Deseos y consecuencias
Sora sacó con cuidado a Yoshino de la cuna y el niño hizo un gorgorito parecido a la molestia al tiempo en que arqueaba la espaldita como deseando volver a su suave camita. Sora se mordió el labio por dentro. Cierto que había estado imposibilitada para atenderlo de todo a todo durante dos semanas y en cuanto se repuso Matt la apremio para que recuperara las clases perdidas, por lo que técnicamente llevaba mes y cacho sin verlo.
—El trato fue un año —le recordó en esa ocasión Yamato quitándole a Yoshino de las manos y con una mirada por demás de reproche agregó. —No pierdas el tiempo, porque también me afectará a mí.
Sora tuvo que aceptar que el ex-cantante tenía razón, Matt estaba esperando a que ella concluyera sus estudios; y entre todo eso sin darse cuenta ahora su vástago casi contaba con cinco meses de vida. Sora tenía ganas de llorar. Este era su primer hijo, su adorado niño y no había podido disfrutarlo como hubiera querido.
En lugar de poder contemplarlo por horas mientras lo alimentaba se había tenido que conformar con mirar de reojo como Taichi y Yamato hacían malabares con el biberón y los pañales. Dejo pasar la oportunidad de encandilarse con los primeros gestos de Yoshino, con su primera risa real, con su emoción ante la hora del baño y hasta dejo en el olvido cantarle nanas a la hora de dormir.
Y ahora pagaba el precio. Yoshino se removía inquieto entre sus manos como si de un bailarín se tratara. Apretaba sus manitas en puños y gruñía suavecito.
—¿¡Hey! pero que pasa?... ¿Qué pasa? —preguntó Taichi con amor y retirando al niño de las manos de Sora con amabilidad mientras Yoshino hacía morritos y sonreía al verle. —¿Quién es el niño más lindo del mundo? ¿Quién? Tú... tú lo eres...
Sora no lo podía creer, Tai estaba más compenetrado con su hijo. Era a él y no a ella a quien Yoshino reconocía y con quien se sentía cómodo. Sora apretó las manos en puño sintiendo como la furia llenaba cada rescoldo de su ser. Estaba indignada, dolida, furiosa y no sabía a ciencia cierta con quien. Si con Taichi por robarle aquello que ella más deseaba y amaba, o con Matt por permitirle, por darle en bandeja de plata ese puesto a Tai, o con ella por permitir que bajo sus narices sucediera todo aquello.
Y ese mismo despecho y dolor no le permitió ver que lo que su boca estaba a punto de decir sería un gran error, una herida por demás profunda que lastimaría a más de uno.
—Pronto se cumplirán seis meses, es tiempo de que retomes tus estudios —dicto ella con tono firme. —Porque a mi parecer ya has desperdiciado mucho tiempo con nosotros. No sabes lo mucho que agradezco tu ayuda Tai, pero... es hora de que NOSOTROS como sus PADRES nos hagamos cargo. YAMATO Y YO sabremos sobrevivir sin ti. Sé que parece difícil en este momento, pero... Estoy segura de que como familia lograremos salir adelante... Eres una buena persona Tai, y un gran amigo, por eso no quiero que sigas dejando pasar el tiempo.
Taichi se mordió los labios internamente para aguantarse las ganas de llorar, sabía que llegaría el día en que debería hacerse a un lado, pero... le supo tan amargo como la hiel. Con su mejor sonrisa le tendió el bebé a su madre, no sin antes abrazarlo contra su pecho y depositar un beso en su cabecita rubia.
—Se bueno con tu madre Yoshino... —murmuró con amor. —Gracias por preocuparte por mi Sora. Nos vemos.
Sora lo recibió con anhelo, necesitaba con desesperación sentir el peso de su hijo en sus brazos, acunarlo contra su pecho y apretarlo contra su corazón. Volver a sentirse responsable de él.
Taichi dio media vuelta dispuesto a salir y solo se detuvo un par de segundos cuando el llanto de Yoshino se dejó escuchar fuerte y claro como si lo llamara.
—No llores niño de mi alma... no llores, mira que en el cielo estrellas brillan, mira que Dios... —canto suavemente notando como con cada paso una asfixiante pena apretaba su corazón y la vocecita del pequeño se alejaba.
Cuantas veces le había cantado a Yoshino esa misma nana para consolarlo. Cuantas veces se regodeo al sacarle una sonrisa y ahora...
—Yoshino nunca fue mío... —se dijo a sí mismo para afirmar lo que ya sabía y para dejar de pensar que él amaba más a ese niño de lo que Sora jamás podría llegar a imaginar.
Ella, su madre... Sora jamás lograría ni remotamente imaginar el dolor que él estaba experimentando al dejarlo entre sus brazos.
Taichi lo supo, desde el primer momento en que con angustia Kari le dio la noticia, él jamás tendría a Matt de la forma que anhelaba. Todas sus ilusiones fueron precisamente eso... solo ilusiones, quimeras que él se formó debido al trato tan cálido que le daba Yamato, fue él quien estaba confundido, quien quiso ver algo cuando Matt solo podía ofrecerle su amistad.
Taichi amaba a Yamato y también a Yoshino porque era su hijo, y por ese mismo amor comprendía que no podía, ni debía interponerse en la vida que ahora estaban formando como familia. Quizás algún día escucharía a Yoshino decirle Tío mientras lo veía correr a sus brazos para contarle que ha ganado algún partido de basquetbol o futbol.
Pero solo eso, él nunca sería parte de esa familia con el titulo que deseaba.
—Tai... —llamaron a su espalda.
Taichi se giró despacio para encontrarse con un par de ojos verdes que lo miraban con temor, pero por sobre todo con anhelo y mucho cariño.
—Jordán... —gimió Tai antes de lanzarse a llorar a los brazos del norteamericano.
Las preguntas ¿En qué momento había llegado? ¿Cómo sabía donde encontrarlo? y hasta ¿Por que no me dijo que venía? podían ser respondidas en otro momento, por ahora le urgía más resguardarse entre la fortaleza de sus brazos para recobrar parte de lo que era.
Taichi estaba consciente de que aceptar la propuesta de Matt de apoyarlo durante seis meses era su sentencia de muerte, sin embargo su corazón prefería ser mil veces apuñalado antes de negarse a complacer a Matt o a negar que deseaba, como nunca jamás pensó, sostener contra su pecho a esa pequeña criatura que llevaba en sus venas sangre Ishida.
Jordán lo apretó con gentileza, comprendiendo de sobra el mal que Yagami soportaba, pero también muy dispuesto a ser la cura que endulzara su amargo pesar. Yamato Ishida algún día sería olvidado o al menos eso esperaba fervientemente y entonces él, ellos continuarían su camino tomados de la mano.
—Vamos a casa —murmuró Jordán haciendo caminar a Tai a su ritmo. —Sabes... a partir de este incidente a Kathleen se le ha metido a la cabeza que le gustaría tener un bebé en casa. Un bebé que tenga tus ojos...
Taichi se le quedo mirando con sorpresa.
—Mi hermana está loca, lo se... pero... solo por esta vez le doy un poco de razón. Sería magnifico tener un niño que se parezca a ti. Yo lo adoraría, sería la luz de mi vida y tú...
Tai apretó los labios, y sus ojos derramaron más lágrimas silenciosas.
—Suena como un sueño maravilloso... un hijo propio —murmuró con esperanza.
Y entonces Tai pensó que quizás... y solo quizás debía darle las gracias a Sora y tomarle la palabra, iría en busca de su felicidad. Porque de sobra sabía que era lejos de Yamato Ishida.
Continuará...
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