Capítulo 40


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Detalles: La miel con guerra

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El piso de Samantha era más frío y duro,  no estaba sucio, pero el dormir en él era imposible, así que terminé por levantarme de él, era una habitación mediana, tal vez del tamaño de la sala y la cocina, las paredes estaban pintadas de un amarillo pálido y la humedad parecía querer tumbar la pintura de estas, la pelirroja no tenía una cama extra, la habitación era solamente ocupada por un montón de bolsas negras de basura grandes llenas de ropa y lo que parecían ser pandas de felpa.

Estaba aquí 

pero mi mente estaba en otro lugar

Danielle, Fere y los niños estaban todos acurrucados en el suelo con un montón de cobijas encima de sus cuerpos, solamente unos cuantos cabellos de Matilde y el pie de Thomas escapaban de las cobijas, me acerque solamente para acomodar a los niños en las cobijas, parecía que ya se habían arreglado de su pelea, ahora se abrazaban el uno al otro, Matilde especialmente con la cara fundida en el cuello del rubio que mantenía sus pequeñas manos sobre la espalda de Matilde. 

Ojalá poderlos conservar así, 

ojalá uno pudiera vivir así

como niño

enamorado de Alicia en el país de las maravillas 

cautivada por Peter Pan

Donde el mayor problema realmente no es un problema

si no un reto

donde los recuerdos no calan

donde las heridas dejan de doler después de un día

donde cierran a la semana

La casa de Samantha era particularmente fría, más que la mía, más que la de Tom, al salir del cuarto intenté cerrar la puerta con tanto cuidado como pude para no despertar a nadie, tras esto dedique los primeros cinco minutos en dar vueltas descalza por el lugar, la cocina estaba hecha un desastre en platos y vasos, no eran muchos, la mayoría estaban agrietados o directamente rotos, seguramente Samantha los lanzaba directamente, en la pared, un reloj empolvado de manecillas había dejado de funcionar.

1:00 am

Lave todos los platos y vasos como pude, los rotos los deje de lado, después buscaría donde tirarlos. 

1:30am

Me recosté en el sillón con el celular de Tom entre las manos, presionaba la tecla de inicio esto hacía la pantalla iluminarse, después se apagaba y la volvía encender.

2:00am

El sillón de Samantha era aspero, olía  a nicotina y tenía varios resortes salidos y estos se me clavaban en la nuca y  la parte baja de la espalda, me levanté una vez más, entre al baño sentándome en la taza por al menos veinte minutos.

Realmente no tenía ganas de ir.

2:49am

Quería salir de ahí, 

quería ponerme mis zapatos y mis calcetines nuevamente, no importaba si estaban mojados y helados,

quería robarme la Harley de Samantha y huir de vuelta a Tom, 

quería ver con mis propios ojos que estaba vivo, que había sobrevivido la noche, 

quería ver con mis propios ojos si cumplía su promesa. 

3:00am

Contraría a la puerta de salida había una pequeña barda y sobre esta misma una ventana gigante que era cubierta por densas cortinas corredizas, la bardilla no estaba llena de polvo como el resto de las superficies de la casa, lo que indicaba que tal vez y solo tal vez, Samantha solía y suele sentarse aquí a mirar por la gran ventana.

Como aquella que tiene miedo a que la encierren.

Y con justa razón, la vista era bella, no era un atardecer en la playa, ni un campo ancho, se veía parte del descuidado estacionamiento y otros edificios, una pequeña cancha para jugar fútbol, basquetbol o tal vez ambas, hacía falta ser muy romántico o nostálgico para hallar la belleza.

Como la mayoría de las cosas.

Hace falta ver más allá de los detalles, hay que ver los detalles que hacen los detalles.

—¿No piensas dormir?— su voz me exaltó, haciéndome dar un brinquito en mi sitio—.

—Danielle— me giré para verla, sonaba mormada por el frío, la poca luz que entraba dejaba ver su pálida cara con sus mejillas rojas y la punta de la nariz rosada, estaba envuelta en una cobija marrón que arrastraba hasta el suelo.

—¿Qué haces aquí?— preguntó y después se subió de la manera más graciosa en la que una mujer adulta puede trepar por una pequeña bardilla, empujando primero su pecho y sus hombros hacia adelante, dejando suspendidos sus pies en el aire, dando pataditas en el aire con estos como si eso fuera hacer una escalera que la ayudará a subir—No te burles de mí, ayúdame—.

—Lo siento— dije intentando no reír, para terminar riendo ayudándola a subir—. 

