Capítulo 21
—¿Porqué tardaron tanto? muero de hambre— se quejo la castaña apenas nos vio entrar, haciendo un puchero antes de sonreír con malicia y emoción al notar que Thomas mantenía su mano entrelazada con la mía—Thomas, hey, mira— llamo la castaña desde el extremo de la mesa al rubio que mordía el bordillo de su vaso antes de girar hacia donde la castaña le indicaba—.
—¡Woah!— expresó el rubio al no poder ocultar su ilusión, con la boca abierta de par en par y los ojos brillantes de gusto— ¡Matilde toma una foto!— pidió y la castaña lamento no tener consigo una cámara—.
—Hey, los dos ya tranquilos— sentencie sintiendo el rubor caliente recorriendome la cara, conforme caminábamos hacia la mesa con ellos—.
Tom no me soltó la mano,
por capricho, diversión o puro placer
sus mano permaneció unida a la mía, dejando suaves caricias con sus dedos sobre mis nudillos y parte de mi dorso,
no me soltó ni siquiera cuando separó la silla junto a Thomas, indicando que me sentará antes de recorrerla dando un beso en el dorso de mi mano antes de finalmente soltarla, para caminar hasta desaparecer por la puerta de la cocina.
—Dios— exclamó Matilde emocionada al vernos tan cercanos, cubriéndose la cara con las manos y dando patadas emocionadas a la silla, dejando que su emoción se llevará consigo su hambre—¿Cuando es la boda?— preguntó emocionada golpeando sus puños contra la mesa—.
—¡Yo quiero ser el padrino!— coreo Thomas igual de emocionado, saltando en su sitio haciendo que sus chinos se salieran de su sitio—.
—No, ya basta ustedes dos, calmense o los encierro en el baño— amenace sin embargo ellos solo rieron mirándose con complicidad—.
—No te enojes— pidió Matilde en su faz de niña inocente pero sin dejar de lanzarle miradas complices al rubio—.
—Ni ti enojis, no me hagan enojar— sentencie pero cuál chiste ellos solamente se detuvieron a reír—.
Pasaron al menos cuatro minutos en los que pensé que Matilde se comería la mesa a mordidas cuando Tom salió por la puerta con una cacerola amplia en plateado del cual emanaba el aroma de la comida caliente haciendo a la castaña alzar la cabeza aspirando cuanto le fue posible el aroma.
—Que rico huele ¿qué es?— preguntó Thomas en cuanto Tom colocó la cacerola en medio de la mesa con cuidado de no derramar nada—.
—Es estofado de ternera y papas, un receta especial de mamá— contestó, se había sacado el saco, arremangandose ligeramente las mangas de su camisa blanca, recalcando su esbelta pero bien formada figura y sus glúteos perfectos a través del pantalón—.
—___ cochina ¿que le estás viendo?— preguntó Matilde mirándome divertida haciendo que mi corazón fuera a mil por hora, tomando con nerviosismo el plato vacío de porcelana fina delante mío para cubrirme con el la cara—.
—Nada pulga insinuosa— dije y pude escuchar la risa de Tom conforme tomaba su sitio entre Matilde y Thomas—.
—Mientes ¡Le estabas viendo las nalgas a Tom!— gritó y mis nervios aumentaron en un deseo por desaparecer— te debes de comer el estofado no sus nalgas—.
—¡Matilde ya basta!— grite aun escondida detrás del plato a sabiendas de cuan roja estaba mi cara—.
—Esta bien con eso— dijo Tom sin embargo lo pude escuchar reír— ¿quien tiene hambre?— preguntó—.
—¡Yo mera!— grito Matilde al instante—.
—Yo mero, tambien— dijo Thomas a mi lado dándome rápidas miradas al descubrir que no era tan valiente para quitarme el plato de la cara—.
—___— Tom me llamó y no pude evitar dar un respingo— no es que tenga un problema con tu nueva máscara, pero lo necesito para poner tu comida— dijo en tono divertido a lo que solo atine a alzar la mirada levemente para verlo con la mano extendida a la espera de que le diera el plato conforme un sonrisa se esbozaba en su rostro—.
