Capítulo 4: Deseos en llamas
Ookurikara a pesar de no entender bien la reacción de su compañero, sabía que no podía dejar que Shokudaikiri se retirara así sin más, ya que por algún motivo sentía que todo se tornaría de un terrible negro que lo perseguiría el resto de sus días, o quizás, de un carmín tan aterrador que podría desgarrarle el alma en cualquier momento, es por ello que los pasos del castaño resonaron contra la reseca vegetación, y luego se escucharon más ahogados al llegar a la entrada del granero, en el cual se encontraba ahora dentro Mitsutada, pero al no encontrarlo de buenas a primeras, Ookurikara se puso a explorar los alrededores en busca del emparchado, el cual estaba acariciando a uno de los caballos.
—Creo que he ido demasiado lejos —le mencionó a aquel animal, quien no entendía a ciencia cierta a qué se refería—. Sabes... me siento un poco arrepentido de lo que le hice a Kara-chan, pero... —se llevó su mano lentamente a su pecho, en el cual se llegaba a percibir cierta cantidad de zancadas desesperadas provenientes de su corazón, casi como si éste diera a entender que el amor era mucho más fuerte que el dolor que sentía en su alma—. No puedo negar que yo esté locamente enamorado de él, y que quizás lo que le hice no fuera el mejor camino a tomar. ¿Crees que... algún día podría perdonarme? —le mencionó a ese caballo, el cual solamente le movió las orejas, para al segundo siguiente, soltar un bufido, por lo que, ante esto, Shokudaikiri simplemente sonrió con tristeza—. Es verdad, no tienes la capacidad como para decírmelo —le dio unas pequeñas palmadas más en el lomo, y se inclinó hacia delante un poco con la clara idea de echarse a llorar, pero sus planes fueron completamente profanados en cuanto llegó alguien a la caballeriza, lo cual hizo que se enderezara de golpe por el susto.
—¡Mitsutada! —las puertas del establo se habían abierto por completo, dejando ver a Ookurikara, quien venía por él.
—¿Kara-chan? —dijo con un tono de sorpresa, y varias veces parpadeando—. ¿Por qué tú...?
—¡Cállate! —al escuchar el otro aquel grito, otra vez se sobre exaltó, y es por eso que se tragó sus palabras—. ¡Me desesperas! —Ookurikara, quien parecía enfadado por su tono de voz, se acercó al pelinegro a paso rápido, y una vez estando lo suficientemente cerca de él, lo tomó de las solapas y lo acercó a su rostro—. ¡Deja de ser tan bipolar!
—¿Eh? —con algunas pequeñas lágrimas en su ojo derecho que no llegaron a salir, parpadeó unas cuantas veces algo nervioso, aunque más extrañado, pues la expresión del castaño era de: cansancio, preocupación y dolor.
—¿Qué fue todo eso que me dijiste antes?, además, ¡cómo se te ocurre irte así sin siquiera darme la oportunidad de defenderme! —le reclamó; obviamente que para Ookurikara, aunque su búsqueda no había durado ni cinco minutos, ese fue el tiempo suficiente como para que se replanteara mil cosas, llegando a sus actuales conclusiones.
—Es que yo... —no, no le permitiría seguir hablando.
—¡Escúchame, sabandija!, no me interesan tus disculpas, ¡no me interesa nada de eso! —le exclamó—. ¿Acaso no te dije lo que yo sentía por ti? —fue allí que con esas palabras, Mitsutada logró recobrar algo de sí mismo.
—¿Qué has dicho? —mencionó un tanto incrédulo.
