Capítulo 73


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Angustia:

 La agonía entre las paredes

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Mi futuro estaba enganchado a la nada, 

y el pasado me quemaba, 

me había quedado la casa, 

el apellido, 

la vida y la miseria, 

el mundo que me veía ya me conocía, 

incluso cuando yo jamás me conocí,

no reconocía a quien me devolvía la mirada en el espejo.

Un extraño más que se sabía la historia de memoria, 

me reconocía en la furia y me abandonaba en la soledad

un adulto que soñaba con volver a ser niño,

 y serlo de verdad, 

una infancia clara cuyos recuerdos no se le atoraran en la garganta, 

una infancia sin puños que se le clavaran en los ojos y le dejarán los labios salados, 

una infancia

que no terminara


 por partirme


 a la mitad.

—Ángel por favor no te duermas, te lo pido quédate conmigo—los murmullos de mi cuerpo ardiente en frío salían de mi boca sin permiso, la tenía frente mío y la perdía—no me abandones—suplique—.

¡Mamá, despierta!¡No te mueras!¡No me dejes!—le había pedido en aquel entonces—.

Había olvidado la ultima vez que había llorado de las misma manera en la que olvidé la ultima vez que había sonreído,

como un pacto maldito que corría por mi sangre, 

la felicidad pasaba de ser un capricho a un miedo latente, 

cada vez que me sentía feliz me obligaba a recordar y añorar la tristeza.

Mi soledad significaba el alivio para aquellos cuyas alas siempre respetaré.

Por qué aprender de los errores es más caro que morir, 

por qué hay una diferencia entre vivir para morir y morir por vivir, 

en algún momento de la historia mi cabeza hizo corto circuito,

observaba el mundo y el mundo jamás se atrevió a observarme a mí.

Incluso mi soledad me abandonó. 

—¡Tom!—Harrison me llamó desde la puerta de la entrada cinco minutos después—.

Mi cuerpo estaba inmóvil al lado suyo, 

mi sangre escapaba de mi interior  y se mezclaba con las suya, 

el dolor me carcomía vivo, no podía pararlo ni siquiera cuando yo mismo tome mi cuchillo y me lo clave en el brazo, 

no era la especie de dolor que uno sana con el tiempo, 

pasarían muchos siglos antes de que la herida se volviera cicatriz,

de haber podido pedir un deseo la habría pedido a ella cien vidas.

—Tom...Oh, cielos, ____—Harrison nos había alcanzado en el estudio, colgado del hombro de James, se sostenía el costado con la mano libre, las caras de ambos estaban grisáceas por la ceniza y la tierra, había sangre en el inicio de los dedos de ambos, sus ojos se enfocaron en mí que lloraba en silencio y a gritos sobre la espalda de ____, intentando parar el sangrado—.

—He llegado tarde...—solté apenas pude, Harrison me miraba malherido, como sí ya lo hubiera sabido—daría todo lo que tengo para que se quedarán—chillé—.

James soltó a Harrison tan rápido como este pudo mantener el equilibrio, pasando de largo a Clark hasta que estuvo de rodillas frente a nosotros, no me había atrevido a mover su cuerpo, no incluso cuando me moría por abrazarla.

Me moría,

de verdad me moría.

—Tiene pulso, pero también esta sangrando mucho, tenemos que sacarla de aquí—James intentaba mantener la calma que yo no podía, siendo más útil que yo, se puso de pie, corriendo hasta el otro lado del estudio, abriendo un cajón para sacar un kit de primeros auxilios—.

Aquel día ¿La había salvado ó había prolongado su muerte?

—Le llamé al doctor, estaba en su clínica pero en estos momentos viene para acá para que la lleves a urgencias—Harrison se acerco a mi tambaleándose tanto como pudo, su cara seguía pálida y sus voz temblaba—Tom—.

Me llamaba pero yo solo podía quedarme sentado viendo como James deshacía el torniquete mal hecho que tenía ___ sobre la pierna, tomando unas cuantas vendas para hacer otro con las mismas.

