Capítulo 96


┏━━━━━━━━━━━━━━━┓

Aquí no queda nada.

┗━━━━━━━━━━━━━━━┛


Ojalá tener suerte otra vez por ultima vez,

de planetas a planetas, permíteme conocerte en Neptuno una vez más, 

dame una revancha de cosquillas entre tantos satélites, 

ojalá que tu furia abarcara a sol y te trajera de regreso a mí, 

con tu cuerpo de Urano y piel de Marte.

A tiempo:

Vuelve, 

 que una vez que te hayas ido, jamás te dejaré irte, 

aquí tengo guardadas en el maletero todas las super novas que llevas arrastrando con aquellos pies descalzos, 

en Saturno te has dejado el libro lleno de excusas que te escrito por las que no deberías irte y la mayoría de ellas empieza con "por favor".

No me mires con esos ojos letales llenos de Venus, toma todo el narcicismo que heredaste de tus padres, crea constelaciones nuevas y cuéntame las historias que se te pasan entre la una y las dos con ellas.

 A destiempo:

Vete, 

desliza tu cuerpo como estrella fugaz, acompaña dos mil años aquellas estrellas muertas, llénate los bolsillos de piedras lunares, 

revienta la gravedad. 

Que tu ausencia sea el agujero negro, el fin y el comienzo de todos los universos posibles.

Ya no mires atrás, que se te caen los anillos

Tú, mi querido big bang, ya vas tarde a tu propia revolución.

si el universo te da tiempo, engaña a los astrólogos y hazles creer que llegue a ser tu luna favorita.

Que cuando mire al sol con este cuerpo mortal, 

sabré,

 que lo has hecho tú.


El tiempo pasaba lento, se había cansado de ser testigo, llevándose el granizo la lluvia comenzó a disminuir, ahora inseguridad y la duda eran la que cubrían mis oídos. No podía confiar en Harrison sin desconfiar de Samantha, ni confiar en Samantha sin desconfiar de Harrison, me sentía de espalda contra el filo de un cuchillo, sentada en el sillón del estudio vacío, con la luces apagadas y el cuerpo tembloroso, James intentaba averiguar que hacer con Harrison apenas este recuperara el conocimiento y Samantha había comenzado a fumar sentada en las escaleras con el cuerpo de Nahúm detrás.

—¿Dónde pudo haber ido Tom?—preguntó James ansioso, había parado el sangrado de mi pierna y de mi espalda, intentando ahora mantener su cabeza ocupada frente al caos—.

Mi mirada estaba enfocada en el suelo, intentaba tomar tanto aire como me era posible, ya podía sentir el nudo en la garganta asfixiante y la ansiedad creciente llevando temblores a todo mi cuerpo. Todo había acabado tan mal...mi relación con el castaño estaba tan despedazada.

—No lo sé, conociéndolo podría estar en cualquier parte—respondió la pelirroja, no pude controlar mi cuerpo tras de eso, como si de liberar un globo de aire se tratara mis emociones salieron expulsadas de mi cuerpo, chocaron con el suelo el techo y las paredes, no pude acallar del todo los sollozos, avergonzada me eche a llorar con la cabeza entre las manos—.

Quería que el castaño regresara, quería verlo, asegurarme de que estuviera entero ó al menos quería tenerlo de frente para poder unir las piezas yo misma, él era la única persona en la que podía confiar y ahora estaba ahí afuera herido por mi culpa, confundido y fuera de sí por mi culpa.

—Deja de llorar—me ladró Samantha—no hay tiempo para que lloriquees como idiota—.

La pelirroja lanzó el cigarrillo al suelo sin molestarse en apagarlo con molestia, pasaron unos cuantos minutos más donde no pude controlar mis propias emociones, cuando el rubio despertó—¡Claude!—extendió un grito y girando a la defensiva sobre si mismo hasta que este rodo casi por completo por el suelo.

