde despertó a Thomas de su sueño. Abrió sus ojos rápidamente y se levantó de prisa. Estaba más que ansioso.
Hoy entraría nuevamente al Laberinto.

Lo que lo tenía en ese estado tan inquieto no era su desesperado entusiasmo por salir de esos muros, sino con quién lo haría.
No tenía ni la más pálida idea de lo que le esperaba allá afuera al lado de su rubio colega o de cómo sería ir con el estricto carácter de Newt al mando. Ni siquiera estaba seguro de que sea buena idea ir con él.

Podría ser divertido. O irritante. Y la verdad es que no estaba seguro. Todo en torno al rubio le parecía totalmente impredecible.
Si quería averiguarlo debía apresurarse.

Para cuando Thomas hubo llegado a la cocina por su desayuno, Newt ya se encontraba ahí.

Al parecer alguien está más ansioso que yo. Reflexionó Thomas al verlo ya acabando su comida. Una sonrisa asomó en sus labios cuando se acercó a su compañero.

—Los muros ya casi se abren. Apresurate. —Newt ordenó rápidamente al percatarse de la presencia de Thomas.

—Buenos días para ti también. —Bromeó el castaño con sarcasmo ganándose una risita de Sartén y una fulminante mirada de Newt.

Tomó asiento rápidamente y se dispuso a desayunar.

Aunque le hubiera encantado un mejor trato por parte del rubio, nada haría que su humor cambiase. Por alguna razón, Thomas se encontraba realmente alegre esa mañana. Evitó preguntarse el porqué para no agregar una incógnita más al listado de cuestionamientos sin respuestas que tenía escrito en su mente.

Algunos Habitantes ya estaban despertando de a poco y otros aún no dejaban de roncar como bestias. Minho se había levantado hacía un rato, quería despedir a sus amigos.
Quizá una ráfaga de remordimiento le azotaría cuando Newt y Thomas se adentraran al Laberinto. Thomas deseaba que fuera así. Necesitaba que Minho desista de la tonta idea de abandonar.

Cuando ya estuvo todo listo, unos minutos después que los muros se abrieran, los dos únicos corredores del Área junto con Minho se disponían ir hacia afuera del Claro.

—Suerte, garlopos. —Minho les saludo "amistosamente" antes de que salieran.

Ambos muchachos sonrieron y, con un choque de palmas y puños, se despidieron rápidamente del asiático.
Se adentraron al majestuoso Laberinto. Thomas sentía un sinfín de cosas en el estómago. El estar ahí adentro le traían recuerdos de esa noche espantosa en la que casi muere en las garras de esas bestias que adornaban el Laberinto cuando caía la noche.

Cuanto antes necesitaba entender por qué los pusieron ahí.

Corrían por entre los muros sin parar. Ambos seguían un ritmo estricto y pocas veces sentían la necesidad de detenerse para descansar. A Thomas le sorprendió que el rubio tuviera tan buen rendimiento pues él casi no podía seguir el ritmo de Minho las primeras veces.

Decidió no cuestionarse nada de eso. Nada que no tenga que ver con él Laberinto. Era lo mejor.

Llegando al mediodía ya habían recorrido gran parte del sector que tenían planeado analizar. Se encontraron diminutos cambios y un muro casi hecho pedazos. Quizá uno de los Penitentes había chocado brutalmente contra él. Entre otras cosas, nada que llamara de más su atención.

Newt no habló mucho en el camino. Nada en realidad. Thomas lo notaba totalmente distante, concentrado y pensativo. Anotaba un sinfín de cosas que él no lograba ver pero que encontraría la manera de echar un vistazo con calma cuando estuvieran de regreso en el Área.

La tarde cayó más pronto de lo que creían y ya estaban volviendo al Claro.
"...vuelvan antes de que los muros se cierren." Ese era el consejo de oro. Lo tomaron como un mandamiento. Una regla básica, la más importante de todas, y por nada del mundo pretendían romperla.

No estaba dispuesto a pasar otra noche en ese lugar. Quizá, como se lo había dicho Minho, la suerte no lo acompañaría dos veces.

Llegaron a su destino y poco tiempo después los muros se sellaron garantizando su seguridad y protección.

—Ve a dormir. Será un largo día mañana. —Cuando hubo caido la noche, Newt se despidió de él apretando amistosamente su hombro derecho.

—Descansa. —Mencionó Thomas despidiéndose de su amigo.

Estaba agotado. Solo quería dormir. Estaba tranquilo ya que probablemente hoy no tuviera que luchar por conciliar el sueño.
El día había sido normal pero agotador. Robó cada gota de energía de su cuerpo. Newt era insaciable y no dejaba que descansen más de 10 minutos. El castaño no podía entender cómo rendía tanto.

