Yamato había estado todo el semestre estudiando como poseso, con la firme idea de ganar la beca para estudiar en el extranjero que la Universidad había anunciado a principios de año, y su estrés no había disminuido sino hasta ayer, cuando al fin, gracias a todos los Dioses del Digimundo, anunciaron los resultados y sintió que el mundo volvía a sonreírle.
Con bebida en mano y rodeado de sus amigos y compañeros de la universidad se abandonó a la festividad. Tenía mucho por lo que celebrar, iría a E. U. a estudiar Aeronáutica y para postres estaba en la lista de los más calificados para el programa espacial de N.A.S.A.
Y a pesar de tantas buenas noticias la más agradable y de mayor trascendencia era la idea patente de...
"Veré a Taichi... volveremos a estar juntos"
Habían pasado tres años desde su partida y ahora Yamato con veintiún años de edad era un joven por demás apuesto, confiable y para desilusión de las miles de chicas que andaban tras los huesos del ex-cantante y futuro astronauta, demasiado antisocial. Rara la vez se le podía ver en una fiesta y cuando iba siempre estaba rodeado por sus amigos más allegados quienes acaparaban toda su atención.
Especial mención merecía la pequeña Hikari, la hermana menor de Tai parecía haber comenzado a formar parte de la vida regular de Matt lo que provocaba los celos de muchas.
Pero si le preguntaran a Kari, ella bien pondría cara de inconformidad, pues al parecer Matt se había tomado la atribución de hermano mayor y sin lugar a duda era un tema recurrente cuando Taichi telefoneaba, Matt rendía un reporte completo.
Pero gracias a los cielos ya no habría más llamadas, no más cartas, no más escapadas al digimundo, porque ahora podrían volver a estar juntos, volverían a ser uña y mugre.
"Taichi será la mugre" pensó Yamato soltando una carcajada estruendosa que ya nadie escuchó porque la mayoría estaba tan borracho que ni ponían atención a lo que sucedía. El reloj marcaba las dos de la madrugada, la música seguía tocando y los pocos que aún se mantenían en pie bailaban ya sin ritmo.
—Baila conmigo Yamato —pidió Sora tirando de él, a esas alturas Matt a duras penas distinguía cuál era su mano y cual su pie.
—No puedo bailar —dijo apenas en un hilo de voz dejándose caer sobre el sofá para dormir un rato.
Sora miró al rubio, era tan guapo, ellos hace mucho que no se trataban como pareja aunque Matt jamás corto la relación, al menos no de palabra y ella lo amaba.
Sora estaba triste, Yamato se iría hasta el otro lado del globo y no podía estar segura de que durante todo ese tiempo lejos Matt no encontraría alguien a quien amar. Eso le destrozaba el corazón.
Una lágrima salió de sus ya de por si enrojecidos ojos, y tomando el valor que solo el alcohol puede dar decidió que, si Matt se iría, al menos quería que el rubio fuera el primer hombre en su vida.
—Mimi, ayúdame a llevarlo a la recámara.
Mimi, tambaleante se puso en pie toda sonrisas antes de mirar al chico y luego a su amiga.
—Sora, déjalo ahí — Mimi no quería, ni creía poder cargar con el gran cuerpo de Yamato Ishida. Vamos que el chico ya pasaba el metro ochenta y su cuerpo era músculo macizo, no, ella no quería arriesgarse a tener una hernia cuando lo más que podía pasarle durmiendo en el sofá es que sufriría de torticolis al día siguiente.
—Se buen amiga y ayúdame a llevarlo al cuarto —volvió a solicitar Sora mientras con un dedo sobre sus labios le pedía a la otra guardara silencio y no llamara la atención.
A Mimi se le salió una risa fácil y sin discutir tomó por los hombros a Koushiro y Joe para lanzarlos a los pies del sillón.
—Llévenlo al cuarto —mando la chica y los otros apenas consientes de sí mismo obedecieron. —Listo —se ufanó dejándose caer sobre la silla mientras sujetaba con fuerza su baso. —Ya no quiero beber más —dijo negando con la cabeza como si le estuvieran ofreciendo otro trago. —Bueno, sírveme otra, pero será la última —concedió al amigo imaginario y ella misma se sirvió más.
—Estas borracha — comentó Sora dando pasos tambaleantes en dirección a la recámara mientras que Joe e Izumi ya volvían de haber ido a tirar sobre la cama a un Yamato completamente desvalido.
Yamato despertó con un dolor de cabeza marca Diablo. Sentía sus cienes punzar y su cerebro asemejaba una gelatina a medio cuajar que con el mas mínimo movimiento amenazaba con salirse por sus oídos.
—Matt...
Yamato apenas pudo distinguir la voz de Tk que parecía llamarlo desde la entrada del departamento.
