Capítulo 37

Joy Miller

Ayer fue un día raro, no entendí muy bien a Jayden, pero intento evitar pensar en eso para mi rutina diaria e incluso le pido apuntes a Amber. Ella se ve contenta porque finalmente escapé de una clase tras años de estar "super rígida" y yo solo le pido que no lo hable en voz alta. No me enorgullece tanto.

—Necesitas nuevos aires, ¿te fuiste con Gael?

—Sí —respondo de inmediato, porque noto en sus ojos que no debo mentirle. Ella sabe cosas de mí, no quiero que de repente se enoje y cuente todo.

—¡Qué lindo! Hacen bonita pareja.

—Somos solo amigos, de esos existen, eh.

—Sí, puede ser... Me gustaría ser amiga de Khalid, ignorando por completo cuando salimos.

—¿Quieres que almorcemos con ellos?

—¿Podemos?

—Sí, incluso creo que voy a dar un discurso luego.

Ella patalea como una niña pequeña y me pregunta si voy en serio. Yo solo asiento con tranquilidad y ella me toma por los hombros, dándome un par de vueltas. Me agrada su entusiasmo por algo como esto. No creí que a ella le gustaran mis discursos, parecía más de las indiferentes.

Pero ahora que lo noto, no todos me miran exactamente a mí. Noto que he dispersado un poco a la gente mi imagen. Tengo que volver a causar incomodidad con la realidad. ¿Le gustará a Gael mi discurso?

—¿De qué vas a hablar en el discurso? —susurra mientras tenemos química. A ambas nos va bastante bien.

En casi todas mis pruebas sigo teniendo notas altas, excepto por matemática, pero lo puedo mejora. Ah y claro, educación física... Qué horror, eso sí que no tiene mejoría. Ni siquiera me lo he cruzado a Jasón o, quizás, evité cualquier lugar que él suele frecuentar. Además, aún me toca decirle a Noria que me tengo que quedar en verano por esa materia. Qué estúpida fui.

—¿Y?

—Oh, olvidé qué dijiste.

—Pregunté de qué vas a hablar en el discurso.

Es que estaba pensando en mi tortura del verano.

—Ay...

—¡Joy!

—Lo siento, estoy pensando en educación física.

Ella se ríe y yo no puedo evitar restregarme el rostro. No es chistoso. Tendré que soportar un verano, estando en pleno invierno aún. ¿Tanto se tuvo que adelantar? Evidentemente no podré ocultar de mi tía las notas.

—En fin, en el discurso hablaré sobre relaciones de poder. Me pareció un tema interesante.

—A mí me gustaría que hablaras del lenguaje inclusivo —confiesa Amber mientras se envuelve un mechón de cabello, parece incómoda de confesarlo.

—No es mi prioridad en este momento, aún tengo que aprender más sobre ello.

—Yo te enseñaré.

—Sí tú lo dices...

—¡Ey, hablo en serio!

Me burlo un poco más de Amber hasta que nos toca hacer nuestra clase de química juntas. La pasamos bastante bien. En realidad, me cae mejor conmigo que con nuestro grupo. Es más brillante, casi se siente como algo sumamente real. Es muy tonto este pensamiento, ya lo sé.

Creo que ya han pasado años desde la última vez que tuve una amiga, así que no sé exactamente cómo describir esta sensación agradable. Ni siquiera creo que vaya a durar demasiado, así que entiendo que debo de disfrutar mientras pueda, antes de que ella termine desapareciendo de mi vida.

Cuando salimos del salón, yo me cruzo con Jayden y lo saludo en voz baja, pero él hace un escándalo llamándome "pequeña Joy", logrando incomodarme por completo. ¿Cómo va a decir eso en voz alta? Y lo peor de todo es que se nos quedan viendo. ¿No que le preocupaba lo que pensaría la gente si saliéramos?

Aunque, quizás, solo lo hace porque soy como "su hermanita". Seguro que alguno de los otros profesores lo notó. Así que le resto importancia a la hora de sonreír linealmente.