—¿Piensas responder alguna de mis preguntas hoy?— preguntó acomodándose la cobija sobre el cuerpo, parecía una oruga, pero no quería decir nada al respecto así que opte por volver a ver tras la ventana—.

—¿Qué habías preguntado?— él cielo estaba más oscuro que antes, la luna apenas podía sobresalir de las traslucidas nubes—.

—¿Qué haces aquí?— la escuche sorber la pregunta y también sentí su mirada en mi cuerpo—.

—Disfruto las vistas— dije y la mire justo a tiempo cuando ella hizo una hueca de confusión, sacando uno de sus brazos de la cobija para mover las cortinas y ver a fuera—.

—Es horrible— dijo sincera pasando sus ojos por los edificios y la explanada de concreto agrietado— las ventanas de muchos departamentos están rotas y las paredes están rayadas, siendo honesta tengo miedo de que alguien aparezca por ahí con un cuchillo y un triciclo—.

—No mires allí— dije acercándome solo lo suficiente para tomarla de la barbilla haciendo que mirará arriba—aquí, mira al cielo, mira las luces, imagina las historias detrás de cada farola—. 

La mujer de cabello de bronce entrecerró los ojos, abriendo ligeramente la boca, viendo tanto como podía, desde este sitio se podía ver gran parte de la ciudad y las luces de estas, contrastadas con el cielo detrás.

—Ya veo— dijo y se mantuvo en silencio unos segundos—¿Tu sabías que Tom era un mafioso de lo peor?— soltó despectiva logrando que separará mi vista de las luces para verla, esta tomo unos segundos más para verme otra vez—. 

No le iba a mentir, no a estas alturas, no estaba dispuesta a esconder a Tom como si fuera lo peor de lo peor, por que en hechos tal vez no llevaba la ventaja

pero en alma...

Dios, él no era un villano

Él no era un monstruo

Era solo un niño 

¿Por qué siempre en las historias se culpa al monstruo?

¿Por qué no se busca aquellos que lo hicieron ser uno?

—Sí, lo supe desde antes de conocerlo, Fere me lo dijo de camino a su casa—murmure y ella soltó una pequeña risa incrédula, pasando su mano por su frente—.

—¿Cómo permitiste que mi hijo se hubiese envuelto con gente así?— Danielle hizo énfasis en la ultima palabra mostrando su molestia—.

—Basta Danielle, Tom no ha hecho nada más que salvarnos, a las dos— abogue y ella rodo los ojos—.

—¿Salvarnos? ¿Cómo estar con alguien así podría salvarnos?— volvió a hacer énfasis en el "Así" y sentí mi sangre arder y mis labios fruncirse en respuesta—. 

—Nos salvó Danielle, de no ser por la existencia de ese alguien "así" a mi me hubieran violado y matado hace meses, de no ser por él yo jamás, escúchame bien, jamás habría podido salvarte a ti y a Thomas ¿El miedo te a afectado la memoria ya?— comencé a alzar la voz y ella agacho la cabeza apenada— de no ser por él tanto tú, como yo, como Thomas habríamos muerto, pero aquí seguimos, nos sigue cuidando, sigue cuidando de ti y del piojo y estoy segura que seguirá cuidando de ustedes incluso cuando ustedes estén lejos de aquí—.

—____...— comenzó a decir suave pero yo ya estaba demasiado exaltada abogando por mi demonio favorito—.

—No, nada Danielle, si quieres pasar el resto de tu vida odiándolo hazlo, pero no te voy a permitir que lo juzgues sin conocerlo—sentía mi espina dorsal adolorida y el coraje atorado en la tráquea, intente calmarme, lo ultimo que quería era despertar a Samantha o que los niños y en especial Thomas me viera pelear con su madre— te guste o no, si pones en una balanza lo que él ha hecho por ti verás la verdad— dije tragándome mi enojo me preocuparía por el daño que este me haría luego, concentrándome solamente en apartar la vista de Danielle y regresarla a la vista tras la ventana—.

—Lo siento...solo que es muy difícil para mí, imaginar todo el peligro que puede suponer para mí hijo o mí familia—. 

—Te vas en menos de un día Danielle, tras esto ninguno de los dos tendrá que lidiar con Tom...ni conmigo— estaba siendo sentimental con el asunto de Thomas otra vez—.

En los últimos días me encontraba más sentimental de lo normal, a veces me encontraba sorpresivamente entusiasta y dé repente, algo ocurría y quería echarme a llorar. 

Como ahora. 

