Capítulo 74

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El alivio oculto en caos

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Había paz en el caos,

y caos en la paz,

unos ojos que nunca se cerraron desde que alguien llamó a la puerta,

 un huracán que no llegó a suspiro,

unos ojos que no se abrieron al dar el alba,

un poeta que tocó la luna pero jamás llego a libro

 y un muchacho de rostro marcado y de orejas rosadas,

cautivo,

alguien cuyas esperanzas no estaban apagadas, 

sangra entre páginas, 

despierta las ganas.

El sonido era ruidoso en los pensamientos de aquel castaño que se lo comían vivo, había pasado tanto tiempo sentado en aquellas sillas de metal frio, había intentado mantener su positivismo tanto como su historial de milagros le concedía creer, enfocándose en los detalles más absurdos para no pensar en aquello que no podía controlar.

Incluso cuando quería.

—Iré por un café—habló James sacudiéndose el sueño, moviendo su cuerpo al punto que la pelinegra termino por despertar al unisonó—¿les traigo algo de la cafetería?—preguntó y su mirada se enfocó en el castaño de ojos vacíos—¿Tom?—.

—Veneno—respondió él, sin ser consiente—.

Samantha y Harrison seguían discutiendo en algún lugar en el hospital y de no ser por la sangre que le cubría los oídos y lo declaraba medio sordo podría seguir escuchando los gritos de Harrison hacía la pelirroja.

—Tráele un té de valeriana, a los dos—respondió Fere por ambos, el castaño miro instintivamente al suelo, su sangre seguía sobre este ahora seca pero sin dejar de ser desastre, pegado a la pata de la silla estaba el vaso de té que Harrison antes le había llevado, intacto—.

—No tardaré—James se puso de pie sin soltar la mano de Fere, dejó un beso sobre su frente, miro inseguro al castaño dos veces y tras ello camino del otro lado de la sala—.

—¿Ya terminaste de contar?—preguntó la pelinegra de golpe al notar la vista perdida de Thomas en el techo de aquel hospital—Son veinte bombillas de cada lado, en total son cuarenta...bueno, si las cuentas en general por que esa de en medio ya no sirve—esta vez cautivo la atención del castaño que enfocó su vista en una persona desde que había llegado al hospital—.

Fernanda ya lo veía curiosa, tenía los pies cruzados arriba de la incomoda silla y la chaqueta de James cubriendo su regazo.

—¿Cómo sabías que estaba contando las bombillas?—habló Tom y por un momento este desconoció su voz; como quien escucha se escucha por primera vez en una grabación—.

—Sé reconocer a un loco cuando lo veo—se burló y el castaño no le siguió el juego, al notarlo esta volvió a adaptar una postura seria—hace tres años a ___ le daban ataques de ansiedad, ella dice que es como estar anestesiada, sin dejar de poderse sentir nerviosa, no había dinero para medicamentos así que pasaba la mayor parte de su tiempo prestando tanta atención a los detalles hasta el punto en el que se olvidaba de sí misma—.

—¿Qué tan seguido se sentía así?—preguntó nuevamente el castaño adolorido—.

Se había topado de frente con un pasado que le dolía más que el suyo; en ese punto no supo si saber que alguien más había sufrido más que él le hacía feliz o infeliz.

De haber sido alguien más no habría tenido problema con pasarle la corona de "la peor vida" pero era ____ de quien estaba hablando y se lamento de no haber estado allí para ella.

—Se conocía el menú de memoria, conocía el número de farolas que había de su casa al local de Lola, también sabía con exactitud el orden en el que funcionaban los semáforos y las cucharas en los cajones—contó Fere con cierta nostalgia y tristeza arribándola—Ella no me hablaba mucho de ello, la veía casi a diario pero entenderla me costo años; basándome en todas las cosas inútiles que ella sabía de memoria, me di cuenta de que se sentía así casi a diario—. 

—Perdón—se disculpó honesto, sin apartar sus ojos huecos de la pelinegra—es mi culpa que ella este aquí ahora—.

—Tranquilo, West sangra mucho pero difícilmente muere, esta no es la primera vez que termina en el hospital y siempre me gusta creer que será la ultima—Fere se relajó en el asiento tanto como pudo—.

Ahora ambos compartían algo mutuo, sus deseos de que tras pasadas las siete horas dentro del quirófano las buenas noticias les llegarán.

—Esta embarazada ¿no?—Fere dedujo brillante y recostó la cabeza sobre la pared blanca, no había necesitado hacer uso de la fuerza bruta para sacar fuera de juego al castaño que ahora la miraba impresionado—.

