Capítulo 50
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Disipación: La lluvia seca
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El ser humano esta programado para co-existir
para resistir
para avanzar
para sobrevivir
desde el niño que le miente sus padres para evitar el castigo
para huir del miedo
para escaparse del fuego
hasta aquel que cobraría una vida con tal de alargar su estancia en esta tierra
cada quien se inventa sus motivos para seguir respirando
hacen limonada con los limones que les da la vida
pero
¿Qué hay de aquellos que se cansan de hacer limonada?
Cuerpo hueco
alma abollada
¿Cuánta agua y pasado llevan en los pulmones?
¿Cuánta felicidad les costará el olvido?
El olvido se olvido de olvidarlos
cargados de recuerdos
aquellas personas como yo
le fallamos a la lógica,
perseguimos el final, queremos saltarnos el intermedio
llegar al final del libro
la ultima página
levantarse es como intentar correr en un sueño profundo
es intentar patear por debajo del agua
es enamorarse de la sombra y esperar que esta te caliente en invierno
—Ángel—su voz... las silabas de mi nombre en sus labios—despierta—él estaba delante mío con los ojos entrecerrados por el sol que se colaba por la ventana y se desvanecía en su rostro y su cabello castaño hecho un lio rizado—es hora— dijo pero se volvió acurrucar—.
Había pasado más de la mitad de mi vida corriendo del lado contrario
me había ocultado en tantos lugares que al final ni siquiera yo misma era capaz de encontrarme
Dispuesta a dar vueltas en círculos pero no a parar
una perdedora
—¡Arriba!—repuso tomando una almohada arrojándola a mi rostro mientras se volvía a acurrucar en la cama—.
Alguien que ya se había rendido
que fue encontrada por un luchador
un vencedor
No sabía en que iba acabar esta guerra
si soy honesta
a mi solo me bastaba con que acabará con él
—Déjame dormir—tomé la almohada y pretendí que iba a golpearlo con ella, Tom sin abrir sus ojos se acostó boca abajo esperando el golpe, deje caer la almohada encima de su espalda y de su cabeza tras esto me levante solamente para acostarme encima suyo con la blanquecina almohada separando su espalda de mi pecho—¿Qué hora es?—pregunté poniéndome cómoda encima suyo—.
—Las siete y media—dijo sin inmutarse, aun con los ojos cerrados y la mejilla pegada a la almohada—.
—Aún falta media hora—me queje dejando caer mi mano sobre su cabeza y este soltó un quejido—¿Porqué me despiertas tan temprano?—.
—Tienes que bañarte—dijo con voz adormilada—ve a bañarte—.
—Es enserio, no lo voy a hacer, no quiero, lo haré luego—solté sintiendo la respiración pausada del castaño debajo mío—.
—Después no podrás—dijo en un intentó de sacarse el sueño, colocó su mano derecha en mi muslo derecho y se inclino en la misma dirección para dejarme caer en mi lado de la cama—créeme—.
Se puso de rodillas en la cama, con el torso desnudo y parte de las sabanas enredada entre la cintura—¿por qué?—pregunté y él se estiro en su sitio bostezando—.
—Por que tengo planes diferentes para nosotros hoy—sonrío y ya no hizo falta preguntar más—ve antes de que te meta al baño yo mismo—amenazó—.
—Eso si que suena interesante—dije y su sonrisa se amplio aun más, movió sus manos con facilidad haciéndome cosquillas—ya, ya, voy, voy—me escabullí de su ataque y me metí a mi misma en el baño—.
Cerré la puerta detrás mío, el lugar entero olía a Tom, a su cabello, a su piel, a él, abrí el grifo del agua caliente y esta comenzó a caer en lluvia tibia.
la persona que estaba en el reflejo del espejo frente a mí era una persona diferente a la que ví el día que llegue aquí, las ojeras habían desaparecido casi en su totalidad, no había cortes nuevos, solo cicatrices que marcaban recuerdos.