—¡Dioses! Parece que paso un huracán —se quejó Tk antes de escucharse un —Auch... —y el estrepitoso golpe cuando se estrelló contra el suelo.
Matt se sentó a la orilla de la cama, quería ver si su hermano se había hecho daño pero el hacer más de un movimiento a la vez estaba, por el momento, más allá de sus posibilidades.
—¡¿Qué diablos paso aquí!? —cuestionó el menor de los hermanos entrando de golpe en la habitación de Matt.
—Cállate, me duele la cabeza —suplicó Matt intentando que la habitación dejara de dar vueltas.
—Te va a doler más que eso cuando papá vea este desastre.
—Él no va a volver hasta el domingo...
—¡Ah! No me digas... ¿Qué día crees que es hoy?
Matt levantó de golpe el rostro, y su estómago sintió la basca atizarlo con fuerza. Debía estar de broma, ayer era viernes ¿no?...
Yamato esta vez sí tuvo que correr al baño porque algo estaba subiendo por su esófago y pensaba salir por donde había entrado.
Tk, lo vio ponerse en pie y correr al baño, pero de todo ese cuadro lo que hizo al menor abrir los ojos a todo lo que daban, fue el hecho de que su hermano estaba desnudo.
—Oye Matt —llamo Tk entrando en pánico. No es que Matt fuera virgen o que Tk siguiera siendo un niño que creía en la cigüeña, pero el hecho de que las sábanas de su hermano delataran, GRITARAN lo que había sucedido, solo podía significar que la fiesta fue sin globitos... —Maldita sea, Yamato Ishida —gritó Tk con todas sus fuerzas.
Matt asomó la cabeza, el tono de furia contenida que acaba de escuchar era uno únicamente aplicado cuando Tk buscaba espantar a los pretendientes de Hikari.
—Dime que soy un pendejo mal pensado... —acoto Tk desprendiendo chispas.
Matt dudo si debía insultar de esa manera a su hermanito. La verdad como que se estaba perdiendo de algo y, su mueca de claro desconcierto molestó aún más a Takeru, que de un tirón llevó a Matt hasta la cama y le señaló la mancha del delito.
—Eso —y acentuó sus palabras señalando con mayor intensidad las sábanas manchadas —no es dulce de leche —mencionó con sarcasmo y entonces Yamato comprendió porque estaba tan molesto. —Tú siempre te la pasas diciéndome que debo cuidarme. Me obligas a llevar un maldito condón en la billetera, entonces quieres explicarme... ¿esto qué es?
—Yo... no sé.
—¡¿Cómo Carajos no vas a saber?! Te follaste a alguien y ¡¿no te acuerdas?! Lo que es peor, ¡sin protección!
Matt comenzaba a ponerse pálido, de verdad no recordaba haberse acostado con nadie, pero las pruebas eran irrefutables además de que su zona baja estaba demasiado sensible.
—Vamos a olvidarnos que este desastre sucedió, voy a... limpiar y dentro de dos días iré a hacerme un chequeo médico, si todo está en orden pues...
—¡¿Y ya?! —exclamó Tk un tanto molesto que Matt pareciera tomarlo con tanta calma.
—¿Y qué quieres que haga Tk? No recuerdo con quién demonios me acosté, con decirte que no recuerdo como diantres llegue a mi cama. No tengo nada registrado a partir de la sexta ronda, que fue a eso de las diez de la noche. Nada, no recuerdo nada.
Tk soltó un suspiro. —Te ayudare a limpiar —se ofreció y Matt aceptó, esperaba que ese desafortunado incidente no pasara a mayores.
Como Matt había dicho, dos días en compañía de Tk acudió al médico, quien les aseguró que el mayor de los Ishida estaba tan sano como una cabra. Saldado el asunto de su salud, porque Matt había escuchado miles de historias en donde por un encuentro ocasional terminaban contagiados de una de tantas enfermedades, era hora de pensar que pasaría si con quien durmió estaba en cinta.
Yamato por supuesto aceptaría su parte de la responsabilidad, aunque eso terminara de arruinarle esta grandiosa oportunidad que había conseguido a base de tanto sacrificio.
—Todo un año de trabajo duro que se irá al jarete por unos minutos de estupidez —se reprochaba constantemente Matt.
Pero al transcurrir los días no hubo noticias, por lo que cuando los papeles finales para su traslado a E. U. fueron aprobados Yamato estaba casi seguro de que podía olvidar ese horroroso percance.
Fue una calurosa tarde de verano cuando en compañía de sus padres y amigos subía al avión que lo llevaría a rencontrarse con la persona que había extrañado durante esos tres largos años. Unas horas, sólo unas horas lo separaban de tener entre sus brazos a Taichi Yagami.
Continuará...
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