1 | No quería ser salvada
Eres muy afortunada.
Esas fueron las primeras palabras que recibió por parte de su compañera de piso y amiga, Camile. Lo único que pudo darle en señal de respuesta fue una simple sonrisa, hecho que la joven no pasó por alto, pues el entusiasmo que reflejaba su cara dio paso a un semblante serio. Aunque Grace no había puesto al corriente a su amiga sobre su turbulento pasado, Camile era buena leyendo a las personas, y tenía muy claro que Grace cargaba con una culpa enorme que le impedía disfrutar por completo de todas las cosas buenas que ocurrían en su vida.
Sus gritos en mitad de la noche y las pequeñas ojeras que adornaban sus ojos de vez en cuando, detonaban que la muchacha sufría problemas para conciliar el sueño. En varias ocasiones le había animado a acudir al médico, o incluso a un psicólogo con el fin de desahogarse, pero Grace se negaba a ello. Para ella esos "problemas" se trataban de algo pasajero y algún día ya no formarían parte de su vida.
La realidad era todo lo contrario, una parte suya sabía que jamás podría borrar de su mente todos aquellos recuerdos tortuosos que se molestaba en mantener bajo llave, así que la única opción que hallaba era seguir viviendo su vida de la mejor manera, aunque Camile le animara a cambiar eso.
—¿Se lo has dicho a tus padres?
Estuvo dudando durante unos días en si debía comentarles lo de su inesperado viaje o no, pero la relación con ellos apenas era cercana desde la muerte de su hermana, Annie. Su madre sentía demasiada culpa por no haber podido salvar a su hija y vivía encerrada en sí misma, y su padre, bueno, él prefería mantenerse centrado en el trabajo, era su forma de evadirse de todo.
—No. —Le dolió pronunciar aquella respuesta, porque esa simple palabra escondía mucho detrás. Ese «no» implicaba que estaba sola, que sus padres ya no formaban parte de su vida, al menos no de la manera en la que debían estar presentes.
—¿No vas a arreglar las cosas con ellos? —Camile sabía que se estaba metiendo en terreno pantanoso, pues Grace en contadas ocasiones hacía mención a sus padres, pero no comprendía como podía vivir sin su apoyo.
—No hay nada que arreglar, Cami, ellos hacen como que no existo. ¿Por qué no puedo hacer yo lo mismo? Es decir, pierden a una hija, pero consecuentemente a eso, terminan perdiendo a la otra. Decidieron alejarse de mí cuando Annie se fue, ¿acaso me lo merecía? ¡Yo no hice nada! —exclamó cubriéndose la cara con las manos. Recordar a su hermana le partía el corazón en dos.
—Claro que no te lo merecías, pero entiende que para ellos...
—¿Para ellos qué? —preguntó al borde de las lágrimas—. ¿Fue difícil perder a una hija? ¿Y yo qué? Yo también perdí a alguien que quería, Cami, y lo peor de todo no es eso, es que ellos me culpan de la muerte de Annie, creen que yo podría haberla salvado de su propia autodestrucción.
—No creo que sea así, Gracy —empezó a hablar, pero de nuevo fue interrumpida por una Grace bastante devastada.
—Annie no quería ser salvada. Ella misma decidió acabar con su vida, yo no tengo la culpa de eso. Fin de la conversación.
Camile entendió que era mejor no seguir con la conversación. Le dolía ver a su amiga mal, y el tema de su hermana era demasiado duro para ella, así que optó por seguir ayudándola a terminar de completar la maleta para el viaje.
El traqueteo de las maletas hizo eco por toda la estación de trenes. Contempló el reloj de muñeca y vio que aún faltaba un buen rato para subirse al tren. Camile le había instado a salir de casa con antelación por si surgía algún imprevisto por el camino. Para su opinión, Camile era una exagerada, pero esa vez decidió hacerle caso, además, tampoco pasaba nada por tener que esperar un rato más.
Después de caminar durante un rato, decidió sentarse en uno de los bancos del andén del cual saldría su tren y rebuscó en su mochila un libro para leer y hacer tiempo. Había cogido el primero que pilló de la estantería. Cuando lo abrió, un papel doblado por la mitad cayó de una de las páginas. Curiosa lo tomó y al desdoblarlo sintió como el mundo se detenía a su alrededor.
Era la carta de su hermana. La última carta que le escribió antes de quitarse la vida.
Las manos le empezaron a temblar mientras sostenía el papel. Ni siquiera recordaba dónde la había guardado. Quizá le traía tan malos recuerdos que prefirió esconderla en cualquier lugar con tal de alejarla de su vista. Pero ahora estaba justo allí, en sus manos, y por una parte sintió el impulso de leerla aunque fuera consciente de que no le haría ningún bien.
Hazlo. Léela.
Haciendo caso de la voz de su cabeza, comenzó a leer:
Hola Grace,
Cuando leas esta carta seguramente yo ya estaré muerta, al menos espero estarlo. Te preguntarás por qué te dejo esto, por qué justo te escribo una carta antes de acabar con mi vida. Ni siquiera yo conozco la razón de ello, pero sé que necesito liberarme antes de partir. Nunca he estado bien, creo que has sido consciente de mis miles momentos de bajón, por eso ya no lo soporto más, Grace, este vacío que siento me está matando por dentro. La ansiedad me consume cada día un poco más. No puedo soportarlo. Sé que cuando leas esto me vas a odiar, vas a pensar que soy la persona más egoísta del mundo por abandonaros, pero si me quedo a vuestro lado os voy a arrastrar en mi desastre, y no puedo permitir eso. No me odies, hermana, porque aunque yo ya no esté a tu lado, te sigo llevando allá donde esté.
Tu hermana pequeña, Annie
Las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos en el momento en que leyó la primera palabra. No recordaba que fuera tan duro leer esa carta, pero ahora entendía por qué desde aquel día en que la encontró por primera vez jamás volvió a saber de ella. Leer las últimas palabras de su hermana, ver como se estaba alejando de ella y no poder hacer nada para evitarlo, fue el dolor más grande que sintió en su vida.
Una parte suya se fue con Annie. Un pedazo de su corazón llevaba años muerto.
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