—Tom por favor, tienes que reaccionar—suplicó el rubio y Clark tocio una risa—vendrá en cualquier momento por la puerta de atrás, tienes que llevártela—.

¡Eres poderoso, grande, fuerte y audaz! ¡Nada podrá vencernos Tom!—Harry me miraba con admiración, tenía siete años en aquel entonces y se movía con poses de pelea exageradas, tenía puesta sobre el cuello un cubrecama de color rojo, lo hacía pasar por capa y este le cubría parte del cuerpo y le dificultaba la respiración—¡No tienes que preocuparte por cuidarnos, nadie se atreverá a meterse contigo!—.

El miedo de la gente al verme era a su vez la seguridad de aquellos que me escondían del sueño, 

en cuanto más miedo causará a las personas, 

en cuanto más irreconocible me volviera

le daría final a todos mis dolencias, 

pero ¿Cómo podía alejar y asustar de mí a aquella que se reía de mí a sus anchas me reducía a "gruñón" y me robaba las flores?

¿Cómo podía apartar de mí a alguien que nunca conoció el miedo?

—Esta en shock por la impresión Harrison, no sé si necesita más un hospital o un psiquiatra—la voz de James se escuchaba lejana—.

—Tom, sé que estas ahí, por favor reacciona—Harrison se había arrodillado frente a mí, tomándome del cuello y parte de la nuca con ambas manos para obligarme a verlo desesperado—esta viva pero necesita que la saques de aquí y la lleves con Boris, necesita atenderla o morirá de verdad—.

—¿Qué hacemos?—preguntó James al ver que no me moví de mi sitio haciendo otro torniquete sobre la espalda de ___, este le abarco el hombro y paso por debajo de sus axila—.

La boca me sabía a hierro,  

y la piel me picaba, 

y la culpa me cazaba, 

nunca le conocí, pero estaba seguro que el mar era mucho más dulce que cualquier cosa en ese momento.

—Súbela a mi espalda—dije—.

Me busqué, 

no me encontré en ningún sitio, 

no estaba ni en el pasado, 

ni en el presente, 

ni en el futuro, 

Varado en una línea de tiempo entre la incertidumbre y los tiempos imperfectos.

Me puse de cuclillas e incliné mi cuerpo tanto como pude—Saldrán por afuera, el doctor llegará en cualquier momento—explicó Harrison ayudando a James a tomar a ____ por los hombros mientras que el castaño de espíritu cansado la tomo desde tras para cargarla hasta que pude sentir su cuerpo encima mío y sus brazos helados hicieron contacto con mi cuello caliente—.

—Ve con él Harrison—dijo James, siguiéndonos fuera del estudio, la respiración de ___ era pausada y suave y la misma me hacía cosquillas la pata del oído—los tres necesitan ser tratados—dijo este parándose en el recibidor—Azura esta aquí, nos encargaremos de lo que quedé de ellos e iremos con ustedes—se ofreció y Harrison asintió con una mueca—.

No me había molestado siquiera en asegurarme de que Clark estuviera muerto.

—Vamos Tom—Harrison hablaba para llenar el silencio—salgamos por la puerta de la cocina—dijo adelantándose para abrir la puerta de la misma con una mano mientras usaba la mano libre para hacerse presión en la herida—.

—Cúbrela—le dije y señalé un mantel sobre la mesa con mi cabeza—.

Harrison obedeció al instante, nervioso y adolorido tomo el mantel con ambas manos, este quedó ligeramente sucio por su propia sangre, tiró de este y un florero de cristal y un servilletero de plata cayeron sobre el suelo, pedazos de cristal y amapolas estaban regados en pequeños fragmentos sobre el suelo, mientras que el servilletero se mantuvo entero.

—Asegúrate de que no haya nadie fuera— dije colocando una mano nuevamente sobre ambas piernas de ___, esta vez tomando la manta para asegurarme de que no se cayera de encima suyo—.

