1 · Soledad
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Los dos hombres caminaban por una llanura extensa y confusa acompañados del frío clima que traía la madrugada de otoño. El cielo estaba completamente gris, nublado a pesar de que ese día no fuera a llover, y con una translúcida capa de niebla que dificultaba el desplazarse por el amplio lugar desconocido.
Arkham se encontraba en las afueras de Gotham, y técnicamente no estaba muy lejos de la gran ciudad, pero ellos debían esquivar las carreteras al tratarse de las primeras horas posteriores de que se hubieran escapado de la cárcel. Además, ninguno de los dos había pisado nunca el lugar donde se encontraban en aquel momento.
Todo el camino se había caracterizado por el completo silencio de los dos villanos por la inexistente conversación entre ellos. Cada uno estaba prácticamente solo con sus pensamientos mientras pensaban en llegar a algo a lo que llamar refugio para así deshacerse de su compañero lo antes posible.
Edward probablemente fuera el que experimentaba un camino más tortuoso, debido a su usual tendencia a sobre pensar las cosas, sobre todo en su situación actual. Normalmente acostumbraba a jugar consigo mismo a las cartas o al ajedrez para mantener su mente ocupada, y eso era lo que mejor le funcionaba. En Arkham, prácticamente le salvó de volverse más loco de lo que estaba.
Se sentía tan… estúpido. Aunque nunca lo llamaría así. Porque su anterior altercado con el Espantapájaros le había dejado vulnerable. Y lo odiaba tanto. Sentir cómo su imagen tan minuciosamente construida de alguien sumamente inteligente y fuerte había sido amenazada con caerse a pedazos por alguien a quien se había atrevido a considerar incluso algo cercano a un “aliado” por una diminuta cantidad de tiempo.
Lo cierto es que tampoco había tenido algo cercano a uno y era bastante fácil agarrarse a alguien que lo pareciera, ya que con su temprana carrera de súper villano no había tenido tiempo de aliarse nunca con nadie, y Nygma contaba con un historial antisocial que no ayudaba nada a esto.
Crane, por otra parte, se sentía simplemente cansado. Los últimos días había estado experimentando con problemas para dormir y un hombre con una contextura suya, tan delgada y débil, no podía andar kilómetros con el frío del otoño y unas ojeras que le impedían abrir los ojos tanto como quisiera. Sólo era cuando se equipaba su traje e identidad de El Espantapájaros que se olvidaba de esas debilidades, lo cual era casi constante y por lo tanto no contribuía a llevar una buena salud.
Jonathan se había olvidado rápidamente de su juego con El Acertijo, para gran diferencia de su compañero a tiempo parcial. No le molestaba demasiado su presencia, en verdad, siempre y cuando no intentara matarle de nuevo. No obstante, sabía que había dejado al Acertijo pensando en su anterior conversación por cómo su cuerpo se tensaba cuando se encontraban en un casual y pequeño momento con fugaces miradas o extremidades que debido a su estado tan vulnerable a veces invadían el espacio personal del otro.
Jonathan sólo quería salir de ahí lo más pronto posible, y dormir, deseando no tener pesadillas que lo transportaran a sus inicios, en su etapa más joven de la vida que recordaba demasiado bien. Los últimos días no había parado de pensar en aquello, como resultado de su obligatorio despegue de sus actos más sádicos. Al estar tan solo con sus pensamientos, tenía más libertad para reflexionar sobre ellos, por mucho que no quisiera, y como resultado se encontraba en un estado de tirantez constante.
¿Cuántas horas podrían haber pasado desde que se fugaron de Arkham? Quizás un par, o varias, o demasiadas. Crane no sabía si aguantaría tanto, a diferencia de Edward que no parecía tener mucho conflicto con la hora y el clima, a parte de los factores físicos. Probablemente porque había sido el único de los dos preparado para escaparse del lugar.
Cuando El Acertijo se arrodilló en el pasto para examinar unas piedras y comprobar su musgo, rápidamente volvió a levantarse y ponerse derecho. Había averiguado dónde quedaba el norte, por la forma en la que el musgo había crecido en las piedras, y le hubiera gustado decir que ya sabía dónde estaban, y que de hecho Gotham estaba cerca, pero sencillamente no estaba de humor. No con el espantapájaros.
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Crane alegró la mirada cuando visualizó Gotham, rodeada de luces que pronto que se apagarían por hora, y cerca del lugar donde estaban unos de sus escondites situados fuera de la ciudad donde pensaría descansar de una vez por todas.
