Capítulo 97


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Desaparecido

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"Cuando empezaron a desaparecer
hace tres cinco siete ceremonias
a desaparecer como sin sangre
como sin rostro y sin motivo
vieron por la ventana de su ausencia
lo que quedaba atrás / ese andamiaje
de abrazos cielo y humo.

Cuando empezaron a desaparecer
como el oasis en los espejismos
a desaparecer sin últimas palabras
tenían en sus manos los trocitos
de cosas que querían.

Están en algún sitio / nube o tumba
están en algún sitio / estoy seguro
allá en el sur del alma
es posible que hayan extraviado la brújula
y hoy vaguen preguntando y preguntando
dónde carajo queda el buen amor
porque vienen del odio"

Mario Benedetti (desaparecidos)

Cinco horas tras la desaparición de Thomas Stanley Holland.


—Helms, habla Osterfield...¿Tom no ha ido por ahí?—Harrison hablaba por teléfono presuroso y deshecho, caminaba de un lado a otro desesperado—.

Habíamos llegado al departamento afueras de Kingston hacía cuatro horas, este se encontraba en un condominio privado, más una casa moderna que un apartamento, una puerta enorme en color negro te daba la bienvenida, el recibidor tenía una mesa de cristal llena de pequeñas esculturas y algo de polvo, al adentrarte más al recinto te topabas con la cocina de granito y dos hornos plateados, pasando la misma se encontraba la una mesa enorme para veinte personas por comedor en color negro y con sillas acojinadas de un color perla, todas las paredes del lugar eran blancas y el piso del lugar era de un blanco más aperlado, habían cuadros de gran tamaño con arte abstracto por las paredes del lugar a excepción de la ultima pared contraría a la puerta, inexistente, era un gran ventanal con dos puertas igual de cristalinas que guiaban a una terraza.

—Déjame ver linda—pidió el doctor, había llegado hacía una hora con las ropas quirúrgicas puestas indicando que ante la llamada de Harrison había tenido que salir vuelto un loco del hospital, tenía la cara pálida y los dedos fríos—¿Cómo esta, Tom?—eligió mal su pregunta, estaba de rodillas frente a mí, que estaba agazapada en el sofá enorme de cuero oscuro y este pasaba un algodón con alcohol etílico sobre la herida de mi rostro—.

—Estoy, ángel...estoy—.

—Ya no esta—escupí sin voz, ya no me quedaban lagrimas que soltar, me sentía tan vacía que como aquel día que llegué a casa y me tomó meses darme cuenta que mis padres y mi hermano jamás volverían—.

Abandonada, 

y nuevamente todo era mi culpa.

—No, no, nada malo ocurremintió al teléfono, el doctor le había atendido la herida en el cuello y a causa de la humedad y la gravedad su camisa había quedado rosada por la sangre deslavada—por favor, si llegas a saber algo de él. Llámame—.

Harrison tenía un bolsa de espárragos congelada que el doctor le había dado para que se pusiera en el rostro, ahora caminaba de un lado a otro con la bolsa entre las manos, paseándola mientras mordía el borde de su móvil pensando en quien más llamar.

—¿Usted que sabe del trastorno limite de personalidad?—pregunté cuando hombre de avanzada edad, también sin nombre, saco su estetoscopio de su maletín viejo—.

Harrison volvió a llevarse su propio móvil al oído—Hola, soy Harrison Osterfield, disculpe la hora, quisiera saber si Thomas Stanley Holland no ha ido buscar su jet privado...—el doctor le dio un vistazo a Harrison con el cuello vendado y el rostro herido—n-necesito que me hagan un favor, si llega a ir por favor no lo dejen llevárselo, ni ese ni ninguna avioneta, el señor Holland no se encuentra suficientemente estable para viajar con ustedes...—hizo una pausa se tiro del cabello rubio y me miro lastimero—no, no se preocupen, solo no lo dejen entrar y avísenme inmediatamente—.

