D [después del atardecer]
La discusión había terminado hacía unas
horas. Los vecinos continuaron con sus actividades rutinarias e incluso Parker se
había ido a la escuela. Solo la chica había permanecido dentro de aquel departamento silencioso.
Y él se sentía algo tonto por estar en el piso
de abajo sentado en un rincón pensando si
debía o no ir a buscarla.
Pero, ¿que le diría? ¿Qué debía reconciliarse con el torpe de Peter porque así debía de ser? ¿Qué tenía que seguir enamorada de un despistado para posteriormente tener que morir en sus brazos?
Fuera como fuera, nadie podía saber nada
de él. Por lo que optó por salir del edificio y dejar de parecer un sospechoso que podría traer una bomba entre manos.
Quizá lo estaba pensando demasiado, o
quizá no. El caso es que debía largarse de ahí de una buena vez si no quería seguir perturbando a aquel universo con su
presencia.
Paula lloro todo el día de la vergüenza.
¿Ahora como vería a sus vecinos a la cara tras tremendo escándalo? ¿Y si se lo contaban a sus padres cuando regresarán?
Uy, no. Conociendo a su papá con su sobreprotección, sentaría a Peter a hablar seriamente sobre haber lastimado a su hija.
Odiaba eso. Ya no era una niña para que la estuvieran protegiendo de todo y para que controlarán cada relación que tuviera en su vida con cualquier persona.
Y luego estaba lo peor, ¿volvería a hablarle a Peter algún día? Aunque ella no quisiera, su corazón la impulsaba a volver siempre a él. Sin embargo está vez era diferente. Ahora sentía coraje, rencor, odio y un sentimiento amargo cada que su ex amigo se aparecía en su cabeza, es decir todo el tiempo.
Se odiaba y eso la hacía querer huir de ahí y alejarse de todos.
No obstante, no salió de su hogar durante
los siguientes cuatro días, preocupando no
solo al pelirrojo de enfrente, si no también
a cierto moreno que no le quitaba la vista
de encima a su hilo de destino. Éste
parpadeaba constantemente y temblaba.
Quería cambiar, pero a la misma vez parecía casi inalterable. Aún así, Miguel no quería quitarle el ojo de encima en caso de que algo se viera raro o peligroso.
O'Hara la veía por la ventana que tenía
siempre con las cortinas abiertas en la sala
de estar. Ese gran ventanal que Paula
adoraba porque la vista de la ciudad era magnífica. Una ciudad que corría por el año 2043.
Era el escenario ideal para desarrollarse
como profesional, y por supuesto, dónde el crimen acechaba en los lugares más bajos.
Y para desgracia de los de bajos recursos,
vivían siempre al pendiente de no ser asesinados por sus calles.
Durante solo esos cuatro días que Miguel
estaba en el techo del edificio de enfrente, escondido entre las sombras, ya había
atrapado a tres ladrones, dos vendedores de drogas, y ahora también un tipo bastante sospechoso, el cuál consiguió huir de él al distraerse por ver pasar a la morena pecosa, ignorando por completo lo que ocurría en el callejón frente al que pasaba.
Su mercancía se le iba cayendo debido a la bolsa de plástico estaba rasgada y apunto
de reventarse.
El tipo al que O'Hara sostenía por el cuello
le dio una patada al notarlo repentinamente distraído, ocasionando que éste lo soltara y pudiera salir corriendo. El moreno quedó confundido, ¿cómo pudo escaparsele? Todavía podía ir tras él, sin embargo eso sería descuidar a la distraída chica que se estaba adentrando al callejón.
Paula iba maldiciendo, pues por fin salía de su casa y le pasaba tal cosa como
regarsele por la calle su sustento que eran básicamente galletas, leche y un par de
frutas, lo único saludable y bueno en toda su compra.
—Ahg, este no es mi día de verdad. —Se
quejo mientras se agachaba a tomar en sus brazos todo, tirando la leche por no poder sostener más—. Boba. —Intento recogerlo,
pero solo consiguió tirar un paquete de
galletas al agacharse—. Estúpida. —Lo volvió a intentar, haciendo rodas la botella al callejón—. Inútil.
