Capítulo 89


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La gata y el ratón

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Hay una creencia que habla de la enemistad entre especies, un ratón y un gato no pueden ser amigos de la misma manera en la que un perro y un gato no son amantes naturales, no es que no quieran serlo sino que su naturaleza los tuerce, en este mundo para sobrevivir en la cadena alimenticia,

 tienes que comerte aquellos a tu lado, 

amigos ó no.

—Llegas justo a tiempo—me dijo Azura apenas pudo verme llegar al puente Kingston, llevaba el cabello rizado en una coleta, unos jeans oscuros y un gran abrigo en verde pantano que contrastaba con su piel morena—por un segundo creí que no vendrías—.

—Si yo mismo te llamé para que vinieras ¿por que no vendría?—pregunté llegando a su lado, habían pasado varias horas y el clima no hacía más que empeorar, las nubes ahora dejaban claro la tormenta que pronto llegaría—.

—No lo sé, no puedo confiarme de una llamada, no con ella detrás—habló Azura, recargada sobre el puente con la vista fija en el agua congelada—escuché que alguien derrumbo la mansión y los negocios del barón Beker esta mañana—.

—¿Así? él debe estar devastado—hablé y di un vistazo hacía la dirección por la que había venido, Harrison estaba esperándome en el auto y se negaba a darme la razón—.

—Él murió, el lugar fue reducido a cenizas—habló con claridad acusatoria—al principio pensé en todas las posibilidades, que había sido un accidente, que alguien había prendido fuego a todo y este a su vez derribo las paredes—hizo una pausa y sus ojos castaños se clavaron en mí—pero después recordé que él único capaz de derribar a un miembro de la nobleza con tanto descaro eres tú—.

Había acabado con la vida de Beker con mis propias manos, le había prendido fuego a su cuerpo y a su vez había destruido todo lo que le perteneció, al final, cuando abandoné la propiedad el olor del pasto quemado e incluso los cimientos cayendo me alcanzaron.

—Entonces ya sabes que yo no me ando por las ramas, agradezco tu apoyo en el ataque contra Clark, pero no pienso arrastrarme en el suelo por demostrarte mi gratitud—el semblante duro de la morena no cambio, tenía una nariz fina, pobladas cejas negras y un par de labios bien contorneados—yo no quiero involucrarme en esta pelea estúpida que tienen Estefanía y tú—.

—Eres él único que puede hacer algo al respecto, no importa quien reclame la tierra, el dueño legitimo y él que tiene más posibilidades es quien mata al dueño—alegó—ese has sido tú—.

—¿Por qué les interesa tanto toda la mierda que dejó Julián?—la interrumpí cruzándome de brazos y recargándome contra la barandilla del puente, la ciudad frente a mis ojos continuaba sin resquemor su agitada rutina—.

—No todos tenemos el imperio que tu tienes, naciste con las posibilidades, la educación y las maneras de salir adelante...algunos estamos iniciando desde cero—bramó—.

De haber tenido opción habría elegido no ser tan privilegiado.

—No puedes construir tu "imperio" usando los cimientos de alguien más, así no sirve—protesté, realmente no me interesaba nada de lo que pasará entre Estefanía y Azura, ambas podían arrancarse las caras por aquellos bienes tanto como les apeteciera mientras que no se me involucrará—yo ya no soy heredero de Julián—.

Mis manos, mis mejillas y la punta de mi propia nariz comenzaba a congelarse, Azura pateo con molestia el piso a sus pies, moviéndose molesta en el puente.

—Estefanía mató a Keyslee—declaró—.

Ya me lo imaginaba, no me extrañaba que se le culpará por tal asesinato, nunca fue su amiga realmente, solamente aparentaba serlo y Keyslee repetía el proceso, sabía que Estefanía no quería a Keyslee en absoluto, pero si ella la mato realmente ¿Cuáles eran sus motivos? ¿Por qué matarla ahora y no antes? ¿Por qué hacerlo en un lugar publico?¿Donde quedaba la sutileza?

—Keyslee era una cazafortunas, solo estaba interesada en hombres y dinero ¿por qué mataría alguien como Estefanía tan estúpidamente alguien como Keyslee?—pregunté—No creo que Estefanía lo haya hecho con la intención de obtener las propiedades—.

Las propiedades de Julián habían sido la excusa, tenía tantas cosas ella misma, obtener lo que aquel hombre una vez consiguió no le serviría de mucho, era claro que esta una excusa que podía regresar a Estefanía al juego, pero tras de esta mentira ¿Qué era lo que realmente estaba buscando?

—Encontré al chico que estaba de mesero aquel día, estaba aterrado de que algo le sucediera a él o a su familia, no ha salido de casa desde entonces—habló y miro su reloj de muñeca invertido, como si previera que el tiempo se le acababa, el viento soplo con fuerza y choco contra nuestros cuerpos, el afro de Azura se movió ligeramente pero no cedió contra el clima—.

—¿Conseguiste sacarle algo?—pregunté, Azura metió una mano a los bolsillos de su abrigo y saco de ella una cajetilla de cigarros de envoltura roja—.