—No soy psiquiatra, pero tengo entendido que padecer del trastorno de personalidad limite, TLP o borderline en ingles supone la incapacidad de una persona por comprender lo que le rodea, las personas que lo padecen suelen sentirse mal consigo mismos, tienen un miedo extremo y sienten pavor ante la idea de ser abandonados, pueden llegar a hacer cosas sin darse cuenta en un brote y después no darse cuenta de lo que han hecho—¿Cómo matar a sus propias madres? quise preguntar—alguien con TLP no puede identificar lo que es falso y lo que es real, sus emociones están aumentadas, sienten una irá incontrolable y los brotes pueden tener una duración indefinida, además—agregó—pueden volver en cualquier momento—.

No hay retorno.

—¿Cómo puede ser curada una persona con TLP?—pregunté, Harrison seguía empeñado hacer llamadas inútiles, el doctor se coloco el estetoscopio y me indico que apoyara la espalda en el recargo del sillón, descubriendo mi estomago para poner su metálica y fría campana sobre mi vientre, haciéndome dar un espasmo—.

—No pueden ser curadas, las personas con TLP al igual que otros males tienen que aprender a vivir con ellos, controlarlos, por increíble que parezca una persona con TLP no es capaz de darse cuenta cuando esta un medio de un brote—.

No puedo—la voz de Tom resonaba en mi cabeza, él tuvo la oportunidad de matarme en medio de un brote...y no lo hizo—no tengo el control—.

—Él se dio cuenta—hable a hurtadillas, el rubio comenzaba a desesperarse—fue como si por un segundo hubiera despertado—.

El doctor mantuvo su expresión sería, esta vez moviendo la campana del estetoscopio hacía la parte alta de mi vientre.

—Puede que tenga que ver que usted es necesaria para él—habló y miro a Harrison jugoso cuando el rubio comenzó a gritar en el teléfono—.

—¡No me importa una mierda si tienes miedo! ¡Quiero que me llames si lo ves!—gritó este con la voz distorsionada causando un eco en el amplio lugar—.

—¿Por qué dice que soy necesaria para él?—pregunté, este quito el estetoscopio de mi estomago dejándolo sobre el sillón—.

—El señor Holland creció en un ambiente hostil, las primeras personas que debieron cuidar de él fueron las primeras en someterlo al trauma, siendo tan apasionado y sentimental desde que era un niño, dio todo el cariño que a él le hubiera gustado recibir, se quedó sin nada y se anestesiaba creyendo que protegía a su madre y a sus hermanos—habló sabio como y dolido—.

—Cuando Niccola murió él cayó—dije y el doctor asintió con la cabeza prestando atención ahora a la herida de mi muslo—.

—Hola, soy Osterfield...¿Tom Holland no ha ido al aeropuerto?—voz presurosa—.

Paredes de hielo, 

un vació lleno de nada, 

lleno de huecos,

cuerpo vuelto polvo

todo eso lo tenía que vivir,

 sin él.

—Sí, eso significa que Tom esta condicionado por un deseo interno casi extremo por sentir que puede proteger a los demás y si el subconsciente de Tom la eligió a usted para llenar los vacíos que dejo su familia y cubrir esa necesidad casi suicida de proteger a alguien... Bueno ese subconsciente sigue necesitando de usted, necesita que usted este presente...—habló en voz baja, queriendo explicarme las acciones de Tom que todo este tiempo llamé "amor"  que ahora sonaban más "trauma" y "anhelo"—.

—No entiendo como podría necesitarme...—ya no podía llorar—si soy la primera en lastimarlo—.

El cuerpo me seguía temblando y la chimenea eléctrica que tenía frente a mi me recordaba que no era de frio.

