Capítulo setenta y cuatro: Ataque.
Min Yoongi.
Observo como Jin saca de la casa la última mochila con nuestras provisiones y Namjoon se posiciona a su lado con nuestra caja de municiones entre las manos, tratando de ayudarle. Los dos están hablando de algo que no logro oír, por lo que me dispongo a echarle una última mirada a la fachada de nuestro hogar con cierta tristeza; No es el mejor refugio que hemos tenido, pero por lo menos nos mantuvo unos meses a salvo de toda esta mierda.
En cuanto Jin cierra la puerta, los cinco comenzamos a caminar en silencio hacia donde se ha quedado la camioneta, pues gracias a los charcos de lodo, tuvimos que dar algunos viajes de ida y de regreso para dejar nuestras provisiones hasta la camioneta de Gabriel. Por suerte no estábamos a un kilómetro de distancia, o sino, juraría que me hubiese quedado en el piso de tantas cosas que tuvimos que llevarnos —Y en su mayoría, pesadas—.
—Señor Yoongi...—Oigo a un lado de mí. Tengo agarrado de la mano a Caleb, y este está jalando suavemente la manga de mi sudadera para que le haga caso —, ¿En dónde está mi hermana? Quiero estar con ella —Dice Caleb después de hacer un pequeño puchero que me enternece demasiado —. No me gusta estar sin ella...mis papás murieron gracias a los muertos y ella es la única que me queda.
Puedo sentir cómo mi corazón se estruja al oír sus palabras.
—Vamos a ir con ella. Está en nuestro nuevo hogar, no te preocupes—Le digo con una pequeña sonrisa, por lo que él asiente apretando más mi mano para después voltear hacia el bosque y perder su mirada en él, pero puedo notar que se encuentra emocionado al saber que verá a su hermana.
En cuanto llegamos a la camioneta, Namjoon y Gabriel terminan de acomodar las últimas mochilas que hemos traído en la cajuela, así que en cuanto Jin asiente con la cabeza, mirándome, yo tomo a Caleb con un poco de fuerza para jalarlo suavemente hacia una de las puertas traseras y poder subirlo a uno de los asientos vacíos.
Era hora de irnos.
Rápidamente le abrocho el cinturón de seguridad, mientras que observo como Jin toma asiento junto con Namjoon, detrás del niño para poder cuidarlo. Y cuando la camioneta es encendida, tomo de nuevo mi lugar junto a Gabriel quien ya está listo para partir.
—¿Listos? —Pregunta con una pequeña sonrisa. Yo asiento mirando el sendero que da a nuestro hogar, y después me acomodo para ponerme el cinturón de seguridad. La camioneta comienza a moverse, y pronto nos encontramos en el asfalto duro que hace que el vehículo por fin deje de brincar con tantos baches de tierra —, ¿Algo que quieran saber de mí? Me gustaría que nos fuéramos conociendo.
—¿Tienes chocolates? —Pregunta Caleb de la nada, por lo que él sonríe mirando al niño por el retrovisor.
—Sí, tengo unos cuantos. ¿Quieres uno en cuanto lleguemos a tu nuevo hogar? —Caleb asiente con emoción —. Pero tienes que saber que hay más niños en el refugio, y ellos también van a querer...así que debes de comértelo en secreto, ¿Lo prometes?
—¡Lo prometo! —Contesta con emoción, pataleando suavemente mientras sonríe.
—¿Algo más a parte de los chocolates del niño? —Pregunta de nuevo Gabriel, por lo que puedo notar que Jin no viene muy feliz, ya que lo ha ignorado por completo mirando hacia la ventana.
Puedo notar como Gabriel suspira levemente.
—¿Cuántas personas son aproximadamente en el grupo? —Pregunta Namjoon.
—Somos cuarenta personas —Dice mirándolo rápidamente por el retrovisor —. Con ustedes seremos cuarenta y ocho.
Namjoon asiente, y otra vez nos quedamos en completo silencio dentro de la camioneta.
Uno muy incómodo.
