Capítulo 80


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Los escombros y tú, los escombros de ti.

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Gritos lánguidos provenían de la planta baja, más concretamente del gimnasio, llenando el ambiente pesado con evidente dolor; dos voces hechas gritos, una siempre más fuerte que la otra, una de ellas era tan reconocible como tortuosa: Tom.

Habían pasado por lo menos treinta minutos desde que podía escuchar a Tom gritar hasta el punto que creí que se desgarraría la garganta a su vez que alguien más se dejaba las cuerdas vocales en gritos. Treinta minutos desde que me escondí en el armario debajo de las escaleras, sintiendo mi espalda dormida y mis heridas calientes, todo a mi alrededor estaba oscuro y cubierto de polvo, era capaz de oler el miedo y el detergente a mí lado.

Ese era Tom, al menos su voz y su cuerpo estaba ahí: físicamente. 

—¡Ahí estas!—la pequeña puerta de la escalera se abrió, haciéndome retroceder con la espalda sobre la pared, mi cuerpo dolió al paralizarse por el dolor—Ven aquí, West—Samantha tiró las muletas que antes habían pertenecido a Tom frente mío, el ruido que estas hicieron al caer al suelo no fue lo suficientemente fuerte para tapar lo que pasaba a un pasillo de distancia y aun así tal acto me hizo estremecer—.

—Samantha—me arrastré por el suelo hasta que pude salir sintiendo el cuerpo adolorido, la pelirroja ya me veía con una media sonrisa—¿Has hecho esto tú?—.

Su sonrisa se amplio dándome la respuesta, me miro como si fuera una especie de insecto para rascarse la cabeza con calma.

—¿Quién esta con Tom?—pregunté aprisionando una de las muletas con mi mano sana—.

—Tu amigo: Clark—pronunció con inocencia—.

—¡Hija de pu-!—mi cuerpo reacciono al instante, me apoye sobre ambas piernas para ponerme de pie, intentando atizarle un golpe en la cabeza con la contera, esta anticipo el golpe con su ante brazo, dispuesta a atacarme, gire la muleta y cubrí tanto de mi cuerpo como pude cuando esta intentó tomarme del cuello—.

—No creas que por que sobreviviste a Clark puedes sobrevivir a mí—hablo plausible, mi espalda estaba pegada a la pared de la escalera y su propio cuerpo—.

—¿Por que lo trajiste aquí?—le gruñí entre dientes, a este ritmo las suturas se abrirían y al castaño le daría un derrame al verme sangrar nuevamente—¡¿Esta es tu manera de apoyar a tu jefe?!—.

—¡Te salve la maldita vida!—me gritó de regreso, abriendo sus ojos de par en par—de verdad crees que Tom iba a poder contenerse tras tantas mierdas—habló por lo bajo—cuando llegaron aquí él ya estaba vuelto un loco ¿o me equivoco?—.

—No—.

—Le di algo con que desahogarse, de lo contrario no te hubiera reconocido, habrías muerto y ni siquiera podría recordarlo—escupió y se apartó con brusquedad—.

—¿Igual que el día que Niccola murió?—pregunté con la cabeza punzante—.

—Sí, igual que ese día, igual que cuando se enteró de Harry—dijo la pelirroja llevaba unos jeans rotos a la altura de la rodilla en negro y una densa cazadora negra, de la cual sacó una caja de cigarrillos—Puede aguantar, pero cuando llega al limite...se pierde—sacó un encendedor plateado del bolsillo de su pantalón, los nudillos de sus manos estaban rojos y morados por los negros, su mano derecha directamente estaba hinchada—.

—¿Doble personalidad?—intenté sacar más información de la pelirroja como me era posible—¿es eso?—.

—Trastorno limite de la personalidad—le absorbió tanto de su cigarro como pudo conservando el humo en su boca—se guarda todo lo que le pasa, lo aparenta pero al llegar al limite sale fuera de sí mismo, hace cosas y después no recuerda haberlas hecho—el humo salía de sus labios con cada palabra—.

—¿Estabas presente el día que Nikki murió?—pregunté—.

—No, los únicos presentes fueron Octavio y Tom—y Oliver—yo llegué poco después y cuando llegué me encontré a Tom sentado justo en esas escaleras con las manos entrelazadas sobre el estomago y la vista fija en el suelo, tenía las ropas, las manos y la cara llena de sangre que no era suya—.