—Eso también lo ha elegido él ¿cree que tras una vida como la que le toco vivir a él nunca previno que algo así podría pasar?—cuestionó, tenía razón, Tom parecía saber que le mentía desde un principio y aun así...me beso—Tome su propia presencia en su vida como la medicación que usa día a día, el sentimiento de alivio que provoca en usted, la manera en la que silencia las voces en su cabeza y todas esas visiones...hace que usted mantenga los pies en la tierra y a él le pasa algo similar. A diferencia de usted él solo cuenta con lo que puede manejar de si mismo y de las personas que elige tener en su círculo—.

—Quiero ayudarlo—hable en voz baja, la noche a esas alturas parecía eterna—.

—Yo sé que sí, pero primero tienen que encontrarlo antes de que haga alguna tontería—habló el doctor con pena—.

—¿Cómo se llama usted?—si llegaba a morir, no quería que fuera sin antes saber su nombre—¿Cuál es nombre?—repetí cuando este me miro extrañado por mi pregunta repentina—.

—Boris, me llamó Boris Davies—le escuché nombrar y me sonrió reconfortante—.

Las personas con TLP tienen tendencias suicidas y auto destructivas tremendamente altas en medio de los brotes.

Harrison se mantuvo haciendo llamadas diez minutos más, el doctor no se atrevió  abandonar el lugar sin cruzar palabras con el rubio—por favor, si llegan a saber algo de Thomas Stanley Holland, llámenme—suplico en la ultima llamada, cansado y recargando los codos sobre la mesa de granito negra, se masajeaba las sienes las yemas de sus dedos. Dejo caer el teléfono aparatosamente a la barra, suspirando pesadamente enfoco su vista al suelo y después en el doctor.

—Boris, perdón...por todo...y-yo, yo ya no sé que hacer—se disculpo Harrison vencido, definitivamente no eran los planes que tenía para hoy, ni siquiera era su plan de escape y ahora se encontraba inhábil para manejar la situación, de haber elegido a Samantha ¿me habría dejado en la mansión ó me habría llevado a su pequeña casa? ¿Ella tendría mejor control de la situación que Harrison? y más importante aún ¿estaba buscando a Tom?—.

—Tranquilo Harrison, todo esta bien—aseguró del otro lado de la barra, no nos habíamos atrevido a encender las luces, siendo solamente iluminados por la luz de la luna que apenas y salía entrando por aquel gran ventanal—el bebé y ella están bien, le he dado unos analgésicos, intenta hacer que descanse un poco y descansa tu también—pidió el doctor casi a sabiendas que aquello era imposible—.

—Gracias—habló Harrison que no se atrevió a verme—¿Te molesta si esta vez no te acompaño a la puerta?—pregunto el rubio con una seriedad que jamás le había visto—.

—Sí, no hay problema—el doctor paso los ojos por el rostro de Harrison unos instantes y después bajo la vista a su maletín—¡Oh! creo que un frasco de medicina  se me ha roto—exclamó con preocupación—¿Puedes darme algo de papel para limpiarlo antes de que haga un desastre?—.

Metió la mano derecha al maletín mientras que sostuvo con la izquierda el maletín de piel café abierto, Harrison busco en la cocina entre todas las alacenas por algo de papel, todo el apartamento en sí olía a tierra, abandono y cobardía, era Tom pero no había nada ahí que oliera como él—Voy a buscar un poco al baño, por favor aguarde aquí—le pidió al doctor tomando el teléfono entre sus manos camino pasando de largo el comedor hasta perderse por un pasillo que tenía en la esquina la escultura medianamente grande del torso de una mujer partido a la mitad de un gris arcilla y flores saliendo de entre las partes amputadas.

El doctor se acerco al sofá donde me encontraba ausente corriendo como uno puede imaginar que un hombre de setenta años correría la carrera de su vida—Tienes que irte de aquí—me susurró apresurado prestando atención por si el rubio volvía—No sé que esta pasando con Harrison pero no te puedes quedar aquí sola con él—.

—¿Qué?—apenas si podía reaccionar, con la vista aún clavada en las llamas falsas—.