En menos de una hora el doctor llegaría a sacar sangre de mi brazo para hacer las pruebas,
por primera vez estos brazos sangrarían por una buena causa
tal vez era momento
de callar las voces en mi cabeza,
de reconocerme
debía dejar de darme la espalda cada vez que el sol se pusiera
no iba a permitir que el olvido me olvidará
quería ser guerrera y hacerle pagar por cada golpe
Ya no quería ser aquella que cuenta el cuento y se duerme antes del final
quería ser el cuento
volverme final y acabar en el principio
quería despertar a los somnolientos
demostrarles que incluso las personas tristes
nos morimos por vivir
—Buenos días ___ ¿Cómo dormiste?—la voz de Harrison a mi espalda me sacó un susto haciéndome dar un respingo—.
—Bien ¿y tú?—respondí cerrando la puerta detrás mío—.
Harrison llevaba puesto un suéter verde oscuro y un pantalón negro que le había visto usar a Tom antes, llevaba el cabello peinado hacía atrás con más gel del que probablemente ocupaba y los ojos más azules del mundo.
—¿Nerviosa?—preguntó amigable, camino por el pasillo hasta que estuvo a mi altura y paso un brazo sobre mis hombros mientras me invitó a ir escaleras abajo—.
—Algo...—respondí rodeándolo por la cintura con mi brazo, los ventanales de las escaleras nos daban una vista clara al jardín de enfrente y al cielo, cuyas nubes estaban completamente cargadas y pronosticaban la lluvia—.
—Tranquila, vas a estar bien—dijo y dejo un beso sobre mi coronilla al llegar al final de las escaleras— solo intenta no pensar en ello—dijo en conjunto y entramos al estudio de Tom—¡gruñón!—lo llamó el rubio apenas llegó al escritorio de este, parecía que Tom no estaba ahí—.
—Te escuche Osterfield—dijeron detrás nuestro—no es gracioso—dijo entrando a su estudio, llevaba una taza humeante de té en la mano derecha y en la izquierda un manojo de papeles, llevaba puestos unos pantalones lisos en color negro, una camisa de manga larga en color caqui y el cabello ligeramente peinado, tenía el cabello más largo de lo que lo solía usar habitualmente—¿Aun no llega el medico?—Tom dio un vistazo a su reloj de mano pasándonos a Harrison y a mi para sentarse en su escritorio, dejando la taza a un lado—.
—Seguro que no tarda—aseguró el rubio con la intención de sentarse, pronosticando lo probable, todavía no se sentaba de lleno sobre la silla cuando el timbre sonó—iré a ver—Harrison dijo encontrando la seriedad en si mismo, poniéndose de pie de camino al recibidor—.
Mi mente estaba inquieta y se imaginaba lo peor, cualquiera de los escenarios más grotescos, estaban ahí y se amotinaban de uno a uno conforme escuchaba los pasos del joven del cabello de cobre llegar hasta la puerta.
Cuando el sonido de la puerta abriéndose hizo hueco en la callada casa mi cuerpo se removió en la silla, mi piel se erizo.
—Tranquila—el castaño a un escritorio de distancia había notado mi nerviosismo, calmando el suyo se armo de valor para inclinarse sobre el escritorio y tomarme de la mano—todo estará bien—pronunció—.
Harrison hablaba animadamente con quien debía ser el doctor en la sala, unas risas eran audibles desde nuestro sitio además de uno que otro comentario acerca de la apariencia del otro—por aquí, por favor—escuché como ambos entraron al estudio y mi cuerpo se paralizo—.
—Gracias Harrison—el doctor llegó hasta nosotros, llevaba la barba recortada y el cabello más blanco que nunca, con un suéter negro y su saco café a juego con su maletín, estaba un poco más relleno desde la ultima vez que lo ví—Señor Holland—se acercó sonriente al escritorio para saludar a Tom que se levantó soltando mi mano para abrazar al medico con un cálido abrazo—no sabes el gusto que me da venir aquí y no precisamente porque alguien se esta desangrando—sonrió amable el galeno dejando su maletín en la silla al lado mío—.
