Capítulo 28


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Saudade 

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Había pasado un tiempo, 

casi una vida,

 observando las gotas de lluvia pasar hasta cesar,

 había pasado un tiempo, 

casi muerto, 

observando como la vida me pasaba.

—¿Entonces que?— escucharlo hablar fue mi detonante, lo valiente se me bajo de golpe, atinando únicamente a cambiar mi vista más allá de las ventanas, a uno de los tantos arboles cubiertos de nieve— Tom— insistió—.

—¿Qué se supone que haga Harrison?— solté sumamente cansado, encorvándome totalmente sobre la mesa— dime ¿debo detener a una madre que ha peleado tanto para arrebatarle a su hijo? ¿Debo condenarla a ella y a Thomas a vivir encerrados en esta jaula gigante?—.

—Yo no insinué eso— soltó Harrison igual de cansado y triste—. 

A primera hora de la mañana Danielle llegaría

____ se rompería al verla 

Cinco días más tarde tan pronto como Harrison arreglará los asuntos legales ambos

Thomas y Danielle

Madre e hijo

Volaría de regreso a su país de origen donde podrían llevar una vida normal

_____  se rompería igualmente 

—¿Por qué lo piensas tanto Holland? ¿Te sientes enfrascado en tus emociones?— soltó Samantha fría y burlona, soltando su celular en la mesa para inclinarse, poniéndose de pie, hasta que estuvo detrás mío— Si tanto te cuesta aceptar la realidad, roba al mocoso y mata a la madre, así tu y tu querida podrán vivir en una mentira, anda, aquí estaremos Harrison, yo y todo tu imperio para esconder tus pecados debajo del tapete—.

—Samantha— le recrimino Harrison, yo continuaba mirando al patio sintiendo la respiración de la pelirroja detrás de mi oído—.

—Ustedes son lo único que tengo que no he destruido, no diré que me complace, pero si que me consola saber que somos tan iguales y tan diferentes— en ese momento me gire para mirarlos a los ojos a ambos, quería que supieran que no mentía— ninguno de los dos tuvo realmente opción, mi familia nació cargando a la muerte en cuerpo y alma, a ti— señale a Samantha que me veía inexpresiva— a ti te trataron como cordero en el matadero, se adueñaron de tu destino— después mire a Harrison que estaba asombrado y conmovido— y tú ¿realmente pudiste haber hecho algo diferente?—.

Volví a sentarme sobre el escritorio con mi vista en el jardín, en ese momento no quería ver a nadie a la cara.

— Sé que es más fácil matar a Danielle y conservar a Thomas, créanme que lo he pensado cientos de veces desde que supe que se estaba recuperando— me sentía como una basura al hablar y el cuello pesaba sobre mis hombros— pero ni Thomas, ni Matilde, son como nosotros, ellos aún tienen un futuro, fuera de aquí y no he de ser yo quien le quite ese derecho a nadie—.

Por primera vez en años, la escuche reír, Samantha alargo una risa que termino en risotada, no la mire, pero pude percibir como se tiraba sobre mi silla a seguir burlándose,  ahora menos que nunca, la pelirroja no estaba de humor.

—Harrison, por favor encárgate, has lo que sea necesario para que Danielle y Thomas puedan irse sin problemas, consíguele una casa ,dale dinero para que viva un buen tiempo, no quiero que le falte nada ni a Thomas ni a ella— ordené, la cabeza me daba vueltas y parte de mí no podía dejar de pensar en _____—.

—De acuerdo— dijo Harrison antes de carraspear— ¿se lo dirás a ____ y a Matilde?—. 

—No, aun no, no quiero que ni una palabra de esto salga de aquí, primero tengo que saber que sucede con _____ — me levanté del escritorio rápidamente, mareándome hasta el punto que me tuve que recargar con los codos sobre la madera oscura para recobrar aire—. 

—¿Estás bien? Tal vez deberías descansar un poco— sugirió Harrison preocupado—. 