—Claro, claro— dije torpe fingiendo compostura antes de entregarle el plato—.
—Gracias— mencionó intentando guardar la risa, mientras que hacia un intento por acomodar el cabello sobre mi rostro—.
Así uno a uno hasta que cada uno tuvo su porción, humeante y jugosa, Matilde se mantenía ansiosa por empezar.
—¿Daremos las gracias?— preguntó Thomas mirando a Tom y despues a mi—.
—No, ya hay que comer— replicó Matilde inquieta—.
—Ammm...seguro— contesto Tom inseguro a lo que Matilde resoplo molesta soltando el tenedor para recargarse en la silla—.
Y Tom me miró esperanzado de que yo supiera alguno,
con tantas pérdidas y cicatrices
olvidamos que había un Dios al que llamar.
—Yo las digo— repuso Matilde incorporándose en su asiento, juntando ambas manos a modo de oración— señor bendice estos alimentos y bendice a los que aquí estamos, pero que no vengan más que no ajustamos, por fi, bueno, a comer— dijo y antes de que pudiera decir nada tomó su tenedor clavandolo en la ternera que no tardó mucho en devorar—.
—Funciona para mí— mencionó Thomas asintiendo con los hombros antes de imitar el acto de la castaña—¡Oh qué rico!— exclamó con la boca aun llena de carne—.
—¿Les gusto?—pregunto gustoso el castaño con el plato intacto y la mirada llena de melancolía—.
—Esta delicioso— afirmó Matilde con la mejillas llenas—.
—¿Lo has cocinado tú?— pregunté, tomando un bocado sintiendo como el jugo de la ternera y los condimentos se unían en una suave y perfecta sintonía adormeciendo mis papilas gustativas— está delicioso—.
—Gracias y sí, lo he cocinado por mi mismo y debo admitir que despues de tantos años me sorprende que hubiera recordado la receta— confesó y tomó un tinte más nostalgico—.
—¿Tantos años? — preguntó el rubio en su intento por pillar una papa—.
—Sí, yo solía cocinar con mi madre para mi familia todas las navidades, este estofado era el favorito de Harry y Sam, mis hermanos— comentó el castaño emocionado e inclusive un tanto emocionado—.
Recordando a aquellos que más amo y volvió rutina
sin saber que jamás los volvería a tener de la misma manera.
—Pero... eventualmente ellos tuvieron que irse y no encontraba motivo para cocinarlo así que simplemente me quedaba en casa y recalentaba la comida del dia anterior o salía a algún bar o lo que fuera— confesó esta vez con tristeza, mirandome fugazmente antes de acomodar las mangas de su camisa larga, abotonando los botones blanquecinos— espero disfruten— deseo como último y así lo hicieron—.
Matilde devoró por completo cuatro platos enteros, hasta que finalmente se dio por vencida recostandose sobre la silla, con la barriga apretada por la cintilla de su vestido.
—Mis felicitaciones al chef— dijo la niña desganada con las mejillas llenas de salsa—.
—Todo estuvo muy rico señor Tom— dijo Thomas dejando de lado su plato, con la comisura de los labios llenas de salsa al igual que la castaña—.
—Gracias joven Thomas— respondió cordial y pensar que en algún momento Tom tuvo celos del castaño— ¿tienen sueño?— preguntó mirando su reloj sobre su muñeca—.
—Sí— respondió Thomas en un bostezo—.
—No— replicó Matilde dando otro bostezo cansado— tenemos que atrapar a Santa esta noche, no nos podemos dormir—.
—Matilde no puedes secuestrar a Santa — comente y Thomas se recargo con cansancio en mi hombro a la espera de que lo abrazara—.
—¿Achis? ¿quien dice?— respondió sin embargo estaba igual de cansada que Thomas—.
—Esta bien ¿que les parece si jugamos algo en lo que Santa llega?— sugirió Tom y no pude evitar lanzarle una mirada culposa— confía en mí—susurro dedicándome una mirada cómplice—.
