Capítulo 15
Joy Miller
Desde que tengo trece años he estado metida en fiestas de chicos de dieciocho. Hay una diferencia, aunque la gente no lo quiera aceptar. Y siempre lo he notado. Pero, aún así, sigo viniendo a estas porque es mi ambiente. Adoro ir de fiestas, pasarla bien...
Nunca aprendo.
Esta fiesta al inicio era divertida —lo que significa dos cosas: tenía buena música y había gente más o menos agradable—. Pero luego empezó la hora de las drogas y mi vaso pasó a ser un posible atentado de pastillas, así que dejé de tomar hasta jugo y no tuve con qué tomar mi medicina contra la anemia porque Amber estaba demasiado ida como para indicarme dónde quedaba el agua.
Incluso ahora mismo estoy a su lado, porque ella decidió estar cerca, insistiendo en que soy su única amiga confiable.
—¿Y qué hay de las otras tres?
—Pues me odian, ¿nunca lo notaste?
—No te odian... Es que no estás en tus cincos sentidos, no es coherente hablarte siquiera.
Y tengo razón, porque empieza a actuar como una niña chiquita y caprichosa para luego reírse de cualquier cara que se imagina que hago. Es su casa y no la cuida en lo absoluto, porque me cruzo a algunos cogiendo en la sala de estar de su padre —donde guardan las cenizas de su abuelo— e inhalando algo que prendieron dentro de un decantador que parece de lujo. Vaya desperdicio de dinero.
Hay luces neón prendidas y la música está siendo manejada por dos ebrios que se pelean —uno es fanático de la música electrónica y otro ama el rock de los 60s—. No puedo ni explicar el horror que están viviendo mis oídos. Pero a nadie le importa, quizás porque están muy drogados como para darse cuenta que así no se baila esta mierda o que Justin Bieber no es Lennon.
No sé por qué siempre intento buscarles sentido a los drogados, si de todas formas hacen cosas según a como se les da la gana.
Ni siquiera sé que hago con Amber pegada a mi brazo, pero ella parece bastante cómoda y no quiero estar sola con estos chicos que me miran como si fuera carne fresca. Si me hubiera puesta una pollera más larga me mirarían igual, incluso vestida de monja babearían por mí. No porque sea atractiva, sino porque piensan que soy una puta a la espera de que alguien venga y me coja.
Solo con Amber me siento segura y siempre ha sido así en todas las fiestas, sin ninguna excepción. Aunque la mayoría de veces la pierdo de vista porque se va con un chico y luego vuelve con el corazón partido, un poco más consciente.
Mi feminismo no me permite girar la mirada a ninguna situación de violencia hacia una mujer, pero puedo pasar horas buscándola y no encontrarla. Luego de que "eso", que nunca sé definir, sucede, no habla más del tema.
—¿Por qué no te drogas menos? —pregunto en voz baja y ella me escucha.
Milagrosamente me escucha y responde de una forma que parece rara por parte de alguien drogado. Habla muy bien durante unos segundos. Y parece que las escaleras que estamos bajando ya no le afectan como para tropezarse.
—Porque eso significaría afrontar la realidad.
—Amber...
—Eso significaría no ser feliz.
"Eso significaría no ser feliz, Joy. Significaría darme cuenta que existes y eres igual a él. Significaría darme cuenta que me odias."
Esas palabras pasan por mi cabeza como una motosierra que toca todos los puntos sensible y mis pies pierden fuerza. Soy yo la que cedo ante las escaleras mientras escucho su horrible voz, su tono de muerte. Me tapo los oídos y sé que nadie me mira porque no importo, pero el hecho de que las manos de Amber sean las únicas en querer tocarme me hacen huir con todas mis fuerzas.
Debo estar mareada por no tomar la pastilla, seguro que algo malo sucede con mi cuerpo a estas horas de la madrugada. Solo debo de tomar aire y todo estará bien. Pero Amber me sigue y grita mi nombre... igual que ella, igual que su maldita costumbre de intentar arreglar todo comportándose sin dignidad.
No la quiero cerca de mí, no me importa qué tan egoísta sea, sé que si está a mi lado un segundo más solo tendré pesadillas.
Así que en cuanto salgo, y la pierdo de vista al escabullirme entre algunos universitarios que la entretienen, me siento en el pasto sintético. Solo reflexiono sobre todo lo que sucedió y no puedo entender por qué las cosas siempre me salen mal.
¿Atraigo que las cosas sean de esta forma o...? No lo sé, puede que yo sea el problema. Pero no lo tolero. Por hoy opto huir de todo esto e ignorar que adentro puedo ver a mis amigas coqueteando con el mismo chico solo que con minutos de diferencia.