Mis manos estaban sudorosas y la cabeza me daba vueltas.
—¿Cómo esta la paciente?—preguntó cálido el doctor que aun tenía una mano en la espalda de Tom para verme con sus regordetes mejillas sonrientes—¿nerviosa?—.
—Sí...—dije simple, apenas con voz, a lo largo de los días intentaba ignorar el hecho de que este momento pasaría, por que no quería volverme loca de los nervios, intentaba dejar ese pensamiento para cuando fuera el momento, ahora, con el doctor sentándose en la silla a mi lado, moviéndola en mi dirección y abriendo su maletín sobre la mesa de Tom, ya no me era tan fácil maquillar el momento—.
—Tranquila hermosa—el doctor acostumbrado a atender pacientes ansiosos y paranoicos hablaba con ternura, moviéndome el mismo en la silla tener acceso completo a mí—no hay nada que temer, será un pequeño piquetito, tomaré un poco de tu sangre y la mandaré a laboratorio...¿en el brazo que sea?—preguntó—.
—Si, no hay problema— respondí y este sacó una cintilla blanca de su maletín, levanto mi manga y ató a mi brazo para poder encontrar con facilidad mis venas—.
Tom se acerco a mí y colocó sus manos en mis hombros haciendo un pequeño masaje, realmente estaba agradecida de que estuviera allí—la prueba que haremos es cuantitativa, esta mide cuánta hormona GCH está presente—dijo como si entendiera de que hablaba mientras tanteaba mi brazo con su dedo pulgar—cierra el puño...—lo hice—abre—.
—¿Cuánto tiempo tardaremos en saber los resultados?—preguntó Tom con cierta ansiedad—digo...no quiero sonar ansioso, pero pues para ya no estar con dudas—.
Ante esto el doctor miro de reojo al castaño y soltó una pequeña risa, tomo de su maletín una jeringa y yo giré para ver a Harrison cuando esta la metió en mi piel.
—Unas horas, la llevaré de inmediato, así que tendrán los resultados para hoy mismo a las cinco de la tarde—expresó dedicado a su labor, extrajo tanto como su jeringa se lo permitió—sostén aquí—dijo poniendo un algodón sobre mi piel para evitar el sangrado saco la aguja y tomo un pequeño tubo clínico donde comenzó a vaciar la sangre—Harrison por favor— señaló con la cabeza mi brazo y Harrison pareció entender al instante—.
—Sí— Hazza desato la cintilla de mi brazo y la dejó al lado del maletín del dedicado doctor—entonces a las cinco hay que pasar por los resultados o usted los trae—.
—Yo se los traigo, no se preocupen—sonrió y tomo de un compartimento una pequeña bandita circular que puso sobre mi brazo—mejor me voy yendo para tener todo listo—sus bigotes blanquecinos se movían conforme este hablaba—.
—Gracias—le dijo Tom viendo como el doctor guardaba sus cosas nuevamente—.
—No hay de que señor Holland—nuevamente se acercó al castaño para abrazarlo tiernamente—les deseo las mejores de las suertes—risueño, el doctor sin su expresión apurada y con su barriga era lo más parecido a Santa Claus que yo podría imaginarme—.
—Lo acompaño— Se ofreció Osterfield igual de sonriente, puso una mano sobre la espalda del medico y caminaron como un par de amigos hasta la salida—.
Había terminado, fuera lo que fuera, ya no era algo que pudiera controlar, ahora solo me quedaba esperar.
—¿Estas bien?—Tom se inclinó, poniéndose de rodillas al lado de mi silla—¿estas asustada?—sus labios estaban pegados a mi cien izquierda dejo varios besos sobre esta y mi parpado para después tomar la silla y girarme en su dirección—ya acabó—.
Su sonrisa se amplio...
Tom estaba sonriendo más de lo normal
—Gracias por quedarte conmigo—dije y este aun de cunclillas dejo un corto beso sobre mis labios, tan corto, que me sorprendió que se apartará cuando intente darle un beso más largo—.
