01
Pasaron unos varios minutos en lo que la ponían al corriente de la situación. No había mucho que decir del caso, al parecer era una persona minuciosa que no dejaba cabos sueltos en las escenas del crimen, hasta ahora lo único que habían mantenido en común sus víctimas era el simple hecho de ser específicamente mujeres pelirrojas, además de que cada nueva escena era más elaborada y teatrera. Tadashi Hamada, el de rasgos asiáticos y médico forense, explicó que la única muestra de violencia ejercida contra las víctimas era un corte profundo en el pecho izquierdo, rompiendo parte de las costillas y sacando el corazón a la fuerza, por lo que mantenían la teoría de que las drogaba antes de matarlas. Algo que podía corroborar aquella teoría era que, por los momentos, todos los asesinatos habían sido ocacionados en la casa de cada una de las respectivas víctimas.
—Se ha estado burlando de nosotros— comentó la chica rubia, Rapunzel Corona, quién se dedicaba a revisar las pistas y evidencias. Del pizarrón de corcho tomó una de las fotos, pasándosela a Elsa —. Es horrible— se abrazó a sí misma, haciendo una mueca de disgusto.
En aquella foto de veía claramente un mensaje escrito con sangre, sangre que Rapunzel se apresuró a aclarar que era de la víctima, pues ya la había analizado. El mensaje era burlesco, claramente dejando ver que todo era un juego para aquella persona y los retaba a encontrarlos. Pudo detallar también parte de la habitación de la escena, las paredes eran de un suave tono lavanda y los muebles de madera blanca, todo se encontraba limpio y pulcro a excepción del asomo de un charco de sangre en el suelo de piedra acompañado de un rastro de gotas gruesas, que terminaban en el mensaje en la pared. «Atrapenme si pueden» nada amenazante y bastante cliché, sin embargo dejaba en claro que nada le importaba mucho al que sea que estuviera detrás de esto.
—Las primeras dos víctimas registradas son dos hermanas— está vez habló Haddock, pasando la carpeta que mantenía la información de las chicas —. Rosa y Haley Anderson, gemelas de diecisiete años. Lo único en común es su físico y parezco familiar, son demasiado diferentes.
Efectivamente, así era. En la pequeña foto que había el la hoja de información de cada una podían identificarse con facilidad. Haley llevaba su cabello atado en dos adorables trenzas, con una linda pañoleta amarilla adornando su adorable rostro maquillado de forma natural, además se asomaba la parte superior de un vestido amarillo pastel de hombros descubiertos y mangas abombadas. Si otro lado, Rosa llevaba el cabello despeinado con mechas moradas por todos lados, su maquillaje era conformado por un delineado negro bastante exagerado, sobre sus hombros llevaba una chaqueta de cuero y sólo se podían ver las finas tiras de la franelilla blanca que tenía puesta. No sólo sus estilos eran diferentes, también sus hobbies, costumbres, personalidades y círculo cercano.
—Lo mismo con la tercera, la cuarta, la quinta, hasta la octava— siguió —. No hay muchas similitudes, ni amigos en común, costumbres parecidas y, si las había, es muy raro ver que las hicieran en el mismo lugar.
—Con el último asesinato logramos encontrar esto hoy— Jack Frost, el chico albino, tomó otra de las fotos, pasándosela a Elsa —, así que volvemos a revisar las demás escenas a ver si encontramos algo parecido.
En la foto se encontraba un pequeño broche para ropa, con la forma de una rosa roja caída, casi marchita, moribunda.
—¿Un broche?— cuestionó. Fácilmente podía ser algo que aquella víctima guardaba o se le había perdido por ahí, no parecía muy relevante.
—No parece ser del estilo de la víctima, Anastasia Tremaine. Su madre asegura que odiaba los accesorios y ropas rojas, normalmente acostumbrara a usar morados y amarillos pasteles. Evitaba por constante los rojos y naranjas por su cabello.
—Tampoco es del resto de la familia— Mérida DunBroch, la chica pelirroja, río con amargura —. Tenemos la teoría de que tiene que ver con él.
—Un asesino muy romántico. Corazones, rosas, tu habitación— bromeó Jack.
—Ya quisieras tú ser el siguiente el la lista— Mérida alzó las cejas, sonriendo con malicia.
—¿Podrían dejar de bromear? Es escalofriante— habló Rapunzel, notablemente incómoda.
—Chicos, es tarde. Pueden ir a sus casas, no tienen trabajo por hacer y ya han hecho mucho hoy.
—¿Y tú te quedarás?— preguntó la rubia, levantándose de su silla y recogiendo su gabardina color beige.
—Voy a buscar el origen de ese broche.
—Bien— Rapunzel sacó una llave del llavero, entregándosela a Haddock —. Está en el cajón de arriba, no encontré huellas dactilares o algún rastro en él— informó.
—Gracias, Punzie— le sonrió suavemente.
El resto del equipo comenzó a recoger sus cosas, incluyendo a Elsa para poder irse. Los primeros cuatro hablaban muy animadamente entre sí, dejando bastante evidente la brecha que había entre ella y ellos debido a su repentina intrusión en el equipo, aún así, ella no se sentía molesta u ofendida por ello, se encontraba ahí por una razón y no era para hacer amigos.
