Capítulo IV: Fracasó

Pasaron dos semanas desde que vio por última vez el exterior de su prisión. Durante este tiempo había diseñado bastantes planes de escape, lamentablemente todos acababan en tragedia, más para Ingrid claro está.

Todo los días sin falta alguna un nuevo plan germinaba en su mente, memorizando los en detalle de cada uno, las probabilidades de fallar eran casi nulas, pero la probabilidad no estaba a su favor.

Todos y cada uno de sus planes se desmoronaba sin piedad alguna. I. Nathaniel se desesperaba tanto como Ingrid con sus intentos fallidos de escapar, tenía ganas de romperle el cuello a aquel que creía varón, pero no, no lo dejaría partir tan fácil.

Desgraciadamente sus ganas se incrementaban a medida que los días pasaban y los planes de Ingrid se volvían cada vez más desesperados, incluso en uno de ellos Ingrid acabo con una pierna rota al tratar de deslizarse por los muros de piedra del palacio con una cuerda que colgaba por una polea casera.

I. Nathaniel observo todo el espectáculo, mofándose del joven mestizo quien yacía en el suelo retorciéndose del dolor en su nueva fractura, inmediatamente la risa de muchos también formaron coro con la de I. Nathaniel. Risas provenientes de su sequito y de la cobarde aristocracia que no tardo en hacerle bola a su alrededor.

Ni siquiera en esa ocasión I. Nathaniel le permitió atención médica. Esperaba que con el dolor del hueso casi atravesando su piel le impidiera moverse al menos por 6 semanas, que era el tiempo que se tomaba la tibia para curarse.

Para sorpresa de muchos eso no le impidió a Ingrid que hiciera de las suyas, se las había arreglado para reajustar he entablillar de una manera improvisada su pierna, ni siquiera el dolor de la articulación sensible al movimiento le impedía trasladarse de un lado a otro.

La gota que derramó el vaso fue cuando intento matarlo con un pedazo de suela de zapato endurecido y cuidadosamente afilado, tanto que podría atravesar fácilmente la piel de cualquiera.

Ni siquiera I. Nathaniel tenía idea de como es que "Valian" logro atravesar la seguridad de sus aposentos, revisa eso con claridad, abrió la puerta de golpe, su rostro se contorsionaba en lo que parecía ser una máscara de completa locura y odió.

Soltó un estruendoso grito empuñó su arma casi cortándole el cuello a I. Nathaniel, para su mala suerte Nathaniel tenía muy buenos reflejos y era bastante rápido, sin perder tiempo lanzó una mortal patada contra la pierna herida de Ingrid, lanzándola automáticamente al suelo.

Una vez en el mismo se coloco en sima de ella, tomándola de su mugrienta camisa y sin miramientos le atino un feroz puñetazo en la cara, rompiéndole nuevamente la nariz después de eso la echo al suelo azotando fuertemente su cabeza contra el suelo, dando el golpe de gracia nuevamente dio otra gran patada en pero esta vez con dirección a su estómago enviando a Ingrid a chocar contra la pared.

- ¡Guardias! -. Grito eufórico I. Nathaniel.

Dos guardias no tardaron en hacer presencia, tomando una posición de firmes antes de atravesar el marco de la puerta.

- ¡Si señor! -. Cantaron al unísono los guardias.

- ¡Levanten a esa basura! ¡Si no es que quieres ocupar su lugar! -. Señaló despectivamente a la joven tirada en el suelo.

Los guardias procedieron a acatar su orden, pero apenas y habían dado un paso al frente cuando la joven increíble mente lanzó un severo gruñido, sin duda alguna parecía un animal salvaje. A pesar de la evidente amenaza los guardias tomaron de un brazo cada uno a la joven.

Ante tal provocación Ingrid empezó a lanzar patadas, gruñidos y mordidas al aire. Era un espectáculo realmente bizarro, la sangre se filtraba de un modo excesivo por debajo del pantalón, posiblemente el hueso logro atravesar la piel.