—Se nos va a hacer tarde—dijo inclinándose hacía atrás sin dejarme que lo besara—andando—.
—¿A donde vamos?—pregunté confundida cuando él se puso de pie y tiro de mí hacía arriba, llevándome fuera de su estudio—.
—Vamos a salir—puntualizó y no supe como reaccionar—.
—Espera ¿qué?¿por qué?—pregunté parando en seco en medio de la sala—.
No había salido de la casa Holland desde que llegué a ella, técnicamente pensé que tenía prohibido poner un pie en el jardín delantero, solamente había salido de la casa con Samantha oculta en su vieja camioneta, muerta de miedo.
—Por que siempre estas encerrada aquí...no quiero eso para ti, para nosotros—dijo honesto soltó mi mano para tomar su largo abrigo negro y sus guantes del mismo color—tengo algo que mostrarte pero no esta dentro de la casa, mira, esto es para ti— camino a un pequeño mueble blanco que estaba pegado a la puerta, saco de detrás una caja mediana en color rojo que levantó en el aire hasta que pudo llegar a mi lado y poner la caja sobre mis manos—.
—Esta pesado—dije sosteniendo la caja con ambas manos—.
—Ábrelo—ordenó ansioso tomando el mismo la caja para que le pudiera quitar la tapa—.
Dentro de esta protegido por una serie de papeles blancos y dorados un hermoso abrigo en color negro un poco más largo que él de Tom—¡Oh por Dios...Tom!—saqué el abrigo que por si solo podía pasar por vestido—Es como los que usan las personas importantes—dije divertida y Tom soltó una carcajada ante mi comentario—.
—Tu eres importante—dijo tras ver como admiraba la prenda sin llegar ponérmela—póntelo, es tuyo—aun sostenía el abrigo con ambas manos cuando levante mi cabeza para ver a Tom con las mejillas rosadas de vergüenza—.
Yo jamás tuve una prenda así, yo jamás hubiera podido comprar algo así e incluso cuando pudiera creo que no tenía la suficiente confianza para usarlo. Tom dejó la caja ahora vacía en el sillón y tomó el abrigo abriéndolo para que metiera mis brazos en el hasta que pudo abotonar los botones de enfrente.
—Te ves tan preciosa como siempre—aseguró tomando mi mano, haciéndome girar en mi sitio—.
El abrigo resaltaba mi cintura y caía cual vestido la parte de adelante me llegaba a las rodillas por detrás el abrigo me llegaba a las pantorrillas.
—Vámonos—dijo y me colocó un cubrebocas en la cara, sin darme tiempo de objetar tiro de mí fuera de la casa, abrió la puerta y el sol y el frío me golpearon a la cara.
—¿A donde van?—Harrison estaba afuera y caminaba de regreso a la casa deteniéndose para vernos extrañados—.
—Por ahí—respondió el castaño aun tirando de mí sin desacelerar su paso, ahora con Harrison detrás—desayunaremos afuera—.
—¿Te vas a llevar a _____?—dijo desconcertado pisándole los talones al castaño—¿estas seguro?—.
—Sí—mustió y se colocó sus lentes de sol—te quedas a cargo hasta que vuelva—.
—¿Pido una escolta para ustedes?—.
Llegamos casi al final del camino, Tom saco las llaves de su auto deportivo en color gris abrió la puerta del copiloto esperando hasta que yo entrara para cerrar y rodear el auto—No, no te preocupes Harrison, yo la se cuidar—aseguró metiéndose a si mismo dentro, en el asiento de copiloto, dejando a Harrison confundido y solo—.
—¿Estas seguro de que esto esta bien?—pregunté cuando llegamos al portón negro, Tom hizo una señal con la mano y las puertas se abrieron inmediatamente—tengo miedo de que algo pase—.
—¿Crees que haría esto si eso significaría ponerte en peligro?—preguntó con una mano en el volante y la otra en la palanca—.
No...Tom no haría nada para hacerme daño, pero conforme veía la ciudad y la civilización acercándose podía recordar aquel sueño donde Tom moría frente a mis ojos.