—¿Qué tan probable es que él haya matado a Nikki?—pregunté y Samantha me devolvió una mirada curiosa—.

—Todas—pronunció en voz baja—cuando un ser humano tiene miedo, cuando se siente amenazado, su cerebro siempre es el primero en actuar—hablo en voz baja, caminando lentamente hacía a mí—la desesperación por mantenerse con vida, el trauma, no te sorprendas pero él no es el primer Holland con un trastorno—.

—¿Hay tratamiento?—pregunté en mi sitio, no moví ni un musculo ni siquiera cuando podía sentir a Samantha soplándome el humo en la cara—.

—Sí, no lo cura, los traumas no son curables, pero al menos puede aprender a vivir con ello—dijo y se volvió a separar, aburrida de su cigarro, lo lanzó al suelo sin molestarse en pisarlo para apagarlo—.

—No va a poder salir del hoyo si cada vez hay más escombros encima suyo—hablé y Samantha me regaló otra mirada curiosa—.

—¿Y que piensas hacer al respecto?—se burló—¿Vas a volverte un demonio peor? ¿Vas a matar a sus enemigos con tu muleta y tu brazo rotó? ¿vas a seguir hurtando libretas y USB de policías?—dijo y me atrapó infraganti en la ultima pregunta—.

—Yo no dije nada de eso y yo no hurte nada—mentí sin titubear—.

—¿De verdad esperas que te crea?—preguntó—.

—No necesito que me creas—dije y me aferre la muleta debajo al brazo—.

Todavía me quedaba una posibilidad, una chance de demostrar la inocencia de Tom, aquella carta, aquella nota de suicidio, tenía que encontrarla y entregársela a...¿A quien? ¿A Tom?.

—¿Qué le hiciste a Rubén y a los niños?—pregunté en voz baja, apoyándome en la muleta para caminar, esta todavía seguía estando medida para la altura de Tom y a mí me quedaba enorme y se me clavaba en la axila—.

—Los mandé con tu amiga, Fere, el acceso a la mansión esta cerrado hasta que se reparen las cosas—dijo y la escuché caminar detrás mío por el pasillo hacía el gimnasio—.

—Eres una inútil estando sana ¿Qué vas a ganar parándote frente suyo en ese estado?—se burló a mi espalda, cada paso que daba por aquel pasillo con sangre en el suelo y la pared me hacía estremecer, los gritos eran cada vez más claros—.

"¡Maldito!" "¡Para!" "¡Te voy a destrozar!"

Mi mente arrastraba mi cuerpo, al llegar incluso hasta pude sentir los cristales del gimnasio vibrar, las cortinas gruesas seguían ahí, coloqué mi mano sobre la manija de la puerta, dispuesta a entrar.

—West—me llamó la pelirroja—sí entras allí estarás por tu cuenta, quien esta allí adentró no es tu preciado Tom—habló persuasiva con los brazos cruzados sobre el pecho—¿Cómo piensas salvar a Tom si este ya se ha ido?—.

¡Déjame ir, te juro que no la toque!—se desgarró una voz dentro del lugar—

—No...yo sé quien es Samantha, lo reconocería en cualquier lugar de cualquier manera—proteste pero mi mano se quedó inmóvil—.

—Entonces entra—incitó complacida, mi mano se mantuvo sobre la perilla de color dorado—adelante—.

Mi mano se alejó de la manija y mi cabeza de los gritos, podía a escuchar como Tom respondía igual de adolorido, pero incluso si entraba y lo intentaba reanimar, el que me viera con las heridas y la ropa llena de polvo solo lo harían estallar aun más.

—Esta herido a la altura de las costillas y el brazo, seguramente ya se abrió las suturas—dije rendida, recargando mi cuerpo sobre la pared con la vista en el suelo—.

—¿Y que vas a hacer al respecto?—preguntó—.

No respondí su pregunta, 

¿Quería entrar al gimnasio para buscar la carta de Nikki o era un pretexto para verlo?

Para constatar con mis propios ojos que el Tom que amaba se había ido, siendo remplazado por otro, con más volumen y más odio.

—¿Tienes miedo, West?—me preguntó—.

De nueva cuenta ignoré su pregunta, comenzando a caminar del lado contrario, pase el área de juegos, la cocina, hasta que llegué adolorida al estudio sin Samantha detrás, el estudio seguía hecho un desastre y ver toda esa sangre y desorden me provocaba escalofríos.

