Capítulo 34


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Creyentes: La sangre derramada 

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Él tenía la mirada más bonita de todas, 

sus irises café profundo

tan roto

de solo verlo quería echarme a llorar

quería ser cura

el viento en sus pestañas, 

quería salvarlo por todas las veces que él me salvó a mi

incluso cuando yo siempre fui la débil

 y él ímpetu

—Tal vez deberías dormir ya— sugerí aun frente suyo, mis manos habían proclamado independencia y se atrevían a acariciar el cabello de su nuca— iré a ver a Matilde y Thomas—.

Tom resopló aun más cansado, aclarándose la garganta antes de hablar.

—Ángel, lamento no haberte dicho que Danielle vendría pronto— se disculpó apenado, nunca le vi ser muy amigo de Thomas, parecía que conforme pasaba el tiempo Tom más se asustaba de relacionarse con el rubio y el rubio cada vez quería saber más de Tom—.

—Esta bien, Thomas esta muy feliz de verla y si él esta feliz yo también— hice mi mejor esfuerzo por alargar una sonrisa—. 

Thomas había llegado de la nada a mi vida, 

se había metido de golpe, 

irrumpiendo sin siquiera quitarse los zapatos

como dueño del lugar,

pesé a que no esperaba su llegada

lo cierto es que tampoco había cultivado su partida.

—¿Se irá lejos?— pregunté débil, era consiente de una vez fuera de la habitación de Tom tendría que hacerme la fuerte y pretender que el hecho de despedirme de Thomas no me rompería la vida—. 

—Sí, se irán a casa, Thomas al fin dejará esta cárcel, podrá ser libre, tener una vida normal— el castaño dijo ilusionado con una sonrisa melancólicamente real—.

—¿Sabes cuando se van?— pregunté una vez más con el nacimiento de mis ojos húmedos—. 

Dentro de mí quería pensar que en algún momento volvería a ver a Thomas otra vez, que podría abrazarlo, darle besos, apenarlo y regañarlo por haber crecido tanto, 

no obstante,

al igual que mi familia jamás lo vería otra vez

su paso por mi vida dejaría una huella enorme

incurable 

hueco

se volvería solamente una memoria 

—Si todo sale bien legalmente...pasado mañana a las tres y cuarto, Danielle y Thomas estarán tomando directo a Oaxaca—dijo suave, acercándose lo suficiente, justo en el momento exacto en el que me quebré, me volví egoísta y me eche a llorar en sus brazos, escondida en su cuello donde me abrazo pegando su barbilla a mi cabeza mientras dejaba besos— lo siento tanto ángel, de tener opción, haría que pudieras ir con ellos—. 

—¿Irme con ellos? ¿Qué hay de ti?— mis preguntas salieron temblorosas e intentaba controlar mi llanto que ya no me obedecía y salía libre—¿Por que todo lo que amo termina por abandonarme?—.

Y en ese momento, 

solía podía pensar si en algún momento

olvidaría como era el rostro de Thomas, 

si olvidaría como era su voz

si no recordaría el aroma de su cabello al medio día

ni sus mañas al atardecer.

—Tu también planeas irte, apenas tengas una chance te irás— le recrimine al castaño entre sollozos— me abandonarás ¿por que soy tan difícil de amar?—.

—Hey ¿Qué dices? Aquí estoy— el castaño me empujo levemente para tomar mis mejillas entre sus manos, forzándome a verle con la vista borrosa por las lagrimas—voy a estar a tu lado hasta que se me acaben lo días ¿me entiendes?—. 

Igual de patética, 

igual que una niña

Me limite a asentir con la cabeza 

quería creer 

y si estar con Tom era ser condenada

entonces,

 yo ya estaba muerta y gozaba de cielo

—No vuelvas a decir esas tonterías— me volvió a envolver en sus brazos eufórico, dejando besos sobre mis parpados, nariz, mejillas, cejas y cienes— mujer necia ¿no te das cuenta que te necesito?—. 