—Tch... eres un idiota —refunfuñó el que tenía el tatuaje del dragón en su brazo izquierdo, y fue entonces cuando él decidió que lo más correcto era demostrarle cómo se sentía, es por eso que se aferró con un poco más de fuerza de sus solapas, y tironeó de las mismas para atraerlo hacia él, concluyendo este acto en un beso que permitió que sus lenguas se enredaran un poco, aunque lenta y seguramente, hasta el punto, en que logró elevar un poco la temperatura corporal de ambos. A todo esto, obviamente que el reciente contacto, no fue ni muy pasional, ni tampoco escaso, pero fue más que suficiente como para dejar a Shokudaikiri un tanto noqueado, así que cuando sus labios se separaron, los bordes de éstos brillaban ligeramente con la luz que apenas entraba por las ventanas, pues los mismos estaban húmedos por la resiente acción.
—Ahora... ¿me crees? —mencionó Ookurikara pausadamente, pues se estaba recuperando de lo hecho.
Con lo que había hecho Ookurikara, Shokudaikiri logró salir de su abatimiento, e incluso del impacto que le causó aquel beso, pero apenas vio esa expresión tímida en Ookurikara, esto lo regresó a sus antiguos instintos, y no pudo contenerse más, así que tomó con ambas manos las mejillas de su allegado, para luego volver a juntar sus labios, retornando así a su anterior actividad con unos toques más lascivos, por lo que de inmediato, las lenguas empezaron a chocar de una forma más intensa, incluso soltaban sonidos indecentes que profanaban el silencioso espacio en el que se encontraban. De este modo y, poco a poco, entre los fervientes vaivenes de Shokudaikiri, el agarre de Ookurikara aflojó y sus manos, de algún modo, terminaron yendo al torso del otro, pues, ahora el emparchado optaba por sostenerlo de su cabeza para evitar que se separara de él, y además, también se vio en la necesidad de abrazarlo por la cintura con su otro brazo.
Para este momento, obviamente que las palabras quedaron en un segundo plano, pues ahora, se acercaban a un nuevo clímax, y en consecuencia, la mano de Shokudaikiri acarició suavemente los castaños cabellos de su amado, mientras tanto, Ookurikara cerraba los ojos con un evidente sonrojo en el rostro, en donde cuyos párpados temblaban un poco por la falta de aire, pues el beso se había convertido en algo tan duradero, que incluso se vio obligado a tragar parte de la mezcla de saliva, aunque en realidad hacer eso fue más que inútil, ya que ésta de todas maneras escapó por una pequeña esquina de entre sus labios.
—Hum, es-... —aunque el castaño intentó hablar, el otro volvió a apretarlo y contenerlo, dejándolo sin escapatoria, por consiguiente, hubo un momento en el que finalmente terminaron sobre el suelo, y allí sus cuerpos se retorcieron ligeramente dejando marcas sobre la tierra, y manchando además sus ropas con polvo. Sin embargo, hubo un momento en que los pulmones del que poseía la piel tostada llegaron a su límite, y es por eso que, en un movimiento de cabeza, hizo que finalmente diera por terminado aquel tacto tan pasional—. ¡Ah! —desde aquí Ookurikara tomó una gran bocanada de aire, y ante esto, se dio cuenta Mitsutada de que se había propasado un poco, pero... al ver el rostro agitado, sonrojado, y algo lloroso de su compañero, el depredador que había dentro de él se volvió a activar—. Podrías... ¿contenerte un poco? —le rogó el otro en lo que le echaba una suave mirada, y se llevaba una mano sobre la cabeza.
Sin embargo, el emparchado, quien muy profundamente disfrutaba del momento, tomó con una mano el rostro de su compañero, y entonces apoyó uno de sus dedos en sus propios labios, y le hizo la señal de que guardara silencio.
—Shhh —a continuación, el pelinegro no se limitó para nada, y volvió a apoderarse de los labios ajenos.
Es así que, nuevamente lo obligó a aguantar un poco más la respiración, sin embargo, entre ese nuevo e intenso intercambio, algunos jadeos empezaban a salir de entre las bocas de ambos, y no solo eso, el tacto de sus lenguas como de sus labios, había provocado que empezaran a hacerse presentes unos bultos en sus pantalones.