—Llevo planeando esto desde hace meses, créeme, estarás bien...solo disfruta—pidió dejando su mano sobre su muslo—.
Amar es confiar
llegar a creer que nadie será herido
que ambas partes saldrán enteras
es leer tu historia en los ojos de alguien más
apreciar los fallos,
sentir la humanidad,
la debilidad y las ganas.
Londres tenía un color diferente, alguien había tomado la ciudad entera y la había girado y la había cubierto de flores de colores.
—Jamás había visto que colgarán flores de las farolas—todas y cada una las farolas que atravesábamos estaban con una pequeña canasta de flores colgando de la punta—¿Quién había puesto todas esas flores—.
—Quien sabe...—dijo cauteloso con su vista fija en la carretera—hay cada loco en Londres—dijo en un tonó que lo delato—.
—Thomas Stanley Holland ¡¿tu hiciste esto?!—lo miré atónita y el se relamio los labios—.
—Puede que...—dijo dejando claro que todas las flores de la ciudad habían sido cosa suya—.
Ese día con Tom visité y sentí todos los lugares de Londres que no pude en toda mi vida, desayunamos juntos en un restaurante con vista al big ben, me llevó al viejo teatro, uno de sus sitios favoritos.
—Cuando podía escaparme de mi padre, cuando podía ser yo...me gustaba venir aquí a ensayar—dijo una vez adentro del viejo teatro, parecía ser amigo del dueño, al menos este le recordaba con cariño y cuando supo que quería entrar no dudo en dejarnos entrar—.
—¿Qué ensayabas?—pregunté, él estaba de pie en el escenario y parecía querer ponerse a bailar—.
—Si te digo te ríes—dijo moviéndose por el escenario de un lado a otro dando volteretas—.
—Ya dime— pedí, se había quitado el saco y ahora yo se lo cuidaba para que no lo ensuciara—.
—Las líneas de las peliculas de Star wars y de Spiderman— dijo apenado deteniendo sus movimientos—no te burles—.
—No iba a hacerlo—dije pero los ánimos de Tom ya habían bajado, se sentó en el suelo del escenario y bajo la cabeza—.
—En algún momento tuve el protagónico de una obra—comenzó a contar—hice todas las escenas...menos el final—me acerque a él desde mi sitio los ojos de Tom me miraban a mi y a la nada—sabes...es jodido, la mayoría de mis compañeros esperaban ansiosos que sus padres vinieran a verlos, sus padres les aplaudían, les traían flores, los felicitaban y se tomaban fotos—se mordió los labios, tal vez el castaño pensaba que en cuanto más los mordiera menos hablaría y menos dolería—cuando mi padre vino, con mi madre detrás, hui del escenario, deje aquella pobre chica en medio...sin embargo, en aquella última escena, descubrí que yo quería todo lo contrario, yo quería que se fueran—.
—¿Te arrepientes de haber actuado?—pregunté—.
—Jamás—respondió firme—pero si me arrepiento de no haber terminado la obra, ese estúpido baile—.
https://youtu.be/zbnjLHZfC9I
—Vale, ayúdame a subir—dije colocando mis manos en el borde del escenario, Tom se levantó extrañado y divertido, ayudándome a subir—.
—Te vas a ensuciar—dijo pero se estaba muriendo de risa—¿Qué haces?—dijo y me paré frente a él—.
—Baila conmigo, imagina al publico, imagina la escena, tráete de regreso a aquella tarde—los ojos del castaño ahora estaban vidriosos—oye, hazlo, pero esta vez no huyas, no dejes que el miedo te arrebate lo que amas—.
Tom colocó una mano en mi cintura y la otra la entrelazó con la mía, comenzó a tararear una canción que no fui capaz de reconocer, conforme más bailábamos el polvo más se levantaba, sin luces, el teatro abandonada resonaba con cada paso.
Estaba segura que tanto mis ropas como las suyas estaban hechas un desastre, en momentos Tom me cargaba, giraba conmigo en brazos y pegaba su nariz en mi pómulo al bajarme.
