02
El barrio estaba realmente silencioso, algo no muy común a las seis de la tarde, cuando muchos recién llegaban a sus casas y los niños jugaban fútbol en media calle. Estacionó su carro frente a su pequeña casa, quedándose fuera unos momentos, evaluando toda la calle. Se había hecho una costumbre desde que empezó a trabajar en el caso del Coleccionista de Corazones, cada vez que había una nueva víctima los vellos del brazo se le erizaban mientras un escalofrío recorría su espalda. Las con los primeros asesinatos tuvo horribles pesadillas de forma constante, en todas ellas se encontraba en su cama durmiendo plácidamente, hasta sentir el peso de alguien sentado sobre su estómago, abría los ojos y veía una silueta no tan clara en la oscuridad, levantando un cuchillo, tomando vuelo antes de apuñalarle el pecho reiteradas veces, siempre despertaba con una sensación de dolor causada por su propio cerebro y su mano derecha sobre su corazón, que bombeaba como loco. Mas habían pasado dos meses de eso y no habían ido a por ella. Eso no significaba que no guardara una pistolita cargada en el cajón de la mesita de noche, que no revisara hasta el último rincón de la casa antes de dormir, que no comprobara que las puertas y ventanas estaban cerradas, pero podría decirse que estaba más tranquila.
Puso a calentar un poco de pizza de la noche anterior en el microondas, en lo que se iba a bañar.
Era relajante y uno de los lugares donde se sentía segura de la casa. El pequeño cuartito de baños no tenía ventanas, sino más bien un ducto de ventilación que daba hacia afuera, por lo que, mientras la puerta estaba trancada con seguro, podía permitirse un estado de relajo total. El agua tibia alejaba la mayor parte de sus preocupaciones al menos los pocos minutos que permanecía en la ducha, hasta volver a salir de ese pequeño cuartico que sentía seguro para estar en el resto de la casa.
Debido al estrés de ser una posible víctima, no se había encontrado alimentando verdaderamente bien. La comida le sabía horrible y sólo cenaba por para no bajar mucho de peso. Almorzar junto a sus amigos era realmente cómodo, estaba acompañada, no la dejaban sola y por ende se sentía más segura, pero la realidad era que se saltaba los desayunos de constante.
Una vez acostada en su cama, leyendo algunas noticias en su celular, éste comenzó a vibrar, mientras el contacto de Tadashi aparecía en la pantalla. Frunció el ceño, nunca la llamada a deshora (ocho de la noche) y menos si no era cuestión de trabajo, eso era algo más común de Rapunzel y especialmente Jack, quienes eran bastantes informales con ese tema, por lo que podían escribirle hasta para saber cuántos huevos lleva una torta. Atendió al teléfono y lo que escuchó le heló la sangre.
Rápidamente colgó, se quitó el pijama y volvió a ponerse la ropa de ese día. Se colocó por encima de los hombros su chaqueta de jeans, guindando su cartera de forma cruzada sobre su hombro.
Corrió rápidamente al carro y manejó apurada a la dirección dicha por él, olvidando por completo pasar la llave de la casa al salir.
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Rapunzel simplemente odiaba todo lo que tiene que ver con asesinatos, por lo que cada vez que se metía en un caso de esos, se le asignaba un asistente que iba a esos lugares por ella. En este caso, Jack Frost era su asistente de turno. Cuando llegó a la escena ya estaba la clásica cinta policíaca rodeando gran parte de la escena del crimen, mientras los policías retenían a la gente chismosa para que no se acercaran, por lo que no era de extrañar que pidieran su identificación.
Hiccup interrogaba a unas cuantas personas mientras que la chica nueva, Elsa, se dedicaba a examinar el área. Habían bloqueado esa misma área en el piso de arriba del centro comercial, que contaba con un pequeño hueco con barandal que daba a la primera planta. Tadashi estaba en cuclillas frente al cadáver, con una mano en la barbilla.
Sorpresivamente, la nueva víctima no era una mujer, más bien un hombre. Era alto, de largas patillas, claramente pelirrojo, sus ojos, que permanecían abiertos, eran verde olivo. Tenía algunos hematomas en el rostro, más específicamente uno en la mejilla y otro en la comisura del labio. Su franela blanca estaba rasgada, manchada con la sangre que brotaba de su pecho, podía verse también claros rasguños en sus brazos. Estaba más que implícito que había estado forcejeando para intentar salvar su vida, un vano esfuerzo.
Toda la situación era realmente un caos, quién sea que estuviera detrás se los asesinatos se había arriesgado mucho y aún así parecía que había salido impune de ahí. Al ser de noche no habían tandas personas, pero aún así se arriesgó a ser visto.
A los pocos minutos de Jack llegar, apareció Mérida, respirando agitadamen. Ella corrió rápidamente a donde estaba Tadashi con el cadáver, mientras Jack subía a la planta superior para cubrir esa zona.
La pelirroja se apoyó momentáneamente del hombro del asiático, recuperando en aliento con una mano en el pecho. Aquella llamada le había sentado muy mal, odiaba cuando se anunciaba un nuevo asesinato.
—Tienes pasta dental en el cachete— informó el azabache cuando ella se agachó a su lado.
Mérida rodó los ojos.
—Este si que ha luchado por su vida.
—No sé qué habrá estado pensando el Coleccionista de Corazones— negó con la cabeza —. Ha sido muy arriesgado lo que hizo, todo pudo salir mal, pero lo que más me da rabia es que...
—Le salió todo bien— concluyó Mérida, apretando sus puños sobre sus rodillas. Desvió la mirada del cadáver, indicándole a otros trabajadores que lo llevaran a la morgue del edificio donde trabajaba.
Jack Frost inspeccionaba meticulosamente la planta superior, queriendo encontrar algo que por lo menos pueda delatarlo, que pueda decirles quién es al que buscaban. Había un pequeño rastro de sangre hasta el barandal que daba a la primera planta, muy probablemente el chico había sido empujando y le habían arrancado el corazón antes de lanzarlo, la pregunta era cómo lo había logrado sin que haya algún testigo cerca por aquél piso, cómo logró que nadie estuviera cerca para ese momento.
Para su deleite, encontró una pequeña billetera de cuero marrón tirada en el suelo, ahora sí que había sido descuidado. Abrió su maletín, mientras se agachaba frente al objeto. Se colocó unos guantes de latex y con unas pinzas metió la billetera en una bolsita. Sonrió emocionado, no podía esperar a descubrir lo que había ahí dentro, después de todo, las billeteras es algo en lo que guardabas información tuya que puede servir para algo más.
De vuelta a la primera planta, Hiccup Haddock se acercó a su equipo, tenía una expresión cansada en el rostro, mas había algo en su severa aura que decía que había logrado algo que los ayudaría a avanzar.
—Conseguí acceso a las cámaras de seguridad.
Una sonrisa victoriosa apareció en el rostro de cada uno en el grupo.
Eventualmente se separaron. Jack le mandó algunos mensajes a Rapunzel para ponerla al tanto de lo que había pasado y el trabajo que tendrían para el día siguiente. Tadashi fue el siguiente en irse, junto con Mérida, quién parecía medianamente transtornada (era comprensible teniendo en cuenta que ella podía ser una víctima más).
—Puedes ir a casa si quieres, te informaré todo lo que he visto por las cámaras.
—Soy... tu asistente— soltó lo último con un poco de desagrado —, por lo que ni creas que te voy a dejar solo.
Hiccup sonrió de lado y, con un leve movimiento de cabeza, le indicó que le siguiera, dirigiéndose al cuartico donde estaban las pantallas de las cámaras de seguridad.
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