El lugar consistía en una pequeña área cerca de la entrada de unas de las partes más ricas de Gotham que antaño había sido el lugar de miles de campamentos de verano de niños y pre-adolescentes. Ahora abandonado, estaba prácticamente desierto y en ruinas, y ni un alma paseaba por allí a excepción de algunos adolescentes curiosos y molestos que se acercaban al lugar solo para ver lo que se encontraba ahí. Y no tardaban en descubrir que había sido una mala idea.
Crane observó por delante suya al Acertijo, quien seguía caminando sin pararse en ningún momento a mirar atrás, prestando el mínimo -o nada- de atención a su presencia. Observando aquello, pensaba que lo mejor sería alejarse de él sin decir nada y simplemente escabullirse en su refugio.
Mientras se acercaba a la puerta de una casa de campo abandonada y semi-demolida no muy alejada de él donde escondió antaño una prueba de una versión del gas del miedo en la que estuvo trabajando en los sótanos de la construcción del muy poco transitado lugar, Jonathan tuvo la fugaz idea en su cabeza de detenerse a mirar a Edward cuando se alejara de él, por simple curiosidad o quizás algo más que no lograba discernir, pero rápidamente se despegó de aquel camino que estaba tomando en sus pensamientos. Nygma no suponía ningún tipo de mínima preocupación para él y debía mirar adelante.
Cuando se encontraba a un paso de la entrada, oyó un ruido que activó todos sus sentidos de criminal. Giró la cabeza y observó que Batman estaba aproximándose hacia el Acertijo, quien aún no se había percatado de la presencia del héroe.
El murciélago. El murciélago estaba allí, y lo peor era que había aterrizado cerca de su preciado refugio donde pensaba finalmente descansar y echarse a dormir. Unos de los grandes defectos de haber pasado la mayoría de su infancia y adolescencia siendo usado como rata de laboratorio para su padre era que algunas metas características de una vida normal, como tener relaciones sociales estables o, específicamente en este caso, conseguir el carnet del coche, quedaban fuera. Por tanto, era mucho más conveniente y fácil escoger refugios cerca de la gran ciudad donde no tuviera que recorrer grandes longitudes para llegar a ella. Pero, ¿quién iba a pensar que Batman los iba a estar esperando en unas de las miles de entradas de Gotham, preparado para abalanzarse sobre ellos? A veces, el vigilante suponía toda una incógnita en sí misma.
Examinando las posibilidades, el final donde Batman atrapa a un acertijo que no está preparado sobre lo que se le echa encima -literalmente- eran muy altas. Siguiendo con aquello, que no le importaba tanto como lo que venía en adelante, debía preocuparse por su propia integridad, y estaba claro que Batman preguntaría al Acertijo sobre él, si es que no conocía ya el lugar exacto del refugio del espantapájaros, y era excesivamente probable que Nygma le respondería al detective con un acertijo, incluso si éste sólo pudiera sacar conclusiones de su ubicación en base al lugar que habían recorrido y de cuándo Nygma dejó de sentir la presencia de Crane. Y estaba clarísimo que Batman sabría la respuesta a un acertijo que le acercaría a atraparle.
Jonathan tenía pocas opciones. Debía actuar rápido, o volvería a reposar su culo en el frío suelo de una celda de máxima seguridad de un manicomio.
Edward sintió de forma totalmente inesperada y agresiva que el murciélago aterrizaba sobre él, como un ave cazando a su presa, que se deslizaba por la oscuridad como si fuera su propio elemento.
Nygma no tenía que ser inteligente para darse cuenta de que acababa de caer en la trampa del cruzado enmascarado de Gotham, y por mucho que poseyera ciertas habilidades de combate, acostumbraba a recurrir a trampas y juegos mentales para darle guerra al murciélago, y en otras ocasiones un bastón con una tecnología dentro suya que debía de haber sido un dolor de cabeza imaginar. En resumen, no tenía nada de eso y estaba completamente acorralado.
–Con este tipo de cosas, sólo complicas más tu juicio, Nygma. Cada segundo que estás fuera de Arkham empeoras los resultados de los jueces.
–¡Ellos no son nadie para juzgarme! –exclamó Nygma, sacando su lado más egocéntrico al recordar el Año Cero por la aparición de Batman y de cómo acabó.
Edward intentó liberarse, confundiendo a Batman con repetidos movimientos con sus piernas y brazos que parecían no tener sentido alguno para aprovechar el mínimo segundo que se concentrara tanto en ellos que la atención que recayera en él fuera minúscula y pudiera soltarse. Consiguiéndolo, rápidamente corrió hacia adelante. Batman, como era de esperar, le siguió y en el proceso Nygma dio la vuelta para agacharse cuando se encontraba lo suficientemente cerca y agarrarle de la capa. Intentó envolverla alrededor de él para prohibirle gran parte de su movilidad, pero Batman fue más rápido y con algunos de los artilugios de su cinturón, echó a Nygma para otro lado.