Todo el maldito camino me la paso removiéndome en mi asiento, tratando de ignorar la tensión que no me deja en paz. Y sé que esto sucede porque Jin está más enojado que nunca, ya que Namjoon no le dio la razón esta vez.
Sin embargo, gracias a que la ventanilla de mi lado está abierta, un extraño olor a quemado me hace fruncir el ceño; ¿Qué demonios se está quemando?
Y toda esa tensión se borra cuando una gran bola de humo negra ensucia todo el cielo a unos kilómetros de nosotros, pero se puede ver claramente debido a lo grande que es; Frente a nosotros hay un edificio incendiándose, con una pequeña horda de infectados rodeándolo y otros estorbando en la calle.
—¿Qué demonios...? —Susurra Gabriel, bajando la velocidad para no estrellarnos con tantos infectados que aún no nos han visto por la lejanía entre ellos y nosotros —. Voy a tener que tomar otro camino o jamás llegaremos al refugio.
—¿Qué habrá hecho que se incendiara? —Pregunta Jin, sin quitar la vista del edificio con confusión —. Es imposible que haya explotado algo, ya no hay electricidad ni gas que pueda...
—¡CUIDADO! —El grito de Caleb, hace que voltee rápidamente a mirarlo, pero es demasiado tarde. Lo único que logro ver, es como una gran camioneta impacta con fuerza del lado de donde se encuentra el niño, haciéndonos volar unos cuantos metros para después comenzar a rodar por el asfalto por la fuerza.
Todo sucede tan rápido, que no logro captar lo que está sucediendo; Hay vidrios volando por doquier, gritos de desesperación de Caleb y humo gris que sale del capó de nuestra camioneta. También hay sangre manchando todo, y luego, puedo notar que yo también me encuentro sangrando, pues en cuanto la camioneta deja de moverse, quedamos de cabeza, y un pequeño hilo de sangre que sale de mi sien comienza a manchar el techo ahora debajo de mí.
—Mierda...—Susurro completamente mareado. Todo se oye en eco, y un pitido bastante molesto ataca mis oídos. El cinturón de seguridad me mantiene de cabeza, y sé que en cuanto me lo quite, caeré en seco lastimándome más.
—Yoon...gi —Balbucea Jin con dolor, por lo que yo giro mi cabeza lentamente para voltear a verlo. Y me asusto, cuando veo que Caleb está inconsciente, lleno de sangre —¿Mierda, Gabriel está inconsciente...? Caleb también está herido...
—No...estoy despierto—Balbucea, por lo que volteo a verlo. Está tocándose la cabeza y su ceño está fruncido con fuerza —. Puta madre...mi cabeza... ¿Están bien?
Sin embargo, las pisadas de alguien hacen que él se quede callado. Un par de botas negras se posicionan del lado de la puerta de Gabriel y cuando el cuerpo del desconocido por fin se agacha, nos muestra su cara con una sonrisa enferma que me hace ponerme nervioso.
—Oh mierda, encontramos al hijo de puta mayor...—Dice, dirigiéndose a Gabriel. La voz de aquel hombre me hace estremecer, y en un intento desesperado, comienzo a mover mis manos temblorosas y llenas de sangre por el seguro del cinturón para poder quitármelo y poder salir de ahí.
No sé en dónde cayó mi jodida pistola y ahora mismo la necesito.
—¿¡Quién eres?! —Pregunta Gabriel exaltado, al ver que aquel hombre ya se ha levantado y está forzando su puerta para poder sacarlo de ahí. Y cuando lo logra, con un cuchillo corta el cinturón de Gabriel, haciendo que este caiga en seco. Y sin que pueda hacer algo, rápidamente lo sacan de su lugar a pesar de que comienza a gritar por el dolor —, ¡Hay un niño ahí dentro! ¡No, por favor!
Segundos después, al lado de mi puerta hay un hombre que también termina sacándome para comenzar a arrastrarme hasta donde se encuentra Gabriel y dejarme ahí tirado, aún con el aturdimiento del choque y sin ganas de moverme por el dolor del impacto.