¿Tienes miedo?

Su pregunta me persiguió un buen rato

No

Le habría respondido, pero si no tenía miedo ¿Por que me oculte?

Deje caer la muleta al suelo al lado del sillón, acostándome sobre el mismo para ocultar la pena y la cara entre las manos. Dediqué tanto tiempo como fue posible en ignorar los gritos, esperanzada con que en algún momento el castaño terminará de desahogarse o de desangrase, cualquiera de las dos excusas que los sacará de ese lugar.

Pase las primeras dos horas intentando guardar las ganas de llorar dentro mío, las siguientes cinco horas las dedique a crear teorías acerca de la muerte de Niccola y sobre el ataque de Clark. 

—¿___?—Harrison llamó mi atención del otro lado del cristal, llevaba un saco largo en color café y un pantalón liso en café oscuro a juego con una camisa de cuello largo—¿estas bien?—abrió la puerta del estudio y se metió dentro cerrando detrás suyo, corriendo para irme a ver—.

—Clark esta aquí, esta vivo, Samant—la voz se me cortó al levantarme con rapidez—.

—Samantha lo trajo, lo sé, ya había amenazado con hacerlo—contó Harrison—no la creí capaz de hacerlo, pero llevo llamando a Tom desde que me dijeron que te habían dado de alta y no responde mis llamadas—.

—Lleva encerrado con Clark allá dentro desde que llegamos—informé y la cara de Harrison palideció—.

—Tenemos que ir a sacarlo de allí—reacciono Harrison e intentó correr del otro lado—.

—Espera, no puedes ir sin nada—dije y lo tomé por el antebrazo para que no pudiera huir del otro lado—Tienes que tener un motivo lo suficientemente poderoso para hacer reaccionar a Tom—.

—No hay algo así—dijo con pena—.

—Creo que sí lo hay...—había algo extraño en todo el asunto—escucha Harrison, en el gimnasio había una carta, vieja y rota, estoy segura de Nikki—el rostro de Harrison palideció aun más—se disculpaba con Tom "por lo que iba a hacer" y le decía cuanto lo amaba—.

—¿Lo que mencionaste en aquella llamada?—preguntó desconcertado el rubio ante la posibilidad—.

—¿Qué tal si Tom no la asesino?¿Qué tal si Nikki se quito la vida y Tom entró en un episodio paranoico y al no encontrar a nadie más se culpo a sí mismo?—.

—Esa es...una teoría muy alocada, ___— Harrison habló como si le faltara el aire—no hay manera de que puedas saber todo eso—.

—¿Hay algún registro forense de la autopsia de Nikki?—pregunté apresurada—Sí lo encontramos tal vez podamos ver las causas de muerte—.

—¿Eh?—Harrison titubeo un poco tragando saliva para pensar tanto como podía—Si, bueno, la policía no tiene nada por el estilo...e-es una encomienda que hace que todo registro de los Holland y las personas cercanas a ellos sea eliminado—.

—Mierda—dije por lo bajo—.

—Pero se qué Tom tiene un expediente en algún lugar—Harrison habló como si acabará de descubrir la respuesta de un gran misterio—después de la muerte de Dominic a Nikki le llegaron los exámenes de ADN, la acta de defunción y fotos de la escena—.

—¿Exámenes de ADN?—la cabeza me daba vueltas—.

—Sí, es algo común en la mafia, para asegurarse de que tal persona haya muerto, se hacen exámenes al cadáver, hay una persona que controla esos asuntos en toda Europa, lo conocen como la "muerte", es un abogado y forense que ha trabajado por décadas en a testificar las muertes—Harrison hablo en voz baja para que nadie pudiera escucharnos—estoy seguro que él tiene el archivo de Dominic y con suerte seguramente tendrá el archivo de Nikki y Harry—.

—¿Puedes encontrarlo?—pregunté, sudando frío—.

—Él problema es que solo recibe muertos, encontrarlo por si solo no es tan fácil—habló exasperado—.

—¿Pero puedes tratar no?—.

—Sí, en cuanto Tom terminé con Clark—se rascó la nuca, aun pálido—.

Aun habían muchas cosas que no tenían sentido.