—Perdón— susurre débil, correspondiendo los abrazos de Tom, que se quedó allí, curándome hasta que se quedó dormido—.    

Pasaron al menos cuarenta y cinco minutos tras transcurrida la escena, ahora estaba recostada al lado de Tom, que dormía plácidamente boca arriba, con sus manos en su estomago y su cabeza orientada al baño, a diferencia suya yo no tenía intención alguna de seguir durmiendo, así que me puse sobre mis rodillas, con las manos sobre la cama, gateando me acerque a Tom intentando discernir que tan dormido estaba. 

—Tom— lo llamé en un susurró— Tom— me incliné encime suyo, presionando ligeramente su pecho con las palmas de las manos, este no se movió en lo absoluto, únicamente frunció el ceño fastidiado—.

—¿Mmm...?— dijo después de que lo moví ligeramente—¿Qué ocurre?—.  

—Tengo hambre— dije y este se removió sobre la cama abriendo los ojos ligeramente antes de girarse y darme la espalda para seguir durmiendo—.

—Ve abajo....mucha comida, en el refrigerador...caliéntala antes—soltó en murmullos, colocando sus manos debajo de su mejilla—. 

—De acuerdo...— dije aun sin bajarme de la cama, un tanto evasiva con su espacio—¿Me prestas tu teléfono para llamar a Miguel y Rubén?—.

Tom arrugó aun más el ceño tomando una gran bocanada de aire antes de tomarse unos segundos en contestar. 

—Mmm...mi teléfono esta en el estudio, en el segundo cajón a la derecha del escritorio— balbuceo una vez más, salí de la cama intentando no volverlo a despertar sentándome solamente en en esta para colocarme los zapatos—mi beso—exigió el castaño aun dormido tomándome del borde de mi suéter cuando intente pararme de la cama—. 

Alargue una sonrisa tonta que él no fue capaz de ver, inclinándome para dejar un beso en su labios para después salir en silencio de la habitación.

La casa se veía elegantemente limpia y callada ese día, las luces del jardín se veían encendidas y desde las escaleras se alcanzaban a ver uno que otro hombre caminando con porte militar para asegurar la casa.

Sin hacer ruido llegué al estudio de Tom, no fue hasta que busque las luces que realmente lo observe, era un espacio amplio, con una mesa redonda en el centro en madera rojiza y un escritorio más al fondo del mismo color con varios papeles y carpetas, todas las paredes a excepción de una estaban cubiertas de estanterías con adornos y libros que iban desde el suelo hasta el techo, al fondo del estudio cerca de la ventana habían unas escaleras blanquecinas, que guiaban a un segundo piso, como una especie de balcón interior, donde había aun más libros y una hilera de palos de golf bien acomodados. 

No tenía idea de que a Tom le gustará leer tanto, jamás lo había visto leyendo tanto, no obstante me podía imaginar que era lo que solía hacer en sus días solitarios.

Llegué hasta su escritorio donde siguiendo sus instrucciones busque su teléfono hasta que lo encontré, ya estaba en la sección de contactos cuando me di cuenta tarde que no recordaba ni el teléfono de Rubén ni de Miguel, él único que podría contar con esa información era Harrison, así que al final del día hasta que él no me diera el numero, no podría comunicarme con ninguno de ellos; aun así me senté sobre la mesa con el teléfono en mis manos, mentalmente intenté hacer una lista de todos las personas que conocía cuyo teléfono era capaz de recordar.

La lista era más o menos así:

1.- Fere (no me he portado muy bien con ella, así que no estoy segura de que quiera hablar mucho conmigo, o tal vez si, ella siempre cuido de mí, la he tenido preocupada toda la vida, solo que me siento demasiado apenada para llamarla).