—Vete, busca a Tom por tu cuenta, huye de aquí—habló diligente, las palabras se le encimaban—roba el teléfono de Harrison apenas tengas oportunidad y se que sigues herida pero por lo que más quieras, aléjate—suplicó tirándose de rodillas a mi lado, tomándome de la mano sana, sus ojos estaban abiertos de par en par y me miraba desesperado y nervioso—.

Ningún frasco de medicina se había roto, él conocía a Harrison desde hace años y si él decía que algo no andaba bien, no debía estarlo. Boris se apresuro en buscar su billetera, sacando de ella todo el dinero que tenía, me clavó un fajo de billetes verdes en la mano.

—Sí Harrison no puede encontrar a Tom con todos sus contactos...yo menos—hablé temerosa, el doctor dio otro vistazo al pasillo donde Harrison se había esfumado—.

—Harrison esta buscando al Tom equivocado—habló a gritos y a susurros—esta buscando al mafioso, al imparable, la mascara, él esta buscando aquel que se le obligó ser—siguió hablando—tú tienes que encontrar al real, aquel que se no pretende, al humano, al que se esta muriendo de miedo—.

—¿Dónde?—pregunté nerviosa, los ojos ya me picaban—.

—No sé, pregúntate a ti misma, cierra los ojos y piensa, conecta con él, conecta con aquel chico que te eligió, haz qu—Harrison finalmente se encendió las luces, saliendo pasando aquel pasillo con un rollo de papel higiénico en las manos, las luces de un candelabro plateado soltaron la luz blanca sobre nuestras cabezas, Boris se vio obligado a guardar silencio sentándose en el sillón a mi lado comenzó a pretender que movía objetos en su maletín—.

—Lamento tardar tanto, Tom compró este lugar hace años pero nunca viene, todas las cosas están metidas en el almacén y están llenas de polvo—se acercó al sofá tendiéndole el papel al galeno—.

—Me imagino que sí, todo se empolva cuando se es dejado atrás—tomó el papel con ambas manos, tomando un pedazo de este, miro a Harrison y le sonrió amistoso—ni siquiera nosotros nos salvaremos del polvo—aseguró y se puso de pie—.

Era de menor altura que el rubio, para verlo a los ojos tuvo que alzar la cabeza, tomando el maletín con la mano izquierda apenas y quiso tocarlo.

—Me retiro, que tengan mejor suerte y que encuentre a Thomas pronto—hablo apacible, apenas abrazando al rubio para soltarlo de inmediato, como si este tuviera un aura repelente, me dio una mirada preocupada con aquel rostro arrugado y mortificado y camino con aquellas rodillas viejas y cuerpo cansado hasta la puerta—.

Dejándome sola con Harrison que suspiro con incomodidad sin saber como reaccionar conmigo a solas.

—¿Tienes hambre?—preguntó, las luces reflejaban las partículas de polvo levantadas—¿Cómo te sientes? ¿quieres que prepare algo para comer?—.

¿Había dejado de buscar a Tom?

—Harrison—lo interrumpí cuando este se sentó en el sofá  esquinado a mi lado—Si casi nunca viene aquí ¿por que has traído?—cambie el tema de la conversación, los dedos de mis manos ardían por la resequedad—.

—Por que también es el lugar más seguro que conozco hasta ahora—confesó, recargando su espalda en el respaldo de cuero—Sé que todo el mundo te ha dado motivos para no confiar en mí pero te juro que todo lo que quiero es que Tom este bien, crecí a su lado...él es un hermano para mí—.

—¿Cómo lo encontraremos?—hablé, la cabeza me dolía—.

—Creo que es mejor dejarlo que se calme ahora...mañana peinaremos cada sitio en Londres hasta encontrarlo—aseguró—.

No llegaría hasta mañana, escaparía de allí esa misma noche, 

encontraría a Tom así fuera hecha pedazos.

