Capítulo 93

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Desengaño: Escombros vivientes

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Agoniza, 

despreocúpate,

la película torció, 

la ficción nos juzgó, 

con la pantalla apagada,

la historia no se atrevió a contarnos,

incluso el arte imitativa de la vida cerró los ojos ante magnificencia y tu crueldad,  

abre los ojos, 

el final llama a la puerta, 

se esconde debajo de la cama, 

no hay nada de que preocuparse 

 ¿para que?

al principio nos morimos los dos,

al final revivimos.

El rostro de Osterfield estaba cubierto de sudor y de su propia sangre que salía de las nuevas heridas  en su cabeza, mejillas, cuello y frente, con medio cuerpo adormecido por el daño, no parecía hacer mucho esfuerzo por contra atacar a Holland que atacaba su cuerpo como bestia, apenas y conseguía cubrirse los órganos vitales, ante los ojos de cualquier conocedor de lucha cuerpo a cuerpo, parecía que este intentaba aguantar más que sobrevivir, como si reuniera toda la vergüenza tras sus actos de cobardía para al menos servirle de saco de box al castaño hasta que este descargara todo su dolor en él. El rubio sabía que había jugado con fuego, había intentado eludir el incendio caminando por los bordes, sin embargo nunca imagino que el incendió lo encontraría a él. En cierto punto de la pelea dispareja, con las heridas suturadas ya abiertas y sangrantes el castaño se las arreglo para tenerlo boca abajo tomando su cabeza del cabello de la nuca, comenzó a golpear con fuerza su rostro contra las baldosas del la sala frente a los cadáveres y aquel tétrico mensaje sin sentido; no fue hasta entonces que Harrison comprendió que Thomas no pararía hasta que su cabeza fuera reducida a tuétanos, sangre, terminaciones nerviosas y huesos.

¡Tom!—quiso gritarle West, aun oculta en la oscura cocina, con espalda contra la pared, desde su sitio podía ver como Harrison se llenaba de su propia sangre—.

Le había dicho que estaba sola, que huyera, que buscará su propia ayuda, podía irse y dejar que Tom matará a Harrison y eventualmente le buscara para darle el mismo destino ó podía lanzarse contra la espalda de Tom y repetir la historia de meses atrás con probabilidad a perder. Ahí oculta pudo sentir en definitiva como todo el imperio había caído, los hermanos de Holland estaban colgados de la barandilla, la casa estaba llena de intrusos, no había rastros de la seguridad y el líder de la mafia mataba todo lo que estaba a su paso, incluyendo a su mano derecha.

—¡¿Qué vas a lograr una vez que me mates?!—balbuceó el rubio, Tom mantenía su cabeza pegada al suelo, Harrison sin poder preverlo encaro a West, por una milésima de segundo sus ojos se encontraron, ella no pudo despegar su mirada de él horrorizada, este tenía un ojo completamente cerrado por los golpes, las encías llenas de sangre y la piel roja—¡¿A donde quieres llegar con esto?!—quiso saber—.

El castaño no respondió, sentía la boca llena de rocas, la manzana de adán le dolía desde dentro al tragar saliva, se veía a si mismo maniatado, fuera de sí, como si un ventrílocuo manejara todo lo que hacía y lo que no hacía, anestesiado, como una borrachera que no lo hacía reírse, su cuerpo se movía decidido pero lento, la sensación le remitía aquellos sueños donde intentaba moverse con rapidez y en cuanto más intentara avanzar más lento se volvía, otra vez podía sentir esas anclas de osmio* sobre los hombros y la cabeza retrayendo sus músculos, sentía la ansiedad y el miedo extremo despedazarle desde dentro, el olor de la sangre, el sentimiento del calor bajo la piel fría le provocaba querer rascarse la piel, abrirse las heridas y morir, para él, todo era culpa suya. Él era su propio enemigo, el culpable de todas los huecos que había en su vida, todo lo había causado él a lo largo de su vida, desde la iniciación de su padre en la mafia hasta aquellos tres cadáveres que se movían de vez en cuando con la misma suavidad y pesadez que el viento dictaba.