Harrison sacó su arma y abrió la puerta con rapidez, obligándose a olvidar que estaba herido salió al patio trasero a mirar por ambos lados el perímetro, pateando un poco de la nieve frente suyo miro hacía todos lados con su arma lista antes de relajarse—¡Vamos!—me indicó—.

Corrí como si no me hubieran cortado las pantorrillas y los brazos, llegué hasta el final de la casa y la deje detrás, al igual que a Samantha, pasaron veinte minutos en las que el frio no me quemó, el doctor llegó apresurado, subiéndose a la acera hasta el punto que rayo la parte baja de su auto con la misma.

—¡Suban!—gritó desde el asiento del conductor, llevaba ropa quirúrgica en color verde, desde los pies a la cabeza, lo único que le faltaba eran los guantes—.

No sé como me subí, 

ni como llegué, 

ni cuantas veces me golpe la cabeza a mi mismo, 

solo sé que llegué, 

con el sueño medio muerto.


—¿Podemos atender sus heridas señor?—alguna enfermera le preguntó a Harrison las primera hora que llegamos ahí con voz persuasiva—.

Se habían llevado a ___ , cirugía a penas pisaron el hospital y ahora estaba sentado en  las sillas metálicas heladas esperando por ella, no me movería de aquí sin ella. 

—Por favor—pidió el rubio aguantando la respiración, se había sentado frente mío en la otra hilera de sillas metálicas de aquel pasillo que daba directamente con la sala de cuidados intensivos y quirófano—.

—¿Puedes acompañarme un momento?—pidió amable la enfermera de ropas rosa claro perfectamente bien acomodadas, con el cabello oscuro bien acomodado en un moño, tenía la piel bronceada y los labios pintados de rojo—.

Harrison hizo su esfuerzo para pararse con las manos aun ensangrentadas de su propia herida, la enfermera le ayudo a tener equilibrio y después sus ojos se posaron en mí. 

—Señor ¿gusta acompañarnos? le curaré esas heridas—me dijo amable y sus ojos intentaron encontrar los míos—.

—Esta en shock por la impresión—explicó el rubio—no he conseguido sacarlo de si mismo—.

—Oh...pero esta sangrando, estoy segura que la paciente no le sentará nada bien verlo así una vez que salga del quirófano—alentó y su cuerpo se inclinó hacía a mí—.

Odiaba aquellas sillas,

odiaba ese pasillo, 

odiaba los hospitales y

odiaba a aquella enfermera que intentaba no pretender el miedo y la molestia por la sangre que goteaba de mi brazo hasta caer en el suelo blanco, manchándolo. 

—No me toques—le ladré con los dientes apretados y las piernas temblorosas de ansiedad cuando esta intentó poner una de sus manos en mi hombro—.

—Tranquilo Thomas—pidió Harrison asustado de lo que pudiera llegar a hacerle a la enfermera, caminando para interponerse entre ella y yo—por favor, déjelo solo un momento—.

—Le traeré un té y unos calmantes—habló clara y rendida al fin moviéndose para indicarle a Harrison el camino—.

"No hagas nada que a ella le moleste"  me dijo el rubio y se fue igual de pálido.

Hospedadas en todas las fibras de mi piel llevaba lo insoportable,

No había nada que yo hiciera que realmente le molestará,

cometí todos los crímenes, 

mi nombre estaba en letras grandes en todas las listas negras

y aun así nunca conseguía que ella se molestará conmigo, 

no al menos hacia a mí,

ella se molestaba...mucho, 

pero en su mayoría era con lo que el pasado hizo de mí, 

se molestaba conmigo, a mi lado, 

no hacía a mí.

La enfermera no volvió tras pasadas las tres horas, solamente lo hizo Harrison con una venda sobre envolviendo su torso.

—Toma esto, te hará bien—dijo cauteloso y me extendió un pequeño vaso de cartón de té humeante junto con dos pequeñas pastillas de color blanco—.

No lo vi directamente, pero pude sentir su mirada preocupada pasarse por mi rostro bañado en lagrimas, mis manos temblorosas y como un pequeño charco de sangre se formaba debajo mío.