Con lo anterior descrito, obviamente que el que estaba debajo del pelinegro, buscó la forma de disimular su reciente y formada erección, es por eso que se llevó una mano a la zona afectada, y buscó cubrirse con el manto que tenía alrededor de sus caderas, sin embargo, no contó con que Shokudaikiri entendiera lo que pretendía, e inmediatamente dejó de besarlo para inclinarse sobre él y entonces tomar aquella mano.
—No permitiré que lo ocultes... —una pequeña risa se le escapó al emparchado, y fue entonces cuando se inclinó contra su cuello, el cual recibió unas cuantas marcas de chupones de su parte. Sin embargo, no fue lo único que decidió hacerle al físico de la persona que tanto deseaba, ya que, al estar frente a tal demostración de amor, una de sus manos se deslizó por su abdomen, y acarició con lujuria aquellos bien formados músculos que estaban cercanos a sus caderas.
—¡Ah! —de inmediato, un gemido inesperado provino de Ookurikara, quien se avergonzó por ello, e intentó detenerlo, aunque no con la misma fuerza que antes; esta vez su cuerpo lo aclaba, es por ello que su voz se ahogó por las sensaciones en su piel, para colmo, ahora sus fuerzas se desvanecían aun más, haciéndole imposible volver a pensar en otro acto de rebeldía, sin mencionar, que le estaba agradando de sobre manera aquello, aunque no tanto como para admitirlo abiertamente. Es así que, desde aquí, las manos del castaño que apretaban firmemente los brazos de Mitsutada, quien ahora lo había acorralado por completo en el suelo, percibió una de las piernas del otro entre las suyas, la cual empezó a ejercer algunos movimientos tentadores y agradables para su persona, por lo que la anterior acción solo motivó a que lo que estaba entre sus piernas palpitara con emoción, y como no estaba ajeno a la situación, sus manos rodearon el cuerpo contrario, y decidió por fin responder al hermoso llamado de la primavera, que le pedía a gritos, inesperadamente, forjar un vínculo más cercano con Shokudaikiri. De este modo, casi como si sus hojas fueran encendidas a ochocientos grados Celsius para ser reparados, ambos se calentaban el uno al otro, ¡y de qué manera!, ya que ahora el que produjo un intercambio de besos fue Ookurikara, quien luego deslizó sus manos por debajo de la camiseta negra de su amigo que se había transformado ahora en su amante, logrando así brindarle atención a aquella ancha espalda. Como siguiente acto, los movimientos indecorosos, junto a las caricias que se repartían mutuamente, llevaron a hacer que en determinado momento sus caderas se juntaran, dejando el mismísimo Ookurikara que ese pelinegro se acomodara entre sus piernas, lo que les facilitaría empezar a frotarse mutuamente. Ahora que ambos miembros que estaban bien cubiertos por sus ropas, tenían un contacto casi íntimo, y por el cual, se transmitían placer el uno con el otro, esto terminó por insuficiente, y es por ello que no tardaron en llevar a cabo el siguiente paso:
Desde luego, las prendas de vestir terminaron por ausentarse, es decir, a ser retiradas una por una por su contrario y viceversa: primeramente, las camisetas, luego los pantalones, y más tarde, la ropa interior, pero en último lugar quedaron sus guantes, además, esta acción no venía sola, porque también las acompañaron más caricias con besos cortos, junto a unos jadeos que cada vez eran más fuertes. Por otro lado, en cuanto sus cuerpos quedaron al descubierto, se dieron cuenta de que ahora poseían una cama improvisada, construida con sus ropas. Ahora que aquello que los impedía ser uno se esfumó, Shokudaikiri se atrevió a manipular a su amado, y lo obligó a girarse boca abajo, y al ver esto Ookurikara, observó cómo el otro se inclinaba detrás de él, por lo que enseguida supo qué cosa tenía en mente.
