Capítulo 43


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El joven detrás del imperio

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Rubén y Harrison estaban delante mío, me veían preocupados, indecisos entre tocarme los hombros o no, me encontraba en la habitación que solía compartir con Matilde y Thomas, eran alrededor de las dos y cuarto.

—_____—Rubén me llamó analizando cada milímetro de mi cuerpo en busca de heridas—¿otra vez?—.

Más que alterado estaba cansado, llevaba el cabello revuelto y el pijama arrugado, Harrison a su lado, no se atrevía a hablar, cómplice del silencio, solamente apretaba los puños y bajaba la cabeza apenado.

—Tom ¿Dónde esta Tom?- mi voz salía ronca de tanto gritar—¿Esta muerto?—acribillaba con preguntas a Harrison, que abrió los ojos de par en par, intercalando una mirada con el castaño antes de acercarse a la cama donde seguía sentada—.

—____, Tom esta bien, esta vivo, esta en Malaga con Samantha, lo que sea, lo que sea que estés pensando...—suspiro igual de agotado que Rubén sentándose sobre la cama frente a mí-solo fue una pesadilla—.

—Iré a preparar té—avisó el castaño de cabello lacio, abrumado de haberme tenido que despertar por cuarta vez esta semana—.

Las pesadillas habían vuelto, cada vez más reales,

primero tenía todo, veía a Tom como nunca lo había visto

y de manera anticipada lo perdía

También tenía otras pesadillas,

Estaba en la casa, me despertaba en la cama de Tom, llevaba las mismas ropas que use que él día que lo conocí, vestido rasgado, zapatos rotos, podía ver el sol intentando colarse por las ventanas, pero estas estaban cubiertas de nieve, me paraba de la cama como si hubiera vivido allí toda la vida, me dirigía al baño y mientras me cepillaba los dientes en la bañera me veía el cadáver de Nikkola Holland, con los ojos fijos en mi, los labios partidos entreabiertos y la piel pálida, salía del baño con la sensación de que se pondría de piel en cualquier momento.

Después de aquí habían dos variables

En la primera me dirigía al closet y sacaba uno de los sacos de Tom, me lo ponía y caminaba a la salida del cuarto, donde apenas abría la puerta Clark, Keyslee y Julián saltaban encima mío, me golpeaban, me insultaban, me sostenían el cuerpo de dos en dos mientras arrastraban por el pasillo los cuerpos de todo aquel ser vivo que amé.

Apilados, me sentía desesperada al hallarme sin voz.

—¡Tom!—gritaba, sabía que gritaba por que tenía unas ganas enormes de rascarme la garganta tras esto, gritaba tanto que sentía que me quedaría sin voz, pero nadie me escuchaba, con Keyslee encima mío—.

Tom no llegaba nunca.

Rubén, Miguel, Fere, James o cualquier transeúnte que deambulara la casa pasadas las doce, tendría que despertarme o resignarse a escucharme a gritar gran parte de la noche

Cuando Thomas se fue.

Tom no llegó ese día,

Ni al siguiente

tardo dos meses en volver

y cuando lo hizo entró por la puerta de la casa con su mirada fría,

llevaba un traje negro completamente, una camisa de cuello alto sobresalía de entre la fina ropa

los nudillos rojo sangre

y la piel pálida

estaba más delgado

y nuevos moretones asomaban entre sus cejas, sus labios y sus manos

parecía que a lo largo de los meses se había lastimado el dedo meñique

y este y parte de su palma seguían tan rojos como la sangre coagulada

de no conocerlo también incluso yo me hubiera escondido de él.

Algo más había pasado

algo malo

lo supe por la manera en la que se arrancó el saco y parte de la camisa, los rasgo

soltó un quejido adolorido tocándose las costillas heridas para caminar enfadado hasta su estudio.

—Hey...—lo llamé en voz baja con la carta de Thomas entre las manos, él no me escucho, camino a oscuras solamente con su camisa de cuello alto y sirviéndose así mismo un trago de licor—.

