Capítulo 25

Joy Miller

15 de septiembre de 2022

Cuando llega el día siguiente, todo es normal. Se siente como si nada raro hubiera pasado antes: Noria me sirve el desayuno con música de The Strokes de fondo, llega Jayden para colarse en este mismo como si no tuviera nada para prepararse y él y mi tía bromean de tonterías sin sentido para mí; posiblemente se estén burlando un poco de mí.

Lo único que señala que antes hubo un problema, es que Noria le pregunta a Jay por qué no había venido ayer y él solo responde "nos peleamos un poco". Ella lo ve razonable aún sin escuchar sus explicaciones y luego viene para tirarme de la oreja.

—Niña malcriada, no hagas enojar a tu hermano mayor —dice con un tono divertido y yo solo suelto un bufido tonto.

Pero esto es raro, ¿no? Ni Jayden es como un hermano para mí ni yo lo hice "enojar". A ver, ya sé, no tiene mucha más vueltas, Noria no tiene idea de nada de lo sucedido, pero ¿no se inmuta de nada? ¿Tan bueno es Jay disimulando con su sonrisa?

Solo me distraigo de todos esos pensamientos duros de digerir cuando Jay me palmea la cabeza y me hace el gesto para que nos vayamos. Tomo mi pastilla de la anemia antes y luego me marcho con la lonchera en mano. Todo se siente tan fuera de lo normal, incluso si vivo lo cotidiano.

—Vida, realmente estás dispersa. ¿Pudiste aclarar tus pensamientos de ayer? —pregunta Jayden cuando estamos en el auto y recién me doy cuenta que mis ojos se han fijado en el arbolito que cuelga de su espejito.

—Sí, eh, simplemente me tenía un par de pensamientos raros. No te preocupes, solo soy yo y mi imaginación.

—Los adolescentes son muy imaginativos —suelta con simplicidad y yo asiento con la cabeza—. También muy sensibles... Si pasa algo, si te sientes mal, dímelo. Ayer pude haber actuado un poco mal.

—No importa.

—Pues tu cara no dice lo mismo.

Lo observo y esbozo una sonrisa falsa, pero es una estupidez. Él me conoce y sabe cuándo miento. Es imposible que yo pueda fingir a su lado, pero él sí parece poder fingir conmigo.

Ni siquiera hemos aclarado los puntos principales de nuestra relación y los límites. ¿Qué sentido tiene esto si no podemos respetarnos mutuamente?

—¿Hablaremos de nuestros límites o fingiremos que nada ha pasado?

—¿Puedo escoger la segunda?

—No.

—Entonces te escucho.

Se frena a pocas cuadras de la escuela, cerca de donde siempre me deja, y se gira para verme. Bueno, no esperaba discutir estas cosas en un espacio tan reducido, mucho menos ahora mismo, ya que deberíamos estar llegando a tiempo en la escuela... Pero, ¿a quién engaño? Todos lo van a excusar a él porque será su primer error y en cuanto a mí, mi hermana seguro me protegerá.

No hay nada a lo que temer aquí mismo y por eso empiezo a soltarme en palabras más sentimentales que lógica. Le dejo visible mi tristeza por la idea de que él siga saliendo con otras chicas en un modo afectivo o sexual y él me dice que no ha salido con ninguna por alguna de esas razones, pero no sabe responderme el porqué salió con ellas. Entonces me deja en claro que hasta él está confundido.

Le digo que desde hoy empezamos y que todo lo que hayamos hecho antes, no tendrá relevancia y, a diferencia de lo bromista que estaba ayer, lo acepta con mucha madurez. Solo había sido un mal día.

Lo abrazo en cuanto él me promete que respetará lo nuestro y le beso la mejilla a modo de agradecimiento.

—Gracias por brindarme la confianza de poder hablar esto contigo —digo con sincero aprecio y él sonríe con ese sonrojo suyo.

—No me mires así que me pongo nervioso.

A veces solo somos dos tontos enamorados que nada saben de diferencias ni de edades.

Entonces se me ocurre algo más.

—De a poco da a entender que somos algo. Es decir, quiero que sea privado, pero no secreto.

—¿A qué te refieres?

—Quiero que des a entender que tienes a alguien, aunque no digas a quién.

—Siempre lo hago.

—En las redes no.