I. Nathaniel hizo un seña para que se acercarán antes de que se retiraran. Sin miramientos I. Nathaniel lanzó una estruendosa y dolorosa bofetada a la joven; se podía notar la fuerza de la misma en la expresión de la muchacha, su mejilla había quedado completamente roja, a la vez que finos hilos de sangre se escurrían por su boca, probablemente el impacto le habría roto la carne del labio

- ¡Ya basta! ¡Me tienes harto! ¡Mereces que te mate aquí y ahora mismo! -.

- ¡¿Y qué esperas?! ¡¿Que es lo que te detiene maldita sea?! -.

Por un momento en I. Nathaniel solo se podía leer un expresión de asombro pura, ¿Acaso eso era lo que buscaba durante todo este tiempo? ¿Hablaba en serio?, Pero no... No se liberaría de esto notan fácilmente. Un retorcido recuerdo cruzó por su cabeza en ese instante.

- No sé porque te entregas tan fácilmente ante el pensamiento de morir, ojalá y tu amigo... ¿Como se llamaba?... A, sí ya lo recuerdo John -. La mirada de Ingrid se contorsionaba en tristeza y preocupación, I. Nathaniel sonrió ante su logro.- El decrépito perro se encontraba increíblemente renuente ante su destino, imploraba con lágrimas en los ojos compasión y misericordia, no fue hasta que la afilada cuchilla de la guillotina puso fin a sus irritantes y miserables lloriqueos -.

I. Nathaniel se inclino a la altura de "Valian" para poder contemplar mejor como la expresión de su nemesis, parecía estar en estado de shock mientras las lágrimas comenzaban a brotar de su rostro.

- Jejeje... Ojalá hubieras estado ahí, fue todo un espectáculo ver como su cabeza calló al suelo, botando cómo una miserable pelota -.

Ingrid sentía como espíritu se desmoronaba poco a poco, no podía creer lo que escucho, quería que fuera una mentira, ¡Tenia que ser una puta mentira! ¡Y lo sería hasta que se demostrará lo contrario!.

Aunque las lágrimas siguieran cayendo de su rostro, junto la poca voluntad que le quedaba para aclararse la garganta, formando una sonrisa escéptica. I. Nathaniel extrañado ante el repentino cambio decidió acercarse un poco más.

Ingrid aprovecho el momento para hacer algo que jamás había echo, y que jamás debió de hacer. Con extraordinaria destreza escupió una mucosidad espesa directo a la cara de I. Nathaniel, el mismo ante tal acto vulgar cambio su expresión de curioso a una de total repulsión y asco absoluto.

Ahora era Ingrid la que reía, no disimuló ni siquiera un poco su femenina carcajada. I. Nathaniel tratando de componer un poco su dignidad volvió a golpear fuertemente a la joven en el estómago, le saco el aire dejándola momentáneamente muda. En el momento que sintió un poco de oxígeno filtrarse a través de sus pulmones comenzó nuevamente con su vehemente regocijo.

I. Nathaniel arremetió innumerable cantidad de veces contra el ya mayugado cuerpo frente a él, pero no importaba que tan fuerte diera los golpes, simplemente no podía detener el sórdido jubilo del falso varón.

- ¡Saquen lo de aquí! ¡Encierre lo en la mazmorra más oscura y inmunda de la Torre norte! -. Dijo I. Nathaniel limpiándose la mejilla y dando la espalda.

Acatando la orden de I. Nathaniel los dos guardias acataron la orden del tirano, dejando a Ingrid botada en el antihigiénico suelo, aún así la joven seguía riendo como una desquiciada, al menos hasta que no escucho más los pasos de los guardias, fue entonces cuando se quebró. Su risa poco a poco fue convirtiéndose en gemidos de puro dolor, acompañado de lágrimas. Ya no le importaba si la descubrían, lo único que quería era llorar.

Pensaba en lo mal que se lo pudo pasar John, su fiel amigo, su gran confidente... Ahora estaba muerto todo por su negligencia. Lloraba al pensar que su querida prima hubiera corrido con la misma suerte.

Desde esa noche se la paso reprochándose todo el tiempo su gran error, echándose la culpa de todo, sumergida en un inmensa depreciación. Se sentía tan miserable y sola como el día en el que perdió a sus padres.

Se repetía sin dejar de llorar "He vuelto a ser la misma miserable huérfana de antes".