Bueno, no lo puedo ignorar porque es interesante saber que el chico que le gusta a Leticia no gusta de ella y hace ese gesto de forzado a escucharla mientras que a Monique la ve con curiosidad y a Megan la besa. Dios, yo no me puedo creer que no se den cuenta entre ellas.
Al menos eso es divertido.
Tomo mi celular y veo algunas historias en Instagram. Heather subió ochenta fotos de un pueblito cerca de San Diego y al final puso una historia que dice "a dormir con mi viajero favorito" junto a una foto bastante poco casual de ella y Marcos. Hace cinco horas que subió eso. Supongo que debe estar con el celu aún. A veces hace eso de quedarse durante horas por más que refleja en su red social una vida completamente diferente.
Voy a hacer el intento de llamarla para que me venga a buscar, porque no voy a levantar a Noria por esto. Heather viene haciendo falta desde que mamá falleció.
A la primera nadie atiende, a la segundo rechaza la llamada y a la tercera finalmente escucho su voz.
—Ther, hola, lamento haberte llamado tan tarde. ¿Podrías venirme a buscar? Sí, ya sé que no tengo que ir a una fiesta si no la puedo aguantar, pero todos están drogados y me asustan.
—Joy, ya eres grande, arréglatelas.
—Heather, por favor, no aguanto este ambiente y me tengo que ir con Megan que seguro está fatal para conducir.
—Pues chocarán, asuman consecuencias. Además, acepta que la gente se droga y no significa que sean mamá, ¿sí?
—¡Vamos, Heather, te lo pido por favor!
—Deja de molestar, Joy.
La odio. Odio que a estas horas es la persona más amargada del mundo conmigo y no es capaz de procesar mi dolor. Incluso me bloquea antes de que pueda llamarla de nuevo.
"Gracias por nada, hermana" le mando a pesar de que sé que no le llegará y no me queda de otra que llamar a Jayden, esperando que esté de mejor humor. Me alegra escucharlo tan bien.
—Peque, ¿qué pasó?
—Ey, amor, ¿puedes venirme a buscar? Lo siento, pero estoy desesperada, ya no soporto más esta fiesta de mierda y seguro mi conductora asignada chocará a la primera que pise un auto.
—Jajaja, claro, entiendo... Eh, sí, ¿quieres que vaya ahora?
—Sí, eso estaba pidiendo.
—¿Ahora ahora?
—Ahora ahora.
—Bien... Solo para tenerlo más en claro. Bueno, voy para allá. Chau, Farid, tengo que buscar a mi princesa... Ay, no, no me la encajes a mí.
Corta antes de que pueda adivinar qué le encajó. Supongo que debe ser cosas de hombres y nada raro.
Lo bueno es que Jayden cumple con sus palabras, así que ansío encontrármelo lo más pronto posible con tal de irme de aquí. Quiero que él me consuele en sus fuertes brazos y que me lleve a su cama, que me abrace mientras me acaricia el cabello. Amo todas las cursilerías que con cualquier otra persona podría odiar.
Amo que es el único que está para mí y deja todo lo que tiene que hacer con tal de venir a buscarme. Incluso me manda la ubicación y un audio en el que me pide que esté tranquila, que le llevará un tiempito, pero que vendrá lo más rápido posible. Yo me quedo con eso mientras sonrío. Seguro mis amigas quisieran un novio como el mío. Pero todas envidiamos algo de la otra... Como por ejemplo yo a sus padres tan atentos.
Me despejo de todo eso en cuanto escucho la bocina de un auto y me tiro para atrás, asustada por el repentino ruido y la intensa luz en frente de mis ojos. Un poco más y me chocaba.
—Joy, ¿vamos?
Quizás esté un poco tomado, porque eso explica su ligero tambaleo y el tono que ahora escucho más desvariado. No lo pensé antes, pero sí que se escuchaba raro.
Yo me acerco hasta él y lo miro de cerca. Él se ríe un poco de eso y no puedo creer que también tome tanto como Megan. Creí que sería más responsable.
—¿Cómo viniste tan rápido?
—A veces hay que pasar algunas señales rojas, ¿no?
—Jayden, no, por Dios...
—No te enojes, solo que me asusté por pensar que estabas mal, bonita.
Me da un beso en la boca y lo alejo de mí en cuanto pienso en que alguien podría vernos. Pero no tardo en caer de nuevo en su tentación cuando recuerdo que a nadie le va a importar, seguro que no recordarán ni su nombre cuando se levanten por la mañana.