No por nada es uno de los líderes. Se planteó de pronto. Quizá era su buena alimentación o su buen estado físico. ¿Quién sabe?

Dejemos de pensar en Newt. Le aconsejó a su conciencia. De pronto sentía que la existencia del rubio le invadía la cabeza de preguntas. Una tras otra.

No otra vez. Se lamentó sabiendo que esa noche de sueño fácil se iba lentamente por un tubo.

¿Por qué Newt se ofreció a ayudarme? ¿Cómo es que logró memorizar tan bien y tan rápido el recorrido que haríamos en el Laberinto? ¿Por cuánto tiempo será así? ¿Cómo es posible que siga mi ritmo tan fácilmente? ¿Qué hago pensando en él en lugar de dormir?

Suspiró muy pesadamente y quiso golpearse por no saber controlar sus pensamientos. No era hora de pensar pero él no conseguía dejar de hacerlo.
Nunca lograba desactivar su mente y menos cuando caía la noche. La luna lo incitaba a pensar. A razonar. A buscar respuestas aún sabiendo que no las encontraría.

Casi comenzó a llorar porque sabía que ya había pasado la media noche y él no lograba dormirse aún.
Le incomodaba el hecho de no conciliar el sueño de una manera más fácil. Así como el resto de los muchachos del Área.

Tal vez porque es mi primera semana. Suponía el castaño. No quería pensar que tenia problemas de insomnio desde la cuna. No podría vivir una vida así. Acabaría enfermando o volviéndose loco.

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Dos días habían pasado. Los dos corredores iban y venían de entre los muros. Era lo mismo cada día. Salían de mañana y volvían en la tarde totalmente agotados.

Para desdicha de Thomas, ni el mayor agotamiento, ya sea físico o psicológico, le ayudaba a dormir. Nada. Por las noches le era un verdadero suplicio conciliar el sueño. No lograba dormirse antes de la media noche.
Varias veces pensó en hablarlo con Minho o con Newt para sacarse la duda de que si eso era normal en los novatos o si era él el único con esos problemas, pero nunca encontraba la oportunidad o simplemente le restaba importancia al asunto.

Ya era la cuarta vez que entrarían al Laberinto. Thomas despertó más temprano de lo normal ese día.
Hubiese deseado que fuera entusiasmo pero no, el castaño se sentía realmente mal esa mañana.
Ni bien abrió los ojos corrió rápidamente al bosque. Se sumergió entre los árboles con extrema velocidad y al llegar casi a mitad del boscaje se desplomó sobre un tronco y vomitó.
Tenía el estómago revuelto desde hacia la noche anterior. Por esa razón no hubo cenado, así que no sabe con certeza qué fue lo que le cayó tan mal.

Que horror. Manifestó Thomas yendo a la cocina luego de un rato.
Newt ya estaba acabando su desayuno para cuando él llegó y tomó asiento a su lado.
Sartén puso un plato con tocino y huevos frente a él y éste casi vuelve a vomitar al sentir como el aroma de la comida llenaba sus fosas nasales.
No podía oler nada, mucho menos comer algo.
Apartó el plato de sí planteando la excusa de que ya era muy tarde y que comería algo por el camino. Newt pareció no estar de acuerdo pero no dijo nada y, arreglando sus cosas, partieron hacia el Laberinto.

Thomas sentía que su estómago daba vueltas con cada trote. Paraba más de lo que corría. Newt parecía querer preguntarle qué le pasaba, si se encontraba bien, si prefería volver, si todo estaba en orden, pero no cuestionó nada. Se mantuvo callado y aprovechaba para anotar cosas cada que el castaño frenaba para descansar.

Y así pasaron las primeras horas de la mañana, entre cortos pero muy seguidos descansos. Newt, aunque no lo demostrara abiertamente, estaba preocupado. La respiración pesada de Thomas y los inhábiles intentos por mantener su ritmo al correr era lo que más lo inquietaba.

El castaño parecía desmayarse en cualquier momento, se veía agotado, exhausto y débil. Newt no podía ignorar el estado de su colega y sin soportarlo más decidió preguntarle qué pasaba.

—Oye, Tommy. ¿Te sientes bien? —Preguntó Newt aún sin dejar de trotar a su lado.

—Estoy bien. —Logró objetar Thomas.

Y como si la vida se empeñara en sacar las verdades a la luz, un mareo azotó de pronto al castaño, su vista se tornó borrosa y se tambaleó perdiendo todo el equilibrio.
Newt fue rápido y, antes de que el menor se estrellará contra el piso, lo sujetó fuertemente para que no se hiciera daño.
Lo sentó con cuidado contra uno de los muros, le dio de beber agua y secó el sudor que adornaba su frente. Se veía realmente preocupado.

Thomas rió fuertemente pues su compañero parecía una madre desesperada por cuidar a su hijo. Por otro lado, Newt no tenía más que un gesto totalmente serio.

