Capítulo 88
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Victima y victimario
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La mañana era cruel en cuestiones de clima, grandes nubes densas ocultaban el sol dejando una capa gélida e inacabable de nubes por todo el cielo, parecía que en algún momento estas se saltarían la lluvia y granizaría directamente.
Harrison estaba sentado a mi lado en aquel asiento frío de piel oscuro, tenía su teléfono entre las manos y constantemente encendía y apagaba la pantalla, un miembro de los CCG manejaba el auto e intentaba cruzar palabras y/o miradas conmigo.
—¿Todo en orden?—hable por lo bajo, Harrison al escuchar mi pregunta se limito asentir con la cabeza—¿Ya has hablado con Azura?—le pregunté y di un vistazo por la ventana, a diferencia de otros días, las calles estaban más concurridas, habían personas caminando por la acera con ropas abrigadoras y gorros de lana, los cafés de la zona se encontraban abarrotados de personas dentro charlando y consumiendo bebidas calientes—.
—Sí, dice que te verá en el puente Kingston si quieres, pero que no tiene intenciones de ir a la mansión—contestó este y colocó su celular en el asiento de al lado—dice que siente que Estefanía intentará matarla en cualquier momento...realmente no entendí a que se refería—.
—Estefanía nunca hace ataques directos—expliqué—cuando quiere deshacerse de alguien lo hace por debajo del agua, sin que nadie se enteré que ella estuvo detrás de todo—había una librería cristiana en la esquina de la calle y un anciano pasaba su vista ansioso por los títulos de todos los libros en exposición— seguramente Azura tiene razón y Estefanía quiere matarla—.
Faltaban unas cuantas calles para llegar a la mansión del Barón Beker, el guardián de la reina y a su vez el dueño tras los cables de lo que se publicaba en los periódicos y que no, si una cortina de humo se podía levantar por toda Europa era gracias a él.
—Entonces debe estarse cuidando la espalda incluso hasta de su sombra ¿Qué es lo que puede hacer Estefanía contra Azura?—habló este cuando el conductor se detuvo en un alto—.
Estefanía podía hacer muchas cosas en contra de quien quisiera, tenía la habilidad del engaño y sangre de reptil, hace tiempo atrás antes de perderle el hilo la vi desmantelar un grupo entero que recién comenzaba entero ella sola y sin mancharse las manos.
—Puede hacer que la gente cambie de bando con facilidad, que se tornen en contra tuyo, es una experta encontrando las fallas en las estructuras y una vez que las encuentra las usa para derribar todo—expliqué acomodándome sobre el asiento de cuero, debajo de aquel traje las heridas me picaban—Si en algún momento ella me encuentra como una amenaza intentará hacer que Samantha y tú me traicionen—.
—No tengo ganas, razones ni motivos para traicionarte—aseguró sin embargo habló en voz baja y miro al suelo con pena—y quisiera apostar que Samantha tampoco—.
—Mira...Harrison, ahora más que nunca tengo una razón para vivir y salir adelante, llegado el momento, no dudare en matarte a ti o a Samantha de tener que hacerlo—señalé con toda la claridad que me era posible reunir—.
—Más te vale—escupió en respuesta y sus ojos azules se enfocaron en lo que pasaba en la calle atreves de aquella ventana—.
La mansión del barón era ridículamente inmensa, al entrar ya te encontrabas con varias hectáreas de viñas siendo partidas únicamente por un camino de piedras blancas que guiaban a la gran estructura de la mansión en color hueso. Llegamos a un portón dorado de considerable tamaño, un hombre con una camisa de polo branca, unos pantalones en color caqui y el cabello negro lleno de gel se acerco a la ventana del lado de Harrison—Venimos a ver al barón Beker—informó el rubio.
—Venimos ¿quienes?—preguntó el hombre con expresión dura—.
—Thomas Stanley Holland, el demonio de reino unido—asomé la cabeza tanto como pude a la ventana para que este pudiera verme y así lo hizo, llevaba una radio negra al hombro y cuando me vio cerca de Harrison este se alejo al instante—.
—Holland en persona esta en la entrada, quiere hablar con el barón—dijo y espero unos segundos por una respuesta que llegó distorsionada en un "adelante"—déjenlos pasar—replicó la orden y camino de regreso a su caseta de vigilancia pegada al portón, el portón dio un tiró y tras esto las doradas puertas metálicas comenzaron abrirse—.
—¿El demonio de reino unido?—preguntó el rubio subiendo su ventana nuevamente conforme dejábamos atrás la caseta—.
El jardín que le procedía al lugar era enorme, con el pasto verde perfectamente recortado, libre de nieve, esculturas hechas con los arbustos con diferentes animales, estaban distribuidas por toda la propiedad.
—Es el apodo que él mismo me dio en uno de sus artículos, antes de que le quemara la casa por atreverse a escribir sobre mí—dije y a nuestro lado un arbusto de al menos dos metros tenía la forma de un caballo alzándose, habían hojas y ramas que denotaban el pelo de la cabeza y de la cola—.
