Fight and survive

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Verde herida

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A ti ocho años atrás.

¡Samantha traidora!—.

Eres una buena persona, Samantha—.

¡Lárgate de aquí, huye antes de que te mate con mis propias manos

Él no es tu padre, un padre jamás le haría algo así a su hija

La vida de Rita Valdez había empezado con el pie izquierdo, había sido condenada sin siquiera darse cuenta, desde el momento que nació hasta el día que desapareció.

—¡Rita, es mamá!—su hermana Elizabeth le llamó desde el otro lado de la línea, sonaba asustada, amedrentada y herida—La ha dejado inconsciente esta vez—.

—Llama una ambulancia, te veré en el hospital—Rita dijo del otro lado, comenzando a correr sintiendo como sus pies entumecidos se volvían cada vez más ajenos a ella—.

No era la primera vez que pasaba

y ella sabía que tampoco sería la ultima vez.

Había crecido viendo a su madre matarse por trabajar y pagar una deuda que no tenía fin.

—No tenemos dinero para pagar un hospital—replicó su hermana menor desesperada—.

—Usaremos el dinero de la deuda—dijo y llegó a la parada de autobús, la ultima vez que intentó llegar corriendo había terminado llegando dos horas después con las plantas de los pies destrozadas—.

Con la llegada del invierno comenzaba a hacer frío en Londres,

Rita odiaba el invierno

odiaba Londres

odiaba a su padrastro

Y al hombre que se metía en su diminuta casa por las noches para cobrarles la deuda

también odiaba que su mamá se dejará maltratar

Odiaba no ser más grande y fuerte

detestaba no saber como pelear

y que su hermana anduviera descalza por la casa.

—Elizabeth lleva a mamá al hospital- sentenció como ultimo y colgó la llamada, el frío se le colaba por entre las ropas, le adormecía los maléolos*, tuvo que esperar al menos veinte minutos a que pasará el autobús—.

Rita era la hermana mayor de cuatro hermanos, Francisco, Víctor, Jesús y Elizabeth, el primero se había ido a vivir solo dos años atrás, en la pequeña casa solo vivían Víctor, Jesús, Elizabeth, su madre, Rita y el nuevo esposo de su madre que ya llevaba dos meses desaparecido.

La madre de Rita cubría dos turnos como empacadora en una empresa entre semana, los fines de semana trabaja como cajera en una tienda de paso en la carretera, aun así con todo esto no lograban pagar la deuda que tenían con los Romero, por lo que al cumplir los quince Rita abandonó la escuela y comenzó a trabajar, de siete de la mañana a tres de la tarde trabajaba de ayudante en una papelería, de cuatro a once trabajaba en un restaurante, ella no sabía cocinar, por lo que solamente le daban tareas sencillas, lavar los baños, limpiar el suelo, atender a los clientes y lavar los platos.

Aun así el dinero no era suficiente

Nunca era suficiente.

Más de una vez la idea de quitarse la vida atravesó su cabeza

cada vez más frecuentemente al estar de pie frente a las vías del tren,

era como un monstruo creciendo dentro suyo, le inmovilizaba los pies

le adormecía el cerebro

la sola idea de saltar frente a las vías le daba una descarga de adrenalina gutural,

Se imaginaba así misma en su velorio de bajo recursos, veía a sus hermanos con esas viejas ropas viejas, su madre lloraba pero al menos llevaba un vestido decente, su padre la venía a ver, él y tal vez la jefa del restaurante donde trabajaba,

veía a sus seres queridos arrepintiéndose por el daño ocasionado

"Oh mi pequeña Rita, de haberte cuidado mejor, estarías aquí" escuchaba a su madre decir y después la veía abandonar a su nuevo esposo para tomar un rumbo diferente con su vida.

Pero claro

Si los vivos no escuchan, mucho menos lo harían los muertos

Él ser humano solamente aprende las lecciones a la mala, la lección que Rita le quería dar a su familia, el espectáculo principal, solo podía ser presentado una vez, con posibilidad a fallar,

a ser llamada idiota, cobarde e insensible.

