Capítulo noventa y ocho: El rescate.
N/A: Hubo un cambio de planes; Éste es el último capítulo. El siguiente es el epílogo, si no lo hago así, sólo será relleno innecesario.
Una disculpa.
Min Yoongi.
Estoy desesperado, llorando por el dolor y el enojo. El ruido de las repisas caídas que he estado tratando de quitar para sacar el maletín y de la camilla donde anteriormente yo estuve, hacen que comience a perder la paciencia por el sonido de los gemidos lastimeros de afuera.
La puerta del laboratorio improvisado se encuentra cerrado con una mesa metálica deteniéndola, pues los cadáveres del grupo enemigo que habían muerto allá afuera, ya se habían levantado para buscar a la única persona viva que quedaba dentro del edificio.
A mí.
Y ahora mismo, todos ellos se encuentran chocando contra el metal, tratando de entrar y comerme.
¿Cómo le voy a decir a Jimin?
—¡Sal de ahí, mierda! —Exclamo entre lágrimas jaloneando el maletín con fuerza , pero por el dolor que siento dentro de mi cuerpo me detengo para respirar unos segundos. No hay espacio suficiente para mover las repisas caídas y el maletín se encuentra debajo de ellas.
Después de que el científico murió, el tiempo comenzó a correr de manera brusca y precipitada contra mi vida, porque no conté con el hecho de que a los pocos minutos que me distraje tratando de sacar la cura, el pelinegro volvió a la vida en completo silencio y arrastrándose hasta mi lugar. La región posterior de mi pierna derecha fue mordida sin piedad por él, y aunque no duró mucho tiempo ensartado en mi ropa por el cuchillo que atravesó su cráneo, la mitad de sus dientes quedaron marcados en piel como si de un animal agresivo se tratara. Luego, sus demás amigos despertaron y terminé gastando medio cartucho en los infectados que se encontraban aquí dentro, para después cerrar la puerta y quedar encerrado.
—Mierda, sal de ahí...—Susurro pegando mi frente sudada contra el metal,mirando como el maletín sólo se ha atorado más y no logro sacarlo de su lugar.
Suspiro por un momento, reincorporándome y tomando mi pierna con suavidad para no lastimarme y poder ver la herida; Mi pantalón se encuentra roto por la violenta mordida y aunque traiga gasas sobre la herida en un intento por limpiarla, puedo notar que alrededor de ésta ya se encuentran pequeñas venas negras rodeándola, junto con mi piel que comienza a volver levemente verdosa.
Lo peor, es que comienzo a sentirme cansado y la temperatura de mi cuerpo ha comenzado a subir.
Rápidamente desvío la mirada, dejándome en paz la pierna y así poder volver a tratar de sacar el maletín. Con la fuerza que me queda, muevo una de las partes de la repisa y con la otra mano libre jalo el maletín, y por primera vez desde que he tratado de sacarlo, la repisa se detiene en su lugar dejándome más espacio, por lo que pronto, puedo mover el segundo pedazo de metal y luego el maletín completo.
Y luego sale, por fin.
Es pesado, y tiene un candado en la abertura. Rápidamente me quito de ahí para poner el maletín sobre la mesa y tomar mi pistola, para después pegarle al candado con la culata de ésta y así separarlo de la abertura. Termino por quitar el candado roto y así poder abrirlo; está forrado de plástico suave, en donde se resguardan tres tubos de ensayo con una sustancia amarilla dentro de ellos, junto con una extraña jeringa y un par de hojas dobladas.
En ellas, solamente están los elementos utilizados para la cura y la ubicación exacta del Centro de Control de Enfermedades de México. Y antes de que rompa algo, cierro el maletín de nuevo, para tomarlo con una mano y con la otra mi pistola.
Es momento de salir de aquí.
Rápidamente reviso la hora en mi reloj de la muñeca, dándome cuenta de que me queda poco tiempo antes de que venga Jimin a buscarme y se encuentre con la pequeña horda de infectados que hay allá afuera.
Pero cuando trato de quitar la mesa de su lugar, un enorme calambre en mi pierna hace que flaquee por completo y caiga al piso, lastimándome la herida en el proceso junto con la cabeza por el golpe que me he dado contra la mesa de metal.
Un pequeño sollozo sale de mi boca al sentir como la mordida punza, y mi vista comienza a volverse distorsionada y sin mucho color. Ahora puedo notar que mi sistema inmunológico es muy débil, soy de las personas que terminarán convirtiéndose rápido.