Terminó el baile
terminó la obra
y el teatro fue el que nos lloró
—Hay una ultima cosa que debemos hacer antes de ir a casa—dijo cuando salimos del teatro, apenas y había notado que ya eran las tres y cuarto de la tarde—pero para esta ultima no puedes ver— mencionó cuando llegamos a su auto, sacando del bolsillo de su abrigo una venda roja—.
—No—repuse—no me voy a poner eso—.
Pasaron al menos veinte minutos de camino en auto, al final Tom me había convencido y ahora la estúpida venda me impedía ver que pasaba.
—Espera aquí por favor—avisó y tras de sí lo escuché salir del auto, pasaron al menos cinco minutos y después escuche mi puerta abrirse—listo, ven conmigo—me ayudo a salir del auto aun con la venda en los ojos, coloco mi mano en su antebrazo y camino con cuidado por un camino recto—.
El silencio del sitio era gutural, solamente el viento se atrevía a silbar y soplar las hojas, en algún momento Tom se detuvo, me guío y me colocó donde él quería que estuviera.
—Sabes...—comenzó a decir él—hace unos años cuando el abuelo murió, su casero me pidió ir a su casa por sus cosas, ocupaban rentar el lugar—soltó uno de esos suspiros que él constantemente daba— encontré una carta de mí madre—dijo con la voz entrecortada—"No me importa perder el apellido, no me importa si no tengo el apoyo tuyo ni de mamá, no me interesa perder a la familia, estoy con Dominic y nada hará que me separé de su lado"—.
Un escalofrío recorrió mi espalda.
—Podría decirse que mi padre se robó a mi madre cuando ella era joven y la obligó a cortar lazos con su familia, también la familia de mi madre jamás acepto a mi padre—podía escuchar la voz de Tom ir de un lugar a otro—No quiero repetir la historia—dije y mi piel se erizo al sentir su mano acariciar mi brazo—dijiste que cuando tu familia murió nunca te dejaron verlos, te apartaron de ellos ¿no?—.
Tragué saliva con dificultad,
incapaz de hablar,
solamente asentí
—Los he encontrado...Ángel—las manos de Tom se situaron en la venda quitándola de mis ojos, frente a mí había lapida vieja y maltratada—.
Gracias por ser la luz en los momentos oscuros, la esperanza en mis malos momentos y el coraje cuando el miedo me superaba
Aquí yacen los restos de
Jannet Ferrer
Francis West
Jake West Ferrer
Mi emoción fue inmediata, toda la angustia que había sentido por años,
todo el dolor que me tragué
las lagrimas que ahogue
los enemigos que cree
la cadena que me ataba
había perdido peso,
era como quitarme un peso de los hombros,
No dije mucho, no hubiera podido, caí de rodillas al suelo, Tom se inclinó y me abrazó mientras yo le gritaba al cementerio vacío, a la lapida.
—Es momento de perdonar Ángel...—yo seguía llorando, Thomas seguía abrazándome pasando sus manos por mi espalda—perdónalos...pero sobre todo, perdónate—el castaño llevaba un ramo de rosas blancas en las manos—me dio un beso en la cabeza para después sentarse aun más cerca de la lapida—Ven—.
Me senté a su lado, siéndome imposible para el llanto, me oculte apenas lo alcancé en el cuello de Tom, que parecía que se echaría a llorar pronto.
—Señor y señora West...Jake, primero que nada lamento que no estén aquí para ver en lo maravillosa e increíble que es su hija y hermana—Tom hablaba como si de verdad los tuviera frente suyo— no tienen idea pero realmente me vuelve loco, sin embargo, quiero protegerla con todo lo que tengo, lo mío ya es suyo y lo que todavía no tengo en algún momento le permanecerá, les prometo, que la querré tanto como ustedes la quieren, la protegeré, regañare y la respetaré, ella nunca será mía, ella siempre será suya, libre de quedarse o irse...¿ya mencioné que la regañaré?—.