Por eso, cada vez que Rita se sentía abrumada por sus propios deseos usaba toda la fuerza de voluntad que le quedaba agolpada en el hipotálamo para traer de regreso a sus hermanos,

Pensaba en Elizabeth llamándola al trabajo para decirle que el nuevo esposo de mamá o el señor Romero habían dejado inconsciente a su madre,

Pensaba en Víctor poniéndose dos pares de calcetines y dos sudaderas encima para cubrirse el frío

y como Jesús la veía cuando tenía hambre.

—El doctor quiere que mamá se quedé a pasar la noche—escuchó decir a su pequeña hermana apenas entró a la sala de emergencias esa noche—.

Elizabeth era una niña de ocho años, Víctor tenía siete y Jesús cinco.

—¿Tan malo fue?—Rita preguntó acercándose a sus hermanos que se encontraban agazapados en una silla cerca de la recepción de la gran limpia y reluciente sala—.

Rita tenía dieciséis en ese entonces, era delgada, usaba un par de lentes rotos y el cabello castaño hecho un desastre, ella misma se cortaba el cabello, intentaba basarse en las jóvenes de las revistas de moda que veía de camino al trabajo.

—No, pero una señora quiere hablar con mamá y contigo, y con nosotros, lleva un traje elegante y una mariposa en plata, es muy bonita—esta vez habló Víctor metiendo sus manos dentro de su suéter, recargando su cabeza en Elizabeth—.

—Dice que nos llevará a un lugar mejor—terminó de explicar Elizabeth con el cabello castaño enredado y los mofletes rosados—.

La cabeza de Rita empezó a trabajar a mil por hora, era consiente que la mujer de la que hablaban sus hermanos era nada más y nada menos que la trabajadora social del distrito.

Por su cabeza pasaron mil cosas, todas la posibilidades eran peor que otras, tenía la opción de esperar a la trabajadora social, explicar las condiciones de vida y que esta la llevará a ella y a sus hermanos a un orfanato, después tendría que esperar a cumplir la mayoría de edad y ser lo mentalmente capaz y económicamente apta para poder apelar por la patria potestad de sus hermanos y...

Y...

Y una mierda

—Vamos a ver a mamá—Rita sonrió cálida, tomando a Jesús entre sus brazos, encaminándose a si misma y sus hermanos donde Elizabeth decía que estaba su madre inconsciente—.

Su madre tenía un rostro amable, tenía el tipo de tiemble que te hace confiar, que te trae paz, que hace ver los problemas grandes como minoría.

La castaña se sentía tranquila al verla incluso cuando su madre llevaba la piel pálida, el cabello negro canoso, las bolsas de los ojos ennegrecidas y los pies hinchados,

Rita sabía que esa sería la ultima vería su madre, le daría a si misma el acto de amor y piedad más grande

Le regalaría su libertad

—Vámonos—dijo después de media hora, sus hermanos estaban encima de mamá y le tomó varios minutos bajarlos de su sitio y escabullirlos por el hospital—Elli si ves a esa señora de traje dímelo-pidió con Jesús en la espalda, inclinándose para encarar a Elizabeth y a Víctor—.

—¡Ahí esta!—dijo Víctor al instante, alzando su dedo para señalar a una mujer que llevaba el cabello negro azabache sujeto en una pinza con forma de mariposa además de un alisado traje en color azul rey con unos brillantes zapatos en color negro—.

—Shhh, no hagan ruido—él corazón de Rita estaba a mil por hora, tomó la mano de ambos niños, obligándolos a entrar a una de las habitaciones, la cual era habitada por una mujer mayor, esta los vio entrar y alzo la cabeza lo suficiente para poder ver atreves de la oscuridad—Disculpe nos equivocamos de cuarto—dijo Rita a la mujer—.

Tenía al menos ochenta y cinco años de edad, su cabello en su mayoría era de un color blanco canoso, tenía los ojos rasgados y la cara arrugada, la mujer mayor les sonrío y asintió con la cabeza.

Rita asomó su cabeza por el pasillo, la trabajadora social hablaba animadamente con la enfermera en la recepción.

—A la mierda—dijo Rita adentrándose más a la habitación sintiendo la mirada de la mujer encima suyo—.

—A la mierda—repitió en su espalda Jesús—.

—¡No digas malas palabras!—la regaño Elli—.

—Perdón—Rita había llegado al otro extremo de la habitación abrió la ventana y la brisa le golpeo la cara al instante—saldremos por aquí—.