El problema se centra en Amber, notoriamente molesto con él. Ni siquiera es capaz de mirarlo a los ojos y, cuando yo estoy cerca, me aprieta el brazo. Dios, algún día tendré que explicarle sobre este malentendido, pero mientras ella no saque el tema, estoy en paz.

—Por cierto, ¿cómo te va con tenis?

—Oh, bien, es relajante y ahora entiendo por qué la gente suelta quejidos.

—Siempre me hice esa pregunta —digo con una gran carcajada y ella procede a explicarme.

Evidentemente está loca por el tenis, porque se arma un debate pequeño conmigo sobre el por qué los gritos se dan para desconcentrar al oponente en su mayoría. Tengo que admitir que pierdo en argumentos contra ella, así que me toca darle la razón con un poco de molestia mientras celebra como una niña.

Seguimos hablando de deporte, esta vez vóley, en la fila para que Amber acceda a su comida —yo debo de seguir consumiendo mis pastillas junto a la comida de la lonchera, pero pronto tendré análisis médicos—. Solo cambiamos de tema cuando se acerca Gael y se cuelga de los hombros de Amber. ¿Cuándo se volvieron tan cercanos como para que ella le palmee las manos así y él actúe tan repentinamente cercano?

—Oh, Joy está perdida —menciona aquel con una media sonrisa y a mí me toca ladear los ojos—. A Amber la estuve conociendo por tenis.

—¿Juegas tenis?

—No, pero ambos nos encontramos en un foro de tenis. No hay muchos, lamentablemente.

—¿Foro de tenis? ¿Cuántos años tienen?

—¡Ey! —dicen los dos al unísono. Es la verdad, es raro decir "foro".

—Nos tiene envidia.

—Oh, sí, odiaría no poder hablar de raquetas y gritos que parecen gemidos.

—Odias que tú y yo no tengamos gustos en común ni en lo musical.

—Perdona, es que yo no escucho bandas turcas.

—Racista.

—¡No lo digo solo porque seas turco!

—¿Y entonces por qué?

—Porque escuchas música turca.

—Mentira.

—¡Gael...!

—¿Cómo sabrías eso?

Si hablo, me expongo al interés de Amber y no quiero justamente eso. Es muy probable que todo esto acabe en un chisme de que nosotros dos estamos saliendo y está claro que ninguno queremos eso.

Es mi reputación o mi dignidad...

—Está bien, soy racista.

—¡Joy!

Ambos se burlan de lo que acabo de decir y yo solo me quedo en silencio. Qué horror es no ser moralmente correcta durante breves segundos de atención.

Nuestro grupo "popular" pasa cerca y nos observan con extrañez, probablemente porque estos dos están haciendo la risa de cerdo que a mí tanta pena me da. No sé qué les resulta tan gracioso de mi dicho claramente falso, pero, para resguardar mi integridad como persona popular, me dirijo directamente hacia donde están los amigos de Gael.

—¡No la ahuyentó! —cierto que estos dos también son un circo.

—¡Demian! La tenemos adelante. Hola, Joy.

—Hola y los escucho incluso si hablan susurrando.

—Mejor —finge comodidad Demian y su amigo lo codea—, no somos buenos disimulando.

—Como cualquier hombre.

—Nah, te sorprenderías de lo bueno que es Gael.

Cierto que aquel es la excepción. ¿Cómo olvidarl0?

—Sí, como digan.

Me siento delante de ellos dos y abro la lonchera, de donde saco dos hojas arrugadas en las que se encuentra mi discurso. Noto sus miradas curiosas, pero no los observo demasiado. Necesito tomar mucha confianza para volver a hablar hoy sin leer nada. Me falta un poco la costumbre.

Pierdo la noción del tiempo cuando me quedo absorta en la lectura y Gael me toca varias veces el brazo para que le termine de dar un bocado a mi comida. No lo hago apropósito y creo que él lo entiende a juzgar de cómo me observa.

Toca el timbre y a mí me agarran escalofríos.