—¿Y ahora tú de que te ríes, garlopo? —Preguntó el rubio entre enojado y aún un poco preocupado.

Thomas se encogió de hombros sin dejar de reír. Trato de ponerse en pie pero, ni bien lo intentó, Newt lo detuvo.

—Ni creas. —Le espetó al castaño—. Si te levantas será para volver al Área.

—¿Qué? Vamos, ni siquiera ha pasado medio día. No podemos volver. —Se quejó Thomas.

Newt pareció tomar mucho aire antes de contestar. No entendía la terquedad de su compañero.
¿Aún en ese estado pretendía seguir?

—Claro. Y si se presenta un Penitente le decimos que ahorita no porque el joven se siente mal. Por supuesto. —El obvio sarcasmo afloró de más en las palabras del rubio haciendo que el castaño vuelva a reír.

—Tal vez. —Thomas se encogió de hombros sin dejar de sonreír—. Estoy bien, Newt. No te preocupes.

—Me preocupo, sí. —Newt contestó más rápido de lo que quería y no tardó en arrepentirse pues su castaño amigo comenzó a reír con más fuerza.

El rubio no entendía el porqué de la risa estrepitosa de Thomas, aunque no le importaba en absoluto escucharlo reír. Por lo menos eso denotaba que no estaba tan mal como se veía.
Viró los ojos con frustración y lo ayudó a ponerse de pie.
Sacó una manzana de su bolso y se la entregó al castaño quien la miro con asco pero la tomó de todos modos.

—Ven. Vamos. —Newt habló y se encaminó de regreso al Área.

Thomas balbuceo algunas palabras pero calló por completo al recibir una fulminante y amenazadora mirada del líder. No le quedaba de otra más que volver.

Newt caminaba muy cerca de Thomas cuidándolo por si éste volvía a marearse o a perder la mesura de sus pasos.
Durante todo el camino de regreso al Claro ninguno habló mucho. Soltaban de vez en cuando comentarios de algún que otro cambio que veían en los muros pero nada más.

Thomas, a muy duras penas, se acabó su manzana. Totalmente asqueado. Sentía que su organismo rechazaba con acidez el alimento pero contuvo con fuerzas las ganas que tenía de vomitar.

Estaban ya llegando al Área, faltaban tan solo cruzar unas paredes más, pero antes de llegar, Thomas se desplomó sobre un muro a descansar.
Newt lo imitó al instante.

El castaño se dedicó a tomar agua mientras su rubio amigo escribía cosas en su libreta. Thomas notó que, si Newt se detenía, era únicamente para apuntar algo en su pequeño cuaderno.

—¿Qué tanto escribes? —Preguntó sin poder retener su curiosidad por más tiempo.

—Cosas. —Contestó simplemente.
Thomas asintió con frustración sabiendo que no obtendría más respuesta que esa.

Se propuso a examinar los muros a su alrededor, estudiarlos con extremo cuidado y dedicación cada detalle.
¿Quién se hubo tomado el trabajo de hacer estas construcciones con el fin de encerrarnos aquí? Se preguntó y fue incapaz de responderse.

Pasó unos segundos más examinado las paredes e intentando adivinar las causas de sus grietas y sus raspones. Tenía muchas cosas qué analizar del Laberinto pero de pronto su mirada cayó sobre el muchacho a su lado y toda su atención se concentró únicamente en él.

Aún le sorprendía como estaba todo el tiempo tan calmo y sereno. Como si no estuviera encerrado en un Laberinto sin una salida aparente, como si no tuviese de que preocuparse. Era, hasta cierto punto, gracioso incluso. Nunca veía a Newt fuera de sí. Jamás lo encontraba nervioso o inquieto. Siempre estaba tan tranquilo y pacífico, envuelto en una paz inquebrantable. Parecía ser que nada podía perturbarlo o correrlo de su tan calmada tranquilidad.

—¿Qué tanto me miras? —Newt habló con un tono gracioso y acusador.

Thomas casi quedó sin voz. Había sido descubierto analizando a su amigo. No le era muy cómodo pero supo acomodarse a la situación.

—Cosas. —Mencionó Thomas imitando la respuesta y el tono de voz que había usado el rubio un rato antes.

Newt negó y río. Thomas, sin poder contenerlo, siguió su risa. Jamás pensó que estaría riendo dentro del Laberinto. Ese lugar podría causar cualquier cosa, menos risa. Uno podría hacer cualquier cosa ahí adentro, menos reí. Y no era la primera vez que lo hacía ahí adentro, le resultaba totalmente incomprensible, quizá el mayor tenía mucho que ver en aquello. Eso iba en contra de toda ley lógica, pero el castaño decidió que estaba bien. Estaba bien reír y tambien estaba bien escuchar la risa del rubio a su lado.