—¡Samantha!—la llamó James, me puse de pie de inmediato intentando calmar las lagrimas, me limpie las lagrimas con la manga de mi camisa de manga larga, una herida que tenía en el rostro me ardió al instante—No te muevas, Osterfield—la espalda me suplicaba por piedad, como pequeñas hormigas corriendo por todo mi cuerpo, llegué arrastrando mi pierna mala hasta el umbral de la puerta donde las luces doradas de la sala podían alcanzarme—.

James ya tenía ambas manos en el mango de su arma automática corta en color negro, apuntaba directamente hacía el cuerpo de Harrison.

—James, no...—hablé por inercia, no era capaz de creer que él en especifico era el traidor, James me prestó atención unos segundos, sus ojos me dejaron claro que él tampoco estaba listo para creerlo, pestañeo con nerviosismo dos veces, frunció el entrecejo y volvió a enfocarse en Harrison que seguía en el suelo, con el cabello despeinado y la cara llena de sangre—.

Tenía el labio reventado, las encías y parte de sus dientes llenos de sangre, un corte considerable en el puente de la nariz amen de rasguños y un ojo cerrado por completo.

—¿Qué crees que estás haciendo, James?—preguntó Osterfield confundido, haciendo uso de la poca visión que le quedaba rastreo la escena—___ ¿Dónde esta Tom? ¿Dónde están los cuerpos? ¿Y el mudo?—presuroso, Samantha bajo de las escaleras con el traje aun más lleno de sangre—Samantha ¿Qué sucede?—quiso saber—.

Nadie le respondió, los ojos de la pelirroja se clavaron en el fríos sobre el rubio—ese deberías explicarlo tú...—Samantha terminó de bajar los escalones a simple vista parecía que esta hubiera ido de casería por la segunda planta de la casa y por el aspecto de sus ropas parecía que había encontrado uno que otro roedor—¿Qué le hiciste a Tom?—preguntó llegando hasta Harrison para verlo despectiva.

Harrison extendió una mirada confusa y de no ser por toda la sangre hubiera podido ver su piel pálida, intentando comprender a donde se dirigía la pelirroja, le dio un vistazo a James y después otro más a Romero.

—Crees que yo hice esto—hablo en voz baja—James, baja esa arma—pidió viendo con severidad al castaño—.

—Te conozco desde hace años...—balbuceó James dolido—.

—Dame una buena explicación para creer que tú, el único con acceso a los grupos y a los hermanos de Tom no provoco nada de esto—Samantha acusó, su cuerpo lucía incluso más esbelto en aquel traje vino tinto—dame una buena razón para no matarte—.

—¡Yo me encargaba de todos lo grupos por que tu siempre estás demasiado ocupada jugando a ser la mala!—se enfado el rubio, ignorando a James que lo apuntaba con su arma, Harrison se puso de pie para encarar a Samantha furioso—¡Yo he estado siempre aquí y ____ es testigo de mi lealtad!—escupió amenazante, la pelirroja no se movió ni un milímetro—¿Por que debería yo creer en tí? Un día estas y después desapareces, eres tan escurridiza que bien pudiste llegar tanto a la información de los grupos como a Sam y a Paddy—Harrison le grito en susurros en la cara—.

—Cuidado con lo que insinúas Osterfield—exclamó Samantha sin inmutarse—.

—No, no, no, no—Harrison camino por el lugar intentando recabar toda la información que tenía—¿Qué no eras tú la que trajo a Clark a la mansión?—preguntó le directamente—James, ____ ¿Qué acaso no fue ella la que intentó llevar a Tom al limite solo para probarlo?—.

James titubeo un segundo, retrocediendo con total confusión, ya no sabía si debía apuntarle a Samantha ó Harrison, ambas opciones me parecían igual de terribles.

—De querer matarlo lo habría hecho hace mucho tiempo atrás—habló Samantha—todos los que llevan aquí un buen tiempo saben que tu siempre has sido un maldito celoso y narcisista—.