—Lo haré, tomaré una pastilla y me iré a la cama— me obligue a levantarme sintiendo mi cabeza estallar tomando mis muletas— Samantha quiero que te quedes aquí, Harrison llama al doctor para que la revise—.

—De acuerdo— dijo el rubio sacando su teléfono para obedecerme sin rechistar—.

—No te confundas, yo no soy ella, no tienes porque protegerme— repuso desinteresada volviendo a subir sus pies en la mesa—.

—No me estoy confundiendo, solo no quiero que te mueras a mi cargo por una infección— salí de la habitación sin dar respuesta, dejando el cargo a Harrison—.

Mi cabeza me estaba jugando una mala pasada, parte de mi realmente quería descansar y parte de mi ansiaba por esconderse entre las sabanas y no tener que enfrentar a ______. 

Después de la noche habíamos vivido, después de la cercanía que habíamos adquirido, pensé que habíamos cesado la guerra.

Había pasado tiempo y yo aun no era capaz de encarar aquellos ojos tristes, para decirle la verdad.

Habían pasado al menos treinta minutos desde que había huido de las miradas de Tom y de su publico, ahora estaba escondida en el armario de trajes, cuya perilla aun estaba desencajada de su lugar tras haberse roto.

—¡___!— escuchaba a Matilde y a Thomas llamarme y correr por el pasillo en mi búsqueda—.

No quería preocuparlos, pero tampoco quería verlos, esperaba poderme componer lo suficiente antes de darle la cara.

Conforme imaginaba que pasaban los minutos en mi interior me preguntaba si todo el asunto no había sido un tanto extraño, tal vez yo estaba sensible, tal vez el invierno me hacía querer llorar todo el tiempo, o tal vez había perdido la cabeza, todas ellas eran probables opciones.

No fue muy consiente de cuanto tiempo paso, mis ojos se cerraban ocasionalmente en la habítación oscura y cuando los volvía abrir la habitación seguía en total oscuridad, técnicamente solamente sabía que había pasado un tiempo porque Thomas y Matilde habían dejado de buscarme.

Fuera lo que fuera no podía seguirme escondiendo de aquellos que seguramente rondaban en la casa, tenía que enfrentarlos y demostrar que lo cortés no quita lo valiente.

—Andando— dije para mis adentros, había estado recostada sobre el suelo con los pies recargados en la pared durante mucho tiempo y me costo bastante el poder levantarme y sacudirme la tierra del cuerpo y la espalda—.

La luz se encendió de inmediato iluminando todos los perfectos y bien planchados trajes de Tom y de Dominic...

Me acerque por inmersa a los trajes de Dominic pasando mis dedos por encima de las telas, mi piel se erizo al instante, la última vez que había estado allí fue cuando Tom estaba en Italia y en la misma oscuridad había dado con una nota bastante peculiar.

"En la habitación del primogénito, que duerme entre nubes y ovejas sin miedo, sin preocupaciones, el reloj claro, tan claro como su alma incesante, la misma hora que el reloj de fuego"

Jamás le había entregado la nota a Tom, incluso cuando pensaba que era la letra de Nikki, más por el contrario me dedique a obsesionarme con ella ¿Por qué la había escrito? ¿Qué quería decir con ella?

Abrí la puerta despacio tenía los pies adoloridos y la mejilla y los ojos me ardían por haberme secado las lagrimas tan bruscamente, camine en silencio por el pasillo, pase las primeras habitaciones antes de quedar congelada ante el sonido de unos pies que subían la escalera apacibles.

Lo valiente se me bajo de golpe, atinando únicamente en tantear la puerta blanquecina a mi derecha para meterme dentro y cerrarla torpemente, parecía que cada paso que daba enfrente con Tom eran tres atrás, había pasado la noche con él, lo había abrazado.

Lo había amado 

Y ahora estaba devuelta escondida en una habitación huyendo de él.