—Te mostraré donde puedes dormir—habló cansado, se puso de pie y extendió su mano esperando a que la tomara—.

Debía actuar como si todavía pudiera confiar en él, aceptando su ayuda tome su mano, esta era tersa y apenas se encontraba tibia.

No había absolutamente nada que me transmitiera el calor que Tom siempre ocultaba, Harrison me guio por el pasillo lleno de cuadros abstractos que contaban una historia en conjunto y por separado—Aquí puedes descansar—me dijo esperando en la puerta a que entrará tambaleante con la pierna mala a una habitación con piso de madera clara con una cama enorme de sabanas blancas y almohadas de color café claro pegada a la pared, una mesita de noche de cristal, una pequeña sala formada de dos sillones para una sola persona encontrados, cercana a la ventana que daba una vista directa a la ciudad—el baño esta en esa puerta—indicó señalando una puerta negra con perillas doradas al lado de la ventana—.

—Quiero encontrar Tom, de verdad necesito verlo—hablé de pie en medio de la habitación, me había ocultado el dinero que Boris me había dado entre el yeso, y en la bolsa de mano tenía las fotografías de los cadáveres, el dibujo de Tom, al conejo pirata de Thomas y aquella libreta de Akemi con el USB entre las paginas—ya no le tengo miedo a morirme, Harrison—.

Harrison no encendió la luz, parecía que no quisiera que le viera el rostro, se mantuvo casi por completo en la azulada oscuridad—No digas eso, por favor—me suplicó—no sé que esta pasando, pero lo resolveremos cuando encontremos a Tom—aseguró, se despidió con pena desapareció por la puerta.

La habitación me parecía tan ajena y tan vacía, tenía un ropero enorme por pared y un baño amplio con bañera y ducha incluida amen de un espejo de cuerpo entero, pase los primeros cuarenta minutos sentada en el borde de la cama con las fotografías de los cadáveres en las manos, fuera quien fuera que había tomado las fotos debía tener más información al respecto, los contrastes de luz de las fotos de Nikki y de Dominic eran idénticos, como si hubieran sido tomadas por el mismo fotógrafo, había algo oculto y mis ojos inexpertos no lograban descubrir que era.

Otra media hora, afuera la luz del pasillo estaba encendida y por el hueco entre el suelo y la puerta, ocasionalmente veía como Harrison pasaba por el frente, como si estuviera haciendo guardia, la ansiedad y los nervios me carcomían la cabeza, los dedos de mis pies ya estaban engarruñados dentro de mis zapatos aun húmedos cuando del comenzó a relampaguear, tenía que robarle el móvil y salir de ahí.

https://youtu.be/k9j2DMjHc7U

Dos de la mañana, la nariz me dolía cuando intentaba respirar, todas mis emociones estaban enfrascadas dentro mío, mi cuerpo sudaba frío y ya podía sentir la adrenalina meterse por mis poros, abrí la puerta de la habitación con la esperanza que esta no hiciera ningún ruido, en el pasillo los cuadros ya me veían expectantes, no sabía donde estaba Tom, no importaba cuanto cerrara los ojos e intentará conectar con él.

El miedo paralizaba más que el aire frio, cruce el pasillo a oscuras, había otro pequeño pasillo libre de cuadros donde otra puerta negra estaba cerrada, me acerque en silencio con los pies adoloridos, puse una mano sobre la perilla gélida deslizándola hacía abajo hasta que la puerta cedió, este era un cuarto mucho más pequeño y acogedor con el primero, una replica exacta del primero, tal como lo imagine Harrison estaba dormido en la cama boca abajo abrazado de la almohada, esta le aplastaba el cabello, se había sacado la camisa y los zapatos dejándolos todos juntos al lado de la puerta.