—¡No lo hagas! —le rogó al adivinar lo que planeaba, pero fue inútil, ya que eso no detuvo los deseos mundanos de Shokudaikiri, quien tomó con ambas manos los glúteos de su amado para masajearlos un momento, disfrutando así de la previa. Más tarde, acercó el rostro a esa zona sensible, y observando cómo por presión de sus pulgares estiraba la zona, sonrió satisfecho y terminó de cortar las distancias para empezar a hacer uso de su lengua. Es así que esta respuesta indirecta, hizo que Ookurikara se inclinara hacia delante la cabeza, e inmediatamente, soltara quejido tras quejido, e igualmente esto lo llevaba a cerrar con algo de fuerza sus ojos, ya que no podía creer que su lengua estuviera acariciando esa zona—. Te-te dije... que no. —aun a pesar de todo, no dejaba de negarse incluso cuando el emparchado, decidió introducir aquel largo músculo en su interior, lo cual le hizo gemir y temblar.
El sudor empezaba a hacer acto de presencia en el cuerpo del castaño, y ni que decir de sus pequeños gemidos, los cuales se hacían cada vez más presentes en el ambiente. Pero no olvidemos que Shokudaikiri, quien era un fiel fan de este chico, y que no se conformaba con nada, hizo que su lengua se moviera de adentro hacia fuera, e incluso, meneó ésta a ambos lados, provocando así indecorosos sonidos de humedad que también se expresaban con cierta intensidad. Desde luego, con todas estas muestras de amor, el chico del tatuaje de dragón, no pudo evitar tensarse ante las sensaciones, y cerró los puños apretando las ropas que se encontraban debajo suyo, a continuación, procedió a arquear su espalda, y dejó aún más exhibida su parte posterior, lo cual le permitió al emparchado profundizar en su accionar, por lo que los sonidos de chapoteos se escucharon con mayor frecuencia.
—Pa... para... por... ¡favor! —solicitó nuevamente, hasta que, por fin, el Mitsutada atendió a sus súplicas, lo que dio paso a que se detuviera. Sin embargo, la escena que le siguió después fue más que erótica, porque la lengua de Shokudaikiri cuando fue retirada de esa entrada, había quedado unida sensualmente por hilo de saliva, hasta que éste decidiera apartarse lo suficiente como para cortar dicho enlace.
—Mmm~ —el emparchado se relamió los labios, y logrando con esto que aquella indecencia se separara de él, aunque esto no quedaría ahí; Mitsutada creía que aún Ookurikara no estaba listo, así que con su boca empezó a humedecerse uno de sus dedos, y después de hacer esto, posicionó el mismo suavemente con la yema en la superficie de la entrada de su amado, y luego, empujó suavemente, escuchándose a su paso un enternecedor sonido de humedad—. Lamento hacerte esperar, Kara-chan, pero tengo que prepararte antes de que recibas la mejor parte de mí —le comentó con una amable sonrisa, pero a pesar de aquellas "endulzantes" palabras, no lograba apaciguar al otro, pues Ookurikara apenas recibió ese dedo, sintió cómo su piel se erizaba, y no hizo otra cosa después más que reclamarle:
—¡De-deja de hacerle cosas extrañas a mi trasero! —logró por fin decir una frase completa, pero a está le siguieron unos increíbles gemidos que casi podían ser confundidos con lamentos, e inmediatamente, el chico se vio involuntariamente en la obligación de inclinar su cabeza hacia delante de nuevo, pues el placer lo recorrió por su espina como si de electricidad se tratase ante los primeros movimientos profundos que ejerció Mitsutada. Por otra parte, el dueño de ese dedo, no hizo más que reírse de lo que el otro le decía, y finalmente se detuvo, decidió detenerse.
—Eres demasiado impaciente, Kara-chan —le dijo el pelinegro, y con cierta violencia lo volteó boca arriba—. Pero no puedo negar que yo también... estoy muy necesitado de ti —le mencionó, y lo tomó de sus piernas para abrirlas, y así acomodarse entre éstas. Ahora, obviamente que este acto tan impaciente por parte de Shokudaikiri, hizo que Ookurikara abriera los ojos más de lo normal, y que temiera por lo doloroso que podría ser la nueva escena, pues recordaba bien la primera vez, y esa sí que le dolió, pero acaso, ¿sería lo mismo?, es por ello que en base a eso él le dijo lo siguiente:
—¡De-despacio! —le pidió con cierto temor.