Quería irme de ahí, sin Tom cerca sería cuestión de tiempo para que Harrison y Samantha se arrancarán las caras.

—¡¿Donde están los malditos cadáveres  de los hombres que dijiste haber matado?!—preguntó esta vez nervioso James—.

Ya no podía tomar más, llegue cojeando a una de las paredes, cerca del cuerpo de aquel niño que por suerte y por mala suerte no resultó ni ser ni Patrick ni Thomas, sino un niño rubio con labios gruesos azules y ojeras notables; tomé tres fotografías, del cuerpo de Nikki, del cuerpo de Dominic y del cuerpo de Harry, mis movimientos eran tan lentos y fantasmales en el ambiente cargado de tensión que nadie me prestó atención ni siquiera cuando tomé  el cuchillo con el que estuve apunto de matar aquella chica entre mi mano sana.

—¡En el estudio! ¡Los maté en el estudio y te dije inmediatamente que vinieras! ¡¿Donde estabas tu James?!—preguntó Harrison hablando con dificultad, camino directamente hacía el estudio para probar su punto—.

—Fui a la base—explicó el castaño—.

En el estudio no había ni un solo cuerpo, ni vivo ni muerto—¿Donde, Osterfield?—preguntó Samantha con cada vez menos paciencia, siguiéndolo hasta el estudio, subí dos escalones llegando apenas hasta el cuerpo de Nahúm, me guardé las fotografías enrolladas en el bolsillo del pantalón, mi cuerpo temblaba, adolorida, tuve que apretar los dientes y aguantar el aire, aferrándome a la barandilla. Llegar arriba era todo un reto.

—Los movieron...se los llevaron y pusieron todo esto en cambio—llegué al segundo piso con la sensación de que mi columna se saldría de mi cuerpo en cualquier momento, intenté llegar al apagador de la escalera, parte de mi mano y de mis dedos se hundieron en el hueco entre la pared y los cables; alguien había quitado la protección del apagador y había cortado los cables—la cinta, los cuerpos, el mensaje, las fotografías ¿Cómo pude haber hecho eso yo?—. 

Camine por el pasillo con el universo apagado, llegué hasta la habitación de Tom, la cama estaba fuera de su lugar y la boca me sabía a Mercurio. La luz de las farolas del jardín y un poco de la luna entraban por los ventanales, uno de ellos estaba directamente roto, caminé con el cuchillo en la mano y la espalda pegada al armario, hasta la ventana, habían pequeños pedazos de granizo y cristales en el suelo, el viento nocturno movía las cortinas blancas ligeramente húmedas, asomé la cabeza, un hombre de cabello negro había sido lanzado desde la ventana y ahora su cuerpo estaba tendido en el suelo.

 ¿En que momento tanta muerte y desgracia se volvió tan normal?

Sin ganas de ver más, busque presurosa entre el colchón sin funda y con olor al castaño que me remitía a Saturno, aquella libreta y la USB, la guardé entre mis ropas y corrí casi perseguida por los fantasmas fuera de aquella habitación, hasta la que alguna vez compartí con Matilde y Thomas, tenía que encontrar a Matilde, a Rubén y a Miguel y puede que tal vez nunca volvería a pisar aquella mansión.

Tal vez nunca volvería ver al castaño vuelto universo;

incluso los planetas más poblados están solos, 

que belleza tan solitaria.

La habitación al contrario de la principal seguía impecable, intenté encender la luz y para mi sorpresa esta encendió, tomé un suéter holgado con bolsas grandes en color negro, una bolsa de mano de tela tan larga que me llegaba a los muslos, tan amplia que pude guardar a Thomas 3ero en ella y sin soltar el cuchillo y con los nervios al punto clave me acerqué a la mesa de noche, el dibujo que Tom me había dado al llegar seguía ahí.

