Capítulo 4
Joy Miller
Jayden me carga en su espalda y me lleva hasta casa cumpliéndome el capricho de seguir abrazada a él, de sentir su presencia.
Siempre que sale el tema de esa mujer tengo que aferrarme a alguien, indicar que esa persona sigue a mi lado. Y ese casi siempre es Jay.
Miramos una peli juntos en el sofá, aprovechando que Noria no está para regañarlo por poner su mano en mi pierna y por tenerme con la cabeza en su pecho. Pero incluso si me esfuerzo, mi vista se nubla y me termino perdiendo en el sueño.
Pero mis sueños no son agradables. Vuelvo una y otra vez a la realidad, muchas veces en poco tiempo y sin poder reaccionar. Escucho a Jay reír por la posible comedia que puso, también mandar un audio e incluso siento cómo me protege entre sus brazos.
Y también hay una discusión cuando llega Heather, pero no estoy segura de haber estado oyéndola bien. Solo sé que ella le gritó y Marcos me levantó para que fuera a la cama. Luego de eso, ya no recuerdo nada.
Ni nadie piensa decirme nada cuando me levanto, porque Heather se ve que quiere permanecer en el patio tomando su té y Noria está ocupada en sus propias cosas. Y Jayden... No lo sé, él vino tarde y dijo ya haber desayunado. Cuando intento sacarle el tema, me interrumpe y habla del equipo de vóley en el que no estoy ni remotamente interesada, pero igual prometo anotarme. Solo hago eso por su sonrisa.
Me temo que nadie rompa la burbuja hasta que llega Marcos a casa, aparentemente extrañado de que su novia que vive con él de repente haya decidido quedarse aquí.
—Odio este ambiente de silencio, ¿qué mierda sucede?
—Chico, la boca —dice en español Noria, mirándolo a modo de regaño.
—Ah, sí, lo siento, Noria. No vivo hablando así.
—Mentira. Pero coincido contigo, las cosas están raras.
—Yo ya he hablado con Heather, ustedes no tienen que preocuparse por ello —suelta mi tía como si fuera más aliviador.
Pero Marcos es como un hermano para mí. Al menos, es el único tipo que más me ha entendido con mis comportamientos y ha compartido mi mal genio. Es como una mala influencia, pero siempre me cuida. Por eso mismo me lleva lejos de aquella escena incómoda.
—Escucha, hermanita, nada de este problema estúpido tiene que ver contigo. Sigue con tu vida con normalidad y no te pongas mal por los fantasmas, ¿sí? Tu familia te apoyamos en todo.
—Wow, todos últimamente se han vuelto bastante poéticos y charlatanes, ¿no?
—Me estoy volviendo viejo. Yo sabía que una niñata como tú no se merecía mis sabias palabras.
Bromea conmigo y me molesta un poco desacomodando mis perfectos bucles. Luego Jayden se suma y ellos actúan igual que siempre, un poco compinches, pero más que nada para hablar de clases.
Aunque a la que veo que no sale de casa cuando Marcos propone llevarnos es Heather.
La observo en el jardín. Ella está fumando. No es un cigarrillo, eso está claro. Pero dudo que eso igual la esté ayudando.
De todas formas, ya todos aceptan que hay algo malo con ella o le perdonan esas actitudes. A nadie le afecta que se fume un poco, ¿no? Además, estoy casi segura de que Noria le ha proporcionado la marihuana.
Hago de cuenta que no he visto nada, que las cosas están bien, todo sigue normal. Y es que probablemente todo sigue normal. Creo que ni yo he cambiado durante estas vacaciones, solo he arreglado mi aburrido estilo y lo he transformado.
No todos en el colegio saben de mi relación de cuñada con Marcos, por lo que para no causar mala impresión me deja cerca del colegio y va a estacionar el auto con Jayden. Yo sonrío irónicamente. Esta vez no lo pude besar.
Mi grupo de "amigas" no tarda en recibirme y sus chismeríos inundan todos los sitios. Pero estoy demasiado distraída como para prestar atención a su pelea de egos por ver quién tiene un mejor tema de conversación.
Pienso en algunas cosas. Me paso el día en eso. No, no solo el día. Pasan como dos semanas creo en las que no me encuentro presente.