—No creo que sea necesario ser cuidadoso, Kara-chan, estás muy mojado, y además, ya lo hicimos una vez, ¿recuerdas? —le hizo saber en lo que apoyaba la punta de su miembro contra la entrada posterior del castaño; estaba a punto de penetrarlo, y si hacemos una leve pausa, aunque el compañero de Mitsutada no lo notara, entre las piernas del castaño, caía un líquido transparente, el cual se deslizaba sensualmente por entre sus glúteos. Por otra parte, después de lo anterior dicho por el chico del parche, fue el momento en el que no aceptaría un no por respuesta, y entonces, entró sin pedir permiso, pero no lo hizo de a poco, sino que fue de una sola vez, deslizándose casi instantáneamente dentro de su compañero, quien luego tiró su cabeza hacia atrás soltando un sonoro gemido, mientras el chico que hacía de activo, se inclinaba hacia delante; de un momento a otro, ambos cuerpos se pegaron, y al quedar torso con torso, las embestidas se dieron una tras otra rápidamente y sin demora.
Si estuvieran ahora mismo sobre una cama, no cabría dudas de que esta crujiría con gran entusiasmo, pues así se daban de feroces las embestidas dentro de Ookurikara, además, aunque no lo quisiera, su miembro, el cual estaba tan erecto y duro como el de Mitsutada, se frotaba contra los bien formados abdominales del mencionado, lo que le otorgaba un mayor placer, pero cuidado, porque él también notó la diferencia con el anterior encuentro que tuvieron hace dos semanas, y es que ahora lo disfrutaba mucho más. ¿Quizás era por amor? ¿Tal vez porque ahora su relación era más estrecha? ¿O por el simple hecho de que su cuerpo ahora lo estaba aceptando? Sea cualquiera la razón, la realidad es que ahora ambos estaban pasando por un momento altamente placentero. Ahora bien, podría decirse que Mitsutada estaba violentando a Ookurikara de tal manera, que parecía que iba a romperlo, y de hecho, lo estaba haciendo, pues el otro sentía un ligero dolor en su zona más profunda, pero a pesar de que la fuerza ejercida por el emparchado para Ookurikara era suficiente, para el otro no; obviamente su desesperación por estar con él era enorme.
—Kara-chan... esto... no es suficiente —avisó al otro, quien luego abrió los ojos con gran impresión, pues ahora las manos del emparchado rodearon sus caderas para luego sujetar sus muslos, los cuales elevó a unos considerables cm del suelo para profundizar aún más la penetración, provocando así aún más dolor dentro suyo, e inesperadamente, esto permitió llegar al punto "G" del muchacho.
En respuesta a la nueva postura, Ookurikara se había tomado con rapidez de la espalda ajena, y con su otra mano, se sujetó de la nuca de su amado, mientras que a la vez, jadeaba y gemía con extremo placer cuando apenas sintió aquel miembro acariciar su zona más sensible; Mitsutada lo estaba matando, pero de satisfacción. Por consiguiente, las primeras reacciones tan gustosas de parte del que hacía de pasivo, las manos de Shokudaikiri se vieron motivadas a deslizarse por aquellas suaves piernas, para luego doblarlas a medio camino, y así, poder entrar aún más duro dentro de él, lo cual provocaría, un placer, pero al mismo tiempo, un dolor que quizás experimentaría en un alto grado el castaño mucho más tarde. De todos modos, los resultados que iban de buenos a mejores, hicieron que el emparchado, agitado, y entre gruñidos de placer, le empezara a decir lo siguiente al otro en lo que sonreía:
—Esa... sin dudas es una buena expresión, Kara-chan, aunque... creo que no voy a poder aguantar demasiado—le advirtió al otro, después de todo, habían empezado de una manera salvaje, y era de esperarse que obtuviera aquellas tan desafortunadas consecuencias.