Pronto todos somos sacados de la camioneta a fuerza, y a pesar de que gritamos por Caleb quien se ha quedado en la camioneta, ellos nos ignoran por completo sin siquiera compadecerse por el niño.
—Lo infectados vendrán a comerse al niño, déjenlo ahí dentro —Ordena el que parece ser el líder de su pequeño grupo de ocho personas y la sangre me hierve por lo que ha dicho. Realmente no sé si Caleb esté herido de gravedad, y lo único que hacen estos idiotas es dejarlo a su suerte.
Rápidamente observo a mis lados dándome cuenta que la camioneta que nos impactó es una enorme camioneta blindada que parece no haber sufrido ningún daño a comparación de la nuestra, la cual se encuentra toda abollada y con humo gris saliendo por doquier.
Pero que más me preocupa, es como la pequeña horda que estaba lejos de nosotros, ahora se encuentra caminando con lentitud hacia nuestra dirección, haciéndose cada vez más grande por el ruido del choque.
—¿¡Quiénes son ustedes?! —Pregunta Gabriel, y los seis hombres ríen ante su pregunta.
¿Qué fue tan gracioso?
—El jefe lleva buscándote desde hace meses...Y creo que estos hijos de puta también se me hacen conocidos... ¿No son los que atacaron nuestra base?
Y la sangre se me hiela, cuando lo menciona. Son parte de ese maldito grupo de asesinos. Sin poder evitarlo comienzo a temblar, tragando saliva con fuerza e intentando crear un plan rápido en mi mente que nos haga salir de ahí.
Pronto los ocho hombres nos tienen acorralados, y no sé en qué momento Jimin comienza a pasar por mi cabeza en un sin fin de recuerdos con él.
Voy a morir, y lo sé perfectamente.
—¿Qué es lo que les haremos, líder? —Pregunta uno de sus hombres, sacando un machete de su funda colgada a su pantalón —. Déjame cortarle la cabeza a alguien.
—Ahora no, Will. Los vamos a llevar a la base para entregárselos al jefe, va a estar muy feliz de tener sus cabezas en sus manos... ¡Vámonos de aquí, vienen muchos muertos! ¡Súbanlos a la parte trasera de la camioneta y déjennos inconscientes!
Pronto, siento como unas manos demasiados fuertes me toman de los brazos, levantándome a duras penas debido a lo débil que aún me encuentro por los golpes. Sin embargo, puedo notar que no está en guardia el idiota, por creer que no tengo la suficiente fuerza para partirle el cráneo.
—Camina, animal —Me ordena el hombre, por lo que yo tomo un pequeño respiro para hacer lo que tengo pensado.
Mierda, mi corazón está latiendo fuertemente.
Y antes de que pueda hacerme algo, tomo rápidamente una de sus manos con las que me tiene preso, torciéndosela bruscamente para después jalar su mano y quedar detrás de él, sujetándolo con fuerza mientras que él hombre queda como rehén. Rápidamente trata de moverse, pero soy más ágil tomando su cuchillo de su funda para ponérselo en el cuello.
—¡Mierda, ayuda! —Exclama el hombre, por lo que todos voltean a vernos con sorpresa al ver la rapidez en la que lo he dejado inmovilizado, y a unos centímetros de cortarle el cuello.
—Puta madre, suéltalo...—Ordena con furia el líder de su grupo, pero yo niego, tomándolo con fuerza y empuñando más el cuchillo, por lo que el hombre gime de dolor al sentir el filo apretando su piel —. Mierda, suéltalo o juro que mataré a todos tus amigos ahora mismo.
—¡Lo harás de todos modos! —Exclamo retrocediendo con el hombre, pues, en la camioneta he visto la culata de la pistola de Jin asomarse entre los vidrios rotos de las puertas traseras —. Suelta a mis amigos primero, y no mataré a tu compañero.
El líder comienza a reír con enojo, por lo que rápidamente toma a Jin para dejarlo hincado en el suelo, inmovilizándolo y segundos después apuntándole con una pistola en la cabeza con el dedo en el gatillo listo para disparar.