TRES SEMANAS DESPUÉS...

Ya habían pasado tres semanas desde aquel "accidente", I. Nathaniel había sido muy estricto está vez con el castigó de Valian, aparte de mandarlo a la más aberrante celda había ordenado que fuera alimentado una vez al día, con una pobre dieta basada en pan y agua, en caso de no haber pan le daban una seudo sopa de papás, que no era más que agua con cáscaras, solo eso, negándole en dicho caso el agua. Quien le llevaba el alimento era un sordo mudó y medianamente ciego, era el único que tenía permitido entregar el pobre sustento.

Durante los primeros doce días se mantuvo al corriente con la situación de su desafortunado huésped, los guardias que custodiaban la entrada de las tétricas moradas mohosa tenían la obligación de entregaban un reporte acerca de los movimientos del más joven.

Pero no fue hasta el décimo tercer día que no volvió a leer ningún reporte, puesto que todos hablan de los mismos, como:

El sujeto no presentó movimiento durante las últimas veinticuatro horas, durante los leves interrogatorios se niega a corresponder cualquiera de las preguntas, se niega a ingerir cualquier alimento...

Aunque habían variaciones en está parte, ya que aveces, por el hambre, llevaba a consumir un poco. Por las pocas variaciones de los reportes decidió no leerlos, al punto que se olvidaba momentáneamente del "problema".

-¿Estos son todos los reportes del censo que ordené? -. Preguntaba el tirano mientras revisaba minuciosamente cada una de las hojas.

- Si señor-. Respondió el ministro con nerviosismo.

-¿Y el censo de mortalidad?-.

-L-Lo... Lo lamentó mi señor, pero...-.

-Pero ¿qué?-. Pregunto I. Nathaniel tanteando los dedos en los brazos de la silla en la que estaba.

- No... No dejan de aparecer cuerpos-. Respondió el ministro sin disimular en nada su pesar.

I. Nathaniel torció los ojos al mismo tiempo que los cerraba y suspiraba, realmente le irritaba mucho como la gente podía ser tan... ¿Débil?... ¿Empatica?, Era realmente desesperante.

- Entonces cuándo dejen de aparecer cuerpos traiga me los informes completos-. Dijo mientras lanzaba los papeles a la cara del ministro.

- S-si, si señor-. Dijo el ministro recogiendo los papeles que quedaron en el suelo y saliendo rápidamente del la habitación.

I. Nathaniel se masajeó las sienes, la ineptitud de las personas hacían que le doliera la cabeza. Casi al momento de la partida del ministro una figura femenina cruzó la puerta de la elegante habitación.

- Ahora ¿Qué es lo que quieres Jazmín?-. Dijo Nathaniel con evidente fastidio en su voz.

- Gum... También me es un gusto verte-. Dijo la escultural figura firme frente a su amenazante líder.

- Se que tus visitas no son solo para desearme un buen día, así que para con el royo y dime qué es lo que quieres, realmente estoy muy ocupado como para soportar tus estupidez-.

Momentáneamente el silencio se hizo presente en el enorme despacho.

- La verdad jefe no te entiendo-. Dijo la hembra acercándose al escritorio donde se encontraba su soberano.

- ¿A qué te refieres? -. Inquirió levantando una ceja.

- Me refiero al asunto con tu huésped en la mazmorra... ¿Acaso no lo quería muerto mi señor?-.

- Sí, así es-. Dijo a la ligera mientras recogía otros reportes.

- ¿Entonces que pasó?-.

I. Nathaniel río entre dientes.- Que tortura más deliciosa que el mantenerlo con vida sabiendo que aquellos a los que alguna vez apreció ya pasaron a otro plano, mientras que el sigue aquí, culpándose de que ellos no lo estén. Y lo mejor de todo, ver como su amada patria se desmorona y quema poco a poco -. Lo último casi fue acompañado de un ronroneó.

Jazmín pareció recorrer le un escalofrío por todo su cuerpo, aveces su jefe podía ser muy intimidante.

- Pues déjame infórmate que el gusto no te durará mucho-.