La botella choco contra un pie, sorprendiendo a la más baja debido a que
aquel callejón se veía peligroso una vez
dentro.
—Y ahora también despistada. —Dijo entre dientes preocupada por ver quién estaba enfrente.
Alzó la mirada con cierto temor, esperando lo peor, como siempre.
Sin embargo, solo se topo con ese par de
ojos café rojizo mirándola fijamente y con seriedad.
El varón estaba sorprendido por la cantidad de cosas negativas que podía decirse a sí misma, no obstante, no lo demostró, sino que se mantuvo impasible como siempre.
La negatividad de la muchacha no era su problema. Su destino falseante sí.
—Oh, ho-hola. —Su voz tembló, cohibiendola aún más.
Miguel no le respondió, solo recogió la
botella y se le extendió.
—Gracias. —No podía tomarla, así que solo
se acercó dos pasos para indicarle que la colocará sobre el resto de sus compras que estaba abrazando.
Miguel trastabillo hacia atrás, no entendía porque se acercaba tan de repente,
acortando la distancia y orillandolo
nuevamente a las sombras del callejón.
—No puedo tomarlo. ¿Puede ponerlo encima, por favor? —Explico mientras lo veía con esos ojos redondos y brillantes.
Apretó un poco su boca antes de hacer lo
que ella dijo.
Algo dentro de él se sintió un poquito
aliviado de notar que no estaba tan decaída o aplastada. Entonces todo debería ir bien y seguir su destino, ¿cierto? Parecía ser la chica brillante que había estado estudiando antes.
—Gracias. ¿Qué hace por aquí? Creí que no era del rumbo.
—No lo soy. —Respondió tajante sin muchas ganas de platicar.
Ella lo capto y solo sonrió incómoda para proseguir: —Okey, pues... Un gusto volver a
verle. Linda noche. —Se despidió y dio la
vuelta para continuar al siguiente edificio
que era el suyo.
¡Oh! Problemas. No podía apretar los
botones para poner la contraseña para
pasar.
—¿Podria con la nariz? —Se pregunto a si
misma mientras acercaba su cara para
hacer lo planeado, hasta que una mano tomo su hombro, causando que diera un brinco, creyendo que ahora sí la asaltarian por tardarse tanto en entrar.
—¿Necesitas ayuda? —Pero solo era el musculoso de hacía un momento.
—Ay, que alivio. Creí que me robarían.
—Suspiro con alivio, provocando que Miguel frunciera el ceño ante sus palabras.
—¿Ocurre a menudo?
—Mmm, sí. Es cosa de cada mes. Al menos
el asaltante de siempre es algo considerado y solo me quita la mitad de mi sueldo el día de cobro, jajaja. Claro, eso si tiene la suerte de que fui demasiado lenta al poner mi contraseña. —. Sonreía divertida, haciendo que Miguel se cuestionase muchas cosas.
Cómo por ejemplo, ¿cómo podía aceptar tal cosa de ser asaltada constantemente? ¿O era algo tan rutinario que la fémina había aprendido a verle el lado positivo donde no lo debería haber? Y por sobre todo, ¿acaso el Spiderman de éste universo era un verdadero inútil que ni siquiera podía proteger a su fiel amiga que vivía en el mismo edificio que él?
Una razón más para despreciar a esa
versión chafa del hombre de poderes
arácnidos.
—¿Y no has reportado a la policía acerca
del sujeto?
—¿Para qué? —Se encogió de hombros—. Todos saben que ellos no hacen nada por este lado de la ciudad.
—¿Y Spiderman? —No pudo contener más
la pregunta.
—¿Spiderman? Él solo se preocupa por el
lado más vistoso de la ciudad. Ya sabe,
dónde la gente rica e influyente se mueve;
dónde grandes villanos atacan. Nadie lo
culpa, después de todo, por este lado
prefieren defenderse por su propia cuenta.
—Pero eso no debería ser. Spiderman debe cuidar a los más débiles. Un gran poder no
es solo para proteger gente que ya tiene suficiente. —Exclamo algo indignado.
—Wow, eso sonó cool, señor. Ya me cayó
bien. — Comento divertida.