—No—respondió a la defensiva—.

—Tom...—comenzó por regañarlo la pelinegra, abriendo los ojos para verlo—.

—Un poco, tal vez—se encontró a si mismo nervioso, Fere era como una madre para West y él sentía que Jannet  en persona; la madre de ___, le hacía la pregunta en persona y no sabía como responder sin sentirse avergonzado—.

—¿Cuánto tiempo?—preguntó Fere sin perder el control—.

—Dos meses y un poco más—se forzó a hablar—tengo miedo de perderla a ella o al bebé—.

En ese momento Fere guardo silencio y él le imitó.

—Si te tuvieras que elegir entre ella y él bebé...¿A quién elegirías?—.

Esa es una pregunta terrible justo en el medio de un escenario terrible con posibilidades catastróficas, el castaño la miro furioso de inmediato, dispuesto a reprenderla a gritos cuando las puertas dobles a su derecha se abrieron de par en par; vio a un enfermero y una enfermera empujar una camilla hacía al pasillo, Fere reacciono a la par levantándose y moviéndose a un lado para cederle el paso a los enfermeros de uniformes rosas y rostros cansados.

—¿Familiares?—preguntó uno de ellos; sobre esta envuelta en mantas, con la piel pálida y los labios resecos estaba ___ inconsciente, tenía una herida en la frente, cerca a la coronilla, tenía el cuello rojo y llevaba puntas nasales, el puente de su nariz ligeramente oscuro, sus mejillas y la punta de su nariz estaban rojas por el frio del quirófano—.

—Sí, venimos con ella—respondió Fere viendo como el castaño se pegó a la camilla como un enfermero más—.

Como un niño que persigue a su madre, 

como una sanguijuela que se arrastra por la sangre,

les costaría más de díez peleas hacer que se separará de ella otra vez.

—La subiremos a cuidados intensivos—se limitó a decir uno de los enfermeros y estuvo apunto de reprender al castaño por aferrarse a la camilla con ambas manos—.

No lo hizo, no le quedaba corazón para hacer algo así al ver el aspecto acabado de Tom, no podría hacer las paces consigo mismo si hacía algo así.

Caminaron por el pasillo de camino al elevador; cuando Tom paso cerca del área de descanso de las enfermeras toco la puerta para alertar a Harrison y a Samantha, tras ellos se subió en el elevador junto con los enfermeros. La luz blanca del elevador de espejos y paredes de plata hacían ver a ___ más pálida; en el trayecto el castaño tuvo que reprimir sus reflejos por quererle cubrir la luz que podía calarle en los ojos de las manos, así como las ganas de abrazarla y darle besos en la frente y las mejillas hasta que estas estuvieran calientes.

—¿Va a estar bien?—le preguntó ansioso a la enfermera que estaba al lado del panel de control del elevador—.

—Sí, confiamos en que sí, el doctor Boris vendrá en seguida para contarle más al respecto—se limitó a decir la enfermera de cabello cobrizo—.

Había dejado a Harrison, James y Samantha detrás y poco le importaba cualquiera de ellos en ese momento.

 La ley de estructura de Gestalt habla  sobre cómo se percibe una forma y por qué se hace como un todo, no se tienen en cuenta las partes que la constituyen, materia solo existe hasta el momento en el que te das cuenta que esta ahí, a simple vista el ser humano puede pasar desapercibido un camión entero o inclusive un elefante todo depende de cuanta atención este preste,

las cosas que ves todos los días, 

lo que topas de vez en cuando, 

pueden desaparecer un día y tu nunca te darías cuenta.

El castaño en ese momento no supo definir si el hospital desapareció, 

si los enfermeros se esfumaron, 

si la pelinegra se evaporo,

en detalles, 

no se había fijado si las paredes eran blancas, azules, amarillas o naranjas, 

para él solo estaba ella y sus mejillas rosadas.

Viviría con el trauma de mantener sus ojos sobre ella en todo momento.

—Un segundo por favor—la materia cobro vida, no se destruyó, ni se transformó como en la ley de Lavoisier; solamente despertó al castaño de su sueño—ya los dejaremos entrar—el enfermero declaro indicándole a Tom que no podría entrar a la habitación hasta que estos hubieran cambiado a West de la camilla a la cama del hospital—.

Tom mantuvo su mano sobre la camilla hasta que ya no le dejaron hacerlo, cerraron la puerta detrás de sí y comenzó a notar los detalles, las baldosas eran igual de blancas y brillantes, habían detalles de madera clara en el piso y había otra hilera de cuarenta bombillas completamente funcionales siguiendo el pasillo, el numero de la habitación era el ciento tres y el lugar olía a guantes de látex y café de olla.