2.- Lola (si los muertos hablarán ella sería una opción)

3.- Pizzería Delly's  del final de la calle (las pizzas no eran tan buenas, la masa casi siempre estaba cruda y sabía más a harina, levadura y salsa de tomate que a queso, sin embargo cuentan con las mejores hamburguesas de la ciudad, con todo lo que se puede desear, a un precio super accesible que te harían dudar de que carne de res)

Al final mi lista apestaba no podía llamar a la pizzería tampoco a Lola, así que me puse de pie y me acosté de lleno sobre el sillón rojo, recostada decidí llamar a Fere.

Hola ¿Tom?— preguntó casi al instante, sonaba divertida y desde mi sitió escuchaba que masticaba comida—.

—No, ____ ¿te llamó en mal momento?— pregunté un tanto nerviosa, era mala expresando mis sentimientos, aun más disculpándome—.

Estaba apunto de iniciar mi trabajo— chisto del otro lado del teléfono—¿no te conté? ahora hago llamadas hot a pervertidos y quedados después de las once— bromeo en tono sexy y me sentí aun mas mal—.

No importaba que tan mal la tratará, ella conociéndome siempre intentaba hacerme reír, siempre intentaba sacarme adelante, incluso cuando eso la estancaba a ella, en algún momento de mi vida escuché por ahí que era bueno ayudar a los demás impulsarlos a avanzar, subirlos a tu barco para que la marea no los ahogará, no obstante debías tener cuidado para que estos no terminarán por hundirte a ti,

 las veces que Fere me subió a su barco fueron incontables, 

las veces que hundí a Fere también fueron incontables

sin embargo ella siempre se hacía de un barco nuevo para llevarme.

—Dime algo sexy entonces, préndeme—bromé nuevamente con ella—.

No, no, pagó por adelantado— chistó nuevamente y la pude ver aguantándose la risa—.

—No tengo dinero— seguí el juego—. 

¿Por qué todos los cachondos son pobres?— se quejó antes de echarse a reír— ¿Dónde estas? ¿por qué me llamas por el teléfono de Tom?—. 

—Quería hablar contigo— dije con la vista fija en el techo era tan blanco como la puerta—.

—Estoy en la casa, ven al área de juegos— dijo y colgó antes de que siquiera pudiera preguntarle donde quedaba el área de juegos—. 

Basándome en mi mapa mental de la enorme casa camine pasando a la cocina, donde había un fuerte aroma a vainilla y canela, llegué hasta un largo pasillo de paredes amarillo cantera con varias puestas dobles distribuidas separando las habitaciones, así guiada solamente guiada por el ruido llegue hasta una puerta doble con perillas doradas, la cual cedió cuando la empuje.

—¡_____!— gritó Thomas de cabeza, estaba jugando con Harrison y Fere sobre un tapete de circulos coloridos, Fere estaba en el suelo muerta de risa, Harrison sostenía a Thomas de los tobillos separándolo del fondo, Danielle estaba sentada al lado suyo con una especie de reloj que les indicaba que colores seguir, al fondo, sentada en un sillón anaranjado estaba Matilde con un plato de pancakes intactos en la mano y la carita más triste que jamás le había visto—.

—Ven juega con nosotros—pidió Fere, Harrison aun tenía al rubio de cabeza que comenzaba a manotear para que lo bajarán con la cara y el cuello rojo—. 

—Sí me van a tener así, paso—me burlé y entre cerrando las puertas detrás mío—. 

Era una habitación amplia en color anaranjado con detalles en el techo y suelo en color blanquecino, el piso era de madera, en el medio de esta había una mesa de billar, más al fondo un estante blanco con varios muñecos y juguetes viejos en buen estado, habían unos pequeños sillones naranjas y una televisión de plasma pegada a la pared, del otro lado de la habitación habían varios juegos tipo arcade, incluso había uno con dos pequeñas motocicletas de juguete donde podías competir.

—Woah ¿esto estuvo aquí siempre?— pregunté perpleja acariciando las motocicletas rojizas—.