Jay tiene dos cuentas de Instagram: una más formal y otra más casual. La "formal" es para los profesores y otra gente adulta, la casual es una cuenta privada en la que lo siguen alrededor de 30.000 personas y sube mucho contenido como si fuera personal trainer y sobre tips. A veces simplemente se hace el lindo en reels y es una lista gigantesca de gente que quiere seguirlo. Debe tener como 100.000 solicitudes porque su perfil es atractivo y casi toda California lo conoce. Ahí nunca sube mucho con otra gente, es como si fuera solo de él y de nadie más, pero yo quiero formar parte.

Me desmotiva un poco encontrarme con tantas chicas que le preguntan por si tiene pareja y que él "coquetee" diciendo que está soltero. No es cómodo ni para alguien segura como yo.

Y, por un momento, veo dudas en sus ojos avellaneda. Esos ojos hermosos que me mienten.

—Bien, lo daré a entender de ahora en más.

—Será complicado con tantos comentarios, ¿no?

—No, tengo que hacerte ver. Eres mi novia, Joy, y es lo mínimo que te mereces.

Acaricia mi mano y tras un suave beso, pone en marcha el auto de nuevo. Veo el reloj y noto que nos hemos quedado 20 minutos teniendo esta conversación. Mierda, llegaré tarde a la clase de la profe de español. Ya me tiene de punto encima.

—¿No podrías alcanzarme hasta en frente del colegio?

—No, Joy, ya sabes que...

—Por favor. No puedo soportar un punto menos de esa mujer.

Suspira y aunque se intenta negar, solo mantiene silencio y empieza a conducir. Yo siempre lo convenzo, incluso si no le gusta mucho la idea. Qué bueno, no podía aceptarle que la clase de vóley de ayer casi me mata físicamente y que aún me duelen las piernas.

Es más, me parece que ni siquiera se ha enterado de que me anoté en vóley y cuando quiero decírselo, insiste en que me baje rápido así no me ve nadie, así que me quedo con las palabras en la boca.

Le contaré más tarde, igual no es algo muy significativo.

Cuando llego al colegio y veo de nuevo a mi grupo en su mismo sector de chisme, noto algo diferente: Amber me observa y camina hacia mí con toda la emoción del mundo. No tarde en pegarse a mí y a hablarme por afuera de lo que las chicas puedan decir.

—Has llegado tarde.

—Sí, lo sé.

—Tienes suerte que todo se retrasó un poco.

—¿Ha pasado algo?

—Se dice que el profesor Jasón y el profesor Marcos discutieron en la oficina de profesores —suelta de repente Leticia, quien sabe absolutamente todo de los profesores—. ¿Abren apuestas? Yo digo que fue por Heather, un triángulo amoroso.

Todas decimos que nos sumamos para lo contrario. A veces Leticia se pasa de tonta, ¿no ha notado que Jasón es gay? Y no, no lo digo por prejuicios, sino porque él lo aclara con muy pocas indirectas.

Ganaremos veinte dólares cada una como en casi todas las apuestas con Leticia. Ojalá algún día tenga suerte.

—¿Ustedes dicen que pueda llegar a gustar de Marcos? —pregunta Monique y de repente se me queda la cabeza en blanco.

¿Cómo va a gustar de Marcos? Literalmente lo trata como un imbécil y se enoja a cada rato por sus actitudes indiferentes o de demasiada lógica. No sería normal que le atraiga un tipo así... Al menos de que tenga un trauma, claro.

Pero aunque no es mi tema, las chicas me dejan un muy buen tema por el que podría molestarlo ahora, justo en una clase de educación física que me quiero saltar.

Saca a todos a correr tres vueltas por todo el patio con ese tono aburrido suyo. Yo me quedo sentada en un banco cercano a él y no duda en decirme a mí también que debo correr.

—Estoy menstruando, profe, no puedo.

—Entonces te prepararé otros ejercicios.

—Te dije que no puedo.

—Sí que puedes. Hacer ejercicio ayudas.

—Me gustaría decir que usted conoce mucho a las mujeres por coqueto, pero todos sabemos que no.

No me responde nada. Está anotando los ejercicios que me tirará encima en un anotador y parece muy concentrado en eso a juzgar la forma en la que escribe. Solo por puro molestar, le corro un poco el brazo estirando el pie y digo que fue un error, pero él sigue frío como siempre.