—Ángel— me llamo desde el pasillo y yo me aprisione más a la puerta tapándome los labios con fuerza— ¿estas allí?— pregunto nuevamente haciéndome reunir todas mis fuerzas para no contestarle— lo siento...— dijo—.

Y se marcho, junto al sonido de una muleta golpeando suavemente el piso, me dejó allí, descompuesta. 

Al final del día no podía estar molesta con Tom, siempre me las arreglaba para terminar en una situación peor a lo anterior, desde mi llegada a la casa donde Tom tuvo que salvarme de Clark, cuando conocí a Thomas, cuando ocurrió el ataque, cuando salvo a Matilde, en todas esas situaciones él me pidió que fuera prudente y yo hice todo lo contrario. 

—¿Qué estas haciendo West?— despegue mi cabeza de la puerta para mirar la habitación—. 

Otra vez estaba en la que debía ser la habitación de Harry

Estaba igual que hace unos meses, 

igual que unos años

tal y como su dueño la había dejado antes de que él dejara la vida. 

No conocí a Harry, nuestros caminos jamás se unieron sin embargo por la cantidad de cosas fuera de su lugar que había en su habitación, ademas de un par de zapatos de la marca "converse" en color mostaza con cintas de diferentes colores tirados al pie de la cama.

Me quedaba claro que Harry jamás fue diluvio

si no luz

aurora, infinito, alba y agua salada.

Brillo tanto, que encandilaba

brillo tanto

que cuando se fue,

cegó.


—Lo siento— me disculpe con él, aun que él no pudiera escucharme— lo siento tanto...— dije tomando la perilla de la puerta para salir, cerrando la puerta despacio detrás de mi—.

Por inercia y sintiendo la luz del sol que marcaba la tarde golpearme la espalda camine por el pasillo, tanteando la puerta que estaba pegada al cuarto de Harry.

Esperaba que la puerta estuviera cerrada con llave, ajena a los ojos de los curiosos, pero no, la puerta y la madera crujió cuando gire la manilla, mire hacía atrás instintivamente enfocando mi vista en la puerta de la habitación esperando que saliera y estuviera enfadado conmigo nuevamente, pero eso nunca paso.

 Tom no salió

 y la habitación 

me invitaba a entrar

Tres de las cuatro paredes eran blanquecinas, la ultima era de un color azul oscuro, pegada a esta estaba una cama perfectamente tendida, con colchas blancas con líneas azules, al fondo, pegado a la ventana estaba un escritorio con muchos libros alrededor, un reloj rojo se había quedado detenido en las 4:29 am. 

Entre, cerrando la puerta detrás de mí completamente absorta, camine despacio por la habitación, letras de madera blanca ligeramente oscura por el paso del tiempo recitaban un nombre.

Aclamaban a su dueño

"Sam"

Mi cuerpo se estremeció y me sentí terriblemente mal,  

nunca conocí a Sam, y dudaba si alguno de los dos sobreviviría para hacerlo, pero lo imagine desde ese momento.

Sam era noche

era poesía, elocuencia, efímero y agua dulce

era tan tranquilo 

casi invisible 

que ocupaba constantemente la luz de su hermano pelirrojo para ser notado en este mundo

sensible, callado y retraído

cuando su hermano se fue,  

debió haber perdido hasta su voz.

—Sam...yo...—comencé a hablarle a la habitación ordenada llena de polvo, llena de nostalgia—.

—¡______!— lo ví entrar corriendo a la habitación corriendo, con las mejillas infladas y los cabellos rubios desordenados, alcanzó a recorrer un pedazo de habitación antes de tropezar y caer de bruces contra al suelo—.

—Piojo ¿estas bien?— me acerque a él con una sonrisa en los labios, no importaba que tan mal fueran las cosas, el ver a Thomas siempre me calentaba el corazón—.

—¡Te encontré!— se sentó sobre el suelo con una sonrisa triunfal—¿Dónde estamos?— su cabestrillo de ositos se encontraba un tanto sucio, tendría que aprovechar después para lavarlo—.