Todo a mi alrededor comienza a volverse lento y sin sentido, por lo que sé que en cualquier momento perderé la consciencia y despertaré siendo un infectado más. Con todo el dolor del mundo, me levanto de mi lugar, tomando el maletín de nuevo para abrirlo e inspeccionar que por la caída no se haya roto nada. Por suerte, no hay ningún tubo roto.
¿Cómo iba a salir de aquí si ni siquiera podía levantarme? No quiero que Jimin me termine encontrando aquí, tirado en el suelo muerto. Sin embargo, una idea cruza por mi cabeza en cuanto el brillo del metal del maletín choca contra mis ojos.
Aún puede haber una forma de salvarme. La cura no estaba terminada, pero los científicos dijeron que aún había cierta cantidad de inmunidad en mi sangre. Y si bien me va, quizá el virus no ha llegado a ella.
—Por favor, sálvame...—Susurro tomando la jeringa del maletín junto con uno de los tubos de ensayo, para después vertirlo dentro de la jeringa y esperar a que la sustancia se asiente al fondo de esta.
Una vez que sucede, me acomodo en el piso, no sin antes quitarme el cinturón del pantalón y apretarlo contra mi brazo para dejar que la vena que necesito resalte. Pero en cuanto me descubro el brazo, noto que mi piel está volviéndose cada vez más blanca y con venitas moradas por doquier.
Sin poder evitarlo, comienzo a llorar de nuevo, dejando que la aguja de la jeringa entre en mi piel. Y lo que más me preocupa, es cómo la aguja ya no la siento, ni tampoco cuando la cura entra por completo a mi sistema.
Cuando me dispongo a retirarla, otro fuerte calambre ataca mi pierna y segundos después todo mi cuerpo entero, y esta vez grito por el dolor, pero que pronto es callado por la cantidad preocupante de sangre que sale de mi boca.
Mi propia sangre me ahoga, así que rápidamente me volteo hacia un lado y escupo todo lo que tengo en la boca, mojando el piso y parte de mi ropa. Toso con tanta fuerza, que incluso siento que todos mis órganos se me saldrán por la boca, y eso me asusta cada vez más.
Dios, acaba con esta tortura por favor.
De pronto el miedo me invade; siento cómo mi propio corazón retumba en mis oídos y mi estómago se siente vacío.
Siento mucha, mucha hambre.
—¡Dios, si vas a matarme, hazlo ya! —Exclamo golpeando el piso, sintiendo como mi cuerpo tiembla por completo. Y no sé si es la cura, o el virus que me está matando, pero por dentro siento que estoy ardiendo en llamas.
Y antes de que pierda la consciencia, rápidamente cierro el maletín con el tubo de ensayo vacío y la jeringa dentro de él, para después abrazarlo a mi pecho y dejarme caer hacia atrás por el cansancio.
Perdóname Jimin, por no poderme despedir.
Perdóname por ser tan despistado y no darme cuenta que detrás de mí había un infectado.
Perdóname, porque me vas a encontrar así, mi amor...
Mis oídos no perciben muy bien el sonido, pero puedo distinguir los golpes contra algo metálico entre mi inconsciencia. Poco a poco mis sentidos van recobrando fuerza, hasta que puedo oír perfectamente como alguien —o algo — está golpeando la puerta del laboratorio con mucha fuerza.
Pero la mesa metálica que se encuentra obstruyéndola, impide que lo que está al otro lado pueda entrar.
—¡Yoongi! ¡Por favor responde! ¿¡Estás ahí?! —Grita una persona fuera del laboratorio, y mis ojos por fin se abren cuando reconozco la voz.
Es Jimin, y está allá afuera.
Rápidamente miro a mi alrededor y luego volteo a ver mi cuerpo.
Sigo vivo.
—Jimin...—Susurro, levantando la cabeza y luego todo el cuerpo completo, para después recargar mi peso en mi brazo y así poder levantarme de una buena vez del piso. Con mucho cuidado, dejo el maletín en una de las mesas y el ruido que hace al dejarlo sobre ella, hace que Jimin deje de golpear la puerta y se quede callado.
—¿¡Yoongi!? —Vuelve a decir exaltado.
—Estoy aquí, lo siento...—Digo con debilidad, pues aún siento cómo mi cuerpo sigue punzando y la fiebre sigue constante. Con la poca fuerza que me queda, arrastro la mesa hasta quitarla de la puerta y así, abro. Jimin está ahí sobándose el hombro, seguramente porque con él trató de abrir la puerta de metal. Pero lo que más me sorprende, es cuando noto que todos los infectados ya se encuentran muertos a su alrededor.