Por otro lado, aunque Ookurikara buscara responderle, se veía imposibilitado en su habla, y eso era por el trato que le ejercía Mitsutada a su cuerpo, quien tampoco resistiría mucho más, después de todo, sentía que su entrepierna, como así también la de aquel sonriente depredador palpitaba, lo cual significaba que pronto llegarían al final de su encuentro.
—¡Hum! —desde este punto los gruñidos con los gemidos del chico tatuado lograban entremezclarse, componiendo así una melodía indecente, sumándose también la entonación, la cual era muy elevada, pero no solo eso, sino que también las expresiones de ambos se tornaban de otro matiz: Shokudaikiri se veía más serio y centrado, mientras que Ookurikara, se le notaba más deseoso y perdido, casi como si estuviera hipnotizado.
Ambos sentían cómo el calor surcaba por su piel además del sudor, y claro, también cómo posteriormente se hacían presentes las ganas de explotar todo lo ya acumulado, y como era de esperarse, así fue como se haría. Mitsutada, apenas y podía moverse ahí dentro, ya que el otro lo apretaba de forma consecutiva, lo cual hacía que no lograra soportarlo por más tiempo, y fue allí que, ante una última estocada por parte del emparchado, lograron ambos llegar al tan esperado orgasmo.
Las expresiones de alivio y de gusto no tardaron en hacerse presentes al igual que el cansancio, es por eso, que el emparchado se dejó casi caer sobre el cuerpo de su víctima, quien también los sostuvo como pudo, ya que además estaba bajo los efectos de lo recientemente hecho, y en lo que sus cuerpos procesaban el reciente orgasmo, sus mentes nubladas, empezaban a adquirir consciencia del espacio en el que se encontraban, y es por eso que Mitsutada, lentamente, alejó su peso del cuerpo de Ookurikara.
—¿Estás bien...Kara-chan? —le preguntó aún agitado.
—Es-... estoy bien —tragó algo de saliva, mientras que, al mismo tiempo, intentaba recuperar algo de aire, por mientras, el otro al ver que su sueño se había cumplido, y que, quizás, ahora las cosas entre ellos serían diferentes en el buen sentido, no pudo evitar acercarse para depositar un tierno beso sobre la frente de Ookurikara.
—Te amo, Kara-chan —le susurró ya calmado, y lo abrazó contra él. Por último, cuando Ookurikara recibió aquellas increíbles palabras, se sorprendió de sobremanera, pues era la primera vez que Mitsutada, le decía abiertamente lo que sentía.
—Ah... yo... también —le respondió con cierta vergüenza. Por parte del otro, éste rio con cierta dulzura, y entonces volvió a besarlo, pero esta vez sobre sus labios.
—Me haces inmensamente feliz —al fin él había obtenido lo que tanto había deseado, y eso era tener a su lado al castaño, quien no era otra persona ahora que su pareja. Ahora bien, después del gran momento que habían pasado en el granero, en cuanto tuvieron que ir de regreso, Mitsutada tuvo que encargarse de cargar en su espalda a Ookurikara, ya que, al parecer, había quedado imposibilitado.
—¡Esto es tu culpa! —le gritó el otro en lo que estaba en su espalda.
—Tranquilo Kara-chan, solo debemos dejar que te arreglen...
—¡Cállate!
La relación de ambos era chispeante, pero era tierna a puertas cerradas, aunque bueno, no todo el tiempo, pues había veces que se coqueteaban frente a otros sin darse cuenta, o mostraban claras señales de que tenían un secreto bien oculto entre los dos. Y como era de esperarse, la historia de ambos, que ya había empezado de ante mano, seguiría desarrollándose, y en consecuencia, llenando sus almas, mentes y cuerpos de buenos recuerdos.
¡Gracias por leer!
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