¿Llevaba el cuchillo tan aferrado en la mano porque tenía la intención de matar alguien más?

Hay quien reza que en situaciones de guerra uno debe tomar solamente lo más importante, lo que aseguré la supervivencia,

lo que te da otro día de vida,

pero ¿Qué es la supervivencia sino aquello que te trae la calma en tiempos de colera?

prefiero morir con el corazón caliente y las heridas abiertas a morir sin heridas pero sin nada que me acompañe en el sueño y el lecho de muerte.

La primera vez que vi el dibujo este me trasmitía el amor de un hijo por una madre amorosa, ahora al verlo la piel se me erizaba, 

el que es ignorante se regocija de felicidad,

aquel dibujo, aquellos trazos que en principio creí suaves ahora estaban marcados con la desesperación y la miseria de un hijo que desbordaba unas infinitas ganas de volverse la luna por una madre que nunca fue una madre.

Descarapelando las constelaciones,

 intentó cubrir todos los rayones de los fallos,

el se creyó un fallo por que eso le hicieron creer (lo era),

pero era el error más hermoso que siempre quería cometer,

incluso cuando este se empeñaba en cubrirse los errores con los anillos de Saturno y los colores de Neptuno, 

al universo se le acabó el papel tapiz, 

juega entre estrellas muertas,

él comprendió que morir no significa dejar de existir.

(Se recomienda leer a partir de aquí con sinfonía Low Mist de Ludovico Einaudi).

https://youtu.be/wtpLQwNOqto

Baje las escaleras con la misma dificultad con la que las había subido, cada paso abajo era un pinchazo a la columna baja, me sentía cansada y sabía que no podría dormir. Harrison y Samantha sostenían otra pelea en la sala, con James vuelto un loco observándolos asustado, verlo me recordaba aquellas escenas en las películas de la vida real, donde dos padres se destrozan entre sí con su hijo de espectador hecho un manojo de nervios en la esquina. En el otro extremo de la sala, cerca de la puerta—¡Estúpido huérfano!—gritó Samantha que parecía estar ganando la pelea con facilidad, el sofá estaba partido en dos, había incluso más sangre que antes en todos lados, el piso era un desastre, la navaja de Samantha estaba pegada en el marco de la puerta del estudio y había rastros de abolladuras en las paredes.

Sin Tom cerca para calmar a su gente, ambos terminarían por matarse, sin Tom cerca, los planetas comenzaban a sufrir de gravedad y quien sabe que hay abajo del todo.

—Harrison—lo intenté llamar, este estaba concentrado en enfocar todo su peso para tumbar a Samantha—Samantha—la llamé, queriendo romper en llanto otra vez—Paren, por favor—supliqué aferrándome de Thomas 3ro, este apenas guardaba su aroma—Ya, por favor, piensen en Tom—hable en voz baja, siendo tan pequeña, tan débil—.

Yo misma era parte de aquella escena triste sin ser hija de nadie.

—¡Harrison!—le grito James cuando este se hizo del cuchillo barroco que antes había tenido la atacante de Nahúm, haciendo uso de todo su coraje para clavar la punta de este sobre el pecho de Samantha justo arriba del corazón, la pelirroja arqueó su cuerpo emitiendo un grito—.

Aquel enemigo había jugado con Clark de la misma manera que jugaba con nosotros, éramos sus marionetas y él o ella elegía que hacer con cada uno de nosotros, quien vivía y quien moria.

—Ay Dios...—exclamó James al borde de las lagrimas, se había dejado caer al suelo y se sujetaba el pecho y el cuello como si no pudiera respirar—.

Aquí no quedaba nada, 

ni imperio, 

ni lluvia, 

ni granizo,

ni universo.

Samantha le arrebató el cuchillo a Harrison que no alcanzó apartarse cuando esta lo paso por su cuello, el rubio cayó de bruces en el suelo, con los ojos abiertos y ambas manos sobre su cuello.

