Rencuentro
Taichi bostezó disimuladamente mientras sus ojos intentaban permanecer abiertos, la noche pasada había dormido solo tres horas y estaba más que cansado, por suerte mañana era sábado y podría dormir unos cuantos minutos más.
—Deja de bostezar, vas a contagiarme tu sueño —escuchó la queja salir del pupitre de atrás.
Taichi sonrió cínicamente mientras forzaba otro bostezo, Jordán seguramente estaba deseando que la clase terminara para soltarle un buen puñetazo por fresco. Tai sabía que su amigo ladraba mucho, pero no mordía, y si llegaba a intentarlo sería para dejarle un chupetón y de ahí se arriesgaría, como en ocasiones anteriores, a atentar contra su virginidad anal.
Lo bueno era que más rápido que de inmediato aprendió a meterlo en cintura.
La clase terminó para alivio de muchos, y Taichi con un suspiro al fin pudo dejar caer su cabeza contra la mesa de su escritorio. En ese momento mataría por uno de los aperitivos de Matt, acompañado de un zumo de melón, de esos que solo podías conseguir en las máquinas expendedoras de Odaiba y luego a la cama.
—Tai... —llamo Jordán acariciando con demasiada ternura la cabeza castaña.
—Si sigues tocándome de esa manera voy a terminar durmiéndome —se quejó Taichi prácticamente en el mundo de Morfeo.
—Aguanta a que lleguemos a mi cama y entonces....
Un coscorrón bien asestado en la cabeza del americano logró que Jordán dejara inconclusa la frase. Taichi sepuso en pie y sin esperar a su amigo salió aprisa.
Los pasillos eran completamente monótonos, de un tono gris depresivo, o era que su falta de sueño le estaba afectando el humor.
—¿Ya viste al chico que está en la entrada? Creo que es un actor —murmuró una chica con demasiado entusiasmo.
A Tai le parecía que las mujeres siempre parloteaban, le desagradaba la forma en que podían hacer de un hecho tan pequeño algo relevante, desgastaban temas por demás claros y discutían sobre conflictos que ya estaban resueltos.
—Yo nunca lo había visto, es un Dios... —agregó otra con tono encantado.
Taichi elevo las cejas algo desconcertado, pues si bien las mujeres hablaban hasta por los codos, casi nunca lo hacían todas del mismo tema a menos que fuera algo de verdad impactante.
—Dicen que está esperando a alguien... pero solo le pregunta a los chicos —volvió a decir la primera.
—Que desperdicio, con lo guapo que es —se quejó su compañera que esperaba la aceptación de sus amigas.
—Seguro está esperando a su novia, por eso no habla con las chicas, debe ser celosa.
Y con esta última observación Tai debía admitir que despertaron su curiosidad, porque la única vez que escuchó comentarios parecidos fue cuando invitó a ver su partido a....
—No puede ser... —jadeo sobresaltado.
Taichi sentía su corazón agitándose a mil por hora, y aunque su cerebro le decía que dejara la tonta esperanza, su pecho palpitaba emocionado. Así que ignorando a su razón comenzó a correr, sus pies esquivaban a los estudiantes que se interponían en su camino, bajo las escaleras como si de tardar un solo segundo el mundo llegaría a su fin, y cuando al fin vio la entrada se detuvo en seco.
—¿Pero que estoy haciendo? —se preguntó apretando las manos en puño. —Es imposible que él esté aquí —y con ese pensamiento reanudo su marcha con lentitud. Salió del portón y giró a la derecha, iría directo a casa a intentar dormir un rato antes del trabajo.
—Itchi —murmuraron a su espalda en un tono de adoración que hizo a Yagami estremecer.
Tai se quedó rígido en su lugar, esa voz la reconocería en cualquier lugar porque pertenecía a quien más deseaba y necesitaba ver.
—Yama... —gimió y lentamente se dio la vuelta, como si al hacerlo con suavidad evitara despertar del hermoso sueño que estaba teniendo.
—¡Hey! ¿No hay un abrazo para tu mejor amigo?
Taichi entonces dejo de contenerse, en dos grandes zancadas deshizo el tramo que lo separaba de Yamato, prácticamente brincando para enredar sus piernas sobre la cadera del rubio, necesitaba sentirlo con todo su cuerpo, así fuera solo un sueño.
—Tai, pesas...
Tai se disculpó bajando del regazo de Matt, pero sin soltarlo. Yamato por su parte se asombraba de lo feliz que se sentía, de la vida que parecía infundirle Tai a su cuerpo, porque hasta ese momento era como haber permanecido en un lapso letárgico. Todo a su alrededor había perdido brillo y color.
—Matt... —murmuró abrazándolo con mayor intensidad. —yo...