Entre furtiva a la habitación, ya no había vuelta atrás, este era el fin de la historia y todo mi cuerpo me lo gritaba. El piso de madera crujió ante mi peso pero no llegó a despertarlo, su teléfono estaba en la mesita de noche, además de las llaves del apartamento y su auto, me moví con el sonido del viento tomé el móvil y lo guardé en la bolsa de mano a mi espalda, hice otro intento silencioso tragando saliva por tomar las llaves, mis dedos apenas habían tomado la argolla dorada cuando este despertó. Su mano derecha se ciñó en mi muñeca derecha.

—¿___?—preguntó con medio la cabeza en el hemisferio del sueño, actúe por reflejo golpeándolo en la cara con parte de mi yeso, este me soltó de inmediato—¡Oye!—gritó sosteniéndose la nariz ahora completamente despierto—.

Comencé a correr por aquel pasillo como si mi pierna no estuviera herida, ahora los cuadros en las paredes tendrían algo más que relatar sus propias historias, les estaba regalando una comedia trágica, más trágica que comedia, más patética que tragedia.

—¡West!—gritó enfadado, podía sentir su cuerpo pesado correr detrás mío, las paredes vibraron, el ambiente se lleno de un olor mortífero—¡Ven aquí!—gritó, crucé la sala en dirección a la puerta, a mi espalda pude escuchar como el rubio choco contra la pared, por el rabillo del ojo pude ver como la escultura de la mujer cayó al suelo partiéndose en pedazos. Esta vez las flores no le crecieron—.

Salí de ahí cerrando la puerta detrás mío, dejando al rubio dentro, enfoque todo mi peso, fuerza y voluntad en cerrar la misma, las llaves me lastimaron los dedos cuando busque la llave del apartamento, clavándola en la cerradora—Vamos—solté sin voz, llena de miedo—. 

La puerta se movía con la violencia, después de todo, Harrison estaba detrás intentando romperla—¡No hagas estupideces!—gritó—me separé quitando la llave de la puerta, esta siguió vibrando—¡West, abre esta puta puerta ahora mismo!—.

Harrison me daba más miedo de lo que Tom lo hacía, mi cuerpo aun seguía paralizado cuando lo vi cuartear la puerta a golpes.

—Mierda—mascullé, mi corazón cayó a mi estomago, mis pulmones se contrajeron, las costillas me dolieron, corrí por el pasillo sintiendo una liga abrirse en la carne de mi muslo, era un departamento aislado en el ultimo piso, llegar hasta el elevador fue eterno—.

—¡West!¡Para o lo lamentarás!—me gritó, había conseguido salir del apartamento, seguí corriendo hasta que me estrelle con las puertas plateadas del elevador, dándole un puñetazo directo a los botones—.

—¡Aléjate de mí!—le grité, sintiéndome completamente cazada, me recargue sobre las resbaladizas puertas del elevador, las piernas me hormigueaban y los ojos me ardían, di un un vistazo hacía su dirección, habían pedazos de la puerta rota en el suelo—.

Harrison había comenzado a correr hacía a mi sin camisa, con una venda en las costillas,  los nudillos de la mano ensangrentados y los ojos desorbitados, iba a gritar tan fuerte  con la esperanza de ser escuchada por alguien cuando las puertas del elevador se abrieron haciendo que cayera dentro de aquel fino piso de espalda. Golpeándome la cabeza y sin tiempo de sentirme adolorida me lancé contra los botones presionando el que iba hacía la planta baja.

—¡West!—gritó Harrison, con sangre saliendo nuevamente de la herida que tenía en el cuello, las puertas se cerraron antes de que este llegará—.

Todo estaba tan mal, tenía que enfocar toda mi fuerza a calmarme con medio ataque de asma entrante—respira, respira—me decía a mi misma, los pulmones me cosquilleaban y la cabeza me daba vueltas.

Aún me encontraba echada en el suelo con las fosas nasales tapadas y la cabeza en la esquina del mismo cuando pude ver el indicador de pisos de un rojo brillante en lo alto.

Tercer piso...

Segundo piso...