—No, pero escucha, Clark pensaba y juraba que Tom había matado a Nikki y a sus hermanos ¿por que dejaría la carta de suicidio de Nikki en la mesa para que la leyera si  después hablaría de que había un asesinato? Hay algo detrás de todo esto y puede que si hablamos con Clark podamos sacarle algo—.

—Haber, tranquila, habla más despacio—pidió Harrison, haciendo un ademan con ambas manos—un segundo...de acuerdo ¿estas diciendo que quieres entrar a hablar con Clark? A estas alturas estoy seguro que Tom ya le cortó la lengua—.

—¿Por que regresaron de Sheffield?—pregunté, la cabeza me daba vueltas con todo lo que pasaba—.

—No llegamos a Sheffield, nos faltaba un tramo de camino cuando...—Harrison paró en seco al darse cuenta de las piezas del rompecabezas que desencajaban—cuando Tom reconoció el vestido que llevabas puesto el día de la fiesta—.

Los ojos de Harrison buscaron los míos, cayendo en cuenta con la información que teníamos.

—Al gimnasio, ahora—indicó, corriendo por delante y yo le seguí—.

Harrison caminaba a toda prisa, sus ojos de vez en cuando se enfocaban en las manchas de sangre sobre el suelo y la pared, intentaba no verse afectado ante la historia que la escena le contaba y yo que me tambaleaba con la muleta lastimándome la axila estaba segura que jamás olvidaría lo que pasó.

Dios...—susurró el rubio en voz baja al escuchar a Clark destender un alarido desgastado y débil tras pasadas siete horas de tortura—.

Delante de las puertas de cristal que daban al gimnasio habían dos hombres corpulentos con ropas negras, ambos con tez bronceada y facciones enojadas, miraron a Harrison y lo saludaron con la cabeza, después me vieron a mí y emitieron una mueca.

—Ella no puede estar aquí—dijo el de la derecha—.

—Son ordenes del jefe—dijo el de la izquierda con voz profunda—.

—Ella no va a pasar—les aseguró Harrison al llegar frente a ellos, girándose para verme tomándome de los hombros—Quédate aquí ¿sí?—.

—Harrison tengo que entrar, hay cosas que debo preguntarle—escupí entre dientes y Harrison protesto—.

—No, todavía no se que tan estable esta Holland, si algo pasa y te lastima—Harrison habló con rapidez intentando que razonará, deteniéndose para hacerme retroceder antes de susurrar las siguientes palabras—te recuerdo que estas embarazada y podrías perder al bebé—dijo apenas audible—.

—¿Por qué no vas y lo gritas?—respondí irritada al ver como aquellos hombres de ropas negras me veían—.

—Escucha—comenzó a hablar Harrison cuando uno de los hombres le interrumpió—.

—Señor Osterfield, la señorita Azura esta en la G1, quiere entrar para ver al señor Holland—dijo el de la izquierda con su voz profunda y sus pobladas cejas oscuras tanteándose un intercomunicador en el oído—¿Cómo debemos proceder?—.

—Mierda—maldijo por lo bajo Harrison, girando la cabeza para ver al informante aun sin soltarme de los hombros—.

Harrison tanto aire como pudo, intentando tomar la mejor elección, los gritos dentro de la habitación habían sido reducidos a gimoteos y alaridos suaves.

—Que siga en la G1 voy enseguida, no le digan que Holland esta en casa y no le dejen entrar a la mansión—Harrison ordenó—Tú—señalo al de la derecha—ven conmigo—.

—Como ordené señor Osterfield—dijo este y se posicionó detrás del rubio—.

—Espera por mí, ___—pidió Harrison—.

—Para cuando vuelvas ya va a estar muerto, Harrison—me quejé por lo bajo, recargándome sobre la pared frente a la puerta de cristal donde el hombre con cejas gruesas me devolvió la mirada—.

—Que lo maté, solo no hagas nada estúpido—dijo y caminó hacía el lado contrario con aquel hombre que le sacaba dos cabezas detrás suyo—. 

—No me mires con tanto descaro—le dije al hombre que no había apartado su vista de mí, al escuchar mi voz seria este optó por bajar la cabeza y respirar pesadamente—.

Pasaron quince minutos, Harrison no había vuelto, el ambiente estaba cargado de un martirizador silencio no podía escuchar a Clark, ni a Tom.

—Tres, seis, nueve, doce, quince—mi cuerpo me demandaba un descanso, sintiéndose más pesado sobre mis piernas, intentaba tranquilizarme mientras me dictaba una serie de números en la cabeza—.