Yamato sonrió, a pesar de los años aun podía leer perfectamente a Tai así que devolvió el apretón con energía.
—También te eche de menos —susurró contra su oído apreciando el tibio calor del cuerpo de Yagami. Un agradable mareo le inundó, y sus manos apretaron el cuerpo de su amigo. Un par de años lejos y se aferraba a Tai como si fuera el único oasis en un desierto interminable.
—¿Así que este es el famoso Yamato Ishida?
Matt se giró en dirección a quien había dicho su nombre. —El mismo, ¿quién lo pregunta? —contestó a la defensiva.
—Jordán O'Donell —se presentó tendiéndole la mano.
Yamato por educación se la estrecho escrutándolo de arriba abajo. Jordán era un joven gallardo de ojos verdes y cabello castaño claro, sus facciones afiladas le daban un toque de elegancia que hacía sentir incomodo a Matt, como si estuviera frente a un miembro de la realeza y este lo mirara con franco desdén.
—¿Por qué no me esperaron? —se escuchó una tercera voz.
—Lo siento Katy... pero nuestro lindo novio intentó huir —respondió juguetón Jordán.
Matt apretó la mano de Tai, el rumbo que estaba tomando la conversación lo estaba trastocando. Y el hecho de que la chica que acababa de apersonarse se pareciera mucho al otro tipo le daba mala espina.
—Matt, quiero presentarte a los gemelos O'Donell, Jordán y Kathleen. Son mis compañeros, estudiamos la misma rama.
Yamato estaba atando cavos rápidamente y no le gustaba para nada la idea de que esos dos le pusieran la mano encima a su amigo, en definitiva había llegado a tiempo para salvar a Taichi de las hienas americanas.
Después de dejar atrás a los gemelos siniestros, Matt pensaba que su llegada cambiaría muchas cosas, porque no pensaba permitir que Tai siguiera frecuentando a personas peligrosas.
—¡Ehmmm! Matt no es que me moleste que tires de mí pero... ¿A dónde vamos? —cuestionó Tai al percatarse que Yamato solo caminaba en línea recta, y que al parecer acababa de bajar del avión porque aun llevaba las maletas.
Matt paro en seco. —Pues a tu casa —respondió como si fuera de lo más natural —¿o piensas negarme asilo? —preguntó con cierta malicia en su voz.
Taichi le dedico una mirada asombrada —¿piensas vivir con migo? Pero... pe...pe... pero... yo —dijo sin llegar a expresar lo que realmente pasaba por su cabeza.
Y a Yamato le pareció un mal presagio que Taichi tartamudeara y no aceptara de inmediato. No podía estar viviendo con los gemelos del mal o ¿sí?
—Taichi bajo la cabeza apenado. —El lugar en donde vivo es muy pequeño y no es que digamos cómodo, es barato y... —a estas alturas Taichi tenía las mejillas completamente rojas cual granadas.
Yamato por primera vez en cuatro años volvió a sentir ternura, Taichi se estaba avergonzando de llevarlo a su vivienda, de que viera el lugar en donde dormía. Tai quien siempre pareció seguro de todo aquello que lo rodeaba, a quien nunca le importó las apariencias, se veía atemorizado y angustiado de lo que fuera a pensar, de no estar a la altura de lo que creía Matt imaginaba.
—Hoy dormiremos en la misma cama por incomodó que sea —acotó Matt tomando la mano de su amigo para darle un suave apretón. —Ya mañana entre los dos buscaremos algo más adecuado y te prometo, que ahora que estamos juntos de nuevo, las cosas mejorarán.
Tai lo miró asombrado, Matt no llevaba ni dos horas de estar junto a él y ahí estaba, brindándole todo su apoyo y como en tiempos pasados, buscando mejorar las cosas para ambos.
Taichi sonrió antes de abrazarse de nuevo a Yamato, había extrañado esa cercanía, el tibio calor que inundaba su pecho al sentirse querido y al saber que alguien se preocupaba por él. Se había sentido solo, triste y hasta cierto punto confundido y desorientado, muy necesitado de tener a quien recurrir en sus momentos de debilidad, pero ahora...
—Ya todo estará bien, porque estamos juntos —murmuró Tai embargándose del aroma personal de Yamato, ese que le recordaba a su hogar, al lugar al que soñaba regresar con sus seres queridos.
Matt asintió y rodeo el cuerpo de su mejor amigo con cariño.
Como dijo Matt esa noche durmieron apretados en una cama individual, sin embargo, mientras yacían se podía ver la sonrisa en ambos rostros y sus manos durante la noche no pararon hasta entrelazarse y sus dueños soltaron un suspiro placentero y aliviado.
Continuará...
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