—Sí...—respondió ofreciéndome un cigarro, el cual tome sin pensarlo dos veces, al volver a casa no podría acercarme a ___ sin que esta quisiera vomitar por mi olor a nicotina, pero ahora al menos me calentaría un poco—dijo que toda la mañana el café estuvo lleno de gente, que no tuvo oportunidad de desayunar, pero que al caer la tarde Keyslee llegó, espero sola durante treinta minutos, no ordenó nada...su jefe estaba furioso de que aquella chica bien vestida solo estuviera ocupando un lugar—sacó de entre sus ropas un mechero dorado el cual me pasó para que pudiera encender el cigarro entre mis labios, las puntas de mis dedos se encontraban frías y al intentar girar la pequeña rueda estos resbalaban—su jefe le ordenó que la echará y  cuando este apenas se acercaba a ella un hombre alto de cabello negro, cuerpo fornido y piel clara se acerco a ella, dijo que este hombre estaba bien vestido y que cargaba consigo una energía pesada, similar a la que te cargas tú—habló con el cigarro entre los labios acercándose para que pudiera ayudarla encenderlo—Keyslee habló con él, este chico dice que para él en ese momento era la misma situación de una pareja ligando en su cafetería...pero cuenta que la gente comenzó a irse hasta el punto que el lugar estuvo vació, excepto por ellos y alguien más—.

—¿Cómo sabes que no miente?—pregunté—.

—Estaba muerto de miedo, acabado de pavor, se sabía los detalles de memoria...si lo hubieras visto contar la historia estarías igual de convencido que yo—dijo en voz baja como si temiera ser escuchada—le tuve que jurar que no diría nada y que le daría protección a él y a su familia por dos años—.

Era un asunto serio, Azura golpeó la punta de su cigarro contra el borde del puente para quitar el exceso.

—Dijo que quien estaba ahí era un hombre regordete, de unos cuarenta y seis años de edad, con ropas sucias, la piel bronceada, la cabeza afeitada, no tenía cabello pero que de tenerlo este sería negro azabache, dijo también que estuvo ahí todo el día, ordenaba pan y café, se mantuvo así por horas...no hablaba, escribía en un papel todo lo que quería...el chico se dio cuenta a las tres horas que este era mudo—.

—¿El mudo que tiene que ver en esta historia?—pregunté, el cigarro me calentaba los labios, la garganta y de vez en cuando la cara—.

—El mudo fue el que desenfundo un arma de entre sus ropas y le voló la quijada a Keyslee—soltó de golpe y no supe como y cuando soltar la nicotina—.

—Un enviado de Estefanía...—hablé por lo bajo—.

—Un ratón que Estefanía decidió soltar—habló Azura en respuesta—tengo que irme de Londres, sé que ella esta detrás mío, no sé si le interesan los terrenos de Julián, pero si no es así entonces ella se esta tomando su papel muy enserio—esta vez hablo mortificada—me iré un tiempo, al menos hasta que ella consiga lo que quiera y me deje en paz—.

—¿Qué es lo crees que quiere realmente?—pregunté por lo bajo, el cigarro entre mis dedos estaba apunto de acabarse—.

—A ti—habló y tal aclaración me heló más que el frio—no sé que parte de ti anhela, todos en el negocio saben que tanto tu como tus propiedades están malditas, que nadie pude poseerlas y aun así ella parece obstinada contigo—.

Estaba dentro de una caja, yo era el ratón y Estefanía, aquella ex-novia infernal era el gato que buscaba cazarme y no precisamente por amor.

—Necesito que seas mediador en esta pelea entre ella y yo, no puedes dejar que obtenga todo...—pidió y lanzó el sobrante de su cigarro al agua congelada—no te pido que te arrastres por agradecimiento, solo te pido que detengas todo hasta que pueda volver al país—.

Ahora le debía Azura dos favores:

1. El haberme salvado el trasero y a su vez haberme dado tiempo para salvar a _____.

2. Una nueva preocupación y una serie de preguntas que no podría responder.

—Esta bien—le dije y dejé caer mi propio cigarrillo al suelo—.

Azura se despidió como si dentro suyo, dentro mío existiera la posibilidad de no volvernos a ver, dos ratones encerrados en una caja, al apagarse las luces, cualquier presencia es amenaza.

De camino a casa Harrison me negó la palabra, aun molesto—Cuando llegues a casa cámbiate la ropa y lávate los dientes ó ____ vomitará...apestas a cigarro—se limito a decirme y tras esto fijo su vista a lo que pasaba fuera de la ventana.

Al notar tarde que el sol jamás vendría, 

para la ciudad jamás hubo un amanecer, 

las personas en las aceras se apresuraban en volver,

a sumo que a su hogar,

unas cuantas cargaban bolsas con víveres, leche, agua, pan, galletas de marcas conocidas y cereales de marcas no conocidas,

los podía ver llamando a casa y preguntando a quien fuera que estuviera ahí "¿Qué vas a querer que lleve a casa, amor?"