Nos envolvemos un poco, más que nada por su calentura de borracho, pero cuando intento subirme a mi asiento de copiloto él abre la puerta de atrás. Yo nunca me siento atrás en su auto. Y noto cómo sus ojos se abren cuando intento subirme a mi típico lugar.
De no ser por mi orgullo, muchas veces me hubiera ahorrado problema innecesarios. Hoy es una de esas veces.
—¿Qué mierda es todo esto, Jayden?
—Joy... Cálmate.
—¿Quién es ella?
—Una amiga... Sí, es eso, ya sabes.
—No, no sé nada de esto porque la única amiga que me presentaste es Megumi. No me hagas buscar pistas, sabes que soy buena para eso.
—Claro, si eres mi pequeña Shakespeare.
—¡No evites el tema!
Me acerco a él tras cerrar la puerta donde me encontré a la chica dormida plácidamente y lo escucho suspirar. ¿Ahora soy yo el problema por enojarme ante sus nulas explicaciones? Jamás le he faltado el respeto, mucho menos de esta manera.
—¿Quién es ella, Jayden Smith?
—No es nadie. Escucha, te estás haciendo una idea equivocada en esa cabecita tuya.
Me toca la cabeza con su dedo índice y se ríe como si fuera un buen chiste, ¿cuál es su problema?
¿Cuál es mi problema? Estoy intentando razonar ante alguien que está ebrio. Ni loca me subiré a su auto, prefiero esperar eternamente a Heather. Ahora mismo me desilusiona ver esta versión de mi novio.
—Linda, escúchame...
—Eres un peligro, no quiero subirme a un auto contigo.
—No quieres subirte porque estás herida y lo entiendo.
—En serio, suéltame,
—No, tenemos que hablar.
La puerta trasera está abierta y como si fuera tan simple como dar vuelta una tortilla me gira entre sus brazos para empujarme ahí adentro. Él nunca ha sido tan agresivo como ahora mismo, insistiendo en que hablaremos en casa y presionando mis brazos contra el asiento. Yo me resisto todo lo posible, incluso le doy patadas que apenas le llegan. Pero dejo de esforzarme cuando siento un intenso dolor en la muñeca.
No lloro por el dolor que me ocasiona, sino por la tristeza que me causa verlo así de agresivo. Lloro del miedo. Jamás he sentido esto en mi vida.
Creo que se asusta por mi llanto. Y de repente escucho la voz de Amber que ha tomado una fuerza repentina.
—¡Déjala, bruto! ¡Lo grabaré si no la deja en paz!
Ella está drogada, no hay otra razón para que golpee la espalda de Jayden ni para que grite con tanta fuerza de no ser por eso. Y, aunque debería estar agradecida, la odio un poquito, porque esto solo empeorará mi relación con mi novio.
—La dejo, está libre... Por favor, Amber, no era nada fuera de...
—Córrete, bruto. ¿Estás bien, Joy? ¿Te duele algo?
Sus manos pasan de inmediato a mi rostro y aunque me intento alejar, no deja de hacer esa expresión típica de Amber: preocupadísima. Es la única mujer en la que confío por completo de su falta de maldad. No intenta aprovecharse de mí.
Salgo de inmediato del auto mientras ella me toma de la mano. Le hace una mueca a Jayden y nunca me he sentido tan estúpida como ahora, cuando él se cruza de brazos al verme alejándome junto a ella. Y no me parece tan mala su actitud cuando a los segundos llega Marcos.
No sé por qué no esperaba que viniera, si siempre que llamo él está despierto y hace hasta lo imposible por venir. Pero hoy he estado más perdida de lo normal y quizás por eso solo observo cómo Jayden se despide a toda velocidad en ese auto nuevo suyo que siempre cambia de aroma.
Ni siquiera afronta a Marcos. Hasta creo que lo desconozco ahora mismo... ¿O es que habré tomado de más?
Solo quiero dejar de pensar y por eso mismo le pido a Amber que olvide todo lo que pasó.
—Te debo una, pero tú te callas —vuelvo a advertir antes de subirme al auto de Marcos.
—Joy... ¿Qué tienen ustedes dos?
—Marcos es solo mi cuñado.
—Hablo de Jayden y tú.
Su tono lleno de duda genera que suba de inmediato al auto y que me refugie en un abrigo suave que ha traído Marcos consigo. Él no me cuestiona, pero es porque no sabe nada.
Si supiera lo mataría.
Mejor esconder esto por el bien moral de todos.
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