El elevador esta cubierto de espejos, con una barra de metal fino, me levanté en una misión casi imposible del suelo sujetándome de la barra, apenas se abrieran las puertas tendría que correr por la recepción a la calle y con suerte Harrison no habría bajado las escaleras tan rápido.

Primer piso...

Tomé aire, asegurándome de no tirar nada, tomé las llaves del Ferrari deportivo y platinado de Harrison.

Tenía que encontrar a Tom, tenía que sobrevivir.

Planta baja...

Las puertas se abrieron con tal lentitud que apenas vi la oportunidad me coleé por el hueco de las mismas, golpeándome los omoplatos, el techo de la recepción estaba hecho de cristal y en el iban a morir todas las gotas de lluvia, comencé a correr resbalando por el piso brillante, el lugar olía a jabón para pisos fino y lavanda, amen de incienso tranquilizante, mi cuerpo estaba en llamas. No habían guardias, no habían testigos.

—¡Hey!—Harrison abrió la puerta al otro extremo de la abandonada recepción cayendo al suelo—.

Abrí la puerta de cristal fino del golpe, la adrenalina me había dado la fuerza suficiente para cuartear el cristal pero sabía que eso me dolería después. Salí al estacionamiento del lugar, intentando cubrir la bolsa de mano con mi yeso, busqué el auto de Harrison por el estacionamiento.

Harrison me comenzó a buscar a mí; presione el botón, un "beep" me respondió.

—Por favor, te lo suplico—mis pies salpicaban en el suelo con cada paso, la lluvia se me metía a la boca y a los ojos, unos cuantos metros más—.

—¡_____!—gritó, mi mano se aferró de la manija plateada cuando sentí las manos de Harrison tirar de mí hacía atrás, la puerta del auto se quedó abierta—¡¿Qué crees que estas haciendo?!— preguntó encarándome mientras yo estaba aun tirada sobre el asfalto—.

Mi mente no paraba de gritarme:

¡Sal de ahí!

¡Sal de ahí!

¡SAL DE AHÍ!

—La traidora—le dije apenas recobrando el aire, con la vista fija en sus pies descalzos—yo he planeado todo esto—yo soy la traidora—.

Sal 

       de 

                ahí.

—¿Qué?—preguntó desconcertado, aproveche el bajón emocional del rubio tomando las llaves del Ferrari con la mano derecha, con tanta fuerza que se me clavaron en la carne, alzándolas hasta que pude clavar el filo en uno de sus pies—¡Ahh!—Harrison grito desgarrado, la lluvia no le deslavo el dolor—.

Lo pateé con la adrenalina y las piernas temblorosas, este cayó al suelo sosteniéndose el pie izquierdo herido con el pie entre las manos, seguí mi instinto: Me subí al Ferrari cerrando la puerta con seguro, y metí las llave con torpeza en el cerrojo,  jamás había conducido un auto, la palanca de cambios me parecía demasiado compleja.

—¡West!—el rubio se desgarró la garganta con aquel grito, por fuera pude ver como intentó abrir la puerta aún en el suelo—.

 Mis pies se atoraron con los pedales unos instantes, el auto estuvo apunto de apagarse, frente a mi desesperación, me había sentado sobre la bolsa de mano—¡Por favor!—el auto se movió casi estampándome contra un árbol, gire sin saber que seguía a partir de allí. La carretera oscura y solitaria de regreso a Kingston me dio la bienvenida.

Finalmente había salido de la protección del clan Holland, 

estaba por mi cuenta en aquella guerra, 

y en ella no iba a ganar el mejor, 

ganaría quien quedará completo al final.

Si me preguntan a mí, 

el solo encontrar el castaño me garantizaría la victoria, 

por que aquí entre nos, 

él único con la capacidad de arreglar el cielo y partir la tierra,

era él

y estaba desaparecido.

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Nos queda nada de decir adiós. 

 Con amor.

—Alex💀

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