Capítulo 3
Joy Miller
Como lo supuse, la clase no fue de las mejores. Jayden se creyó que yo tenía una mínima idea sobre Revolución Francesa y me llamó para que dibujara en el pizarrón, cosa que tampoco se me da bastante bien. Pero Gael no fue un problema, él incluso me prestó su libro todo resumido y me ayudó bastante.
No pude terminar de agradecerle porque se marchó justo al momento en el que tocó la campana.
Como tuve que quedarme con su libro, uso esa excusa para quedarme en este salón donde solo está el profe y yo.
Al verlo tan concentrado en el celu, le dejo el libro con un poco de estruendo delante de sus ojos y lo veo sobresaltarse. Bueno, esa reacción no me la esperaba.
—Joy, no sabías que aún seguías aquí.
—No, te enganché bastante interesado en el celu.
—Es que me mandaron información para un museo —me enseña durante unos segundos y luego apaga el celular.
—Interesante. ¿Irás solo?
—¿Quieres venir conmigo?
—No me molestaría.
—Entonces lo vamos viendo en la semana. Luego te cuento más... Eres la única que quedó, ¿no?
—Incluso cerré la puerta y las cortinas están bajas.
Mi tono provocativo le saca una sonrisa y sus manos grandes se posan en mi cintura atrayéndome contra él. Me encanta la idea de lo prohibido, es como la sensación adrenalínica que recorre nuestras venas.
No me puedo negar a besarlo y él me jala un poquito más mientras me corresponde. Pero a los segundos frena abruptamente y se corre a un costado, buscando un libro. ¿Me va a decir un dato curioso en el medio del próximo beso? No, creo que no.
—¡Joy, ahí estás! Me dijo la profesora López que te escapaste de su clase —se acerca hacia mí mi cuñado con esa expresión típica de frustración—. Jayden...
—Él me quiso mandar de vuelta a esa aburrida clase, pero yo me estuve escondiendo —digo al notar que los ojos de Jay quedan mirando abajo.
Y me alegra notar el agradecimiento que me da con la mirada. Es todo para mí.
Marcos por el contrario da vueltas por el salón y empieza a regañarme suavemente. "No me gusta ser el policía malo, pero..." es lo que siempre añade, dando a entender que todo este papel lo debería hacer Heather. Pero ella llega muy tarde, ya para cuando estamos saliendo con las paces hechas.
Marcos me aprieta contra él mientras caminamos y me siento una de sus hermanas cuando me dice que me llevará a tomar un helado. Pero claro que esa invitación también implica a Heather, quien solo suspira al verme como si hubiera sido su mayor decepción. Y, por esa razón, me quedo atrás.
Los observo un segundo caminar como si nada, olvidando por completo mi existencia. Porque todo aquel que está con Heather se olvida de mí... A excepción de Jayden, que me toca el hombro y hace un gesto para que siga caminando.
Gracias a algún Dios, no saca el tema, así que no debo de expresar lo disgustada que me siento.
Pero durante toda la noche, incluso cuando Marcos me da mi helado de frutilla con chips de chocolate, me siento fatal. Las reacciones de Heather se me hacen de lo más humillante y sé que tiene sus días malos conmigo, pero podría intentar comprenderme o preguntar "ey, ¿cómo la pasaste afuera de esa aburrida clase?".
Y no, ella está muy ocupada encargándose de traer a drogadictos al colegio para que den una estúpida charla como todos los años. Chistoso que luego veo a varios inhalando un poco para relajarse.
—Así que el señor Shapiro vendrá a clases para dar una informativa clase sobre las drogas ya que es un ex adicto.
—Creo que esa clase de gente nunca deja de ser adicta —suelto de forma mordaz y siento su mirada pesada sobre mí. O la de todos.
—Creo que Joy se refiere al hecho de que los adictos siempre viven en la lucha.
—No, Jay, me refiero a que en serio los adictos nunca dejan de serlo. Viven mintiendo. Ambas conocíamos a alguien así.
Y, a pesar de que ansío su respuesta, no dice nada. No se deja provocar. Hace su papel de distraída, que le sale bastante bien, y toma de su batido.
—Al parecer yo no puedo mencionar el tema, ¿no?
—Puedes, estás en todo tu derecho, pero no tomándotelo personal.
—¿Tú acaso no te lo has tomado personal estos últimos tres años? Te encargaste de citar a todos los drogadictos posibles para que den su enseñanza, una puta moraleja.
—Lo hice para que gente como tú cambien sus prejuicios.
—¿O por gente como tú que quiere expiar sus culpas?
—Sabes que esto no nos llevará a ningún lado.
—¡Y entonces no hables de esto delante de mí!
—Joy, sé que es duro, tuvimos la misma madre. Pero yo lo afronto de esta manera y creo que al menos deberías respetarlo.
—Tú vives irrespetando lo que yo digo.
—Ey, chicas, de por sí hubo tensión en el viaje, por favor dejen de enfrentarse.
—No estoy peleando. Pero que mamá no haya cambiado no significa que otros no puedan. Ella tan solo... no tuvo el tiempo suficiente para demostrarlo.
Mi cuerpo tiembla mientras tiro el helado al suelo. Tengo el impulso de sacudirla, gritarle "mamá era una porquería, deja de excusarla por su adicción", pero en vez de eso solo me sale marcharme porque todos me miran como si yo fuera la equivocada.
Camino casi sin sentido, chocándome con la poca gente que me cruzo y perdiendo la luz de las farolas porque andan bastante mal. No solo no le importo a mi hermana sino que tampoco al maldito estado.
Y me freno solo porque oigo una voz suave, casi hipnotizante. Entonces ahí veo cómo la gran figura de Jayden se posa delante de mí y cómo sus ojos café me miran como si fuera una pequeña niña enfurecida.
—Si vienes a reclamarme por...
—Amor, estoy aquí delante de ti porque me preocupa tu reacción. Si algo te duele, dímelo.
Esa frase siempre la usa en cuanto me ve explotar y odio que se haya convertido algo célebre de su parte. Mi debilidad es lo que menos quiero que la gente observe.
Pero me derriten sus manos cálidas que toman las mías y el cómo se inclina para mirarme un poco mejor. Me hace explotar en palabras.
—Es que mi mamá era odiosa, un monstro conmigo y con Heather... Ella era una maldita drogadicta que murió y también mató a alguien en el medio. No la pienso perdonar nunca ni a todos aquellos que deciden ese camino, porque al igual que ella mienten cuando dicen que ya lo dejaron. Es mentira, incluso con el paso de los años siempre vuelven.
»Ella volvió en el momento más inesperado y arruinó todo. Me arruinó a mí.
Mis ojos se llenan de lágrimas cuando logro transmitirle mis pensamientos más oscuros, aquellos que sé que me harían más odiada, y es aún peor cuando me acaricia las mejillas y extiende los brazos. Me encierra entre su aroma a miel y me acaricia la cabeza como siempre he necesitado.
—No te arruinó. Eso es mentira. Tú estás perfecta, solo no te puedes ver. Ella te opacó, pero para nada te ha arruinado. No digas eso de ti.
El simple hecho de que me haya opacado me condiciona a ser esta clase de persona detestable, quizás hipócrita.
Pero Jayden no me mira con desprecio. Él solo intenta entenderme y yo no puedo ni hablar.
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