No queremos irnos, queremos quedarnos contigo—le suplicó Harry en los recuerdos, las voces distorsionadas le susurraban a gritos en los oídos, lo dejaban sordo, de fuera desde dentro, el mundo ya era ajeno a él, el castaño tenía claro que no eran alucinaciones, al menos él no podía ver a nadie, parte de sí hubiese querido que lo fueran, al menos a su manera los hubiera podido ver una vez más—nos cuidamos entre nosotros...—.

Nunca

 nos

 vamos 

a

 separar, 

susurran los cuerpos de ficción,

pero ellos nunca sintieron las escenas de riesgo,  

la trama ya no marca el camino,

ya no hay libretos que definan quien salta a escena, 

somos tanto, 

que nos desconocemos,

aquellos que comprenden que tu peor enemigo eres tu mismo ya tienen el protagónico y el antagónico ganado, 

¿Eres un villano con una historia mal contada? ó ¿te proclamas héroe de una tragedia clásica?

West temblaba, con la vista puesta en Harrison, si su cuerpo no se estuviera deshaciendo de miedo ¿podría hacer algo?

De nunca haber sentido miedo ¿Qué sería de ella?

Él miedo también describe, 

 y a veces,

 aúlla.

Harrison le había quitado el revolver a Tom con anterioridad con uno de los pocos movimientos de manos acertados que le salieron, lanzándolo hasta que este golpeo el borde de la escalera quedándose justo en el suelo cerca de todos los cristales. El cuerpo de West se estremeció en dolor cuando finalmente Harrison, el rubio, la mano derecha, el aliado, el amigo...el abogado del diablo cerro los ojos, aun con Tom encima suyo.

Sálvame

sálvate, 

sálvanos,

léeme por primera ultima vez,

descubre las páginas que nadie se atrevió a escribir, 

revienta la imaginación en escepticismo.

El castaño se puso de pie con dificultad, tambaleante, tenía la manga derecha de su suéter amarillo claro lleno de la sangre de sus heridas abiertas, al igual que parte del costado, decidido, perdido y aun llorando, West lo veía amenazante a la vez que lo percibía débil. El castaño fue en busca del cuchillo de cocina de diez milímetros de acero inoxidable del suelo junto al desastre, quería asegurarse de que Osterfield estaba muerto, se acerco tanto a la cocina que West se forzó a dejar de respirar para no ser escuchada, para no ser cazada, cuando este se inclinó para tomar el cuchillo, algo dentro de ella se hizo añicos.

El líder de la cabeza Holland se acerco hasta el cuerpo inerte de Harrison con el cuchillo bien apretado entre las manos, se colocó nuevamente encima suyo, sentándose sobre su espalda, fuera de la casa el cielo rugía con fuerza, rompía al ritmo, danzando con el mismo maquiavelismo con el que el castaño alzo el cuchillo tembloroso, los reflejos de la luz chocaban contra la hoja.

ahora que hemos caído tan bajo,

me anestesia escucharnos.

—¡Detente!—West se arrancó el miedo, por que el miedo ya le había arrancado mucho, saliendo del escondite oscuro, por primera vez en su vida podría relatar como la oscuridad le hizo sentir segura y como la luz, le llenaba de ansiedad—¡detente!—.

Se olvidó de la pierna, del brazo, las columna, los cadáveres y el miedo, corriendo con tanta rapidez que en su memoria el tiempo se detuvo, se lanzó contra el castaño, tomando sus manos entre las suyas empujando su torso contra su hombro derecho haciendo que perdiera estabilidad, cayendo primeramente sobre la espalda de ella, con Tom encima, frente suyo ahora tenía a quien amo y no se engañaría, aun la amaba, pero verla, le llenaba de tristeza.

—¡Te odio!—gritó el castaño con el rostro lleno de lagrimas, cual sonámbulo, un títere en la cuerda floja, levanto el cuchillo hacía el rostro de West dejándolo caer con todas las fuerzas que tenía con la intención de apuñalarle el rostro, esta apenas pudo interponer el yeso y su mano sana para que este no le cortará de lleno el rostro, dejando únicamente una herida superficial de cinco centímetros en el rostro—te odio...—le susurró débil en otro intentó por vencer sus fuerzas y atravesarle la garganta con el mismo—. 