Mi estomago se revolvía y no de asco sino de envidia; yo jamás podría hacerle esa llamada a ____, además de que en la Mansión todo abastecía, las cosas que le faltaban no eran físicas, eran de otro tipo, de  aquel que no encuentras en los anaqueles, aquel que sabes que jamás volverá a ti.

—Necesito una memoria USB—le pedí al rubio sin apartar mi vista de las personas afuera—.

Cuando era niño, soñaba con ser cualquiera de ellos, cualquier otro que no fuera yo,

quería ponerme en sus zapatos

¿A donde va uno cuando la piel que porta le pica la carne?

Hay un lugar, entre la ansiedad y la desesperación para aquellos que fueron roídos,

con las ganas de vivir sin sentir,

y sentir sin sufrir,

crecí ingenuo intentando ser alguien más,

tarde me di cuenta que los oídos sordos son los que más escuchan

y que aquello que extrañas nunca es algo físico.

—Tengo unas cuantas en mi portafolio en la mansión ¿para que la quieres?—preguntó curioso, no lo veía pero si que podía sentir su mirada en mí—.

—Hay un par de cosas que quiero poner ahí para ____—hablé en voz baja—también necesito que vayas con el notario y cambies mi testamento, quiero que le dejes todo a ella y a mis hermanos y si llegó a morir que su huida y seguridad sean garantizadas—.

—No me gusta cuando hablas así—murmuró—lo haré, buscaré opciones para casas seguras, ella estará bien—se rindió—.

Ya no podía pensar en mi mismo con claridad, mi cabeza era ocupada por ella y por aquel bebé, me las imaginaba a las dos ó los dos caminando por las calles de Londres con una sonrisa, West tomaba su pequeña mano y de vez en cuando mi hijo o hija se columpiaba alegre, les veía alegres comprando helado y visitando diferentes lugares de Londres, podía ver a ____ sentada en las paradas de autobús con nuestro pequeño sentado en sus piernas. 

Sí la veía

y por alguna razón,

no era capaz de verme a mi mismo en tales imágenes.

Ella era el ave que volaba incluso sin alas que mis manos no podrían sostener, 

y yo siempre sería el ratón.


El portón de la mansión había sido arreglado y al travesarlo también me atravesó el aire denso, Harrison me huía con propósito—Iré a buscar la memoria USB a mi auto—informó cuando me baje del auto y camine hacía la entrada de la casa.

—Harrison—lo llamé y este detuvo su camino para verme—no tardes, no me has dado un reporte de Sam o Paddy, necesito saber que esta pasando con ellos—dije e incluso con la poca luz de la noche pude ver como el rubio trago saliva—.

—Claro, en un segundo voy—habló y no supo donde esconder sus manos—.

—Voy a cambiarme y a ver a ____—hablé como último y caminé, la llovizna comenzaba a caer traviesa sobre mis labios, mi cabeza y mis manos—. 

La casa se sentía vacía, se sentía igual que el volver y darme cuenta que mis hermanos se habían ido, nada podía llenar el ruido que causaba el silencio, no al menos hasta que llegó West y a su paso llegaron Miguel y Rubén y claro, también llegaron Thomas y Matilde, ellos habían arreglado el silencio, 

tomaron entre sus manos la oscuridad y la volvieron luz, 

llenaron de recuerdos aquellas grietas que el pasado dejó.

Subí a la habitación y la cama faltaba, me puse unos jeans azules y un suéter holgado y unos tenis converse en color rojo, estaba seguro que tal cambio de estilo sorprendería a West, ya la veía abriendo los ojos de par en par—¿Qué le paso a tu traje?—preguntaría.

Me lavé la cara como último y baje las escaleras, no había nadie en la cocina, ni en la sala, ni siquiera en el área de juegos, lo que significaba que Rubén, Miguel y Matilde seguían con Fere y que West seguía en la cabaña. Entre a la cocina y tomé pasta de la alacena, verduras y carne molida de res del refrigerador, le cocinaría algo para cenar en la cabaña.

Apenas salí de la casa por la puerta de la cocina la lluvia me golpeo con fuerza, corrí con todas las cosas entre las manos y los ojos entrecerrados, mi cabello era un desastre ahora, llegué a la cabaña y tuve que hacer varios malabares para poder tomar la perilla de la puerta sin tirar la carne y la pasta al suelo.

—¡¿Qué has venido a buscar?!—escuché a ____ gritar dentro—¡No te acerques!—mi cuerpo se tensó ante su voz temblorosa, reaccione ante el peligro con la quijada tensa solté todas las cosas al suelo y abrí la puerta de golpe—.

____ estaba aferrada a su muleta y a un cuchillo al extremo de la isla, entre la mesa y el cuarto, a medio camino había un hombre regordete de piel bronceada, cabeza afeitada y ropas sucias: El mudo que mató a Keyslee y este intentaba acercarse a West desesperadamente.

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Muchas gracias por leer votar y comentar, les agradezco mucho su apoyo, he de confesar que el final de este libro me tiene nerviosa pero mi único deseo es que ustedes lo disfruten tanto como yo.

Con mucho mucho mucho amor

—Alex💀

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