Aprovechando su confusión, el murciélago volvió a agarrar Al Acertijo, esta vez sosteniéndolo contra el suelo mucho más fuerte que antes, haciendo que Edward se resintiera por el dolor.
–¿Dónde está El Espantapájaros, Nygma? –preguntó Batman, cambiando de tema una vez tuvo a Edward comiendo césped, sujetando sus manos para evitar futura resistencia, con un tono mucho más cabreado que el de otras veces. Esta vez se veía mucho más agresivo que la última vez -y las heridas del rostro de Edward junto con el dolor de su hombro derecho podía confirmarlo-, como si el pasar de los meses sólo hubiera hecho que el murciélago acumulara rabia y furia en el interior, y fuera lo único que pudiera expresar.
Nygma miró a su alrededor, maldiciendo inmediatamente el Espantapájaros por haberle abandonado y dejarle en una situación tan humillante y que apuntaba muy seguramente a él volviendo a Arkham. No podía permitirlo, por supuesto, así que rápidamente trazó la ruta que el espantapájaros podría haber tomado planeando otra táctica para desviar la atención de Batman de nuevo y volver con él.
–¿Sabes? A veces eres demasiado predecible. –respondió el Acertijo.
Batman le dio una mirada de las suyas, esas que prácticamente gritaban “Si no me respondes ahora mismo, te voy a romper todos los huesos del brazo”.
Edward se preparó para la entonación de su propio acertijo, no es como si tuviera problema alguno en revelarle alguna pista de donde podría encontrarse ese rastrero villano, que antes de asomar la cabeza Batman justamente había desaparecido.
–¿Cuándo un cuervo-
De repente, notó que el peso del cuerpo del vigilante se desvaneció, sintiendo un instantáneo alivio. Mientras se intentaba recomponer, sintió que éste gritó un repentino “¡Noooo!” detrás suya, lo cual le erizó la espalda. Rápidamente, observó a su alrededor, donde se encontraba su reconocido compañero de hace horas, el Espantapájaros, y al lado suya, un Batman que se tiró al pasto mientras se cubría los ojos con horror. Aquello, más el adornado dispensador de gas de Crane, no dejó mucho a la imaginación sobre lo que acababa de pasar.
–¡Crane! –le llamó Batman, mientras se arrastraba por el suelo, queriendo encontrar resistencia a su dosis.
–No, no, no –le calló Jonathan con un tono un tanto melodioso y perturbador, mientras lentamente se acercaba a él, bajando la espalda para encontrarse a una altura donde el otro pudiera observar mejor su máscara que agarró del sótano donde se encontraba también el dispensador del gas de miedo–. No intentes rechazar tus más profundos miedos, Batman… No quería usar esta receta en ti en este momento, pero espero que sepas afrontar tus pesadillas, que vuelven a atormentarte ahora mismo… –le decía a su rival, mientras se sumergía en un mar de sus peores traumas.
Edward nunca había presenciado lo que hacía el gas del miedo en persona, y era horroroso. Batman era lo más parecido a un niño asustado, llamando a su madre, y murmurando algo a su padre de que no se marchara. Sus músculos se contraían, y era imposible averiguar qué estaría viendo Batman en sus alucinaciones, ya que estaba dando vueltas con la vista todo el rato. A veces se cubría la cabeza con sus brazos, como si quisiera que todo parara.
Sin duda, lo más turbulento de la escena era el interés que tenía el villano en su sujeto de pruebas. Lo observaba con los ojos abiertos, analizando cada movimiento, cada palabra. Si tuviera un laboratorio, no dudaba que se pondría a estudiarlo ahí mismo, comprobando los latidos de su corazón, y recibiría gustosos escalofríos al sentir lo amenazantemente rápido que iban. Sin embargo, la situación no escandalizó a Edward, sino todo lo contrario. Le hizo reflexionar.
Aquello duró más o menos poco, hasta que recordó que tenía a Nygma justo al lado suyo. Era irónico, pues casi observando la posición y situación de los tres hombres, parecía que Crane había salvado a Edward de Batman. Y había ocurrido justo eso, pero daba la sensación de que Crane solo estaba ahí para salvarle. Sin embargo, los pensamientos de Nygma no iban por esa trayectoria.