—¿Cuál es tu plan esta vez?—cuestionó el rubio—¿le darás el dinero?—.
El auto vibraba conforme se movía por el camino de piedras, la mansión se encontraba elevada y para llegar a la puerta dos escaleras de mármol se distendían tras pasada una fuente de agua que formaba a su vez una glorieta.
—Si las cosas se tuercen quemaré su casa y sus viñedos otra vez—informé cuando el auto se detuvo en la glorieta, frente a una de las escaleras de entrada—.
—Esta todo listo, señor—habló el miembro de los CCG colocando el freno de mano—.
Baje del auto con Harrison detrás, habían unos cuantos vigilantes con la misma ropa ñoña que el primero, al verme estos clavaron la mirada en mí, subí los quince escalones con Harrison detrás mío, grandes ventanas cubrían el inicio de la mansión y dejaban ver dentro el fino piso, las cortinas de gusto exquisito amen de un montón de esculturas barrocas y mueblas de piel.
Terminaría odiando la piel tras ese día.
—Tom, chiquillo, si que eres tu en persona—una voz masculina con acento ingles exagerado llamo mi atención—.
El barón Beker era imposible de olvidar, un hombre delgado, con ojos azules, piel pálida, nariz redonda, pestañas largas, el cabello y el bigote de un rojo que se confundida con naranja, siempre se peinaba con demasiado gel y siempre se las arreglaba para combinar sus horrorosos mocasines blancos con su ropa. Cuando lo conocí lo confundí con un aficionado a los bolos. Beker estaba sentado en una silla blanca con exceso de detalles alrededor de una mesa blanquecina, frente suyo se encontraba un juego de póker, una copa de vino tinto y un cenicero con un puro ya encendido.
—Barón, no me has dado otra opción—hablé con las manos en los bolsillos cambiando mi dirección para llegar hasta él, un hombre escuálido y de cabello negro hacía guardia detrás suyo —.
—¿Viniste a traerme mi dinero?—preguntó ansioso con las cartas en la mano izquierda, haciendo uso de su mano derecha para tomar el puro y darle una gran calada—Harrison—lo saludo con la cabeza y expulso el humo—.
—Tu dinero...—hablé por lo bajo, llegando hasta él para sentarme en la silla frente suyo—justo de ello vine a hablarte—la silla estaba helada y hasta cierto punto húmeda; la espalda me pico de inmediato—.
—Espera, tengo un truco de magia para ti que tienes que ver—hablo emocionado, dejo el puro sobre el cenicero de cerámica café y tomó sus cartas con ambas manos—.
—No vine a buscar entretenimiento—hablé, este ignoró mi comentario y comenzó a separar un grupo de cartas del resto—.
—Ya verás que vale la pena...Este es el favorito de la reina—hablo incapaz de poner atención en cualquier otra cosa, dividió el montón de cartas que dejó al final en grupos de tres—elige una carta pero no me digas cual es, solo elígela y no la pierdas de vista—.
Harrison estaba de pie detrás de mío inexpresivo, él tanto como yo sabía tendría que participar en el juego ridículo del barón.
—Ya—dije, había elegido el rey de corazones del manojo de en medio—.
—¡No la pierdas de vista, chiquillo!—exclamó tomando entre manos todos los montones juntándolos hasta que pudo hacer uno de ellos un manojo para ocultarlos por debajo de la mesa de cristal donde podía ver todo lo que hacía—recuerda tu carta—pronunció y miro directamente a Harrison conforme hacía movimientos con las cartas entre las manos—.
—Beker...—lo nombré fastidiado, este extendió una mueca de concentración y siguió buscando—no tengo tiempo para jugar—.
—¡Ajá! ¡Ya la tengo!—exclamó eufórico y tomo con sus dedos una carta para sacarla de entre todas—tu carta es...el rey de corazones—dijo y sonrió alegre, el guardia escuálido contuvo sus aplausos—.
—Usted es magnifico, barón—se limitó a decir con voz gruesa—.
—No me gusta alardear, pero esta claro que lo soy, mi genialidad es natural—fanfarroneo tomando esta vez la copa de vino y el puro entre las manos—Tom, no te he ofrecido nada de tomar porque me imagino que tu estadía será corta—se acomodó en la silla, llevaba puesto un traje impecable en color blanco y una serie de anillos en cuatro de los cinco dedos de ambas manos—.
—No te voy a dar una mierda de dinero—escupí, ante mi aclaración el barón tomo su copa de vino, girando su contenido—.
—Bueno, publicaré mi articulo, todo el mundo sabrá que es lo que eres y lo que pasa detrás de las puertas de la mansión—amenazó con calma, le dio una calada a su puro y expulsó el humo dentro de la copa, el humo se mantuvo ahí—.
Ya estaba harto.
—Tu no vas a hacer una mierda—dije firme, me puse de pie, el guardia escuálido no supo como reaccionar, quedándose estático cuando tome el cenicero de cerámica acortando el espacio para estamparlo contra la nariz redonda del barón—.