Iba camino a su oficina, transladaría sus cosas ahora que estaba libre. Al abrir la puerta se encontró con una pequeña caja de cartón sobre la mesa, llena de cosas que se encontraban ahí muy desordenadamente. Suponía que Hawkins ya había transladado sus cosas en lo que ella no estaba, así que no le dio mucha importancia. También había otra caja, del mismo tamaño, con una llaves dentro y una nota con la letra del jefe, que le indicaba que aquellas llaves eran las de su nueva oficina. Comenzó a guardar sus cosas con cuidado y orden en la caja, los archivos respecto al caso de su hermana y una foto que tenía con ella.
Sonrió levemente al tomar aquella foto en sus manos, acariciando tiernamente el frío cristal sobre el rostro de su hermana, quién mantenía una cálida sonrisa, ajena de lo que el futuro le tenía preparado. Apenas sintió sus ojos arder metió la foto con sumo cuidado en la caja, boca abajo, cerró fuertemente sus ojos para evitar el escape de alguna lágrima y, cuando se sintió mejor, tomó sus cosas para llevarlas a la antigua oficina de Hawkins.
Volvió a atravesar el piso completo por cuarta vez en el día, tomando la llave de entrada con algo de dificultad y abriendo la puerta a tropezones por sus manos ocupadas. Al menos tendría las escaleras más cerca que antes. Una vez dejó la caja sobre el escritorio escaneó la estancia, no era nada del otro mundo, el escritorio estaba cerca de la esquina, había un pequeño sofá en la pared contraria y no había ventanas. Era un cuartito diminuto comparado con su oficina anterior, pero le serviría.
Estaba acomodando las cosas en su lugar cuando un suave golpeteo contra la madera de la puerta la obliga a mirar hacia el origen. Ahí se encontraba el señor Haddock. A pesar de su evidente cansancio, sonreía con familiaridad, apoyando su cabeza contra el marco de la puerta. Su mano izquierda estaba cerrada en un puño no muy firme, probablemente estaba sosteniendo el broche.
—Veo que ya te estás instalando— comentó, intentado romper el hielo. Elsa asintió levemente, con toda la atención en sus cosas —. Quería ver si tienes la noche libre para ayudarme...
—Sí— contestó ella de inmediato, interrumpiendo su oración. No iba a desaprovechar la oportunidad de ayudar en el caso y tal vez adelantar el de su hermana —. Me gustaría— agregó apenada al notar que había sonado un tanto grosera.
Le hizo una seña para que lo siguiera, realmente no caminaron mucho, sólo bastaron unos cuantos pasos para estar frente a la puerta de su oficina. Tampoco era un espacio tan amplio, las paredes estaban llenas de papeles, había una pizarra acrílica al lado de la puerta y en medio de toda la habitación un escritorio repleto de papeles regados.
El ojiverde se disculpó por el desorden, recogiendo las cosas torpemente, guardandolas en un cajón de forma apurada.
—Puedes sentarte— ofreció, señalando a la silla que había frente su escritorio, mientras él se sentaba en la de atrás y prendía su computadora.
Elsa tomó la silla entre sus manos, colocándola al lado de la de él antes de sentarse.
Pasaron varios minutos en silencio, siendo interrumpido sólo por el tecleo y los clicks del mouse. Mayormente buscaron en sitios de compra personalizada de poco nombre, puesto que se habían dado cuenta del grabado en la parte trasera del broche, uno que claramente era una doble C. Elsa anotaba en una pequeña libreta todos los sitios junto a sus direcciones, mientras Hiccup Haddock seguía buscando posibles lugares, hasta que, luego de media hora, tapó su rostro con sus manos, inclinándose hacia atrás.
—Creo que ya es todo— murmuró con la voz amortiguada y algo ronca debido al cansancio —. Mañana le pediré permiso al jefe para ir a esos lugares.
Apagó la computadora, frotándose un ojo. Entendía lo cansado que puede llegar a ser ver una pantalla durante tanto tiempo, especialmente luego de un largo día y a deshora.
Ambos recogieron sus cosas, Hiccup Haddock guardó el broche en un cajón bajo llave. El corto camino a la salida fue realmente incómodo, nunca habían hablado antes de hoy, Haddock se encontraba cansado y guardaba la frustración de no haber podido encontrar al maldito asesino.
—¿No te gustaría un té?— preguntó Elsa, cruzando la puerta del edificio mientras se colocaba la chaqueta.
—Un ¿qué?— él se vio confundido. La verdad era que ella no había hablado mucho o casi nada durante todo el tiempo que la conocía, había supuesto que simplemente era una chica que no le gustaba hablar o socializar más allá de lo necesario, por lo que la invitación lo tomó desprevenido.
—Un té— repitió —. Te ves cansado, entiendo que el caso hasta ahora ha sido frustrante— señaló, acomodando su largo cabello platinado -—. Conozco un buen lugar por acá cerca.
Elsa empezó a caminar por la acera como si nada, yendo hacia la derecha.
—¿No tienes carro?
—Evito manejar todo lo posible— se limitó a decir, encogiéndose de hombros —. ¿Vienes o no?
—Podemos ir en el mío— ofreció, siguiéndola, mientras señalaba con el pulgar el estacionamiento subterráneo.
—Evito montarme en un carro si es posible— replicó, mirándolo con intensidad, dando a entender que nada de lo que diga la hará cambiar de opinión.
—Eres curiosa, señorita Queen.
—Más le vale que sea un alago, señor Haddock— guiñó un ojo bromista, olvidando por completo la expresión severa anterior. Señaló con el dedo el cruce de la esquina antes de seguir su ruta con él al lado.
Era realmente una chica curiosa.
----------------------------🥀---------------------------
Ya sé que tarde, pero miren
Pinterest también compara a Hiccup con Anakin JAKAJAUA
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top