Se siente como hace dos años, cuando el directo me pidió que reemplazara a Kyle Grammer, una estudiante afroamericana que iba a hablar sobre la muerte de George Floyd a manos del racismo policial. Recuerdo claramente lo incómoda que estaba y lo mucho que me temblaba la voz. ¿Qué hacía una chica de catorce años, blanca y de clase privilegiada hablándoles a los afroamericanos del colegio? ¿Cómo podía llegar a leerle ese discurso hecho por una compañera que había enfermado? Sí, era por zoom la reunión, pero igual me parecía muy fuerte e indebido.

Aún recuerdo cómo me temblaba la voz a la hora de mostrar la cara y aclarar en tres ocasiones distintas que el discurso no era propio, pero que había sido elegida por mi oratoria. Sí, se habrán reído de mí y preguntado "¿qué dice esta niña?". Pero al final lo supe manejar. Empecé a tomar confianza y me salí un poco de ese discurso de papel. Aclaré que no me pertenecía el tema, que no sufriría lo que ellos sí y que, en base a eso, aspiro a que tengamos todas las razas una igualdad de condiciones.

Ya sé, suena como algo que diría una mujer blanca con complejo de salvadora, pero... no creo que haya sido tan así.

El punto es que pasaron dos años. Luego de eso, hice discursos feministas —algunos no tanto, pero siempre con mi típica mirada— cada dos meses. Siempre preparé algo. Siempre escuché el grito de "zorra, cierra la puta boca". Siempre me sentí más motivada por eso.

Al menos hasta que pasé un verano completo con Heather. Algo sucedió, mi forma de comer cambió, mis discursos ya no salían y mis pensamientos eran... errantes. No sé, supongo que fue una pausa.

Ahora, cuando el director anuncia que nos vayamos a la sala de reuniones, me siento un poquito más motivada cuando veo que a mis costados tengo dos personas que consumían lo que yo hacía.

Gael me palmea un hombro y Amber camina agarrada de mi brazo mientras hace comentarios muy positivos para mí.

—Joy —me nombra Gael antes de que vaya a presentarme delante de todos—, me alegra que hayas vuelto. Aunque no lo creas, hay muchas personas aquí que te estiman.

Por alguna razón, el titubeo desaparece de mi voz ante las palabras de Gael y puedo posicionarme delante de todos estos estudiantes, la mayoría furiosos de que haya vuelto aquí. Y recuerdo por qué me gustaba tanto hablar sin filtros: las caras que hacen los machitos cuando los desenmascaro. Absolutamente poético.

Me siento yo misma cuando en mi discurso puedo soltarme y me sobran diez minutos de los veinte que me he tomado para hablar. Así que, no sé por qué, digo lo primero que se me pasa por la cabeza para finalizarlo todo.

—Alumnas, ya que ustedes predominan en esta institución, no salgan con tipos mayores con la idea de que van a ser más protegidas. Son una presa fácil para ellos.

Todos aplauden forzadamente, pero el simple hecho de entrar en la cabeza de alguna persona que lo necesite, me basta y sobra.

El problema es cuando observo a los profesores, buscando a mi novio y él se ve muy molesto... ¿Qué? ¿De vuelta discutiremos? Apenas tuvimos paz por un día, ni siquiera completo.

Me dirijo hacia él, pasando entre las personas que están rodeando todo el lugar e intentando alcanzarlo. Pero cuando llego a los pasillos, no lo encuentro. Observo para todos lados, pero, a juzgar de cómo me observa Jasón, quien estaba asegurándose que nadie se marchara, debe parecer que veo fantasmas.

Siento que va a decir algo rudo, pero no, solo murmura "Jayden está por allá" y señala la puerta trasera de salida, la que nadie usa, ya que es de emergencia. ¿Por qué se iría por esa zona? ¿Tan poco le gustó mi discurso?

Mientras me dirijo hacia allí, escucho que Jasón llama a Gael, pero no estoy segura de si él se le acerca o no. Me da lo mismo.

Lo busco ahí afuera y sí, lo encuentro, pero parece sacado de sí mismo. Está con una mano sosteniendo un cigarrillo y exhalando el humo como si estuviera acostumbrado a ello. Él ni siquiera fuma. Siempre me dice que no es sano para su salud y que odia hacer eso. ¿Por qué de repente parece un perfecto mentiroso?

—¿Qué haces? —le pregunto furiosa cuando lo enfrento y le quito el cigarrillo de una forma muy torpe, provocando que me queme un poco.