I. Nathaniel no dijo nada, solo dedico una mirada de odio a la hembra sin quitarle la vista, odiaba los chismes.

La hembra infiriendo la severa mirada prosiguió. - Hace cuatro días que no presenta movimiento alguno en la celda el imbécil ése-.

I. Nathaniel se apartó por unos momentos de las hojas que leía, meditando que debía de hacer. Si estaba muerto no era su problema la verdad, pero si así era el diablo se libraría de todo muy fácilmente, eso si sería un inconveniente en su satisfacción, no quería que muriera a no ser que el fuera la causa de su muerte.

- Mmmm... Envía unos guardias para que vean que sucede -.

- Ya lo hice, pero no quieren-.

- Y ¿Porque carajos esos gusanos osan desobedecer mis órdenes? -.

Jazmín dio un largo y, aparente, agotador suspiro.- Próximamente después de su decimotercer día de encierro, los guardias comenzaron a rehusarse a hacer guardia en la entrada de la mazmorra o incluso vigilar si el preso respiraba. Cuando les pregunte la razón ellos reportaron que misteriosamente se empezaron a escuchar gritos...-.

- No es raro que el imbécil allá sucumbido a la locura, cualquiera recae en el...-.

- Son gritos femeninos, no masculinos, ellos piensan que por el lugar vaga el espíritu de una condenada que alguna vez albergó aquélla mazmorra -.

- ¡Si esos malditos no van y me dan un reporte en menos de media hora ellos serán los próximos fantasmas en vagar por ahí!-.

- ¿Creo que yo no sé los e ordenado?, Incluso yo mima explore las celdas. Durante dos días hice guardia, gusto el decimoquinto termine mi vigilia y no escuché nada. Tampoco tu "huésped" se dignan a hablar, en ocasiones manifestaba un pequeño movimiento, nada más. Pero justo hace cuatro días ni siquiera se mueve, y hace dos días que no come nada -.

Nathaniel medito por un momento lo que dijo Jazmín. Ese imbécil, no pensó que que lo dijera tan enserio lo de morir. ¡Oh! No, no se liberaría de su merecido castigó tan fácil, todavía tenía que sufrir un poco más, no... Mucho más.

Nathaniel suspiro pesadamente, se relajó un poco y continuó.

- Bueno, en vista de su incompetencia, de tanto de ellos como de tí... Tendré que ir personalmente, para verificar si todavía el perro respira -.

- Como te plazca, por lo menos cuida tus juguetes -. Al terminar sus palabras ella se fue, dejándolo la habitación que había adquirido un ambiente pesada.

Ese mismo día, en la celda.

El frió...

Hacía mucho frió, tanto que no sentía sus dedos, tanto de sus pies como de sus manos, ni siquiera podía soplar aire caliente entre sus dedos para conseguir consuelo, sentía que el mismo salía caliente.

Había sido echada solamente con lo que llevaba puesto hace... ¿Tres semanas? ¿Quizás dos? Quien sabe... Había perdido la cuenta desde hace mucho.

La soledad no fue un problema, siempre estuvo sola, pero el frió... El hambre y el dolor eran viejos conocidos que hubiera preferido jamás reencontrarse con ellos.

Pero aquí estaba, con frió, con hambre, con dolor, y como cereza sobre el pastel, enferma, quizás de pulmonía. El piso era frió, el montonsito de paja en el que yacía no era la ecepción, pero más qué frió era húmedo.

Parte de su dolencia corporal era por la pulmonía, presentaba una temperatura muy alta, talvez unos 39° grados, aún así tenía frió, su respiración era roca y dificultosa, característica de los pulmones llenos de líquido, sentía que se ahogaba, pero ni fuerzas le quedaban para toser, quien sabe si era buena opción de todas formas.

Lo que empeoraba más su estado eran sus heridas, heridas que comenzaron a infectarse e agusanar. Los gusanos si que eran una molestia, sentía como se retorcían debajo de su piel, le daba comezón.

Pero de todos modos ni mover se podía. Sabía que no le quedaba mucho para su deceso, solo se quedaría ahí, esperando su final. Jamás pensó que acabaría de una forma tan patética, siempre pensó que su muerte sería más poética, como morir por una causa o salvando a alguien, incluso hubiera preferido solamente morir por vejes; río ante aquella idea.