—No me digas señor. —Fruncio los labios.
—Ehm, ¿Don?
—Miguel.
—¿Cómo?
—Mi nombre es Miguel. —Si no decía su
apellido y no se presentaba como quien era realmente, entonces no debería haber problemas, ¿cierto?
—Mucho gusto, señor Miguel. —Sonrió algo forzada.
—Quítale lo de "señor", gracias. —Se acercó algo fastidiado a dónde estaba el panel de botones—. ¿Contraseña? —La miro de reojo.
—Yo puedo sola, gracias. —Por supuesto
que no le diría su contraseña. Aunque la
hubiera ayudado una vez, nada le aseguraba que un día llegaría a casa y ya no hubiera muebles.
—No me lo parecía. ¿Contraseña?
—Con mi nariz estaba bien. —Intento
hacerlo a un lado acercándose para quedar entre el panel de botones y él, esperando que con esa invasión al espacio personal él se retirara. Pero no lo hizo, y solo quedó entre la pared y el fuerte y providente cuerpo del varón.
—¿Con tu qué? —La muchacha comenzaba a sacarle de quicio—. Maldición, solo quiero ayudar dado a tu torpeza para existir.
—¡Oiga! —Se quejó.
—La maldita contraseña o te dejo aquí sola a la espera de un puñalada por parte de tu asaltante frecuente. —Hablo con fastidio y un toque de ironía.
Paula miro a los lados. La calle estaba más desierta que de costumbre para ser apenas
las ocho de la noche.
Suspiro rendida y se hizo a un lado.
Y cuando Miguel creyó que la chica abriría
la boca, le dio sus compras y se giro para
teclear su contraseña en esos viejos
botones desgastados, tapando con su mano
los números presionados.
Y entonces Paula se dio cuenta de algo que
le erizo la piel.
—Cuando me trajo esa noche y me dejó
incluso en mi cuarto, ¿como paso si no sabía la contraseña? —Se giro con cierto espanto al pronunciar en voz alta aquella duda.
"¡Pero que estupido! Esta chica me aturde."
Quería golpearse la frente pero eso solo lo delataria.
No podía decirle que tras meticulosos
cálculos, y el número que estaba grabado en su llave de casa, se dio a la tarea de cargar con ella mientras escaló el edificio para entrar por la puerta de la azotea y bajar al departamento asignado. Eso no sería algo que haría una persona común y corriente.
Había bajado la guardia.
Paula apretó el boton para abrir la gran
verja con cristal.
Un pitido sonó anunciando que el lugar
estaba abierto ya.
¿Cuánto tardaría en patearlo y entrar
corriendo?
Habría que averiguarlo.
Se lanzo hacia adelante para propinarle un cabezazo en la nariz, sin embargo Miguel lo intuyo y la esquivo.
—¿Quién eres? —Cuestiono al momento de lanzar una patada a sus partes bajas.
O'Hara tambaleó y tiro las cosas que sostenía, adolorido, queriendo golpear a la
mujer que entró corriendo al edificio,
cerrando la verja y quedándose a salvo
adentro.
—¿Po-por qué no le haces ésto al verdadero villano? —Logro pronunciar aguantando las ganas de desprender la reja de su lugar para sostenerla del cuello y asustarla como desquite por tal patada.
—¿¡Quién eres!? ¿¡Cómo entraste a mi casa aquella noche!?
—¡Estupida! —Exclamo enojado sacudiendo la reja.
Por un momento, a Paula le pareció ver a
una bestia en lugar de un hombre, pues la
altura y musculatura de aquél era casi sobre humana a su pensar. Nunca había conocido a alguien con ese físico tan peligroso.
Retrocedió unos pasos asustada, lista para
irse corriendo a su hogar, pero con eso solo conseguiría vivir aún más aterrada por aquellos lares.
—Te estoy dando la oportunidad de explicarte, señor Miguel, cómo agradecimiento por no haberme matado
hace cuatro días cuando pudiste.
—¡Que yo no quería matar a nadie!
La castaña suspiro rendida. Este hombre no diría nada, y la verdad no tenía caso seguir hablando con él.