—¿Tu te vas a quedar?—dijo acercándose sacando parte de su cuerpo de las cobijas para tomar mis manos— es peligroso—.

—No tengo a donde más ir Danielle— la volví a ver rápidamente con cierta frialdad antes de volver a ver las luces nocturnas— además...no quiero—.

—Supongo que lo amas mucho— teorizó ya más tranquila, tenía mi mano semi colocada entre mi nariz y mi barbilla, tapándome los labios y parte de la cara, no quería que Danielle me viera llorar—Thomas te va a extrañar mucho—.

Hasta allí duró mi fuerza

comencé a sollozar en silencio, era ridículo, era más que claro que estaba llorando pero yo seguía actuando como si nada pasará.

—Y yo— la voz me salía forzada, por lo que opté por no hablar—. 

—Ven aquí— dijo la rubia maternal— acercándose para rodearme con sus brazos—. 

Sin embargo hacía falta ver más allá de los detalles,

sus brazos eran suaves, sin cicatrices, con un suave aroma a miel, acolchados

No eran los brazos de Tom

que Tom muriera esa noche era otra posibilidad 

y allí tenía otro motivo para llorar con más ganas.

A los cuantos minutos Samantha golpeo la puerta de su propia habitación, quería que nos calláramos, Danielle me obligó a beber un vaso de agua y a meterme dentro de las cobijas a lado de los niños, esa sería la ultima noche en la que Thomas, Matilde y yo compartiríamos "cama".

No tienes tus medicinas, ni tu inhalador para el asma así que intenta calmarte—pidió antes Danielle—.

Y así lo intenté, me acosté entre las cobijas, Thomas y Matilde sintieron mi calor, acercándose a mi Matilde pegó su mejilla sudorosa en mi hombro, Thomas subió parte de su cuerpo en mi tórax, acomodándose para que le acariciará el cabello.

—Por favor, ya no estés triste por mí—le escuché susurrar y mi corazón se encogió—.

—¿Porqué habría de estar?—me compuse tanto como pude acariciando la melena del infante—. 

Hasta que nos atrapo el sueño.

A la amanecer Samantha estaba de mal humor, tenía más ojeras de las que usualmente tenía y su ceño fruncido era más marcado que nunca, cuando salió de su habitación nadie se atrevió a mover ni un pelo, esta miro la cocina ahora libre de platos sucios, hizo una mueca y se metió en el baño dejando el agua correr. 

—Nos vamos, estoy harta de ustedes— soltó cruel al salir del baño con el vapor detrás suyo, el cabelló mojado y un cambió de ropa—.

Ahora llevaba el cabello medianamente largo suelto por sus hombros, llevaba un suéter negro sin mangas sobre su cuerpo, nada debajo, se había colocado unos jeans negros con las rodillas rasgadas y sus botas de nieve café oscuro. 

El camino de regresó fue similar al de ida, nos marchamos antes de que la mitad de los habitantes se despertaran y se percatarán de nuestra presencia, aun acurrucados en el maletero de la camioneta de Samantha, esta manejaba a toda velocidad pero había cierta suavidad en sus movimientos.

Estaba ansiosa por llegar a casa y ver a Tom, quería asegurarme de que seguía entero, además que  los niños estaban inquietos ese día y estar allí adentro era lo mismo que estar dentro de una bolsa con perros y gatos.

—¿Ya llegamos?— preguntó Matilde cuando Samantha frenó y abrió su puerta y la cerró de golpe—.

—Aun no, nos detuvimos— dijo Fere, estaba en el asiento delantero y no se escondía, por lo que podía ver todo lo que pasaba—creo que Samantha va a comprar cigarrillos—.

¡Maldición Samantha! ¿Es esta tu venganza por el alboroto de anoche o por que limpié tu jodida cocina?

—Aquí viene— dijo Fere y nadie se atrevió a profanar el silencio al sentir como Samantha se agazapaba en el asiento del conductor, donde sonó el golpecito que dio a su caja de cigarros y como arrancó el celofán de estos—. 

Otros torturantes veinte minutos. 

Hasta que llegamos.

Fui la primera en bajar de la camioneta, apenas tuve la oportunidad, no ayude a Danielle a bajar, caminé tan rápido como pude por el extenso jardín de camino al frente de la casa, conforme más intentaba evitar la nieve esta más se me colaba en los zapatos.

Había una sección del jardín con menos nieve que el resto, 

esta también estaba cubierta de sangre

un hombre vestido de negro usaba una larga manguera para intentar sacar la sangre del suelo, 

el agua se tintaba ligeramente de rojo y ensuciaba la nieve.

