14 | Al final no estaba todo perdido

Si existiera un botón de marcha atrás, sin duda Grace lo había pulsado.

Ante ella, Juliette, bueno, Laia, no dejaba de dedicarle miradas. Le helaba la sangre cada vez que sus ojos hacían contacto con lo de ella. Cuando la conoció en el vagón se dio cuenta de que Juliette era una persona algo tímida y asustadiza, pero claro, Juliette nunca existió de verdad.

Estaba tan sumida en ese pensamiento, que pasó por algo otra cosa. Si Juliette era Laia salvo por la máscara y esa estúpida peluca que ocultaba su verdadero aspecto, entonces en el tren... La chica del tren estaba muerta y se parecía tanto a Laia. No se equivocaba cuando llamó asesina a la hermana de Isabelle. Habían matado a una chica inocente para llevar a cabo su plan.

¿Cómo no me he dado cuenta antes de todo el engaño?

Ambos chicos estaban en el tren antes que ella. Grace fue la última en subir, y para ese entonces seguro que ya habían matado a esa chica. Se sentía tan idiota en esos momentos...

—Sois unos asesinos. Los tres. Habéis matado a una chica inocente. ¿Para qué? ¿Cuál es el fin de todo?

Laia tuvo la intención de hablar, pero su tía le advirtió con la mirada que se mantuviera callada.

—Tú. Siempre fuiste tú, Grace. Tu familia le arrebató a la mía una hija, es justo que ahora sea la mía la que haga lo mismo.

Sabía que iban a por ella, pero escucharlo era algo más complicado de asumir. ¿Justo iba a ser esa casa la testigo de su muerte? ¿Moriría sola? ¿Y sus padres? Pensar en sus padres le dio algo de valor, pese a que su relación con ellos se encontraba en un punto algo difícil.

No puedo hacerles esto.

No puedo dejarles solos.

Ya perdieron a Annie, no quiero cargarles con mi muerte.

—Si estás pensando cómo escapar —murmuró Parker—, vete deshaciendo de esa idea. No hay salida, estás atrapada en este lugar.

De pronto sintió vibrar algo en el bolsillo del pantalón. Con todo el descubrimiento de la identidad de Juliette, el saber que Parker estaba vivo, se había olvidado por completo que el móvil del muchacho estaba bajo su propiedad. Y si acababa de sonar, era porque Camile estaba cerca, y la policía también. Iba a lograr salir de esa.

—¿Cómo estás tan seguro? —preguntó a la vez que una sonrisa se dibujaba en su rostro.

—Tía —habló Laia dirigiéndose a la mujer—. Tiene algo en el bolsillo. Creo que es un móvil.

—Dámelo —exigió la mujer extendiendo la mano.

Grace se sentía más valiente después de haber recibido ese mensaje. Ni siquiera lo había leído, pero no necesitaba hacerlo para saber que se trataba de su amiga, lo que significaba que la ayuda estaba en camino. Cerca, muy cerca, y al final su pesadilla podría terminar.

—¿Y si no quiero?

Parker la retuvo de los brazos mientras Laia rebuscaba en sus bolsillos hasta que dio con él. Después se alejó de ella y se lo entregó a su tía que sonrió triunfante cuando tuvo el dispositivo entre sus manos. Grace sonrió por dentro. Pensaban que había logrado su propósito, pero ya era tarde.

—No me gusta la gente que juega, Grace. Y tú estás agotando mi paciencia, muchacha.

Grace fue a responder, pero un sonido procedente de la planta baja llamó su atención. Camile lo había logrado, estaba salvada. Al final la pesadilla que estaba viviendo podía terminar de una vez por todas.

—¿Grace? —Escuchó como preguntaba una voz. Supo en el primer momento que se trataba de su amiga.

La mujer le indicó que se mantuviera callada, pero después de haber llegado tan lejos, no iba a ceder a sus órdenes. Los tres se podían ir al infierno.

—Arriba —gritó lo más alto posible—. No estoy sola, ten cuidado.

Pasos resonaron por toda la casa. Grace vio como los tres intentaban escapar de ahí, pero tal y como había dicho Parker momentos antes, no había salida, estaban atrapados en ese lugar y pronto sería un espacio más pequeño el que contemplaría sus almas podridas. Esperaba que se hiciera justicia por esa chica, al menos, Annie no habría muerto en vano.

Camile apareció por la escalera principal. No iba sola, varios policías la escoltaban, pero no fue eso lo que llamó su atención, sino las dos personas que se encontraban detrás de su amiga: sus padres. Vio la preocupación en sus ojos, y a pesar de que las cosas entre ellos no se encontraban nada bien, le hacía feliz saber que estaban allí por ella, que les seguía importando.

Corrió hasta ellos, pero en el último instante se detuvo.

Les tenía justo a unos metros, pero no supo qué hacer. Tenía ganas de abrazarles, pero también se hallaba aterrada. Después de todo lo que había pasado, tan solo necesitaba tranquilidad y no tenía muy claro que sus padres pudieran ofrecerle algo así, al menos no antes de aclarar las cosas entre ellos.

—Mamá...

—Tranquila, cariño —murmuró su madre mientras le brotaban las lágrimas.

No tardó en rodearla con sus brazos. Su padre hizo lo mismo y los tres se fundieron en un profundo abrazo. Había esperado tanto tiempo a compartir un momento con ellos, que ahora dudaba de que fuera real. Sentía que todo se iba a desvanecer sin previo aviso y ella estaría sola, de nuevo, y alejada de su familia sin poder escapar de ahí.

—Lo sentimos tanto, Grace... —Esta vez fue su padre el que habló—. Ojalá pudiéramos volver el tiempo atrás. Tenemos mucho que hablar, hija, pero nos alegramos que estés bien.

Grace lloró abrazada a sus padres como el día del funeral de Annie. En aquel momento sintió que su alma se rompía en pedazos y que iba a ser incapaz de recomponerse, pero ahora, justo en la misma posición que aquella vez, era capaz de percibir un poco de luz.

Al final no estaba todo perdido.


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