—Mire señor...
—¿Matar? —Una voz detrás suyo la
interrumpió y ella cambio drásticamente su expresión a una sombria y llena de odio y repugnancia—. ¿Quien intento matar a
quien?
—Agh —Solto con verdadero fastidio la
fémina—. ¿Por qué siempre tienes que
aparecer en los peores momentos, Pedro?
—¿Otra vez él? —Se expreso confundido y ofendido al ver al moreno tras la verja, sosteniendo los barrotes con fuerza.
—Sí, otra vez él, ¿y qué? ¿Algún problema?
¿No tienes que ir a perseguir a cierta
rubia? ¿O ir a buscar trabajo? Haz algo, y
déjame en paz, Pedro. —Hablo con desprecio, haciendo su presencia de menos.
—Hace días no sales de casa, y cuando lo
haces, te encuentras hablando de asesinato con un tipo como él. ¿Cómo no quieres que me preocupe?
—¿Un tipo como yo? —Miguel frunció el
ceño, pero fue ignorado.
—Creí haberte dejado en claro que ya no tendríamos nada que ver, ¿de acuerdo? —Regreso su mirada al hombre moreno—. Lo vuelvo a ver rondando por acá y llamo a la policía, ¿entiende? —Amenazo y paso junto a Park solo para rozar su hombro con él y seguir su camino.
"Esta mal. Mal, mal. ¡mal! Ella no debería ser así con él." Pensó el varón de casi dos
metros mientras veía como la mujercita se alejaba de ambos.
—Realmente la regaste, Peter. —Lo echó en cara al más bajo.
—¿Y tú quien eres?
Rodó los ojos. Ya no tenía caso seguir ahí.
—Recoge ésto y llevaselo. Es su compra. —Indico con su mano la comida esparcida
por los escalones—. Quizá te perdone por tu estupidez. —Se dio la vuelta.
—Pau siempre me perdona.
—No hablaba de ella.
Miguel se fue aquella noche con una
punzada en su cabeza, algo parecido a un
mal presentimiento.
Ya no quería saber nada de ese dichoso universo. Solo quería intentar relajarse
tomando una taza de café bien cargado mientras veía fotografías del único ser al
que había amado tanto y que era su zona
segura a la que siempre podía recurrir
mediante fotografías y vídeos.
Tomó un sorbo de su taza y mordió un
bizcocho de canela mientras pasaba las
fotos en la pantalla.
Recordar era volver a vivir, y Miguel solo se sentía vivo cuando veía a su hija nuevamente. Hasta que la paz del momento se vio interrumpida por una alerta que cubrió todas las pantallas del cuartel.
—¿Qué pasa? —Se reincorporo en su asiento e hizo a un lado sus recuerdos.
—Una línea está sufriendo estragos. —Su asistente apareció junto a él, abriendo una ventana con la escena que le hizo soltar su
taza de café, haciéndola añicos—. El
universo 6-017.
Vio la pantalla con la mandíbula tensa sin
creer lo que observaba.
El pelirrojo caía de un edificio en su
identidad de civil, y un poco más arriba
estaba esa morena problemática.
Paula lloraba gritando el nombre de su
amigo extendiendo su mano para
alcanzarlo.
—Spiderman está por revelar su identidad.
¡No es el momento, Miguel! Si lo hace quién sabe que pueda pasar. —Exclamo Lyla frustrada al ver qué su jefe no hacía nada por moverse.
¿Sería buena idea volver a involucrarse con ese par? Ya había hecho demasiado con simplemente llevar a esa mujer a su casa, pero ahora, ¿salvarla? ¿Salvar a ambos? ¿A qué grado afectaría ahora a aquél universo?
—¡Miguel! —Él no reaccionaba—. ¡O'Hara, has algo!
Y salió de su trance. Debía actuar. Lo peor
que podía pasar en el escenario dónde solo
los dejara en tierra firme y con la misma se marchara, era que lo confundieran con el Spiderman de esa dimensión.
Lo peor que podría pasar era eso.
Eso quería creer.
Si les gustó no olviden votar y comentar. Espero les esté gustando <3.
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