—Tom...— la duda me invadió y mis manos temblaron pero no por frío—. 

A la mierda la nieve, corrí por la nieve con gran velocidad.

—¡Espera!— escuché a Danielle gritarme varios metros atrás—.

A la mierda con la espera, ya había esperado mucho.

Pisé los escalones de la entrada golpeándome las espinillas al resbalar por las mismas, abrí la puerta de la casa como si fuera mía. 

—¡____!— Rubén estaba  sentado en el sofá con los dedos clavados en el cabello, en cuanto me vio se levantó para abrazarme—.

—¡Ru!— correspondí su abrazo y este me levantó ligeramente del piso dándome vueltas, con todo lo que estaba pasando me alegré de ver que estaba bien—¿Sabes donde esta Tom?—le pregunté saltando de sus brazos de vuelta al suelo, él reaccionó lo suficiente para señalarme el estudio—.

Las puertas de cristal con madera blanca estaban cerradas y eran cubiertas por una cortina de terciopelo en color rojo. 

A la mierda con todas las puertas del mundo,

que se jodan las cortinas. 

Corrí en dirección a las puertas dobles, abriéndolas torpemente con mi cuerpo, si esas puertas tuvieran vida, se estarían burlando de mí. 

—Cuidado— Harrison me ayudo a pararme del suelo, lo abracé al instante—. 

—Tom— pedí como niña estúpida—.

—Aquí estoy—lo escuché decir y mi corazón volvió a latir—. 

Estaba sentado sobre su escritorio, tenía una cortada en la mejilla, una venda en su mano izquierda y parte su torso estaba siendo envuelto en vendas por Miguel, moretones eran visibles a la altura de sus costillas. 

—Thomas— chillé eufórica y ridícula, corriendo hasta lanzarme en sus brazos, el soltó un gruñido pero no me soltó—.

—Cuidado, tiene los pulmones mallugados— me advirtió Miguel esperando que me moviera para poder seguir envolviendo a Tom en vendas—. 

—Perdón— dije separándome de él lo suficiente para que pudiera respirar—perdón—.

—¿Estas bien?— Tom me había tomado con ambas manos de las mejillas y me acercaba a él obligándome a verle—No te llevaste tus medicinas y no cenaste, me tenías muy preocupado—. 

—Lo siento— volví a decir sin ánimos de llevarle la contra, acercándome a él para besarlo en los labios, como si no lo hubiera hecho en mucho tiempo—. 

—Siéntelo más— dijo cuando me separé, ahora él tomo la iniciativa colocando sus manos en mi cuello, acercándome para besarlo—.

—Tal vez deberíamos darles su espacio— dijo Harrison detrás nuestro—. 

—¿Lo dejo medio vendado?— Miguel preguntó a gritos sin poder dar crédito a lo que pasaba justo frente a sus ojos aun con la venda en una mano y con la otra sosteniendo el torso de Tom—.

—No— dije y coloqué una de mis manos en el estomagó desnudo del castaño que soltó un espasmo al sentir la frialdad de mis dedos en su piel caliente—perdón Miguel—.

Esperé junto a Harrison hasta que Miguel acabó, ahora hablaba con Tom acerca de ciertas medicinas. 

—¿Qué paso con el otro doctor?— le pregunté a Harrison sin apartar mi vista del perfil de Tom que ahora repetía lo que Miguel le decía—.

—No está en la ciudad, Miguel era la última opción que nos quedaba—.

—¡Préstame atención hijo de las mil putas!—ahora regañaba Tom—.

En cuanto Harrison y Miguel salieron me acerque a Tom, este apenas se estaba colocando su camiseta interior cuando lo abrace por el cuello, dejando varios besos sobre su mejilla sana.

—¿Qué pasa?—preguntó risueño, rodeándome con sus brazos—.

—No me vuelvas a hacer algo así, no me alejes, no me mandes con James, ni con Samantha, no quiero volver a sentir que te pierdo— exigí pegada a su cuello—.

Sus brazos eran fuertes, firmes, un tanto resecos, tenían cicatrices y olían a batallas. 

—¿Qué dices?—.

—Quiero quedarme contigo Thomas, así que haz lo que tengas que hacer, entréname, enséñame a pelear a defenderme, comienza a darme clases hoy mismo— dije y Tom me obligó a separme para verme serio—.

—No—se limito a decir—por lo menos no ahora—.

—¿Qué?p-por qué no?— ahora era yo la que lo veía sería y comenzaba a alzar la voz— prefieres que siga siendo tan débil como siempre—.

