Capítulo 20

Joy Miller

Desde que me crucé a Jayden todo me está saliendo mal. Me peleé con Heather por defenderla en su clase, ya que unos desagradables empezaron a tomarle el pelo con chistes de índole sexual; al parecer "ella tiene todo bajo control". Después de eso me estuvieron molestando, llamándome "La puta justiciera" y muchos apodos más sin mucha originalidad. Incluso las propias mujeres son muy crueles a veces.

Y después, como si fuera poco, empecé a sentirme muy mal de la cabeza, porque no podía evitar pensar en la mirada enfadada de Heather y cómo Jayden corrió para calmarla cuando me llamó a la dirección. Siempre está presente en los momentos juntos.

No puede ser que él la pueda calma y yo como hermana no. ¿Acaso lo suyo fue tan fuerte? ¿Puede ser que yo solo sea el reemplazo de mi hermana? Dios, lo odio tanto.

Lo odio tanto que me salto la clase de español para echarme a llorar en el patio, donde no hay nadie entrenando gracias a algún dios. No puede ser que cargue con el estrés del fantasma de mi madre, de la actitud cambiante de Jayden y de mi propia estupidez al querer defender a alguien que no quiere ser defendido. Tan solo quiero ser una buena persona que se involucre bien en todo, alguien que justo encaje.

Pero no es suficiente, no importa las cosas buenas que pase, siempre habrá algo peor esperándome. El destino no me quiere ver tranquila como una adolescente normal.

—¿Joy? —levanto la mirada pensando que será Jayden.

Y no, esta vez no se trata de él. Ahora mismo debe estar dando clases. El único que no está en clases es el profesor de psicología: Ramish. Y parece que me observa, pero la realidad es que está un 90% ciego, así que no es muy posible que sepa que soy yo, a no ser que me haya escuchado.

No entiendo muy bien cómo se maneja, ya que no sé mucho de las personas ciegas, pero Ramish tiene como un sexto sentido para identificar a la gente. Sus sentidos son tan agudos que se vuelven uno extra. Por eso mismo no me aterra para nada que me identifique aún sin oír ni una palabra mía.

—Me pregunto cuántas veces me habrás escuchado llorar —menciono y él sonríe de forma lineal.

—Tu aroma es inolvidable, tienes un perfume muy raro. Jamás te escuché llorar.

—¿En serio es tan raro?

—O muy fuerte.

Yo solo suelto una risa seca y me levanto de mi asiento para sentarlo a él a mi lado. Sé que no es necesario, ya que puede guiarse bastante bien, conoce a la perfección la escuela, pero quiero ser buena y me sale bastante bien a juzgar de su agradecimiento.

—¿Es muy fuerte su memoria muscular?

—Supongo que sí, lo es. Al final llevo 24 años educando con mi ceguedad y todo.

—Entonces, ¿qué pasaría si se encuentras con una remodelación? ¿O viaja a un sitio que no conoces? Creo que sería desesperante vivir con esas dudas.

—No lo es, Joy. No me preocupo por cosas triviales que pueden o no ocurrir. Sería estresante hacernos todo el tiempo la pregunta del "qué pasaría" y pensar en una respuesta certera.

—Siempre es muy calmo, da respuestas como si... No lo sé, como si ninguna tragedia de su vida fuera tan trágica.

Mierda. Me cubro la boca de inmediato y pido perdón en un tiempo récord, porque actúo como una imbécil cuando estoy enfada conmigo misma. Ni siquiera sé por qué dije todas esas cosas, si es obvio que él preguntaría cómo me sentía.

A pesar de mis disculpas, él no me devuelve ninguna respuesta. Parece concentrado en un punto fijo al frente y hasta puedo notar algo mínimo de visión en sus ojos. ¿Cómo será ver con esos ojos tristes? No, no creo que le resulte cómodo que me compadezca de él. Ya tiene 50 años, no puede cargar con toda la lástima que la gente le atribuye.

—Lo lamento demasiado, en serio. Soy muy estúpida con mis palabras.

—Te culpas demasiado. Está bien, el error ya fue cometido y a mí no me dejó ninguna consecuencia. Parece que a ti te duele más equivocarte.