Todos se adaptan al colegio. Incluso creo que yo lo hago, pero todo este tiempo pasa rápido, casi sin nada que me detenga a pensar o a comer. Me pierdo mucho de la comida.
Tengo un problema de anemia por esta misma y... Solo me doy cuenta de que la tableta de pastillas sigue llena hoy, cuando siento que no puedo más del mareo y la busco desesperadamente.
Perdí completamente la noción del tiempo.
Mis propias "amigas" siguen en lo suyo. Solo noto la mirada de Amber, pero creo que llegado a este punto es pura ilusión mía.
Presiento que algo malo va a suceder, sé cuáles son los malditos síntomas de la anemia porque me he descuidado otras veces y es fatal. No de forma tan literal. Así que camino despacio hasta afuera del salón. Todos me notan, pero sigo adelante.
Llego al baño con mucha dificultad, pero cuando paso la puerta caigo contra el suelo sin que ninguna parte de mi cuerpo pueda frenarme. Y mi cabeza da vueltas. Alguien está ahí mirándome, se me hace conocido. Pero en cuanto me levanta solo cierro los ojos y me dejo caer en el pesar de mi cuerpo que ruge por hierro.
Algo sucede a mi alrededor, siento un pinchazo en el brazo y despierto agónica. Me aterran las agujas escurridizas. Pero mis ojos pesan y hay una mano que me acaricia el cabello. Siento el olor a crema de Heather, pero no estoy segura de que sea ella.
Tengo pequeños momentos de consciencia. Siento que alguien me toma de la mano, la levanta y habla. Dice algunas cosas que creo entender.
—Joy, ya te pondrás mejor. —Su voz suena conocida.
Por un momento creo que es Jayden. Lo presiento por sus suaves masajes en la frente. Pero me temo que no, no se trata de él. Y sé cuando despierto que él no ha visitado esta habitación en la que ahora estoy completamente sola.
Recorro la zona con la mirada. Estoy en la enfermería y hay una lista con una letra muy bruta. Se llega a leer mi nombre completo y muy abajo el nombre de un asistente de enfermería —al parecer ya la escuela espera únicamente a la enfermera amargada y cuando no está toman a un alumno—.
"Gema Iial" creo que dice, y sé que solo leo por curiosa, pero me alegra que no sea alguien de mi curso. De haber sido así me hubiera sentido muy humillada de que me vean de esta forma.
Por instinto pongo mi mano en la cabeza y aprieto, pero siento un dolor punzante. Tomo el espejito que hay al lado de mi camilla y me observo. Noto un moretón verdoso y hago un gesto de asco. Dios, nunca me lastimo la cara, ¿qué ha sido tan grave?
—Así que te arrepientes ahora que ves esa pequeñez, Joy.
Levanto la mirada y noto a Heather en la puerta. Está cruzada de brazos y tiene un envase de pastillas para la anemia en manos. Mi envase de pastillas.
—Realmente asustaste a todos, imagínate que estás aquí hace siete horas. Casi llamamos a una ambulancia para que te lleven a un hospital cercano.
—Lo hubieran hecho, eso es más seguro que dejar que una alumna de noveno grado se encargara de mí.
—Era un alumno el que se encargó de ti, un alumno que ha participado de los suficientes cursos de enfermería como para hacerse cargo de ti en esa situación. Gracias a Dios no tuvimos que llevarte a un hospital, Joy.
—Gracias al alumno, yo diría.
—¿Así actuarás conmigo?
Giro la mirada. Estoy furiosa con ella. Me pone de mal humor su forma de tratarme y la manera que tiene de regañarme, siempre echándome la culpa, nunca notando que el problema podría ser ella. Maldita sea.
No puedo ni levantarme bien después de un problema anémico porque mi hermana tiene que venir a joderme como siempre.
—No sabes lo mucho que nos preocupas a todos.
—Oh, debería saberlo.
—Nunca te puedes tomar nada en serio, ¿cuál es tu problema?
—Mi problema eres tú en este preciso momento, ¿puedes dejarme descansar?
—Siempre yo siendo el problema de todos, como si no pudiera sentirme mal un rato.