Pronto el sufrimiento pasaría, y la dulce liberación de la no existencia vendría por ella. Poco a poco fue quedándose dormida, se hubiera logrado su cometido de no ser por el sonido de la pesada puerta de madera abriéndose. Está vez ni curiosidad sintió por averiguar quién era el que abrió la puerta, el del alimento no podía ser, hubiera deslizado la comida por la rendija debajo de la puerta, una luz extraña se despedía de aquel ente, sentía la luz artificial tocar su enbarañado pelaje, la sensación era deliciosa y gratificante, aunque quiera no tenía las fuerzas para abrir los ojos. Solamente se quedaría ahí, tirada, esperando.

▪ • ▪

El olor era repugnante, a moho, humedad, mierda y muchas cosas repugnantes, sin duda alguna no se equivocó al enviarlo a este lugar, después de todo las ratas deben de estar en la basura, al llegar ahí así mucho frió, incluso al respirar se despedía de su boca un espeso vaho. Hubiera sido mejor llevarse algo que lo abrigara más que ese estúpido sacó.

Al fin, llegó a la celda predilecta, con antorcha en mano para alumbrar su camino entre la espesa penumbra habría la puerta.

Un olor inmundo se despidió de la celda, como a carne podrida, talvez Jazmín no se había equivocado. Al entrar la vista era deplorable, se río ante tal obra de arte, sentía satisfacción por el deplorable estado en el que se encontraba su eterno rival, pero al mismo tiempo sentía lástima por el pobre diablo, que alguien tan orgulloso, tenas, prepotente y audaz aya acabado así, era deprimente.

Estaba frente al el, su cuerpo se hallaba tirado como si hubiera caído de una gran altura, el olor a sangre era persiste.

- ¡He! Despierta imbécil -. Dijo picando el cuerpo con su pie.

Al no recibir respuesta utilizo su pie como pala y volteo al joven, después se inclinó en cuclillas frente a él para inspeccionarlo más detenidamente. Junto sus manos heladas para soplar entre ellas un poco de aire caliente; sus costillas no se movían, no parecía que respirará, entonces sacó su petaca del saco, la colocó frente así boca... Sí, todavía respiraba, pero su respiración era tan débil que apenas se marcaba en el metal.

Volvió a colocar la petaca dentro de su saco. Tenía dos opciones en este momento, dejarlo morir en su miseria o permitirle vivir, si moría su diversión se acabaría, si vive podría seguir con su juego del gato y el ratón... Sí... Lo dejaría vivir, un rato más.

Así, sin el más mínimo cuidado, lo tomo de uno de sus brazos y comenzó a arrastrarlo fuera de su celda, poco le importo oír como su cabeza chocaba en diversos lugares de la lúgubre habitación.

Al salir dos guardias lo estaban esperando, un poco asustados por los relatos de fantasmas que habían oído de sus compañeros.

Nathaniel al cruzar el umbral en un movimiento rápido lanzó el cuerpo de Ingrid hacia los cobardes guardias.

- ¡ahí está su puto fantasma!-.

Al momento los guardias tiraron sus alabardas para sostener el cuerpo que se les había había lanzado.

- Llamen al médico, y que atienda a éste -.

Los guardas parecían estar en un estado de shock, a uno se le notaban las ganas de vomitar ante el olor que emanaba el moribundo cuerpo.

- ¡¿Y que esperan inútiles?! ¡¿Una invitación!? ¡VAYAN AHORA MISMO SI NO QUIEREN SER LOS SIGUIENTES!-. Dijo Nathaniel con más que evidente furia en su voz.

- ¡Sí señor! ¡Enseguida señor!-. Contestaron los guardias al unísono, al mismo tiempo en que se retiraban. Uno de ellos llevaba el cuerpo moribundo de Ingrid mientras que otro recogía las alabardas.
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Agradezco a ARiASoraII ,Waltt_Neko y a alicia_oscura1 por su gran apoyo incondicional durante todos estos años, no tienen que venir a dejar su voto ni a leerlo, solamente los dejo etiquetados como tributo y muestra de mi agradecimiento. Los amo 💖💖💖💖.

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