¿Qué vas a hacer al respecto para salvar a Tom?

Jodete, Samantha, yo no tengo tu fuerza.

Escuché la voz de Tom del otro lado, lo escuché toser.

—Diec-iocho...veintiuno—tenía el cuerpo hecho ovillo y me tiraba del cabello con ambas manos conforme mis piernas temblaban—.

¿Tienes miedo West?—las preguntas de Samantha me atormentaban.

Tom había pasado de toser a ahogarse.

—Tengo que entrar—me dije a mi misma, mis heridas dieron un tirón cuando me reincorpore—.

—No puedes entrar niña—repitió el hombre cuando intenté tomar la perilla—retrocede—.

—Tengo que entrar, Tom esta ahí solo, esta oscuro dentro—peleé—.

No era fuerte como Samantha, 

ni inteligente como Harrison, 

no contaba con las estrategias de James, 

entre todos yo era la que contaba con menor capacidad,

—¡Apártese!—gritó este intentando tomarme por la muñeca—.

¿Tom podía matarme?

Sí, podía matarme con la misma facilidad que cualquier otra cosa podría, 

quererlo era lanzar una moneda al aire con probabilidad a morir,

todos hablaban de lo mal que se ponía en la oscuridad, 

pero nunca nadie le encendió una luz.

—¡Suéltame!—dije cuando el hombre tiro de mí hacía atrás, estrellando mi cuerpo y parte de su frente contra la pared—.

—Suéltala, Lio—la voz de Samantha paralizo al hombre, que aun me tenía atrincherada contra la pared—ella tiene tanto derecho a lo que esta allá adentro como Tom—estaba de pie justo en el medio del pasillo, llevaba una paleta entre los dientes y jugaba con el palo de esta a pasarla de un lado a otro—.

—El señor Holland me va a matar si la dejo entrar—habló con cierto miedo y respeto tanto por el castaño como por la pelirroja, separándose de mí para dejarme respirar aferrada de la muleta que aun conservaba parte del olor del castaño—.

—Yo me encargo de Holland—repuso firme la pelirroja—déjala entrar—ordenó y el hombre no tuvo más remedió que acatar las ordenes de la segunda al mando, moviéndose hacía la izquierda—.

—Sobrevive, West—dijo a mis espaldas cuando me vio titubear al tomar la manija—si es que te atreves—.

—Lo que más me importa en este mundo esta allí adentro, no me importa si me mata, tengo que alcanzarlo—mis manos se mantuvieron en la perilla por un segundo—no por que Rita no haya tenido el valor de quedarse por ti significa que yo me voy a doblegar al miedo—no ví el rostro de la pelirroja, tampoco espere a que su frialdad me cortará la valentía—.

Abrí la puerta lentamente con dificultad, habían flores en el suelo que se atoraban entre el suelo y la madera, todo estaba completamente oscuro, la luz de la cayente noche apenas era capaz de iluminar las primeras partes del gimnasio, el lugar olía a sudor, flores marchitándose y de alguna manera a sangre. Había una silueta en el piso, justo en medio del gimnasio, mis ojos se pasearon nerviosos por todo el lugar, el solo recuerdo de lo ocurrido ahí hacía mi cuerpo temblar.

—Clark—lo llamé e intenté a acostumbrar mis ojos a la oscuridad mientras me apoyaba en mi muleta para llegar ahí—.

—Por favor santo juez...no me abandones, si mis manos han pecado, si mis ojos han hecho mal, si mis pensamientos han sido impuros—Clark balbuceó en voz baja—.

Me acerque más.

—Clark—lo llamé con más fuerza—Tom—el castaño no estaba por ningún lado—.

"Si ojos tienen que no me vean, si manos tienen que no me agarren, si pies tienen que no me alcancen, n-no permitas que nos sorprendan por la espalda, no permitas que mi muerte sea violenta"—balbuceo nervioso, el olor de la sangre era cada vez más fuerte—.

—Clark—lo llamé y esta vez no me acerque, este levantó su cabeza ante mis voz y pude verlo con claridad—.

Le había sido arrancado un ojo, la oreja izquierda y todos los dedos de la mano derecha, en la mano izquierda le había arrancado las uñas, tenía la cara y el torso rojo; me costó una mirada darme cuenta que le habían arrancado la piel de la cara y el cuello a tirones.