«¿Un rato? Esto supera lo que es un rato, supera todo tipo de límite de tiempo» pienso, pero no se lo digo, porque no me gusta ser tan cruel con Heather, incluso si ella lo es conmigo.
No es una forma que tengo de ser.
—Dame las pastillas y terminemos con esto.
—Primero cómete lo que hay en tu lonchera. Y, ey, ve a agradecerle al chico que te ayudó. Fue el único que se ofreció.
Claro que fue el único si la mayoría de aquí me detestan o tienen una visión negativa de mí. Pero ni siquiera sé quién es este angelito, solo estoy segura de que está en el segundo piso y tengo que subir las largas escaleras para encontrarlo.
La comida me recompone un poco, pero el hecho de sentirme mal por la charla que tuve con Heather no aporta en lo más mínimo. Mi cuerpo se maneja según la anemia y también según mi humor. Cuando me debilito y estoy triste apenas puedo moverme.
Pero hago un esfuerzo muy grande por cruzar las escaleras, agradecida de que ya casi todos los alumnos se hayan ido, y justo me cruzo con un cartel. "Súmate a las tigresas" y hay fotos bonitas de vóley. Está buena la estética y malo el nombre.
—Supongo que sacaron el nombre de Kun fu Panda.
—Estaba pensando lo mismo... ¿Eh? Ah, eres el chico de la clase de Jayden.
—Ese mismo.
Gael era su nombre. ¿Acaso también es el chico de la enfermería? Ay, leí cualquier cosa.
—Gracias por lo de hoy. Ya sabes, cuidarme en la enfermería.
Se saca un auricular, como si no pudiera creer lo que está escuchando, y luego suelta una risa muy ligera. No me hace sentir tan mal con ese acto, he recibido respuestas peores.
—¿En serio me agradeces?
—Supongo que oíste mucho de mí.
—Sí... Me encantaría hacer el cliché de "no, no te conozco, no eres tan importante" pero sí hablan mucho de ti y es inevitable no escucharlo.
—Tenías pinta de hacer ese típico cliché.
—Y tú pinta de desagradecida.
Oh, qué dulce hombre. Me cruzo de brazos y asiento un poco más lento de lo que me gustaría. Ese simple gesto me marea un poco y noto que él se preocupa porque da un paso adelante.
—Estoy bien... Sigo mareada.
Él da un paso atrás y luego me mira de arriba abajo. A comparación de otros, no lo hace juzgándome, noto que solo quiere comprobar algunos síntomas físicos.
Y aun así, saboteo todo.
—¿Por qué te ofreciste a ayudarme a mí?
—¿Eh?
—Ya sabes, los hombres siempre quieren algo.
No me responde. Incluso parece ofendido por la forma en la que se cruza de brazos y suspira.
—Tu discurso feminista queda opacado totalmente ante esa idea tuya. No quería nada más que un agradecimiento.
—¿No quieres mi número?
—Ni siquiera tengo celular.
—Iba a hacer un comentario, pero acabo de notar que podría sonar clasista.
—No es por cuestiones económicas. —Hace esa sonrisa ladina y luego pasa por al lado de mí—. Y no seas tan descarada, no todos te ven con esos ojos. Suerte en vóley.
Bien, es la primera vez que un chico me rechaza de tal forma y, sorprendentemente, no me daña en el orgullo. Me saca una sonrisa. Había perdido un poco la fe en los chicos de mi colegio, pero supongo que aún hay algunos que tienen algo de valores morales.
Qué tonta me siento, no puedo creer que en serio pensé en que él sería así. No me daba esa clase de vibras, pero siempre desconfío de todos. Nunca sé cuándo mi percepción puede fallar.
Antes de que Heather me llame, escribo mis datos en la hoja del club de vóley, porque la verdad sí estoy de humor como para cambiar ese nombre tan humillante y ponerle algo más poderoso.
Aunque aún una parte de mí se queda estancada en Jayden. ¿Dónde está él? ¿Por qué no ha aparecido por aquí? ¿Ha pasado algo? ¿Me he perdido de mucho? Y evidentemente Heather no está disponible para responder todo eso, porque mientras conduce envía audios y luego revisa un poco Instagram.
Odio que ella me lleve a casa. Me da pánico pensar en que podría chocar.
Me dan pánico los accidentes de tránsito.
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