—¿Qué estas pensando Thomas?—me preguntó a las cinco horas, no había recibido ninguna noticia ni de ___ ni del bebé y el cuello ya lo tenía empapado en lagrimas—tienes que hablar conmigo, no te lo guardes, aquí estoy—me alentó y quise verlo, pero mi mirada estaba atenta en la nada—.

No estaba listo para abrirme sin verme alentado a tragarme una bala, la única persona con la que quería hablar  estaba peleando por su vida a una puerta de distancia.

A las siete horas Harrison sudaba y comenzaba a quedarse dormido sobre la silla con los brazos cruzados. Había conseguido tragarme las lagrimas e intentaba cubrir con la suela de mis zapatos la sangre en el suelo, haciendo la escena incluso peor para todo aquel que pasará frente a nosotros, el té se había enfriado.

—¡¿Donde está?!—la voz de Fere le arrancó el sueño a Harrison de golpe—¡¿Como esta?!—casi no parecía suya, descompuesta, caminó hasta nosotros con un saco largo de color negro entreabierto por haberse apresurado tanto, detrás suyo James caminaba igual de apresurado con la ropa y la cara sucias, siguiéndoles hasta detrás estaba Samantha que ya se había cambiado a sus ropas habituales y caminaba despreocupada con ambas manos en los bolsillos de su chaqueta tela—.

—Sigue en el quirófano, no nos han dicho nada de ella—Harrison habló adolorido, se sostuvo de uno de los respaldos de la silla para ponerse de píe y quedar de frente a Fere que lo ignoró por completo, dirigiéndose a mí—.

Sentí la necesidad nata de ponerme de pie para darle la cara, mis piernas flaquearon al instante amenazando con fallar.

 —¡¿Donde carajos se supone que estabas tú?!— me chilló afligida y furiosa con los ojos llenos de lagrimas para plantarme una cachetada con todas sus fuerzas—.

—¡Fernanda!—le regañó James aterrado, corriendo hasta ella para tirar de ella hacía atrás, mi cara aun seguía orientada a la pared por el golpe cuando la pelinegra de puntas azules se libero de James y volvió directo a mí—.

—No, se supone que contigo estaba a salvo, se supone que estaría bien a tu lado...Creí que la cuidarías hasta él final ¿por qué la abandonaste?—preguntó—.

No iba a llorar, 

no iba a llorar, 

no iba a llorar.

—Estábamos intentando atrapar a Clark, fue una emboscada—intentó explicar Harrison—no había nada que pudiéramos hacer para saberlo—.

—Apenas nos dimos cuenta que algo andaba mal regresamos, nadie quería que esto le pasará a ___, cielo—intentó explicar James, acercándose para abrazar a la alterada pelinegra por la espalda—.

—¿Y si se muere? ¿Qué voy a hacer yo si la pierdo?—preguntó aterrada Fere, girándose para abrazar de lleno a James—.

Ahora las lagrimas nacían de nueva cuenta en mis ojos certeras, 

de todas las personas en el mundo que había conocido, 

ya se me había sido arrancado una madre, un padre y un hermano.

la idea de vivir en un mundo sin ellos era tan ralentizadora que  prefería ahogarme en alcohol y en las mentiras.

Me había costado hacerme a la idea de que al día siguiente ellos ya no estarían allí, 

pero era ella

y yo estaba seguro que no podría afrontar la idea de un mundo sin ella.


—Debes curarte—la voz de Fere rompió el silencio nuevamente, estaba sentada al lado de James, sus manos se encontraban entrelazadas y su cabeza reposaba en su hombro—.

Yo jamás habría podido sostener a ___ así en publico. 

—No pienso moverme de aquí hasta que salga—me obligué a hablar, Samantha estaba de pie y jugaba con su celular, sus nudillos se encontraban rojos y cortados—.

—Eres igual de terco que ella ¿sabes?—replicó al instante sin apartar su cabeza del hombro de James—¿Qué vas a hacer si la sacan ahora?—.