—¿Qué derecho tienes de quitarme lo único que me alivia del estrés que me das?

Mira varias veces detrás de mí al hablarme y luego, cuando deja su paranoia, me observa los ojos y se ve extremadamente frío. Ni siquiera parece molesto.

—¿Hace cuánto empezaste a fumar?

—Hace rato ya. Que no fume delante de ti, no significa que no lo haga.

—¡Creí que nos contábamos las cosas!

—Pues no todas. Si se nota que aún sigues siendo una niña.

Dice eso último en un tono bajo y no siento que esté hablando con mi novio, sino con un hermano sobreprotector al que le dañé la reputación, incluso si no lo nombré. ¿Actúa así porque estamos en el colegio? Pero si nadie usa esta salida.

Me acerco hasta él con el fin de alejar sus manos de la caja de cigarrillos, pero retrocede con sus pasos y me pide distancia.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué de repente eres así?

—¿De repente? Lo siento, ¿no querías distancia entre nosotros? Ya sabes, soy un adulto que te lleva siete años y no es sano que esté contigo, una pobre niña descuidada.

—¡Yo no dije eso! Dije que lo mejor es evitarlo en caso de que no conozcamos al otro. Dios, Jayden, ¿qué quieres de mí? Sabes que te amo y que evidentemente nosotros estamos en un mismo nivel.

Logro acercarme para poner mis manos en su rostro tan varonil y dulce, pero solo encuentro un dolor, ya no más frío. Me pongo de punta de pies mientras le acaricio los pómulos con mis dedos pulgares y permito que él se quede quieto, permito que no haga ningún movimiento mientras lo observo tan sentimental, tan niño.

—No me hagas esto, no me trates así. Me partes el alma cuando eres así.

—¿Acaso tú no me haces daño cuando dices esas cosas en tu discurso? Dices cosas que no sigues, Joy.

—Claro que las sigo.

—No, además me siento atacado cada vez que dices algo de eso. Es un horror.

Baja mis manos de sus mejillas y las sostiene con cierta fuerza, dejándolas a la altura de mi cintura.

—A veces siento que solo te gusto por el morbo de estar con alguien mayor. No eres madura, Joy. ¿Sabes qué? Ni siquiera creo que tengamos futuro.

¿Por qué lo dice ahora? Parece tan seguro de sus palabras, que me parte un poco más, mientras intento desesperadamente tocar alguna parte de su cuerpo, hacerlo entrar en razón, pero sus manos pasan a mi muñecas y no dejan que me acerque.

¡Estábamos bien hace un día! ¿Qué hice? ¿Qué es tan grave como para que corte conmigo?

Escucho el suave ruido de la puerta chillando y disparo mi mirada hacia ese lado, pero las plantas me prohíben ver quién está ahí. Aún así, Jayden termina su discurso de "terminamos"-

—No puedo corresponder a tus sentimientos. Eres como una hermana para mí. Busca a alguien de tu edad, peque.

Mi vista se dispersa cuando él se marcha y veo a la figura que lo escuchaba todo. No puedo evitar derrumbarme de nuevo delante de Gael. Dos veces en una misma semana, con un solo día de diferencia. Pero nada tiene sentido. Absolutamente nada.

Me siento tan confundida y perdida mientras mi cuerpo se tropieza con el de Gael y las lágrimas empiezan a brotar de mí con violencia. Ni siquiera intento contener los sollozos. Todo pasa de forma tan violenta que no me da tiempo a recalcular.

—¿Por qué siempre termino llorando por él? —murmuro contra su pecho mientras mis piernas pierden el equilibrio y termino en el suelo, sin fuerzas.

Mis sentimientos me pueden matar en cualquier momento sin Jayden a mi lado. Nunca viví sin él. ¿Qué se supone que haga ahora?

Gael se echa al suelo conmigo y sé que me intenta tranquilizar, pero nada es efectivo.

—¿Él... Tú y él...? —tartamudea cuando separa mi rostro de su pecho.

No puedo decirle que sí y arruinar toda su reputación.

—No, me acaba de rechazar.

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