—¡Oye!—golpe el hombro de Tom con una sonrisa, sorprendiéndome a mi misma...riendo—.
—Señor y Señora West, donde quiera que estén ojalá me den la bendición para poder estar al lado de su hija...lo que pasa es que quiero casarme con ella, pero ella no me cree—dijo afligido y no pude evitar volver a reír con las mejillas aun húmedas—.
Tom se inclinó y dejó las rosas frente la lapida, después de volvió para abrazarme.
—Gracias Tom— dije recostada en su pecho y hombro—.
—No se si estas embarazada o no, pero no quiero que sientas que estoy contigo por algún bebé y tampoco quiero que sientas que estas atada a mí—dijo sincero con sus manos acariciando mis brazos— quiero que seas libre y que siendo libre me elijas—.
—"Pese a todo sigo esperando que me elijas a mí, sobre él"—dije recordando lo que había dicho Rubén la noche anterior—.
—¿Qué dijiste?—preguntó el castaño con su mejilla en mi cara—.
—Nada—repliqué y Tom no volvió a preguntar—.
Se quedó conmigo abrazándome mientras le hacíamos compañía a mi fallecida familia.
El regreso a casa fue más tardado de lo esperado, había mucho trafico y constantemente podía ver a Tom mirar su reloj de mano y tamborilear sus dedos sobre el volante.
—¿Qué hora es guapo?—toqué su pierna y este despegó la vista de la fila de autos para ver su muñeca—.
—Las cinco en punto—respondió y comenzó a morder sus uñas—.
Pasaron quince minutos más hasta que el trafico nos dejo pasar, Tom manejaba apresurado y cuidadoso—ojalá el doctor nos espere—pronuncie y Tom me vio al instante—.
—Si no lo hace voy a ir por él hasta su casa—advirtió pero ya estábamos frente al gran portón negro y sus hombres abrían la puerta tan rápido como podía—mira—dijo y señaló más a fondo del jardín—ahí esta su auto—.
Un bonito mercedes en color blanco, honestamente debí esperarlo de alguien que es el medico de cabecera de Thomas Stanley Holland que apenas llegó se bajó del auto corriendo para abrir mi puerta y apresurarme dentro de la casa.
—Señor Holland— lo llamó el doctor, ya estaba en su estudio, sentado platicando con Harrison en el sillón—.
Tom corrió como un niño sin siquiera sacarse el saco y yo le seguí con la misma actitud, el doctor, se levantó del sillón donde se encontraba y nos indicó que nos sentáramos en las sillas frente al escritorio de Tom, sentándose justo frente a nosotros.
Harrison se levantó divertido por la actitud de Tom y mía, se paró detrás de nosotros, igual de atento cuando el doctor saco un sobre de su maletín.
—Ahora sí, aquí están los resultados de la prueba de embarazo de la señorita ____ West—alardeó juguetón, abrió el sobre y tanto Tom como yo estábamos al borde de la silla—¿están listos?—.
—Sí—soltó desesperado Tom—.
—Ya díganos—presioné—.
—Bueno...—sacó el papel del sobre, lo extendió en sus dedos y se puso las gafas—pero ¿están seguros que están listos?—.
Sentía los nervios en cada parte de mi cuerpo, me talle la cara con fuerza y el medico rio.
—Ya, ahora si—se aclaró la garganta y adoptó una postura sería—la prueba de embarazo cuantitativa nos deja saber la señorita ____ West esta embarazada, siendo precisos con dos meses y una semana—anuncio y el mundo se escuchó hueco—.
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Capítulo más largo que nada, espero que les haya gustado, por favor déjenme saber sus pensamientos en la sección de comentarios, así mismo les quiero invitar a nuestro grupo de whatsapp que pueden usar para mandar sus teorías, preguntarme cosas directamente o solamente platicar
https://chat.whatsapp.com/BjM4JuLv6geBL3242ze2WO
No necesitan pasar de información de ningún tipo, es completamente seguro <3
Les amo
Hasta pronto
Alex ( *se muere*)
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