Seguramente los mató cuando estuve inconsciente.
—Jimin...—Sin embargo no puedo terminar de hablar, ya que él rápidamente se avienta a mis brazos, hundiendo su cara en la curvatura de mi cuello y sollozando levemente.
—¡Creí que estabas muerto! Llevo más de diez minutos tratando de entrar. Me dijiste que si no estabas conmigo para cuando el tiempo acabara, que viniera por ti y eso hice. Todos ya están listos para partir, ¡Pero faltas tú! —Exclama abrazándome de la cintura, apretándome contra él y haciendo que suelte un gemido de dolor. Pronto, él comienza a darse cuenta que mi piel seguramente está ardiendo en fiebre y que la fuerza con la que lo abrazo, no es la misma que antes, por lo que lentamente me suelta sin voltearme a ver a los ojos, solamente mirando mi pecho como sube y baja entre-cortadamente —, ¿Qué tienes...?
Él termina por mirarme a los ojos, y su mirada asustada hace que retroceda un par de pasos hacia atrás, con lágrimas acumulándose en ellos.
—¿Qué...? —Susurro tratándome de acercar, pero él niega con miedo.
—Mi amor...¿Te mordieron? —Pregunta con la voz completamente rota, y yo termino por destruirme. Mi silencio y mis lágrimas derramándose por mis mejillas hacen que Jimin se tape la boca, negando repetidas veces y sollozando —, ¿Cómo...?
—No...me di cuenta que un científico revivió y mientras estaba tratando de sacar el maletín con la cura...me mordió la pierna —Digo entre lágrimas, volteándome un poco para mostrarle mi herida; con lentitud, quito la gasa de su lugar, mostrándola una línea de dientes marcados, llenos de sangre negra y con la piel completamente podrida a su alrededor.
La cura no funcionó.
Me voy a morir.
—¡Yoonie, no! —Exclama acercándose a mí, pero yo me alejo un par de pasos por un calambre que me hace caer al piso. Pronto, mi cuerpo se desploma de nuevo al piso, y Jimin rápidamente termina a mi lado agarrándome de la cabeza para que esta no impacte contra el concreto —. Ne-necesito sacarte de aquí, vamos...te pondrás bien...¡No te puedes morir!
—Jiminie...es inútil... —Susurro acariciando su mejilla, pero él rápidamente me da un suave manotazo para que yo pueda apoyar mi brazo sobre sus hombros y así poder levantarme. Pero niego, por primera vez niego su ayuda —. Jimin, escúchame. No hay vuelta atrás...estoy infectados y sé que no me queda mucho tiempo de vida.
—¡¿Y qué quieres que haga?! ¿¡Que te deje aquí!? —Exclama mirándome a los ojos, sollozando y temblando —. ¡Si te mueres, yo me muero contigo!
Y de pronto sus palabras me hacen quedarme callado, completamente destrozado y lleno de tristeza. ¿Cómo demonios voy a dejar a mi bebé solo?
—No, no puedes...—Susurro, cerrando mis ojos por un momento por todas las lágrimas acumuladas —. Tienes que irte, mi amor. No queda mucho tiempo, y este lugar se caerá en pedazos.
—No me pidas que te deje porque no lo haré...—Susurra, pegando su frente contra la mía —. Dios, tienes mucha fiebre...
—Ya, Jiminie...
—Escúchame, Yoongi. Si te mueres, yo lo haré también; llevamos un año juntos y no pienso vivir lo que resta de mis días solo. No quiero y no puedo, mi vida estará destrozada sin tu presencia y lo único que quiero es pasar mi eternidad junto a ti si se puede. Te amo, y te amaré para siempre porque eres el amor de mi vida y la mitad de mi alma está contigo...Yoonie, te amo, y si piensas que me voy a ir por esa puerta, estás loco porque no lo haré, ¿Oíste?
Por un momento, mis sollozos es lo único que se oye después de que deja de hablar, y quiero besarlo, pero me niego a infectarlo.
—Te amo, Jiminie...—Susurro, y lo único que hace es besar mi frente con lentitud, para después abrazarme por el cuello y sollozar en silencio en mi cabello.
No puedo dejar que muera aquí también.
—Prometí estar a tu lado para siempre...pero es momento de que sigas tu camino solo —Susurro pasando mis brazos por su espalda, y él niega aferrándose más a mí—. Tengo algo qué contarte, porque ahora tú harás mi misión.
Ahora todo depende de mí precioso novio.
Porque yo fallé, otra vez.
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