—En la habitación de uno de los hermanos de Tom— apenas lo dije note lo mal que era que estuviera allí, todas las habitaciones debían de haber estado cerradas ¿Por qué había sido tan fácil entrar en ellas?—Piojo no toques nada— advertí tarde, Thomas había tomado uno de los libros sobre la mesa con su mano sana ojeándolo—.

—Que aburrido, no tiene dibujos solo rayones— se quejó con decepción—.

—Thomas deja eso, tenemos que salir de aquí— me acerque a él y pude ver a que se refería, era un libro de almenos quinientas paginas, donde alguien, tal vez Sam, se había encargado de rayar por completo todas las palabras que dijeran "mamá" y "papá" con tanto odio que casi rompió todas las paginas—suelta eso—tomé yo misma el libro dejándolo en la mesa antes de tomar al rubio de la mano y guiarnos a la salida—.

—¿Estas bien?¿podemos cenar helado?— preguntó una vez que cerré la habitación aun con la cabeza en las nubes—.

Era capaz de comprender si Sam odiaba a su padre, pero ¿Por qué había rayado también lo que recordaba a ella?

 —Piojo, no puedes decir nada de lo que acaba de pasar, tu y yo nunca estuvimos en esa habitación ¿de acuerdo?— me coloque de cunclillas, tomándolo de la cintura haciendo que me viera a la cara, levantando mi meñique para hacer una promesa—.

—¿Si guardo tu secreto me dirás en que se parece un tifón a la reina de corazones?— negoció dando miradas a mi meñique y a mi cara atónita—.

—¡Ese no era el trato!— le recriminé y el alargo una risotada— si guardas nuestro secreto te dejaré comer un poco de helado—.

—¿De que sabor?— continuo—. 

—Mmm...vainilla—ofrecí—.

—Chocolate—sus ojos azul oscuro se abrieron con emoción—.

—¡Fresa!— repuse—. 

—¡Arcoíris!— sentenció levantando su meñique—.

—¡Trato!— festejé el cierre de la promesa tomando su meñique antes de volverlo a soltar, tomarlo en mis brazos y repartir besos por toda su cara— piojo chantajista—.

Thomas se retorcía en mis brazos en ataques de risas con las mejillas rojas y los ojos entrecerrados y yo disfrutaba el verlo tan feliz.

—Con que allí estaban— Harrison nos llamo desde el otro lado del pasillo— ¿____, donde te metiste todo el día?— me pregunto—.

¿Qué se supone que le diría?

—¡Estaba conmigo!— Thomas me salvó saltando de mis brazos poniéndose de pie para caminar con seguridad hacía el otro rubio— me estaba ayudando con mis dibujos, ahora vamos a cenar—.

Ni siquiera le dió tiempo de pensar, tomó a Harrison de la mano tirando de él hacía abajo para que no pudiera hacer ni una sola pregunta.

—¡Vamos _____!— me gritó a media escalera—.

No pude evitar soltar una risa, conforme pasaba el tiempo Thomas era cada vez más valiente

cada vez un poco más extraordinario

único 

El resto de la tarde y la cena fueron bastante tranquilos, Keyslee no estaba en casa, Harrison y Samantha se encontraban en el área de juegos de Tom jugando billar, Thomas y Matilde me había envuelto en una clase de juego trasversado de Domino donde siempre ganaba Matilde.

Al caer la noche la luna fue cubierta por nubes que comenzaron a llorar mojando la nieve y todo a su paso, la frialdad en la casa se intensifico quitándome poco del sueño que había conseguido reunir.

Me levante de la cama con la espalda adolorida, Thomas tenia un pie y parte de una mano fuera de la cama, Matilde se encontraba al final de la cama boca abajo con todo el castaño cabello cayéndole por los lados, camine hacía al closet sacando un par de fresadas extras cubriendo a los niños antes de salir del cuarto a mi destino: La cocina.