Estaban en el primer piso del hospital, solo tendrían que salir por la ventana y correr calle abajo para poder escapar.

—Pero mamá—Elizabeth se quejó apartándose cuando sintió que Rita quiso subirla por la ventana—.

—Mamá nos alcanzará después—dijo desesperada Rita tomando a Víctor de las axilas para sentarlo sobre la cornisa—.

—¿Cómo se que no estas mintiendo?—replicó Elizabeth, la anciana se había sentado sobre la cama y observaba la escena sorprendida—.

—Escucha Elizabeth ¿recuerdas a esa mujer de traje? ella a venido a separarnos, nos mandarán lejos, no nos volverás a ver ni a nosotros ni a mamá si no huimos—dijo y los ojos de su hermana menor se abrieron con sorpresa—.

Obedeció a su hermana sin chistar, una vez todos sus hermanos estuvieron fuera Rita regresó furtiva hasta la cama de la confundida anciana, saco sin navaja abanico tomo a la anciana del cabello y tiro de este hacía atrás, la anciana sorprendida solo soltó un suave gemido cuando sintió el frío filo de la cuchilla en su cuello y las manos de la castaña en su nuca.

—No le quiero hacer daño, pero le juro que si usted dice una palabra, le juro que si usted dice algo de habernos visto pasar por aquí—Rita amenazó con el corazón apunto de estallar—volveré y la mataré—.

La anciana solo asintió y le dedico otra cálida sonrisa,

la anciana daba el tipo de sonrisas que hacían que Rita se sintiera mal de amenazarla.

—Por favor, hago esto por el bien de mis hermanos—dijo y la anciana sonrió aun más, esta vez colocando una de sus delgadas manos sobre el rostro de Rita—.

La mujer de avanzada edad asintió sin necesitar más explicación y le indicó a Rita que saliera con la cabeza.

...

Una hora después Rita y sus hermanos estaban sentados todos juntos en el ultimo vagón del ultimo tren.

—¿A donde vamos?—preguntó Jesús somnoliento, tenía el cabello negro y las cejas gruesas—.

—A casa—le contestó Víctor—que tenía el cabello castaño y los ojos café miel—.

—Hoy no iremos a casa—repuso Rita sin saber realmente a donde iban—.

—Pero hoy no es Miércoles—protestó Víctor confundido—.

Los miércoles Romero asistía a peleas ilegales, había escuchado por ahí que llevaba a su propia hija a pelear ahí por lo que sería el primer lugar que evitarían, Romero se ponía borracho, tanto que se desmayaba, los miércoles eran los únicos días en los que tenían la certeza de que no lo verían.

—Tranquilos dormiremos en un lugar seguro—.

Rita se sentía patética, el mundo les había dado la espalda y ahora se sentía fugitiva, había nacido con el pie izquierdo, se vio a si misma derrotada cuando solo pudo esconder a sus hermanos dentro de un sucio bus escolar que le prestó su amigo Darcel, que no era más que un drogadicto cuyos padres habían arrojado al olvido y este vivía en un basurero para carros.

—Cúbranse bien—pidió Rita a sus hermanos una vez los arropó en el camión, Víctor y Jesús estaban acostados en el asiento de hasta atrás, Elizabeth se acostó un asiento adelante de ellos, cubriéndose con las mantas que Darcel les había prestado-volveré pronto—.

—¿A donde vas?—preguntó Víctor con una manta rojiza cubriéndole desde los pies hasta la nariz—.

—Olvide algo en el trabajo, es muy importante que vaya y lo haga o me meteré en problemas—Rita suavizo su voz y se aseguró que todas las ventanas estuvieran cerradas—les prometo que mañana desayunaremos algo rico—.

Sus hermanos sonrieron y ella salió, tomó una gran cadena y cerró con esta la puerta del camión, poniendo un enorme candado encima se aseguró tres veces que no se pudiera abrir la puerta antes de irse—No se acerquen a las ventanas, esperen hasta que vuelva-pidió un tanto nerviosa—.

Conocía a Darcel de varios años atrás, un chico delgado de negro cabello lacio y labios carnosos, tenía varios pircings en las orejas y otro en forma de calavera colgando del labio inferior.

La castaña no podía confiar en él, ni siquiera el podía confiar en si mismo.