Sigo molestándolo, pero es imperturbable, parece de acero. ¿Alguna vez lo sacaré de quicio? Es una buena duda que se me cruza por la cabeza cuando me da el papel con una serie de ejercicios que ya al leer "40 flexiones" suenan exhaustivo.

—Tengo un cuerpo muy pequeño para hacer esto —me quejo y él ni siquiera me mira.

—No te subestimes así.

—Claro, usted no lo entiende porque ni siquiera le interesan las mujeres.

Aunque eso podría molestarle a alguien que no sale del clóset de una manea super notoria, él sigue dándole órdenes a mis compañeros y explica ejercicios. Yo solo los observo y me burlo de algunos que me molestan, pero es aburrido no saber qué más aportar a mi conversación con Jasón.

Además de que es alguien soso, es increíblemente pesado con "las reglas" y a la tercera advertencia, insiste en llamar a la directora. Esa mujer es muy piadosa conmigo, pero no le quiero dar más problemas, ella no se lo merece.

—Espera, ya sé, hago parte de tus ejercicios solo si tú me confiesas de quién gustas —digo con todo el ánimo del mundo, pero él sigue igual.

Dios, qué pesado debe ser para sus amigos soportarlo así.

—No es de tu incumbencia. Mi vida privada no se mezcla con las de mi alumnos.

—Vamos, suéltalo de una vez.

—No esperes más, tienes mucho que hacer y sino tendrás que quedarte horas extras.

—Admite que te gusta Marcos.

Solo ahí noto cómo el viento mece un poco su cabello y su mirada pasa a un gesto más sorpresivo. No sé cómo tomar ese gesto, pero me doy cuenta que no se esperaba que saliera con eso, porque incluso se le resbala la libreta de las manos y deja de prestarle atención a la clase.

Aunque no me mira, sé que está realmente confundido. Pero no puedo decir que eso significa que guste de mi cuñado. Solo sé que es raro. Es alguien que ni el viento le afecta y ahora de repente está meciéndose incómodamente.

—Joy Miller, ¿te gusta incomodar a los demás?

—Eso debería ser mi pregunta...

—No, en serio hablo, ¿tienes una fascinación por tratar así a la gente que es diferente a ti?

Su tono sigue siendo neutro y su mirada está de nuevo enfocada en sus alumnos. Siento una incomodidad rara en la garganta, como si hubiera cometido un error que va a salir caro. Y eso me pone ansiosa, porque me esperaba al menos enojarlo.

—¿Esto es una burla homofóbica de tu parte? —murmura y cuando quiero responderle, me vuelve a interrumpir—. Llevo tres años aguantando este comportamiento tuyo, pero que me vengas con esos planteos indebidos a mí, que soy alguien a quien debes respetar, no lo soporto. Vete de mi clase.

—Vamos, no era mi intención hacerlo sentir mal, solo...

—No me hagas humillarte delante de todos tus compañeros diciendo que Joy Miller acaba de ganarse clases gratis para todo el verano.

—Nadie se lleva educación física.

—Hay una primera vez para todos.

Intento tomarlo del brazo para que no me deje de esta forma, pero noto por primera vez su mirada dolida, como si hubiera dicho algo realmente cruel. Yo... no pensé que fueran tan fuertes mis bromas, siempre creí que él se las tomaba bastante bien, mejor que cualquiera.

Pero su reacción no me divierte en lo absoluto y mucho menos cómo me corre el brazo, como si yo fuera una abusiva que lo estuvo acosando.

Mierda, he hecho esto todos los años y ahora es la primera vez que se siente tan raro y peor aún cuando debo de irme del patio. El patio en el que todos somos aceptados. Sí que es anormal todo esto.

Cuando suena entramos en receso, yo salgo de mi salón antes de que Jasón vuelva con el curso y voy directo a mi casillero, donde Gael me saluda con lengua de señas. Sé algo básico de ello, ya que aquí mismo hay cursos intensivos.

—Espera, no te acercas con esa cara de asesina, esto es raro —dice cuando paso por su lado.

—No tengo cara de asesina.

—Sí la tienes, pero bueno, ignorando eso, ¿pasó algo?

—Gael, ni me conoces, no hagas de cuenta que tienes idea de algo de lo que me pasa —menciono exhausta y él toma mis palabras con un poco de tacto.

—Solo preguntaba... ¿Cómo te fue con vóley?

—Mal.

—¿Y con la clase de Jasón?

—Fatal.