Pasé las primeras habitaciones y tope con la de Tom, lo cierto era que no lo había vuelto a ver desde lo ocurrido con Keyslee esa mañana, no fui muy consiente cuando abrí la puerta despacio, entrando a su habitación, estaba dormido boca abajo, se había sacado la camisa y dejaba a la vista su trabajada espalda y sus cicatrices.

—Te vas a enfermar Holland— lo regañe con un susurro tomando una frazada que había terminado en el suelo para colocarla encima suyo, tomando en cuenta la agilidad y cuan ligero tiene el sueño Tom me sorprendió que no se despertará y me atrapará—.

Estaba claro

que mi fiel acompañante,

mi fiel enemigo y amante,

no me haría compañía esa noche.

Llegué escaleras abajo, la casa estaba a oscuras, un rayo de luz entro por la ventana de la puerta de la entrada, la luz de dos faros que se coló e ilumino ligeramente el recibidor antes de fundirse junto al sonido de una puerta abriéndose, corrí a esconderme detrás de la puerta del estudio de Tom a la espera de que fuera quien fuera entrará a la casa.

—¿Ya estás más tranquila?— ¿James?—.

—No— repuso con la voz ronca, ¿Keyslee?—.

Estaba atónita una vez más desde mi lugar pude ver como James consolaba a Keyslee que llevaba un conjunto deportivo holgado, que no dejaba a la vista su perfecto cuerpo, no tenía maquillaje y sus ojos estaban rojos y pequeños.

—¿Por qué te afecta tanto lo que haga Tom?— cuestionó James, ¿era Fere consiente de donde y con quien estaba su novio?—.

—¡Por que solo la regaño a ella!— soltó otra vez en llanto y yo estaba tan confundida como James— solo le grito a ella—.

—¿Querías que Tom te gritará— preguntó aquel de cabello castaño oscuro pasándole un pañuelo café caoba—.

—Yo conozco a Tom desde hace años, siempre he estado allí, esperando por él de alguna manera, pero él siempre parece tener algo mejor que hacer, lo he intentado de todo, ser la niña buena, ser la chica mala, llamar su atención siempre ha sido mi reto más grande, cambie todo de mi, para gustarle a él—sonaba triste y desolada, la vi bajar la mirada al suelo con pena— y luego aparece ella de la nada, arma un caos y Tom corre detrás de ella, le grita, la regaña, la protege y la ama— la rubia se mordía los labios con pena levantando la cabeza para ver a James a los ojos— a mi nunca me ha gritado—.

—Lo siento Keyslee, pero no puedes obligar nadie a quererte, el amor es algo que no se compra— James hablaba suave, intentando razonar con algo que ella no entendía— él amor de tu vida también tiene derecho de irse con el amor de su vida—.

Tras esto Keyslee guardo silencio, desviando su atención de su acompañante para morderse las uñas pensativa, en todo el tiempo que conocía a la rubia no podía evitar sentir pena por ella, después de todo llevaba toda una vida esforzándose en ser lo que no es y ahora se encontraba fuera de tono,

fuera de juego,

fuera de ganas

—Buenas noches James— se despidió apresurada, subiendo las escaleras con la decisión que la caracterizaba antes de perderse por el pasillo—.

James no dijo nada más, alargo un suspiro cansado de haber sido el niñero de Keyslee, se rasco la nuca y salió de la casa, las luces de su auto iluminaron nuevamente el recibidor hasta que ya se perdieron con la lluvia y el frio.

Y me tomé un tiempo conmigo, la cocina estaba igual de impecable que siempre, sin embargo estar allí no era lo mismo sin Tom a mi lado para hacerme compañía.

Me sentía tranquila y a la vez ansiosa, nerviosa y acabada, pase un buen rato enfrente de la ventana observando el patio intentando calmarme.

estaba intentando que dejará de nevar

quería parar la lluvia en seco

volver al pasado y quedarme allí

recostada sobre todo aquello que es pasajero, pero que se sentía tan eterno.

tan falso

tan lejano


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