—Así es—dijo Harrison antes de bajar con cuidado a Thomas que salió corriendo en cuanto toco suelo— la casa cuenta con área de juegos, un gimnasio, una lavandería, una piscina y un cine— resumió Hazza, atrapando a Thomas que terminó por caer encima de Fere aun tendida en el suelo—.

—Malditos ricos, yo a duras penas tengo baño— dijo la pelinegra sin aire y Thomas rio—.

—¿Y Tom?— preguntó Harrison al verme con el teléfono del castaño en las manos—. 

—Estaba exhausto y se quedó dormido—. 

—¿Cómo estas tu?— preguntó sincero, analizo cada uno de mis movimientos, antes de apoyar una mano en el suelo para sentarse en el suelo junto a Danielle—.

—Mejor, gracias, lamento haberlos preocupado—Fere y Thomas se pusieron de pie, acomodando el arrugado tapete colorido debajo suyo para poder jugar otra partida—. 

—¡Mamá y yo en contra de Harrrison y Fere, el que pierde es el rey supremo de los huevos podridos!— declaró Thomas casi percibiendo la victoria— ¿_____, juegas?— preguntó girándose para verme aun con las mejillas rojas—. 

—No piojo, jueguen ustedes...— Matilde daba miradas ocasionales a la escena mientras mantenía el plato y la comida intacta entre sus manos— ¿Mati, no quieres jugar con ellos?—. 

Igual de herida, Matilde negó con la cabeza y giró la cabeza en otra dirección.

Me acerque hasta ella, sentándome de piernas cruzadas a su lado, sus pancakes olían a vainilla y canela, apenas sintió mi presencia la pequeña se pegó más a mí, con su cabeza agachada para no verme a los ojos

—¿Mati, estás bie-—antes de que si quiera pudiera terminar mi palabra se escuchó una puerta azotar a unas cuantas habitaciones atrás—. 

Y las risas cesaron  

y la calma escapó por la ventana 

—¡Atrás!— Harrison apenas fue capaz de pronunciar alerta haciéndome estremecer—.

Una puerta más de distancia y después la nuestra, 

entonces la vi,

su cabello rojo estaba aun más rojo, un liquido viscoso bajaba desde sus cabeza hasta su cuello, sus manos estaban impregnadas del mismo

reconocía ese liquido: Sangre

—Samantha ¿¡Qué carajos pasa?— preguntó Harrison alarmado, Danielle en acción rápida tapo los ojos de Thomas—.

—Ustedes cinco vienen conmigo— ordenó dirigiéndose a los niños, Danielle y yo— ¡Ya!— esta vez camino tirando de Thomas y Danielle que abrazo a su madre, que estaba igual de asustada—. 

Algo terrible había pasado para que Samantha estuviera en ese estado.  

—¡Oye, vocaliza maldita sea!— Harrison dijo firme, pero cada palabra que decía estaba cargada de temor—.

Matilde igual de asustada se quedó petrificada, le quite con rapidez el plato de comida dejándolo en el suelo para cargarla entre mis brazos, obligándola a que recargará la cabeza sobre mis hombros.

—Matilde cierra los ojos mi vida, todo va a estar bien— mi voz temblorosa no hizo más que asustar a la niña, que se removió asustada, muerta de pánico—. 

—Consigue un par de sabanas, rápido— le ordenó a Fere y esta salió disparada a cumplir su orden—¡muévanse y síganme!—ordenó una vez la pelirroja caminando fuera del área de juegos—.

Danielle cargaba a Thomas entre sus brazos, su cara no expresaba más que confusión y pánico, intentaba mantener la calma con las manos ceñidas en la nuca de su hijo que comenzaba a chillar de dolor.

—Danielle andando— le suplique sin ánimos de desobedecer a Samantha, tomé la mano con la que sujetaba a Thomas, donde sin querer y con sus uñas le había dejado unos rasguños que comenzaron a ponerse rojos y a dejar correr algo de sangre— confía en mi, te lo suplico—.