—Me gustas débil— aseguró y yo rodé los ojos—no necesitas cambiar nada de ti o convertirte en algo que no eres—. 

—No lo haré, pero quiero estar de tu lado, ya no quiero huir Holland, quiero pelear, quiero, quiero ser tu Samantha, quiero pelear a tu lado—ahora estaba alzando la voz—.

—No necesitas ser nadie más o algo que no quieres— Tom hablaba suave, aun sentado sobre la mesa, intentó acariciarme los hombros— no necesitar ser algo que no quieres—repitió—.

—¡Pero yo quiero Holland!— grité apartando sus manos de mi cuerpo—¡Quiero ser fuerte!—.

—¡No en ese estado!— ahora el también gritaba—.

—¡¿Cual estado Holland?!— grité aun más haciendo burla en el "Holland"—.

Tom se había puesto de pie, tenía puesta su mirada de matón y se acercaba amenazante hacía a mi.

—No entiendes nada—estaba enojado, pero al menos ya no gritaba, intentó girarse para tomar su camisa lisa en color rosa claro—.

—¡Explícamelo!— lo tomé del brazo intentando hacer que se girará—¡¿En que estado estoy que me impide hacerme valer de mi misma?!—.

—Basta ____—.

—Dímelo— pedí pero él seguía viendo a otro lado—¡Tom!.

—¡No!— se giró solamente para gritar—. 

Ahora si estaba enojada.

—Me lanzaré por las escaleras si no me dices el motivo real por el que no quieres entrenarme— lo amenacé caminando en dirección a las escaleras de su estudio—. 

Él soltó una risa pellizcándose el puente de la nariz exasperado

—¿Te haces llamar a ti misma adulta?— me preguntó viendo como subía los escalones—¿No te das cuenta que actúas como una mula?— no respondí ninguna de sus preguntas y él no se movió—. 

Coloqué un pie del otro lado del barandal y después el otro, ahora solamente me sostenía con las manos, esperaba que Tom hablará pronto porque realmente no quería saltar.

—Vale, ya fue suficiente, baja de allí— pidió, indeciso entre subir él mismo por mí o esperar que reaccionara—_____—. 

—Di que me entrenarás—. 

—¡No!—gritó firme y yo alcé una mano en el aire, mi cuerpo quedó tendido en el aire—¡Ya te dije que no ahora! ¡Date unos meses y veremos que pasa!—.

—¡¿Por qué no ahora?! ¡¿Porque tengo que esperar a ver si me matan para aprender a defenderme?!—ambos estábamos gritando—¡¿Por qué?!—.

—¡Confía en mí!— pidió ahora subiendo parte de las escaleras—.

—¡Lo hago!— grite aferrándome más a la barandilla— ¡No te acerques!— ordené y el se quedó plantado al inicio de las escaleras—¡Eres tu el que no confía por que no me quieres dar un motivo!—.

—¡No necesitas uno!—empezó a caminar otra vez—. 

—¡Si que lo hago!— me tomó de la muñeca con fuerza acercándome a su cuerpo con rapidez, coloco su mano en mi hombro y después me rodeo con esta tirando hacía arriba y atrás, volvió a soltar un gruñido adolorido pero no se detuvo hasta que consiguió sentarme en ensuelo colocándose el mismo como silla—¡Maldita sea Holland, siempre lo arruinas todo!—.

—¡Terca!— gritó en mi cuello sin soltarme—. 

—¡Dime o me voy para siempre de tu vida!—amenace—. 

Pero esa no era yo, 

me desconocía completamente. 

—¡Deja de chantajearme, nada de lo que digas funcionará!— dijo y se lo agradecí—.

—¡Por favor dime ya!— eran los de afuera capaces de escuchar la patética pelea?—¡¿Cual es mi condición?! ¡¿Parcialmente debilucha y muerta?!—.

—¡Posiblemente embarazada!— gritó y mi sangre se congeló—.

—¿Qué?— ahora susurraba, deje de pelear y Tom aligero su agarre permitiéndome separarme para verlo—.

Triste, feliz, nervioso.

—Es posible que estemos esperando un bebé— habló despacio y como si la idea no hubiera quedado clara coloco una mano sobre mi vientre—.

Y sonrió. 


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Capitulo más largo de lo habitual, muchas gracias por haber llegado hasta aquí, por votar y comentar, ya casi vamos a la mitad de la historia y de verdad espero que les guste tanto como a mí. 

Con mucho amor.

—El monstruo debajo de sus camas.

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