Tras esto soltó un grito, un grito lánguido, desesperado, lleno de odio, me acerque al estudio y lo podía ver de rodillas en el suelo, tenía la cabeza entre las manos y los ojos y los dientes apretados.

Estaba sufriendo

y yo no sabía por qué

ni como ayudarlo,

Cuando la esperanza se quema

y el mundo habla en guerra

siempre es importante recordar que el soldado no pelea por el odio a lo que tiene delante

si no por convicción a proteger a quien esta detrás,

las guerras siempre fueron mi punto débil

siempre iba a la guerra,

pero nunca ganaba,

había nacido peleadora

pero no vencedora

mi cuerpo recibía los golpes, pero nunca los duplicaba

aguantar era el único talento que me adjuntaba a mi misma

—Tom—lo llamé y él se mantuvo en su sitio, me había escuchado, pero no parecía querer moverse—¿estas bien?—.

—Lo siento—pidió sin atreverse a verme, su estudio estaba más frío de lo normal—.

Me acerque a él en silencio abrazándolo por la espalda.

—Tranquilo—le susurré suave en la nuca y como no lo había visto en mucho tiempo se hecho a llorar, acepto mis manos que rodearon su plexo solar, dejando leves carias recargo en mí dándome la oportunidad de abrazarlo, recargue parte de mi cuerpo sobre su escritorio y me dedique a abrazarlo por la espalda como si fuera un niño pequeño—.

Mi relación con él siempre fue difusa

No era clara

Casi nunca sabía que quería,

él no era de demostrar sus emociones con nadie, las ocultaba incluso de sí mismo,

tal vez pensaba que en cuanto más las negara

menos dolían

—Por favor perdóname—sollozaba desconsoladamente con la barbilla y parte de sus labios rozando mis antebrazos—.

—No tengo nada que perdonarte—mencioné desconcertada intentando elegir mis mejores palabras—.

Siempre tenía mucho que decirle

pero cuando lo tenía de frente

mis palabras le huían

—Perdóname, perdóname por haberte traído a esta casa, perdóname por no haber cuidado de ti lo suficiente, por esa vez en la que te golpeé, Dios, soy un animal- se removió en su sitio aplastándome y sacándome el aire-perdóname por no haber estado para cuando Thomas se fue, perdóname por dejarte tan sola, se qué no te gusta pero no se que más hacer, si quiero protegerte debo ser la peor versión de mí—balbuceo—.

Quería estar enfada con él, se había ido, me había dejado por dos meses, nunca dijo a donde iba, ni cuando volvía, no supe nada de él en tanto tiempo y quería torturarlo por haberse ido, al menos eso pensé las ultimas dos semanas.

Mis sentidos no reaccionaban en contra suya,

mi sentidos

mi razón

y mi desesperación le pertenecían

—Estas aquí, Tom—lo abracé aun más fuerte y este se limpio las lagrimas y la mucosidad de su nariz con el dorso de su mano, este Tom no se parecía en nada al de mi sueño—.

Esta versión suya seguía rota

cansado

desesperado

mentalmente incapaz

como siempre lo había sido, aun que una sonrisa no surcara sus labios

y lo tuviera de rodillas en el suelo

tras haberlo perdido en tantos sueños

esta versión de él

destrozado

era la que más me gustaba.

—Estas al fin en casa—mis labios estaban pegados contra su nuca, su cabello suave rozaba mi nariz y sentía el aroma fresco que emanaba de este golpearme las fosas nasales—.

Jamás le conté a Tom de las pesadillas

las guarde en secreto

tal vez alguien más ya lo había hecho

pero yo preferiría negarlo

y nunca olvidarlo

Ese día Tom y yo nos quedamos abrazados un buen rato, llevaba tanto tiempo que sin poder dormir, que me parece que al final los dos dormimos y descansemos de la única manera que podríamos hacerlo

juntos

De la única manera en la que podríamos vivir

o morir

juntos.

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Perdonen por haberlas asustado, las amo. <3


-José








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