El Acertijo rápidamente se incorporó de nuevo mientras sacudía su uniforme de Arkham para librarse de los pequeños rastros de tierra que le molestaban más de lo que debería. Sin dar previo aviso, empuñó la pistola que había mantenido guardada de los cadáveres de aquellos guardias de Arkham, y la apuntó hacia un Batman muy poco consciente de lo que ocurría a su alrededor.
—Debería acabar con esto ahora mismo. —dijo firme y dispuesto. Su muñeca sostenía el arma de forma completamente fija, sin ningún tipo de tembleque que diera una simple pista de que el Acertijo no estaba pensando realmente en llevar a cabo lo que había anunciado.
Crane inmediatamente se giró para mirar a Edward, sin acabar de procesar lo que estaba planeando el otro. Todo su sádico interés en el héroe se había disipado y sustituido por una confusión algo preocupada en las acciones del Acertijo.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Jonathan, que no era capaz de creerse lo que podría estar pasando en la cabeza de Nygma.
—Por su culpa, el año Cero se acabó. Mi Año Cero. ¿Por qué no aprovechar esta oportunidad para quitármelo de encima?
—Estás a punto de hacer una locura, Nygma. —le replicó Jonathan, que se acercaba lentamente hacia él, queriendo evitar de alguna manera que esa pistola no disparara a Batman.
El murciélago era como un juguete para su gran galería de villanos. El joker constantemente lo demostraba con sus interminables crímenes que a veces simplemente tenían como fin llamar la atención de Batman. El mismo espantapájaros reconocía que veía a Batman como una clase de experimento, pues le resultaban extremadamente curiosas e incluso adictivas las reacciones que este tenía a sus diferentes fórmulas químicas y cómo era capaz de analizarle profundamente con una o dos palabras que salían de su boca mientras caía bajo el estado de sus miles de toxinas o gases.
En un principio, muchos criminales de la ciudad de Gotham realmente vieron a Batman como un antagonista que había que eliminar, pero con el tiempo esa visión se deshació hasta que cada supervillano se tomaba al murciélago como su propia escultura personal, que iban tallando con los diferentes retos y juegos que le proponían. Dios, hasta se podría decir que algunos villanos no sabrían cómo continuar con su vida si saliera alguna inesperada noticia de que Batman había muerto -y Crane, ciertamente, tiraba un poco por aquel lado-, ¿cómo podría ser que el Acertijo estuviera pensando en asesinarle, encima con simples balas de pistola y mientras se encontraba en una posición tan vulnerable? Era tan difícil de creer. Pero una parte de Jonathan temía la evolución de la situación si terminaba ocurriendo lo que no quisiera que pasara realmente.
Y esa parte suya hacía que se acercara cada vez más al cuerpo de Edward, despacio, pero nada tranquilo, y cuando estuvo lo suficientemente cerca de él para arrebatarle la pistola, éste se dio la vuelta.
—Jonathan… —susurró, con un tono de voz que ocasionó que el psicólogo arqueara una ceja por el repentino cambio de humor que ahora mostraba a un Edward un poco diferente al anterior— ¿Qué ocurre? ¿Acaso estás asustado?
Nygma al instante formó una engreída sonrisa en su rostro y guardó la pistola de nuevo donde estaba antes de agarrarla. Había conseguido jugársela al espantapájaros y tenía que esforzarse por no reírse a carcajadas.
—¿De verdad crees que sería capaz de asesinar a la única persona que consigue acercarse a igualar mis habilidades intelectuales? —se burló, afirmando algo que parecía obvio, viendo que le había dejado sin palabras— Por favor, creía que sabías, al menos, un poquito de mí. Adivíname esto, Crane, ¿Qué sirve para proteger tus cosechas de unas de las aves más inteligentes del planeta, y acaba de ser engañado por el Acertijo? ¡El espantapájaros! —se respondió a si mismo con satisfacción.
Maldiciendo por lo bajo al orgulloso hombre delante suya, Jonathan retrocedió para eliminar ese ligero sentimiento de cercanía. Pensando sobre su propio error, no debía esperarse que Edward no buscara ni un poco de venganza por lo ocurrido en la recta final de la fuga del psiquiátrico.
—¿Sabes, Edward? —llamó su atención, sin sonar tan molesto como Edward se esperaba que estaría— Eso… No ha estado nada mal. —reconoció finalmente, mirándole a los ojos.
Nygma miró a Crane algo especulativo. No era aquella exactamente la reacción que esperaba, pero que el mismo Jonathan Crane reconociera su éxito tampoco le sentó nada mal.
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