Una herida se hizo evidente en el puente de la nariz de Beker—¡Maldito!—exclamó el guardia e intento atacarme cuando salte la mesa y aprisione con mi peso el cuerpo de su jefe, antes de que siquiera pudiera tocarme Harrison lo atacó aplicándole una llave, fue cuestión de segundos para que lo tuviera en el suelo, sofocándose.
—Si que tienes agallas para atacarme en mi propio hogar—balbuceo Beker, tenía la mejilla pegada contra el cristal, el gel comenzaba a ceder—Te destruiré apenas te vayas—amenazó, la herida en su nariz me dejaba ver la carne—.
—¿Quién te dijo que te iba a dejar vivo?—jugueteé—tu sabes lo mucho que odio a los vividores como tú—la copa había reventado en el suelo, ahora habían pedazos de vidrio debajo de mis suelas y vino en el suelo, las ropas blancas de Beker y el pantalón de mi traje—.
—¡Estúpido demonio! ¡Tu no sabes quien soy!—exclamó eufórico—¡soy el favorito de la reina! ¡la realeza me necesita!—aseguró y su voz timbró en miedo—.
—¿La reina?—me burle—¿aquella a la que le has robado tanto?¿la misma que sabe de tu ludopatía? estoy segura de que se conseguirá otro perro para que le arme las historias, si te soy honesto ya no te queda creatividad para inventar cosas—.
Beker comenzó a balbucear una oración en noruego, lo liberé quitando mi peso de encima este se puso de pie tambaleándose hacía otra dirección.
—¡Seguridad! ¡Seguridad!—comenzó a gritar, Harrison lo vio unos instantes con pena, el guardia debilucho había dejado de moverse—.
Beker intentó bajar las escaleras con nerviosismo, antes de que siquiera llegara a la mitad el chofer y miembro de los CCG lo interceptó, el barón lo miró con nerviosísimo y volvió a subir las escaleras a tropezones, ahora estaba rodeado por los tres.
¿Cuántos hombres se necesitaban para causar un incendio?
—Seguridad neutralizada, señor, los CG están en la entrada y esperan a sus ordenes—habló el miembro de los CCG fijando su vista en mí—.
—¡Tu planeaste esto!—Beker cayó nervioso al suelo, tomé el puro de la mesa, sentándome en la misma para darle una calada al mismo—negociemos, no haré nada ¡No publicaré nada de ti! ¡Diré que eres la victima! ¡D-diré que un grupo terrorista tuvo una pelea en tu casa pero no diré que estuviste involucrado!—chilló—.
—¿Una victima?—me burlé y expulsé el humo y este me cubrió el rostro haciéndome cerrar los ojos momentáneamente—¿las victimas nacen o se hacen?—.
Las victimas son el resultado de todo aquello que no se puede controlar y aún así te carcome por dentro,
es lo que hacen de ti,
lo que dejas que hagan contigo,
lo que te haces a ti mismo,
es esa voz en tu cabeza que intenta darle sentido a lo que sientes,
lo sientes,
una
y
otra vez,
hasta que se esfuma,
todo lo que sentías se va,
pero se lleva contigo la parte viva de ti.
¿Cuántas victimas se necesitan para causar un incendio?
—¡Negociemos!—grito con más fuerza Beker aun en el suelo—.
—Las negociaciones se acabaron, barón—dije y el hombre volvió a chillar—deja que entren los CG, quiero que este lugar caiga abajo—ordené y el hombre asintió con la cabeza y se retiró—.
—Tú plan nunca fue negociar...sabías lo que iba a pasar desde antes de que saliéramos—teorizó Harrison—.
—Harrison, te dije que no dudaría en acabar con mis enemigos—me levanté de la mesa y caminé hacía Beker que se cubrió la cara con ambas manos—a estas alturas de la guerra todo lo que me amenacé a mí o a los que me importan—West, mi bebé y mis hermanos—deben ser exterminados—
—Por favor, tengo familia que depende de mí—chilló hecho ovillo, parecía que había ensuciado sus propios pantalones—.
—Tom, este no eres tú—habló el rubio desconcertado—.
—Bueno, supongo que ya no tengo claro quien soy—me puse de cuclillas frente a Beker este sollozó aun más—todo lo que tengo claro es a donde voy y nada me va a detener—tomé la parte caliente del puro, haciendo presión con la misma sobre la piel descubierta del cuello del barón, que comenzó a retorcerse en el suelo—.
Solo necesitas una victima para provocar un incendió,
pero tienes que hacerle una victima de verdad,
tienes que tomar todo lo que es,
arrancarle todo lo que tiene,
condenarle de por vida,
destrózale
aislarle en una caja y después darle la libertad junto con un bonito mechero,
habrá un punto en el que no sabrá que parte de la historia juega,
victima o victimario,
desde este punto,
el fuego quema la piel con equidad,
lo que haces a los demás,
lo que dejas que te hagan,
lo que te haces a ti mismo
todo colisiona
y así es como creas alguien como yo,
pronto descubrirás que hay cosas que queman más que el fuego.
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