El castaño era mucho más fuerte que ella, estaba encima suyo y la sofocaba con su peso, no podría detener a Holland mucho tiempo—¿Qué es lo que estas haciendo?—preguntó, intentando razonar con Holland que se cubría los oídos tanto como podía pegando la cabeza a los lados, como si quisiera que el ruido en su cabeza se detuviera, West podía sentir la mejilla caliente y comezón en la misma por el nuevo recuerdo que le había dado el castaño, sus brazos seguían interpuestos entre el cuchillo del demonio y el yeso del ángel.

—Tú no lo sabías...tu no...—chilló el castaño, sentía la cabeza adolorida, había alguien dentro suyo depositando en su inconsciente las peores de las bazofias—.

Se las repetían y el las creía: "No eres suficiente", "todo esto es tu culpa" "nadie podrá quererte" "eres indeseable" ,"no debiste haber nacido", "eres un enfermo, un idiota loco", "ella no te ama" "mátala", "corta su carne" "no dejes que te haga daño", "¡no dejes que te abandone!" "¿Por que te abandono?"

—No te vayas—le suplicó Tom apartando sus manos del camino con una mano mientras la otra la uso para tomarla del cabello hacía atrás hasta que su nuca se recostó contra los costales y parte del revolver—¿por qué no me dijiste nada?—preguntó débil, encorvándose hasta que pudo pegar su frente húmeda contra la de West—¡Cállate!—le grito a West a la cara, sus lagrimas se mezclaban con las de ella—cállate por favor—suplico a quien tuviera el control de su cuerpo en ese momento—.

—No te dije nada por que no quería afectarte—habló West en voz baja, prestó más atención en el castaño de lo que lo había hecho toda su vida, había lagrimas por todo su rostro, venas se resaltaban de entre su frente, él no estaba enfadado, estaba infinitamente roto...—.

No comprendía que pasaba, no reconocía nada, de preguntarle su nombre puede que este ni siquiera pudiera recordarlo con claridad, West lo vio golpearse la cabeza contra el suelo cerca de su espalda y lo entendió.

¡No lo toques!—le gritó la razón—.

Cúbrelo del miedo—le suplico el corazón—.

—Cierra los ojos—le hablo dulce, obligándose a descubrirse el cuerpo, pasando ambos brazos por el cuello del castaño atrapándolo en un abrazo—no hay nada bueno que ver aquí, cierra los ojos, respira—le suplico—.

El cuerpo entero de aquel chico se tensó con la misma fuerza que un animal en el matadero podría hacerlo, sus manos se ciñeron sobre los brazos de West con fuerza, ella se tragó los alaridos de dolor.

—¡Quita tus asquerosas manos de mi cuerpo!—bramó despechado, levantando su cuerpo ligeramente del de West sin soltarla, esta vez tomándola del cuello para intentar golpear su cabeza contra el suelo—me mentiste—.

—Cierra los ojos—dijo suave una vez más, sin intenciones de soltar al castaño del abrazo—.

Dicen que cuando alguien tiene un ataque de pánico lo mejor es dejarlo solo, aislarse, darle tiempo para que respire, se busque y se encuentre, se calme, pero pocos son los que escuchan, Tom había sido aislado, abandonado y inconcluso, no necesitaba que lo dejarán de tras, ocupaba quien se quedará a su lado.

—Tom, mátame—le susurró al oído, los movimientos del castaño por romperle la cabeza a West se volvieron erráticos—escúchame solo a mí—su mano sana se paso por la nunca del castaño enredando su dedos en el cabello de esta zona—esta bien, si me matas, solo recuerda que tras de esto...ya no hay retorno—.

A quien cuenta las historias

y no encuentra la diferencia entre terrorismo y a masacre,

quien las vive,

le duelen y repite la cinta

y quien se oculta en la nieve por el capricho de sentir algo.

—Quiero volver a esta mañana, déjenme volver—suplico, él sabía que era una bestia, era todo lo que se conocía de sí—No tengo control—habló—.

A menos de un metro, el cuerpo de Harrison seguía tendido sobre la sangre, Tom lloraba con fuerza sobre el cuerpo de West y esta se encontraba soñolienta, tenía el revolver clavándosele en la nuca, y los cristales clavándose a su espalda, soltó su agarre del castaño—Yo sé quien eres—le dijo con suavidad cuando este se incorporó aun encima suyo—.

—Cállate—esta vez tenía la seguridad de que el mensaje era para ella—tu no sabes nada de mí—.