Pasaron al menos cinco minutos y ambos enfermeros salieron, pasearon sus ojos por las ropas extrañas y las heridas del castaño; Fere les agradeció y estos desaparecieron por el otro lado del pasillo, donde al final se encontraba otra isla de enfermeras.

Holland olvidó la caballerosidad y la discusión que tenía pendiente con la pelinegra, entró corriendo a la habitación, apartándola del camino. Las paredes de la habitación eran de un pacifico azul, había un cajón de madera clara con tres cajones a la derecha de la cama y sobre el mismo un florero con una margarita, frente a la cama con una puerta de madera igual de clara se encontraba el baño y del otro lado la habitación estaba un ventanal considerado con las cortinas cerradas.

—Ángel—la llamó al verla, se dio cuenta ahora ya sin todas esas sabanas que llevaba un yeso sobre el brazo y vendas sobre su torso y piernas, la imagen solo lo hacía querer odiarse y pensar en lo peor—¿Qué te ha hecho?—le preguntó y no obtuvo respuesta—.

Las manos del castaño seguían sucias de su propia sangre y titubeo dos veces antes de ceder a la tentación acariciando las mejillas de aquella chica.

—Esta helada—dijo y alzó la vista para ver a la única persona que estaba consiente—.

—Iré a pedirles unas cuantas mantas—dijo Fere que no se había podido mover de su lugar, había observado las acciones del mafioso en todo momento, el como la miraba, el como le hablaba, el como sus ojos se aguadaban al tener a West frente suyo—.

Nunca le había visto así por nadie, 

nunca lo vio destenderse de tal manera.

—Gracias—se limitó a hablar, concediéndole el derecho a verla a la cara unos segundos antes de que la pelinegra saliera—.

Fere volvió poco después con un par de mantas en color miel y con el celular en la mano, le daba indicaciones a Harrison de como llegar; las manos de West estaban heladas y el castaño las unió con las suyas, levantándolas tanto como sus propias heridas y la manguera del suero se lo permitió.

Le sopló vapor caliente en las manos, 

avivó una promesa, 

como encontrar una canción que olvido, 

cada sopló le recordaba algo,

a alguien, 

con manos como las suyas, 

y historia como la de nadie.

Por un instante quiso guardar todos sus anhelos en su regazo.

—¿Por que el café de olla sabe más?—James preguntó, estaba recargado en la pared junto a la puerta, Harrison estaba sentado en el sillón a su lado y se tanteaba la herida con insistencia—.

—Cúbrele la nariz un poco—dijo Fere agazapada del otro lado de la cama, subiéndole las mantas hasta la nariz a West—.

—No, no va a poder respirar—se quejó el castaño al instante sin atreverse a retirar las mantas—.

—La cosa esa que tiene en la nariz le ayuda a respirar—renegó Fere—.

Samantha no había subido con ellos, puede que haya perdido el interés y se haya ido o puede que haya ido a buscar a Clark ella misma.

—Disculpen—la enfermera de cabello cobrizo llamó a la puerta, tenía las manos sobre los bolsillos de su uniforme, la cabeza baja y al doctor detrás—.

—Doctor—Harrison se puso de pie de inmediato y Holland no se atrevió a voltear—. 

—Puedo hablar con el señor Holland un momento a solas—dijo con una seriedad que le caló en los huesos al castaño, no había soltado las manos de West en ningún momento—.

—Adelante—tomó la iniciativa Harrison levantándose con la ayuda de James para salir por la puerta no sin antes darle miradas furtivas y preocupadas al castaño—.

—¿Yo también?—preguntó Fere sin voz al notar que Holland le robaba su lugar—Yo soy su familia—dijo en un hilillo—.

La enfermera revisó la bolsa de suero, se hizo de oídos sordos y salió a toda prisa de la habitación.

—Lo que tengo que decirle al señor Holland es personal, por favor, señorita—pidió el doctor y Tom miro la escena de reojo, el doctor lucía un traje en color negro con camisa blanca arrugada debajo, se veía abatido después de horas de cirugía y apenado con la situación—.

—Fere...tranquila—la llamó James apacible desde la puerta extendiendo su brazo hacía ella, que lo miro unos segundos, después vio al castaño—.

—Esta bien—sin apartar la vista del encorvado joven salió de la habitación, donde James la rodeo en un abrazo y dejo que se ocultará en su brazos—.

