prólogo

Acarició el borde de la taza de su café con suma delicadeza con su dedo índice, observando el contenido marrón oscuro -casi negro- que había en la taza fijamente con una intensa mirada de aburrimiento. Su mejilla estaba apoyada en su mano izquierda, manteniendo un leve puchero en sus labios como muestra de aburrimiento. Estaba esperando a su jefe, al fin había conseguido convencerlo de cambiarla de caso y ansiaba pacientemente por su respuesta aburrida en su oficina.

Un mes después de que se abriera la investigación para encontrar al famoso Coleccionista de Corazones, ella consiguió una prometedora pista que conectaba aquél caso con uno bastante personal que investigaba por su cuenta, por lo que estuvo rogando el último mes para que la metieran en ese caso aunque sea como el ayudante del detective, algo que le resultaba algo denigrante.

A pesar de sus veinticinco años de edad, había logrado destacar en su área como una de las mejores investigadoras. Acostumbraba a estudiar todo con una minuciosidad increíble y por ello había logrado resolver bastantes casos, tanto menores como más importantes. Naturalmente, aquello había elevado un poco su ego, así que acostumbrara a sólo aceptar casos en dónde ella pudiera ser el detective principal. Por ello en un principio no había estado interesada por el Coleccionista de Corazones, no le interesaba ayudar a alguien más en su trabajo, sin embargo al darse cuenta que podría estar relacionado con el cerrado caso de su hermana, había hecho todo lo posible por entrar en él. Sabía que en el proceso terminaría con el que hasta ahora habría sido el compañero para ella reemplazar su lugar, pero no se sentiría culpable por nada en el mundo robarle el caso a alguien más.

Se sentó derecha en la silla del escritorio apenas escuchó que tocaban la puerta, contestando con un rápido "pase". Un canoso hombre de aspecto enojón con un simétrico bigote poblado atravesó el umbral de la puerta, inclinando levemente y muy rápido su cabeza como saludo. Aclaró su garganta, quedándose de pie frente a ella, antes de decir.

—He conseguido que te transfieran a este caso, señorita Queen— anunció. De los labios de ella se asomó una pequeña sonrisa —. Mas quiero que sepas que sólo lo he conseguido porque eres una de las mejores y, tal parece, que esto es más complicado de lo que se veía antes.
»Te transferiran a la oficina de Hawkins por los momentos, está al lado de la del señor Haddock y podrán trabajar más a gusto— informó —. Mientras tanto, puedes ir viniendo conmigo para presentarte al equipo.

Ella asintió, levantándose de inmediedo de su asiento para seguirlo. Juraba que habían cruzado el piso completo antes de llegar a las oficinas del equipo del caso, pues se encontraban cerca de las escaleras al primer piso y su oficina original se encontraba posicionada al otro lado de ellas. Entraron en una mediana estancia con una mesa rectangular al centro, un pizarrón acrílico al fondo lleno de algunas anotaciones, junto a una pizarra de corcho que sostenía varias fotos con las chinches y un lento ventilador de techo -que prácticamente no servía por el aire acondicionado-. En las sillas al rededor de la mesa habían unas cinco personas, una chica de larga melena pelirroja, un asiático, un albino y una hermosa ojiverde de largos cabellos dorados. Claro estaba en el en centro de la mesa estaba el jefe de equipo, un hombre de expresión seria e imponente, con unos oscuros ojos verdes tan profundos e hipnóticos, un largo cabello perfectamente alborotado color castaño e incontables pecas en su piel dorada. Haddock era un atractivo treintañero, codiciado por muchos y también uno de los mejores aquí, incluso mejor que ella por su mayor experiencia en el campo.

El jefe carraspeó para llamar la atención, haciendo que todo el equipo volteara a verlo junto a la joven chica que había a su lado.

—Ella es Elsa Queen— presentó —, desde ahora formará parte del equipo de este caso. El señor Hawkins lo ha abandonado por uno más sencillo por asuntos personales, así que ella también se mudará a su oficina— informó.

Una vez todo aclarado -dejando una carpeta que muy probablemente sería su historial con Haddock-, él abandonó la estancia, dejándola sola en un incómodo silencio. Sintió todas las miradas sobre ella esperando algo, hasta que aquella pelirroja señaló el asiento frente a ella con sus ojos grisáceos. Elsa se apuró por rodear la mesa para sentarse recta y firme, esperando a que volvieran a lo suyo o que la pusieran al corriente de todo lo que hubiera pasado durante los últimos dos meses referentes al caso. Contrario a esto, aquella rubia de brillante mirada empezó a hablar de algo que no tenía nada que ver con lo que ella esperaba.

—Escuché que Jim abandonó por paternidad— soltó una suave risita —, ¿No es adorable?

—¿El hijo de Jim y Ariel Hawkins?— la pelirroja arqueó una ceja —, jamás, será el desastres de los desastres. El mocoso le sacara canas a destiempo, ¿verdad, Frost?— sonrió sugestivamente, cruzándose de brazos y dejando caer su espalda en el respaldar de la silla de forma relajada.

—Jaja, muy graciosa tú— respondió con sarcasmo —. Con tres hermanos adolescentes me sorprende que no seas tú la canosa, zanahoria.

Ante aquél comentario, la pelirroja soltó una mueca de disgusto, temblando exageradamente como muestra de desagrado.

—¿Y tú qué opinas, Dashi?— preguntó la rubia con interés, observando al asiático.

—Que me da igual— se encogió de hombros —, no voy a ser yo quién cuide a tal monstruito.

La pelirroja y Frost empezaron a reír en voz baja, haciendo que el ceño de la rubia se frunciera. Antes de que ella pudiera replicar y defender su argumento de que el reciente hijo del tal Jim Hawkins sería de lo más lindo, Haddock acaparó toda la atención cuando dijo sus primeras palabras en el tiempo que ella llevaba ahí.

—Su historial promete bastante— observó, dejando la carpeta de lado y ganando la atención completa de todo el equipo —, bienvenida al equipo.

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