—Andando— aseguro Matilde en su esfuerzo por ponerse de pie, pasando a Tom para llegar hasta Thomas tomándolo de la mano y tirando de él hacia arriba— arriba— ordenó esta vez pasando el brazo del rubio por su cuello ayudándolo a pararse hasta que este pudo colocar su mano en la cintura de la castaña—.
—Matilde eres un dolor de muelas— mencionó cansado el rubio, sin embargo no dejo de abrazarla hasta que desaparecieron en la estancia entre los sillones y el árbol de navidad—.
—¿Viste eso? ¿los viste? estoy segura que esos dos van a terminar juntos— solté y Tom rió al verme tan emocionada como ellos lo estaban al vernos juntos—.
—Los ví, pero yo tendría cuidado si fuera él, claramente Matilde es peligrosa si no la alimentas fácil se come tu pie— se burló y a pesar de que quise verme ofendida no pude evitar reírme— ven vamos a dormir a este par— dijo levantándose de la mesa y tendiendome de nueva cuenta la mano—.
Y ni siquiera hizo falta titubear, simplemente la tome dejando que entrelazara sus dedos con los míos guiándome hasta el sillón junto con los infantes que se desparramaron en el suelo sujetándose el estómago, una escena cálidamente familiar
que me hacía olvidar
que
afuera
llovía
—Thomas, muévete...Thomas es tu turno— decía la pequeña castaña tras veinte minutos de domino, acostada boca abajo sobre el suelo con las fichas ocultas en su brazo y los pies descalzos— Thomas— repitió una vez más desganada estirando su brazo para tocar el hombro del rubio que ya hacía más de un turno se había quedado dormido con los chinos cayendo directamente sobre las fichas—.
—Y se murió— dijo Tom desde el sillón de enfrente viendo como Matilde se rendía y se dejaba caer en el hemisferio del sueño— debo admitir que son un hueso duro de roer— comentó colocándose de pie intentando equilibrar entre su pierna sana y su pierna herida—.
—¿Cómo supiste que jugar domino los iba a hacer dormir?— pregunte—.
—No lo sabía, les puse somníferos en la comida— dijo serio, inclinándose levemente sobre Matilde comprobando si realmente estaba dormida—.
—¡Tom!— lo regañe a lo que el castaño se incorporó soltando una carcajada—.
—Estoy bromeando— dijo aun entre risas, inclinándose esta vez para girar a Matilde, colocando un brazo entre su nuca y el otro a través de sus piernas levantandola con facilidad— Harry y Sam eran igual a ella, siempre curiosos por descubrir a Santa claus, con el tiempo tuve que idear la manera de hacerlos dormir—.
Dijo y en sus ojos pude ver que para Tom
sus hermanos no se habían ido.
—Hay que llevarlos arriba— dijo tras verme plasmada, eludiendo mis preguntas, acomodando a Matilde de manera que pudo acostarla horizontalmente y la castaña recargo su cabeza sobre su hombro—.
—Te ayudo con Matilde y tu te llevas a Thomas— sugeri acercándome para tomar a la infante a lo que Tom se alejó dando un paso atrás con la castaña en brazos—.
—No, es mía— bufó burlón, fingiéndose así mismo ofendido— pasame a Thomas— pidió señalando al rubio sobre el suelo—.
—No, Tom no puedes cargar cosas pesadas, te harás daño en la pierna— explique—.
—¿Le estas diciendo gorda?— preguntó risueño—.
—Estoy diciendo que se acaba de comer un ternero entero— dije y la seriedad de ambos se vio agobiada por la risa—.
Riendo con ganas
¿Qué no estábamos en guerra?
¿Acaso no se nos habia ido la vida?
y ahora corríamos en busca de aquello que perdimos
y que
nunca
tuvimos.
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Muchas gracias por leer, votar y comentar, perdonen que haya tardado tanto, lo que se viene es bueno ❤
Las quiero ♥✨
—Alets ❤
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