—Es que no lo entiende, yo cometo errores, muchísimos, más de los que las personas norma-les cometen... Soy como una bomba a punto de explotar a cada momento y me intento convencer de que no es así.

Me freno. Estoy hablando con Ramish y no sé cómo hace para provocar esta soltura. Transmite una paz que me envuelve. Quisiera decirle todo lo que está pasando por mi cabeza, pero tengo que contenerme.

—¿Y qué más?

—No voy a decir lo demás.

—Creo que como te puedes contener con es-tas palabras, podrías también contenerte con la impulsividad, Joy. Todos te conocemos por ser alguien que no se calla y eso está excelente, hay que hacerse escuchar. Pero también hay que tener cuidado con lo que le dices a los demás o la idea de "venganza".

—No puedo soportar las cosas que me parecen injustas. Tengo que hacerle frente. A veces hay que ser peor que la otra persona para ponerla en su lugar.

Se vuelve a quedar callado. Está mirando al frente, creo que porque no le ve relevancia girarse hacia mi voz, si de todas formas no puede verme. Debe estar queriendo huir de esta charla. Yo también quisiera eso.

—¿Sabes qué siento? Siento que guardas mucho rencor. Creo que deberías transformarlo.

—No soy rencorosa, en serio. No es que planeo una "venganza" hacia todos aquellos que me hicieron daño.

—El rencor no se trata solo del "deseo de vengarse" Joy, sino de la furia que se guarda hacia alguien. Esta furia desata malas situaciones y de las malas situaciones vienen malas acciones que solo atraen a un mayor karma.

—No lo estoy entendiendo. Disculpe si le parezco estúpida, pero me es complicado descifrar sus palabras budistas.

Él solo suelta una simple risa. Creo que no se está burlando de mí, ya que se toma el tiempo de responderme.

—Buda decía "Cuando alguien nos ha hecho mal, ardemos en ira y odio. ¿Por qué entonces repetimos el mismo mal del cual culpamos a los demás?". El rencor se vuelve venganza si uno deja que siga avanzando ese gran resentimiento y la venganza nos genera una satisfacción digna, debido a que actuamos por instinto, sin pensar en nosotros ni en el otro.

» Dime, Joy, ¿eso que te deja inquieta se merece hacerte tan infeliz? ¿Crees que tu odio está controlado o que te traerá algo positivo?

Sus preguntas resultan diferentes a las de Nona o Heather. Ellas suenan acusatorias cuando hablamos al respecto. En cambio, él parece estar preguntándomelo como alguien que me conoce de toda la vida. Y sí, puede ser que me conozca de hace bastante, pero no estoy segura de que sepa todo mi historial. Probablemente se hace una idea y ya.

Al menos no está cuestionándome sobre por qué me siento mal o cosas por el estilo. Eso me haría pasar una gran vergüenza.

—No hace falta que respondas. Solo es para que reflexiones sobre tu situación.

Percibe muy bien a la gente para ser alguien que es ciego. Esto es un poco juzgador, pero creí que los ciegos eran un poco más necios a la hora de comprender a una persona, ya que no pueden ver su reacción. ¿Será Ramish un ciego particular?

No me veo en el descaro de preguntar por su particularidad. Solo le agradezco la charla y me quedo en silencio. No es incómodo, pero tampoco es como si me gustaran los silencios. Solo espero hasta que el timbre toque para irme y de esta forma no ser descortés. Él parece de los respetuosos moralistas y no quisiera hacerlo enojar.

Y cuando finalmente el timbre toca, me pongo de pie, no sin antes ofrecerle la mano a Ramish e insistir con ayudarlo. No lo hago por pena. Es más, siento que debe necesitar un poco de esto, pero la gente lo sobreestima demasiado.

—Espero que puedas ser así de bondadosa con los demás, Joy.

—Voy a intentarlo. Ser buena cambiaría mi karma, ¿cierto?

—Sí, pero primero te tiene que nacer el "ser buena". Lamento decirte que no se finge.

—Sé que no le puedo mentir a lo que está por encima de mí.

—Ese es un gran paso.

Posa su mano en mi cabeza durante un segundo y luego se marcha como si hubiera decidido hacer algo más entretenido. O como cualquier profesor con sus responsabilidades.

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