—W-est—intentó hablar tanto como pudo, atemorizado—perdónam-me West, te lo suplico—.

Se movió en su sitio, dejando a la vista que también le habían amputado miembros de la cintura para abajo, tenía los talones y parte de la piel quemada. 

No pude contener las arcadas, por el embarazo y la imagen, no pude aguantar más, caí de rodillas al suelo y vomité con ganas incluso todo lo que no había comido.

¿Tom le había hecho eso?

Y ahora estaba por algún lugar del gimnasio oculto.

Cazándome.

—¿Dónde esta Tom?—pregunté incapaz de aguantar otra arcada de vómitos—.

—Por favor mátame—pidió suplicante con la carne viva sangrante, los vasos sanguíneos reventados, podía ver a la perfección todos los músculos de rostro tensarse al hablar—por favor—tartamudeo—.

—Tom, se que estas aquí—dije y mis ojos lo intentaron buscar por el inmenso gimnasio, sabía que era rápido, escurridizo y letal—¿Dónde estas, Tom?—.

Mis manos temblaron al encontrar la muleta para ponerme de pie con ella de soporte, el castaño era tan sigiloso que ni siquiera el crujir de las flores muriendo lo delataría.

—Esta bien Tom—mis ojos se movían tan rápido como podía por el gimnasio intentando discernir los ruidos de los gimoteos de Clark—no te tengo miedo Tom, pero sé que tu sí...he venido a acompañar, ninguno debería estar solo cuando tiene miedo—hablé suave—.

Jamás había tratado a nadie con trastornos de paranoia y personalidad,  no tenía claro como ayudarlo.

—Dijiste que era un esclavo de Dominic Holland—su voz ronca en algún sitio oscuro me hizo estremecer, casi como un susurro cubierto por el manto de la oscuridad, no fui capaz si quiera de saber de donde venía—.

—No...no, tu no, tú no eres un esclavo de Dominic, solo eres su hijo, eres una victima—hable suave, aun sin saber de donde venía su voz, ni que tan estable estaba—estoy preocupada por ti, amor, sal, déjame verte—susurré al no obtener respuesta—te necesito, a ti y de ti solo hay una versión, no me la arranques por favor—.

—Te doy miedo—respondió en cambio—te da miedo lo que le hecho a Clark—Tom era tan sutil que saber de donde provenía su voz era imposible—.

—Tu no me das miedo Tom—dije honesta—lo único que me da miedo ahora es perderte, te necesito aquí, entero, para nosotros—dio un paso hacía atrás hasta que estuve tan cerca de la luz que pude tomarme del vientre con la mano sana—.

—¿Est-as embarazada?—preguntó moribundo Clark, borbotones de sangre le salían de los labios reventados y mojaban el suelo—.

—¿No quieres ver crecer a tu hijo, Tom?—volví a preguntar—¿No quieres estar ahí para cuando aprenda a caminar y pierda su primer diente de leche?—.

No obtuve respuesta, sin embargo pude ver su silueta contrastar a la orilla de la oscuridad y la luz, mi cuerpo se tenso de inmediato al verlo y ante mi reacción este se recorrió hacía atrás asustado.

¿Qué piensas hacer para salvar a Tom, West?

—Tom, ven aquí—pedí, me saqué las dudas y camine con paso decidido a la oscuridad, guiándome hacía donde debía estar Tom, mi mano sana choco contra su hombro antes que el resto de mi torso sobre el suyo—estaba tan preocupada por ti—.

Pegué mi oído a su pecho, su corazón latía desmesuradamente, todo su cuerpo estaba caliente y el sudor y parte de sangre le traspasaba la ropa.

—¿Cómo estas, Tom?—le pregunté sin separarme de él, sus brazos no se habían atrevido a devolverme el abrazo—.

—Estoy...—dijo y titubeo unos segundos antes de rodearme con ambos brazos—.

No era fuerte, 

ni inteligente,

no tenía cien trucos debajo de la manga, 

anudados a todos mis deseos, 

solo llevaba estas ganas estúpidas, 

por pasar el resto de mis días con él

en la oscuridad 

o cubiertos de luz.

Esos eran mis planes para salvar a Tom, Samantha.

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Muchas gracias por leer, votar y comentar, ya mismo trabajo en el capítulo 81 <3

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Con mucho amor

—Alex💀 

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