—Eres mi espejo, mi igual y mi desigual, eres a quien quiero...completo o por pedazos—Tom tiró del cabello de su cabeza desesperado, cada vez más incontrolable—no necesito que me cuentes de donde vienes, ni que has pasado, yo solo quería conocer cada cosa nueva en ti—.

 Él no era la historia mal contada, ni el manojo de personajes perdidos en uno solo, no era el prologo, ni siquiera el desarrollo, no era la calma, él era la colera, la incertidumbre, él era una sola persona que se dividió en mil partes para complacer a todos aquellos que le rodeaban.

Ni complacidos, 

ni completo, 

quedó hecho escombro, 

destrúyete, 

destrúyeme, 

que amar es perecer, 

el final ya no escuece los ojos, 

que tu boca ruga de fuego,

alimenta un faro,

un pobre diablo, 

que es el principio y fin redificado.

—Tú, me recuerdas a mí—habló West, tomando el revolver entre sus manos, de principio el arma metálica resbalo de sus dedos; dirigió la boca del cañón justo al corazón del castaño, este la miro con la respiración aun agitada—eres mi espejo y desde que te conozco, yo ya no puedo matarme—bajó el arma, buscando las manos de Tom, entregándosela hasta que sus manos temblorosas la sostuvieron—no puedo matarme, sin matarte a ti—.

La lluvia tanto dentro como fuera de la casa se intensificó—te odio—murmuró Tom—.

—Tranquilo...—West le dedico la mejor de sus miradas cálidas—te amo—le dijo, más como una promesa—.

No se lo decía muy seguido.

West dirigió las manos de Tom y el propio cañón hacía su mentón, alzando su cuello, no tenía claro que podría demostrar cuanto control el castaño tenía sobre si mismo, sus acciones aún eran incomprendidas.

Tom mantuvo el arma temblorosa sobre el mentón de West, su dedo índice viajo al gatillo, todos impulsos le gruñían que apretará el gatillo, cerro los ojos, no quería ver como la bala acaba con la vida de West, respiro hondo, sostuvo el arma con ambas manos...Se rompió a llorar, soltando lanzando el arma lejos de sí, estaba consumida por la ira y las ganas de llorar, que era real y que era falso lo tenía poco claro—iba a casarme contigo—sollozó pasando su dedo pulgar por la mejilla ahora herida de West limpiando la sangre.

¿A que viene todo este drama?

Si la vida se nos va a ir en un abrir y cerrar de ojos.

siente más, 

sufre con ganas, 

pocas son las cosas que te estremecen, 

reconstrúyeme

pinta un oleo espalda contra espalda, 

clarifica el cielo, 

llénalo de nosotros,

que el granizo que caiga grite tu nombre y el viento remita mis pasos.

—Lo siento—susurró West—.

Los brazos de Holland la atraparon con rapidez, cerro los ojos por reflejo, el castaño la besaba con brusquedad, haciendo que esta se siguiera lastimando la cabeza en el suelo, podía sentir los dientes y las encías del castaño, podía saborear la sangre de su boca llegar hasta la suya, su nariz aplastaba sus pómulos y sus manos se ciñeron en su rostro con la misma fuerza en la que una persona se calla un "No me encuentro bien".

Nunca fue fan de los besos de película, 

la boca le sabía a cal,

las estrellas que vio en el cielo nunca fueron por amor, 

sino de golpes,

en esta vida hay que aprender la diferencia entre guerra y revolución,

guerra: lo que nos vuelve escombros

revolución: por que deberíamos conformarnos con ser escombros, 

si de igual caso la ficción nos juzgó (¡Que le jodan!).

Tras aquel brusco y las lagrimas reventando en sus ojos, el castaño se puso de pie aún tembloroso, un títere de madera cubierto de fuego, cruzó la puerta de la entrada, la lluvia no le apago, entre la oscuridad de la noche, desapareció.

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Nos quedan siete capítulos para el gran final, me siento nerviosa y emocionada, realmente espero no arruinarlo todo, muchas gracias a todas por sus lindos mensajes en el capítulo anterior, de verdad apreció mucho todo su apoyo, me llena de alegría saber que he podido coincidir con personas tan maravillosas.

Las amo mucho. 

—Alex❤️🥺💀

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