—¿Okey? Bueno, eh, veo que alguien está de mal humor.

Su expresión confundida solo me hunde más. No quiero que haga esa cara rara de "no poder descifrar lo que me sucede". Me encantaría que simplemente dijera algo fuera de lugar para enojarme con él, pero solo camina por el comedor y habla de tonterías de sus amigos. Justo cuando los menciona, veo a mi grupo acercarse.

No es que pienso en "amigos" y las manifiesto a ellas, sino que simplemente resaltan entre la multitud, quizás porque todos las conocen como las populares de décimo... O por algún otro apodo fuera de lo común. No lo sé, yo aún me sigo sintiendo incómoda comiendo junto a ellas mientras tengo mis pastillas que suenan sin parar cada vez que doy un paso.

Ellas no me ven, porque me termino escondiendo detrás de Gael y otros tipos de su altura, pero claro que él me nota detrás de sí.

—Está bien que ellas son malas, pero yo no pienso defenderte si hay una pelea —suelta con ese bufido a modo de risa.

—Qué chistoso eres, Gael Diab.

—Gracias, me halaga que me lo digas tú.

Le doy un pequeño golpe en la espalda y él solo se ríe de mí mientras se adelanta en la fila para pedir comida. Yo solo lo acompaño ya que mi lonchera está cargada, pero me camuflo bastante bien para que mi grupito solo siga con su camino.

A ellas pocas veces les importan los otros a no ser para chisme, así que no es de extrañar que nunca me pregunten qué hago en el almuerzo, pero sí qué hago en una fiesta. Son víboras y está bien, cumplen su rol de populares. Yo nunca vi una de esas que fueran buenas y dulces, solo me he encontrado con chicas como Monique o Leticia. Megan y Amber son excepciones gigantescas que pasarán a ser la regla, no hay duda de ello.

Si no se libran rápido del veneno, ellas se convertirán en uno. Y cuando una se ve metida en esa mierda, no sabe para dónde huir.

Es una broma rara que yo haya encontrado a Gael entre tanta gente que me detesta. Incluso me siento tonta cuando pasa su mano por encima de mi hombro y me muestra cómo puede hacer equilibrio con una bandeja en mano mientras pasan montones de personas a su costado.

No sé por qué él me eligió a mí.

Pero le agradezco que me dé una oportunidad, aún si yo no soy buena para mantener lo que sea que implique esta relación.

Me gustaría cree que esa sonrisa en su rostro al verme va a durar cuando sepa lo mal que hago las cosas.

Distraigo mi mente abombada cuando llegamos a la mesa de sus amigos y Khalid se cubre la boca al mirarnos.

—¿Ya formalizaron?

—Ay, vete a la mierda, hermano —suelta Gael mientras saca su mano de mi hombro.

Y en cuanto hace ese mínimo gesto, pierde el equilibrio al tener la bandeja en una mano y se le cae al suelo. Desastroso. Yo miro hacia otro lado mientras intento contener la risa y lo escucho a Gael hablando en... ¿árabe?

—Me parece que no la impresionó —dice el único americano de ese grupo.

—Nop.

—No la quería impresionar —se queja él mientras junta todo lo que se le ha caído y maldice.

Nunca vi un rostro tan furioso, pero gracioso como el dé. Y, por primera vez, noto que todos lo ven. No puede pasar de largo con esa gran actuación de caída. Pero a pesar de que algunos se ríen sin buenas intenciones o murmuran, él no se pone a la defensiva, solo junta la comida y se dirige al tacho de basura más cercano. Solo yo quedo a la mirada de los otros y esto es un poco... cómodo.

—¿No te importa que te vean con nosotros? —pregunta Khalid y yo solo niego con la cabeza.

—A ver, me da lo mismo, solo hay un par de personas que no quiero que me vean.

—Típico de chicas populares.

—¡Que no es por ustedes!

—Claro, ella no quiere que la vean con los marginados.

—Son un dolor de cabeza.

Aunque noto que ellos se mofan de mí, yo les sigo un poco el juego mientras espero a que Gael vuelva, pero él no lo hace. Se queda a un costado. Lo noto escribiendo algo en su teléfono y luego haciendo esa expresión de disgusto. ¿Qué le pasará?

Sea lo que sea, sus amigos intentan lo más posible que no lo viera y hasta me sorprende a qué punto llegan para distraerme.

¿Qué sucede con Gael ahora mismo?

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