—Darcel, necesito que me des un poco de lo más fuerte que tienes—Rita se paró frente a la puerta de su casa rodante, esta ya no contaba con ruedas, ni con ventanas disponibles, Darcel se había encargado de romperlas todas y en su lugar poner bolsas de basura negras, la mayoría de sus cosas estaban en el suelo, ropa, revistas de sociedad, revistas porno, latas de comida, faros de autos arrancados, todo era un desastre allí adentro—Darcel—lo volvió a llamar esta vez entrando un poco más con miedo a ser mordida por una rata—.

Darcel estaba sentado en un pequeño compartimento con una mesa rectangular frente suyo, al escuchar que lo llamaban se levantó con un gemido, antes de echarse hacía atrás, llevaba unos jeans desgastados, una camisa blanca y un suéter negro partido a la mitad —¿Algo fuerte—preguntó girando la cabeza en dirección a la castaña—no sabía que te drogabas—.

—Ha sido una noche jodida—dijo y se las arreglo para caminar entre la podredumbre, Darcel estaba abrazando un neumático ahora—.

—Tengo algo excepcional—se rio Darcel histérico, buscando frenéticamente entre los bolsillos de su pantalón hasta que sacó un pequeño frasco con unas cuantas pastillas anaranjadas—.

—Qué es eso?—preguntó la castaña con la vista fija en el contenido del frasco—.

—Es una nueva droga experimental—balbuceo a punto de desmayarse—.

—¿Es fuerte?—preguntó viendo como Darcel se desmayaba con el frasco entre los dedos—.

—Super fuerte e ilegal, mejor que no te atrapen con esta mierda—dijo y recargó su cabeza en el neumático—compláceme y te daré un poco—pidió el pelinegro intentando tomar a Rita del cuello para acercarla a su cuerpo antes de finalmente quedarse dormido—.

Rita tomó la oportunidad frente suyo, tomó el frasco del pelinegro además de otros estupefacientes que guardaba debajo de su roto futón además de cien dólares que él pelinegro se había ganado en una apuesta, a la mañana siguiente cuando despertará le diría que gastó su dinero y tiró un frasco al desagüe, tras esto no podría volver a hablar con Darcel.

Rita tomó un taxi hasta el hospital con las drogas en los bolsillos, la entrada ya estaba sellada y el guardia estaba sentado en la puerta viendo su teléfono con los pies extendidos y las manos sobre su barriga, a hurtadillas llegó hasta la ventana de la habitación de la vieja anciana, colocó sus manos sobre el borde e intentó impulsarse contra la pared, cuando parte de su cuerpo resbaló cayó de bruces contra el suelo.

Más preocupada que adolorida alzo la vista, la anciana le estaba dando la espalda, parecía que no había conseguido despertarla, Rita se puso de pie los más rápido que pudo y camino de poco en poco hasta salir de la habitación sin cerrar la puerta por completo camino por el blanco pasillo diez habitaciones hasta que llegó a su madre.

Se metió así misma dentro y cerro la puerta con seguro para que nadie pudiera verla.

—Mamá—la llamó pero no obtuvo respuesta—tengo mucho miedo mamá—dijo y quería soltarse a llorar—.

Pero las lagrimas no salieron,

se le habían acabado las fuerzas

o ya no era capaz de diferenciar por que lloraba,

se sentó al lado de aquella que no la vio crecer

pero que si la obligó a hacerlo.

la tomó de la mano y espero que las palabras salieran por si solas,

Ya no le quedaba más por decir

—Vuelve cuando estés lista para ser una madre—dijo, dejándole un beso en la frente—.

Metió las drogas entre sus cosas, en cuanto la descubrieran la meterían a la cárcel por varios años.

Rita no quería que su madre fuera presa

pero si quería que descansará,

quería que por malo que sonará, su madre no tuviera con lidear con más palizas

con todo ese trabajo

con todo ese desgaste

Rita no conocía mucho de misericordia

para ella, ese fue el acto más honesto que le pudo regalar a la mujer

que le vio nacer.

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1/3

Un especial para una persona especial, para mi mejor personaje, mi persona favorita en la tierra, nuestra querida bestia, alguien que paso de la vida real a la pantalla y de la pantalla a la vida real, mi inspiración, mi niña, felíz cumpleaños Samantha, felíz cumpleaños bestia, te amo con todo mi ser. <3 ZammeRex

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