De pronto se puso a pensar en que si la situación fuera otra probablemente no hubiera conocido a Newt. O quizá si. No podría asegurarlo. No sabía de dónde venían, qué eran, quiénes fueron, cuál fue su vida antes de que la Caja los arrimara a ese lugar. Nada. No recordaba absolutamente nada. Ni a sus padres. Ni a los posibles hermanos que seguramente debía tener. No recordaba si tenía mascota, amigos o una novia.

La curiosidad con respecto al rubio se apoderó de él otra vez e incapaz de contenerla, la dejó fluir.

—Tú nunca te has enamorado ¿Verdad? —Thomas pregunto intentando sonar casual quizá no con mucho éxito.

Newt pareció salir de un trance al escuchar al castaño. Lo miró e inmediatamente hizo una mueca algo rara.

—No podría decirlo. No recuerdo nada fuera de estos muros. —Contestó.

Thomas asintió comprendiendo a la perfección. Le sucedía igual.

—Entonces jamás has besado a alguien. —
Reflexionó Thomas en un tono burlón.

—He dicho que no lo recuerdo. —Mencionó entre avergonzado por no saber a ciencia cierta si realmente había besado a alguien o no y fastidiado por no recordar nada de su vida pasada— ¿Acaso tú si puedes recordarlo? —Cuestionó queriendo burlarse él también del castaño.

—Si, lo recuerdo. —Comentó tranquilamente dándose aires de grandeza.

Newt quedó boquiabierto. ¿Cómo podía recordarlo? Es decir,  nadie en el Área podía recordar nada. ¿Por qué Thomas sí? Su rostro era de un total desconcierto.

—¿Cómo que lo recuerdas? ¿Estas bromeando?

—Oh no, claro que no es broma. Lo recuerdo. Es un recuerdo muy borroso. —Le explicó Thomas.

El castaño recordaba cosas. Sensaciones. Tenía presentimientos y demás pero nada claro. A veces preferiría tener la mente en blanco antes que tenerla llena de recuerdos inconclusos y plenamente vagos.

—Ninguno de los Habitantes recuerda nada. No te creo, nuevito. —Le comentó Newt negando con la cabeza y riendo con sorna— ¿Con quién fue?

Newt quería que Thomas pise el palito, que se tropiece con su propia mentira, que acepte que estaba hablando idioteces.

—Pues eso no lo recuerdo. —Thomas se encogió de hombros mientras Newt se echaba a reír.

—Te lo dije. Deja de mentir, shank. —El rubio se burló de él con ganas.

—No estoy mintiendo. —Objetó Thomas y viró los ojos—. He dicho que son recuerdos nebulosos. No puedo decirte con quien fue pero podría decirte qué se siente.

Newt pareció pensarlo un momento. Su risa irónica había desaparecido dándole paso a la incertidumbre.

—¿Y qué se siente? —El rubio preguntó cabizbajo. Su voz casi fue inaudible pero Thomas le entendió sin necesidad de que le reiterara la pregunta.

Thomas quiso hablar pero su mente quedó en blanco. Sabía qué se sentía pero no encontraba las palabras correctas para explicarlo.
Abrió la boca un par de veces queriendo hablar pero se retractaba al instante al percatarse de que no lograría formular una respuesta clara a la pregunta del rubio.

Cuando se decidió a decir algo, la risa estrepitosa de Newt lo interrumpió y éste frunció el entrecejo. El rubio se estaba burlando de él y eso no le resultaba para nada agradable.

—Oye. Es difícil de explicarlo ¿Va? —Thomas se excusó de inmediato.

—Por supuesto. Y más cuando no sabes lo que que siente porque nunca te han besado. Lo entiendo.

La sonrisa ironica y el tono de voz del rubio lo irritaron al extremo, tanto que quiso golpearlo hasta que deje de burlarse de él.

—Cierra la boca. —Se quejó—. Es como querer explicarle los colores a un ciego. ¿Entiendes?

Newt asintió.

—¿Y entonces?

Thomas suspiró.

—Entonces el ciego debe dejar de serlo para ver los colores y tú tienes que besar a alguien  para saber qué se siente.

Thomas esperaba que el rubio se desplomara de la risa a su lado pero, en cambio, el rostro de Newt solo reflejaba seriedad. Como si lo estuviera pensando muy a fondo.
Ahora el que quería derrumbarse de la risa era el castaño. No entendía por qué le gustaba ver la incertidumbre en los ojos del rubio.
Quizás porque era una faceta que hasta ahora no había visto, o por lo menos no lo había notado con detenimiento.

—Claro, Newt, para eso tendrías que, primero, salir de este lugar. —Comentó Thomas.

—O besar a alguien de aquí. —Concluyó Newt.

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