El doctor cerró la puerta detrás de sí, 

el aire se hizo denso y Thomas se vio impulsado a abrir la ventana. 

—¿Malas noticias?—se forzó a hablar, sentía el nudo en la garganta cortarle el paso a la voz y como sus dedos comenzaban a temblar—.

—Buenos milagros...Señor Holland—dijo el doctor inclinándose sobre la cama, poniendo una mano sobre el hombro del castaño—no sé que le enseñaste a esta chica, pero fuera lo que fuera le ayudo a mantenerse con vida—dijo cuando de los ojos de Tom cayó en silencio la primera gota hasta estrellarse con su muslo y perderse en sus ropas negras—.

Esta vez se hallaba sorprendido, levantando la cabeza para ver como el galeno lo veía cansado pero sonriente.

—Tiene brazo fracturado, fue apuñada dos veces en la espalda, brazo y pierna, pero estará bien con los debidos cuidados—expresó con entusiasmo y los ojos de Tom se iluminaron de par en par—.

El nunca creyó en los milagros, 

estos nunca le llegaron a entrar por las ventanas, 

tampoco creía en la gente, 

pero ese día creyó en los milagros

y la gente.

—¿No hay daño permanente?—preguntó el castaño levantándose de la cama emocionado, como si ahora pudiera respirar a pulmones llenos—.

—No, tiene una contractura lumbar, le será difícil caminar por unos cuantos días, tendrás que adecuar una habitación en casa donde ella no tenga que subir las escaleras por al menos cuatro días, para su sanación es importante darle reposo, antiinflamatorios, puede ver también rehabilitación física—dijo y Thomas asintió con cada palabra que decía el doctor—.

De ser necesario tumbaría la casa entera abajo y le construiría una nueva. 

—¿Qué...paso con...el...bebé?—Tom se atrevió a preguntar, implorando al cielo por otro milagro, le cambiaría dos vidas de mala suerte por otra buena noticia—.

—Mmm...—el doctor se giro sobre si mismo, como si hubiera olvidado algo—Un segundo—dijo y abrió la puerta para salir por ella, dejando a Thomas de pie, confundido, preocupado, ansioso y acobardado—bien—.

El doctor había vuelto con un sobre en las manos de color blanco con detalles azulados que llevaban justo en el medio el nombre y el logo del hospital, lo abrió con dificultad, perdiendo el borde de los mismos para después examinarlo con ambas cejas alzadas y sin dejarle ver nada a Thomas.

—Le hicimos un ultrasonido a la señorita West, tomando en cuenta los golpes y la poca información que teníamos de lo sucedido lo más probable es que tuviera un aborto—expresó serio y la sangre de Holland se heló—pero no lo hizo, el bebé esta sano y fuerte, señor Holland—le paso el manojo de papeles y  el ultrasonido a Tom y este lo sostuvo con ambas manos al borde del colapso—me complace informarle que la señorita West y el bebé están en perfecto estado, con cuidados y atenciones todo este episodio será cosa del pasado—.

Los pulmones de Holland recobraron todo el aire que había perdido, el doctor siempre fue excelente en su área pero tenía una manera pésima para dar noticias, de alguna manera siempre se las ingeniaba para sacarte un susto.

—De acuerdo, y-yo, esta bien, no sé como agradecerle—expresó nervioso el castaño—de verdad que no lo sé—no lo dejaría llevarse las imágenes del ultrasonido, se las quedaría recelosamente para él—.

—Puede agradecerme a la hora de pagar la cuenta del hospital, señor Holland—bromeó un poco, llevaba en las manos una carpeta de metal de tamaño considerable—.

—Lo haré—sonrió Tom, incapaz de ver sus males—.

—Me da eso por favor—pidió el doctor viendo como este escondía el ultrasonido tras su espalda y negaba por la cabeza—por favor, otra vez no—.

—¿Qué cosa?—fingió demencia—.

Al final, Tom ganó, 

ganó de verdad.

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Antes que nada quiero dejar claro que dos doctores reales fueron consultados para dar un diagnostico realista y certero, ellos fueron los que me dijeron que pudo haber sido solo una contractura lumbar y que no tenía que afectar al embarazo como tal, es por ello que decidí dejar al Tomatito ó Tomatita vivo

Muchas gracias por leer, votar y comentar, ahora prepárense para anuncios dominicales:

Hay una cuenta de tiktok administrada por la asombrosa y talentosa MariaGalvez898 donde se suben tiktoks referentes a la historia que están...

las invitó a seguirla y a divertirse un ratito.

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Cuídense y ámense 

—Alex 💀

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