—¡Muévanse mierda!— Samantha extendió otro grito y Thomas soltó un gemido—. 

—¡Samantha!— Harrison seguía intentando captar la atención de la pelirroja—.

Tomé la mano de Danielle, obligándola a caminar fuera de la habitación, 

obligandola a caminar por el pasillo, 

detrás de la chica ensangrentada de sangre que no era suya

intentando apostar porque no moriría al hacerlo

—¡¿A donde los llevas?!— preguntó Harrison cuando esta paso cerca del recibidor donde Fere llegó con al menos siete sabanas—.

—Cierra la maldita boca Harrison— dijo y temblando con tomó las sabanas colocándolas sobre mi cabeza, protegiéndome a mi y a Matilde, antes de imitar la acción con Danielle y Thomas—. 

Al final podía sentir la sangre coagulada rozar mi nariz y el cabello de Thomas atreves de las mantas.

—Los sacaré por la puerta de atrás, se subirán a la cajuela y se acostarán hasta que les diga que es seguro— conforme Samantha hablaba más temblaba—. 

¿Qué tenía que pasar para hacer temblar a una bestia así?

Sin soltar la mano de Danielle que me destrozaba los huesos metacarpianos con cada apretón caminamos guiadas por Samantha, con Harrison histérico detrás, sentía el calor llenarme los parpados, y calentarme los pómulos, Samantha abrió una puerta de golpe que debía estar guiada al exterior puesto que pude sentir el frío aire nocturno chocar contra mis espinillas y mover las sabanas sobre nuestras cabezas. 

—¡Samantha!— escuche su voz desde que lo había dejado durmiendo, bajando las escaleras con una rapidez increíble—¡Te ordeno inmediatamente que me digas que esta pasando!—.

—Le salvó la vida a tu estúpida gente— escupió la peliroja y sentí como Danielle se soltó no sin antes volver a sollozar— arriba— escuche que le ordenó— muévete al fondo—.

Después pude sentir su mano brusca empujar mi espalda, Matilde comenzó a sollozar tanto como Thomas. 

—¡En silencio!— les grito y sentí como me empujó fuera de la casa, mi espinilla choco con el filillo de la parte trasera de lo que debía ser una camioneta mediana, soltar un grito adolorido fue inevitable en este punto—. 

—¡Ya fue suficiente!— le escuche pelear a Tom una vez más, Harrison sin más opción me ayudo a subir a la cajuela, donde alguien me pateo la cabeza, Matilde solo se separó únicamente para abrazarse  a mi torso, estando allí me quité la sabana de la cara—. 

Estabamos en una suburban chevrolet, Danielle esta a mi espalda y podía escuchar su fuerte respiración, fuera de la camioneta Samantha tenía agarrado a Tom del cuello y Tom tenía agarrada del cabello. 

—Mataron a Keyslee—escupió Samantha al fin y la cara de Tom se descompuso en una expresión de horror— Julián te culpa a ti, en este preciso momento viene para acá, dispuesto a matarla— Tom la soltó incapaz de pronunciar una palabra— si quieres lo dejo aquí Julián estará feliz de llevarse sus cabezas de souvenir— río Samantha entre todo el caos—.

—Dios por favor...— Danielle comenzó a rezar en voz baja—

—Llévatelos, ponlos a salvo por favor— suplico Tom por ultimó— ve— pidió y Samantha se giró, cerrando la cajuela con un golpe dejándome en total oscuridad—.

Dejándome con la imagen aterrorizada de Tom

parado en el umbral de la puerta

junto a un Harrison igual de tembloroso

en medio de una guerra sin fin

llena de muertos donde solo esperaba 

que él próximo no fuera él

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Gracias por leer, al final le cambie la duración del desmayo, no fueron dos días si no diez minutos 🙊🙈🙉

Muchas gracias por leer comentar <3 

Les amo 💖

—Alex 💀

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