¿Cómo estas?—me preguntó suave el día que estuve apunto de perder la pierna—.

Estoy—le respondí con una suavidad incomprensible en mí, desde mi sitio en ese entonces hubiera jurado que una especie de halo de luz dorada brillante le rodeaba y que cuando sonreía la luz escapaba a sus mejillas—.

—Estar—dije y baje por primera vez la vista a mi brazo, habían un montón de heridas pequeñas a lo largo de todo mi cuerpo pero la más notoria era un corte medianamente profundo en el brazo izquierdo—.

A las siete horas con treinta y cinco minutos me sentí mareado, me puse de pie con las piernas entumecidas y camine hasta la isla de enfermeras que estaba a unos diez metros—¿Pueden ayudarme con el brazo?—pedí, desde ahí podía ver la puerta doble de cuidados intensivos y la mente me jugaba malos ratos al imaginar que esta se abría y de ella salía aquel ángel torpe para regañarme por haberlo dejado empeorar tanto.

—Si que eres un chico duro—dijo la misma enfermera que había atendido a Harrison—no lo vuelvas a hacer, tu salud es primero, si no estas bien, no puedes ayudar a nadie más—dijo y se puso de pie para tomar un par de guantes—ven aquí, me meterás en problemas pero al menos podrás saber que pasa al fondo del pasillo—dijo tras notar mi insistente mirada hacía el otro lado—.

—Pasa, chico—dijo otra enfermera rubia y delgada con manos y dedos largos, la ropa le quedaba enorme en comparación con su cuerpo, no la había visto al llegar a la isla—eres amigo del fundador del hospital, no creo que tenga problema con que te atendamos aquí—dijo y se movió de su banquillo para salir de detrás del escritorio para empujarme dentro—.

—Quítate la camisa—ordenó la de cabello oscuro colocando cuidadosamente sus materiales quirúrgicos—.

—¿Por qué?—pregunté roncó y esta respondió señalando mis costillas—.

No fue hasta que alcé mi brazo que pude ver como sangre bajaba por una herida a la altura de las costillas.

—Será rápido, lo prometo—se apresuró a decir—Saera me ayudará—dijo y señalo a su delgada colega con la cabeza—.

Me sentía inseguro, cansado y abatido, entumecido me saque la camiseta y me senté en el banquillo de color café que habían dejado libre para mí.

—Que guapo, te cuidas mucho ¿no?—teorizó la rubia que debía ser mucho más joven que la pelinegra haciendo un ademan con sus manos sin apartar la vista de mi torso—ya sabes, se ve que haces mucho ejercicio—.

—Saera—la regaño al instante la otra, había limpiado la herida con rapidez y ahora sentía aquella área ligeramente anestesiada—discúlpala, ella jamás había visto a un joven como tú—dijo y comenzó a suturar, la aguja diminuta no logró que mi cuerpo se tensara pero las manos de Saera si—.

—Ya—alegó ella avergonzada inclinándose para repetir el proceso a  la altura de mis costillas, sus manos estaban heladas y constantemente podía ver que esta las movía a donde ella quería para tocarme tanto como le fuera posible—ya entendí Florence—.

—¿Tardarán mucho?—pregunté vació—.

—No, solo un poco más—aseguró "Florence" y por suerte cumplió su promesa—.

Ahora estaba recargado contra la pared y comenzaba a creer que el temblor de mis manos sería eterno.

—Holland—la voz de Samantha resonó en mi cabeza—ven—ordenó con firmeza haciéndome abrir los ojos e incorporarme en mi sitio—trae al novato—.

Se movió sin esperar respuesta, paso la isla de las enfermeras y se instaló en una puerta para girarse a verme, esperando a que me moviera.

—Harrison—lo llamé y este abrió los ojos de golpe al igual que James que hizo su esfuerzo por no despertar a Fere que dormía en su hombro con las mejillas mojadas—.