—¡Ya basta!—grité con fuerza, dejando salir todas mis voces, las lagrimas me siguieron al instante que cerré los ojos—¡No me importan si creen ser los traidores o no, ustedes son su familia! ¡Son lo único que él tiene! ¡Traidores o no, Tom no podrá soportar si alguno de los dos muere!—la garganta me dolía, Harrison estaba apoyado contra el sofá, con las manos aun sobre su cuello, Samantha por su parte me vio con un pequeño charco creciente en su pecho y la nariz  sangrante—No pueden hacerse daño sin hacerle daño a él...—susurre a falta de voz—.

Ambos mafiosos respiraron agitadamente, tenían demasiado encima y ninguna esperanza, completamente destrozados, se mantuvieron en aquel piso gélido. Ahora el cuerpo me temblaba y por todas mis terminaciones nerviosas me roía el miedo, baje el ultimó escalón; en el suelo, al lado de Nahúm este había hecho uso de su propia sangre y los últimos minutos de su vida para escribir algo en el suelo:

"Suriel Ho"

Se había esforzado a escribir antes de morir con otro charco de sangre debajo suyo, la boca abierta y los ojos perdidos en la nada, no dejaría que su muerte fuera tomada con tanta naturalidad, ni la de aquel niño, ni la de Santiago, ni la de nadie, no estaba dispuesta tomar con tanta normalidad tanta violencia sin sentido.

—¿A donde vas?—me preguntó Harrison con voz distorsionada cuando me dirigí sin titubear hacía la puerta—.

—Voy a buscar a Tom, él no esta bien—hablé por lo bajo sin atreverme a mirar atrás, la puerta ya se encontraba abierta y la mansión me despedía helada—no tiene sentido quedarse aquí sin él—.

¿Quién se robo las estrellas?

¿Fuiste tu, gruñón?

—Te mataran si sales—esta vez habló James aún sentado en el suelo con la cara roja—.

—¿No te has dado cuenta?—pregunté y me gire para verlos, me dolía verlos lastimarse por que incluso yo los había llegado a considerar parte de mi familia—¿No se han dado cuenta?—pregunte pasando mis ojos por cada uno de ellos, con las lagrimas su imagen era borrosa, Samantha seguía acostada en el suelo con una expresión de molestia en el rostro y la mano sobre la herida—el traidor mueve unos cables, arma una escena, juega con nuestras cabezas y nuestros corazones y se sienta a ver como nos despedazamos los unos a los otros—.

—____....—quiso hablar Harrison con la cara irreconocible y pequeños hilillos de su sangre escapando por entre sus dedos, Samantha no había cortado su cuello con la fuerza necesaria para matarlo, pero si le daba paso a un espectáculo aparatoso—.

—Sí aquel traidor pudo hacer todo esto en menos de treinta minutos me queda claro que puede matar a cualquiera de nosotros en cualquier momento—lo procese apenas lo dije, erizando mi propia piel—nunca estuvimos a su nivel, hicimos exactamente lo que él quería que pasará, si me quiere muerta de verdad lo va a lograr sin importar lo que yo haga...no estoy...no quiero quedarme aquí viendo como se matan, quiero encontrar a Tom y moriré si tengo que hacerlo solo para encontrarlo—.

—No te vayas, te ayudaré a encontrarlo—dijo Harrison ahogado, forzándose en ponerse de pie tambaleante, se recargaba de lo que quedaba de los muebles para ponerse de pie, Samantha no se movió de su sitio, al final la bestia se había quedado sin fuerza y comenzaba rendirse—hay un departamento afueras de la ciudad donde pudo haber ido—.

¿Cuántas eran las probabilidades de que Tom estuviera ahí?

—No confíes en él, West—se apresuró a decir Samantha en el suelo, su cabello contrastaba la sangre seca de las baldosas, sangre le corría por la nariz y parte de la cara, me miro severa, parecía que la pelirroja misma lloraba sangre—él ya ha traicionado a Tom—.