Jin me mira asustado, negando repetidas veces con la cabeza, dándome la señal de que no suelte al hombre. Sin embargo, por un momento mi vista se dirige detrás del líder, al ver movimiento a menos de medio kilómetro de nosotros.
Animales infectados.
—Lo voy a soltar...pero quítale el arma de la cabeza a Jin...—Digo, tragando saliva para "soltar" levemente al hombre. Y antes de que alguien pueda hacer algo, rápidamente quito el cuchillo de su cuello sin soltarlo, metiendo levemente dos de mis dedos de mi mano libre a mi boca para soltar un silbido lo suficientemente fuerte que alerta a los cinco perros —, ¡JIN, QUÍTATE!
Por suerte, Jin lo capta rápidamente, lanzándose al suelo y arrastrándose rápidamente debajo de la camioneta blindada de los hombres. El líder no logra atraparlo a tiempo, y antes de que pueda disparar, uno de los perros brinca hacia su espalda, arañándole los brazos y mordiéndole parte de su cuello.
Los gritos pronto comienzan, así que, sin remordimiento alguno, tomo al hombre con fuerza para después rebanarle el cuello y después lanzarlo al piso. Toda su sangre sale disparada hacia arriba, y capta la atención de otro perro que pronto le brinca encima para morderle la cara con fiereza.
Todo pasa en unos segundos; Yo corro hacia la camioneta, jalando la pistola que he visto anteriormente para dispararle a los hombres que están tratando de pelear con los perros. Gabriel está con Namjoon por suerte ya no se encuentran cerca del desastre, pues están detrás de la camioneta blindada, ayudándole a Jin a levantarse del suelo para poder esconderse. Pero uno de los perros logra verlos, así que comienza a correr detrás de Gabriel para brincarle encima.
Rápidamente apunto con la pistola, y los estruendosos disparos calman por fin al animal cuando seis o más disparos perforan su cuerpo, dejándolo en el piso.
—¡Saquen a Jin! —Grito, dispuesto a vaciar todo el cartucho si es necesario.
Y la adrenalina corre por mi cuerpo, cuando los disparos de mi pistola comienzan a retumbar en el aire. Por suerte, Jin, Namjoon y Gabriel ya no están en mi campo de vista, así que me es más fácil matar a todo ser que se encuentre delante de mí.
Y cuando el último perro cae al suelo, suelto la pistola ya vacía para correr a donde está Jin agarrándose el costado derecho.
—¡¿Estás bien!? —Pregunto cuando ya estoy con ellos —. Gabriel, saca a Caleb de la camioneta. Tomemos la camioneta blindada y larguémonos de aquí —Gabriel rápidamente asiente, corriendo hacia nuestra camioneta para después hacer lo que le he pedido.
—Un vidrio me perforó bastante profundo...pero estoy bien...llegaré a tiempo —Dice Jin entre quejidos, tocándose la herida para que no sangre demasiado —...Mierda, ahí vienen los muertos.
—Tenemos que sacar las cosas de la camioneta para poder irnos...—Dice Namjoon mirándome —. Yoongi, toma la pistola del líder de esos idiotas y mata a cualquier infectado que se acerque. Meteremos a Caleb y Jin primero, luego seguirán las cosas, ¿Sí?
Yo asiento rápidamente, por lo que Namjoon toma a Jin con sumo cuidado de no lastimarlo para llevarlo hacia dentro de la camioneta, así que yo me dispongo a buscar la pistola donde cayó el líder del otro grupo. Y cuando la encuentro, comienzo a disparar a todos los infectados que comienzan a acercarse hasta nosotros.
Pero lo único que me preocupa en este momento, es Caleb. Quien, al ser sacado de la camioneta, sólo puedo notar los golpes que tiene por todo su cuerpecito y las heridas llenas de sangre en su cara.
Mierda, espero que no sea demasiado tarde.
.
.
.
.
Pd. Aquí les dejo una foto de cómo se ven estos hermosos perritos. Bueno, varía por la raza. En este caso, son diferentes perros que alguna vez fueron callejeros. :)
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top