Caminé sin ganas hasta llegar a Samantha que abrió la puerta y entro sin esperar a que llegáramos, metiéndose a si misma dentro, todas las paredes del hospital eran blancas con una tirilla en color café que las partía a modo de decoración en la parte de en medio. pequeñas inscripciones colgaban al lado de las puertas con cristales con letras plateadas.

—¿Qué pasa?—preguntó Harrison agobiado al ver que Samantha se había metido en una habitación cuya inscripción ponía "Prohibido el paso, solo personal"—.

—Pasa—me obligué a hablar incluso cuando esto me parecía agotador—.

Era la sala de descansos de las enfermeras, había una mesa blanca redonda en el medio de esta  con al menos cinco sillas de respaldos blancos rodeándola—¿Azura te dijo algo?—preguntó Harrison haciendo un esfuerzo por sentarse en una de las sillas—.

No quería hablar de Azura,  ni de Clark, ni de nadie, quería volver afuera vigilar aquella puerta.

—Solo que espera que tengamos presente su apoyo la próxima vez que tenga que reunirse con Estefanía—la pelirroja camino hasta el refrigerador mediano en color negro que estaba junto a la pared, abriéndolo para husmear lo que había dentro—la mansión Holland no será habitable hoy, no tiene portón para empezar—.

—Deberían limpiarla, los llamaré para que la limpien—tomó la iniciativa Harrison viendo como Samantha sacó un bote de yogurt de durazno del refrigerador antes de subirse a si misma en la encimera para abrirlo y tomar el contenido dentro—.

—No, que no toquen nada—se apresuró a indicar—Tom tiene que ver todo lo que Clark se esforzó en dejar para él—habló como si yo no estuviera ahí—.

—Samantha, eso es ridículo, no es sano para nadie ver algo así—explicó Harrison y Samantha lo interrumpió levantando un alto antes de que pudiera hablar—.

—Shhh, novato, no te orines en los pantalones tan rápido—dijo divertida y se bajo de la encimera de un golpe dejando el pequeño recipiente de yogurt detrás para inclinarse sobre la mesa redonda con ambas manos para  sobre esta—te tengo un regalo—sonrió maliciosa sin dejar de verme—.

—Samantha, no se que estés planeando, pero tienes que parar, Tom no esta bien—Harrison hablo agitado—.

—¡Mental y físicamente acabado! ¡¿Así es como te ve tu gente?!—provocó—.

—¡Samantha!—gritó Harrison levantándose tan rápido que la silla en la que había estado sentado cayó al suelo—detente—dijo sin aire sosteniéndose el costado—. 

—Te tengo un regalo, Tom—.

—¡Ya basta!—.

—Clark esta vivo—soltó Samantha con sus ojos fijos en mí—esta en este mismo hospital, salió de su cirugía hace dos horas y parece ser que tiene más posibilidades de vivir que tu noviecita—jugueteó pero mi cuerpo se había quedado helado—.

—¡¿Le salvaste la vida a Clark y lo trajiste aquí?!—Harrison hablaba alterado con muecas—.

—Esta misma noche lo llevaré a la mansión—para Samantha Harrison era invisible—.

Lo había llamado por pura cortesía, su atención estaba completamente en mí, me evaluaba para ver que tan entero me encontraba, como si quisiera saber si aun era capaz de confiarme la vida o el negocio.

—¿Quieres que se vaya a matar con Clark mientras ____ esta hospitalizada?—preguntó Harrison con angustia—.

 —¿Por que empezó todo esto si no es por ella?—se defendió al instante, mi mandíbula temblaba y mis ojos escocían—tú quieres respuestas y solo Clark las tiene, has esperado mucho tiempo por este momento—.

Había esperado tiempo por la posibilidad de atrapar a Clark entre mis manos, 

pero también había pasado un corto tiempo que se sintió eternidad ansiando  estar con ____.

Cierto era,

si logró hacer que todos teman de mí, 

si me arranco la piel,

si los asusto a todos, 

si me devoró a todos aquellos que se interpongan en mi camino

¿Podré mantenerla a salvo?

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Gracias por seguir aquí, con mucho amor.

—Alex 💀



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