El abogado del diablo,

la bestia,

el demonio de Londres,

¿Quién mentía realmente?

—Tu me conoces, ____—habló Harrison con una mano aun sobre su cuello—dame una oportunidad para demostrarte que se equivoca—.

—¿Dónde queda ese apartamento?—pregunté sin fuerzas, sin ánimos—.

—A una hora de aquí—respondió Harrison tosiendo con dificultad—.

—Quiero a Rubén, Miguel y Matilde de regreso—hablé firme antes de mirar a James—quédate con Fernanda, huye del país con ella y no regresen...dile que la quiero y que lamento mucho no despedirme de ella en persona—.

—___, no te vayas, limpiaremos la mansión, la aseguraremos—intentó hablar James, Samantha se recargó con dificultad sobre el suelo, intentó ponerse de pie con una de sus manos en su herida y la otra sobre el suelo, sus pies se resbalaron por las baldosas y la sangre haciéndola caer al suelo nuevamente de cara al suelo—te llevaré con Fere—.

Me dolía ver a los miembros más fuertes del imperio tan heridos ahora.

—No puede quedarse aquí, la mansión ya no es segura, las paredes escuchan todo lo que decimos y...—Harrison hizo una pausa antes de volver a hablar—Tom podría volver aquí y tener otro brote, puede llegar a matarla sin darse cuenta—.

Samantha comenzó a reír erráticamente de rodillas en el suelo con la cabeza frente pegada al suelo—si que eres un cabrón, novato.—pequeños mechones del cabello le cubrían la cara e incluso así pude ver como mantuvo su sonrisa y los ojos cerrados—.

—Vámonos—le dije a Harrison sin tener la claridad de que él no era el traidor—.

Si lo era, lo descubriría en la marcha, por lo pronto era momento de mover la arena, el campo de guerra a otro lugar. Harrison tanteo los bolsillos de su pantalón buscando las llaves de su auto—deja esto, ___—me pidió acercando su mano tranquila a la mía donde aun sostenía el cuchillo con fuerza—llamaré al doctor para que nos ayude cuando lleguemos allá—.

James no se atrevió a romper el silencio ni a respirar, Harrison soltó el cuchillo en el suelo y este hizo un pequeño escandalo por todo el eco del lugar. colocó una de sus manos en mi espalda invitándome a salir a aquella noche fría, aquel jardín oscuro donde el castaño desapareció.

—¡West!—la voz de Samantha me llamó desde la entrada, no me gire para verla por completo, no quedaban fuerzas, sin embargo si intente verla por el rabillo de mi ojo derecho tanto como la física me permitió—Si te vas no volveré a salvarte el culo—amenazó, no le respondí nada, devolví mi vista al suelo y salí de la mansión—.

Inhumano, 

el deseo de verte y emigrar en ti, 

constelaciones dibujadas por ramas muertas, 

descubres las humedades y las llenas de vida,

cada parte del día colorea un planeta,

una emoción los une rencorosa,

dos planetas hirviendo para contrastar con tu personalidad, 

y una gama de planetas helados para ocultarte los traumas.

Ya no hay tiempo:

Emigra,

Crea un horóscopo con todas las pestañas que has dejado en Júpiter, 

créetelo;

que las historias de mitología griega aprendan del desastre que dejamos en cada planeta,

no mires atrás, para ti, universo solitario, 

ante mis ojos jamás alcanzarás el fin del mundo.


________________________________________________________________________________

Muchas gracias por todo su apoyo, créanme que me da mucho gusto saber que están disfrutando la historia, para mí esta semana es super importante porque para el viernes 18 de este mes, habremos acabado con el segundo libro.

 ¿Qué expectativas tienen del tercer libro? Por favor déjenme leer sus pensamientos, las amo muchooooooo.

—Alex💀


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top