Capítulo 32

Jake

Miro el reloj en mi mano, y cuento cada segundo que este avanza. Me duele la cabeza, las voces en ella no se callan, todo me grita problemas. Y Daniel no trae una respuesta. La hija del italiano es el comodín para pasar esa mercancía por Ferri, si ella no accede, estaremos perdidos.

El tiempo avanza y no veo un progreso, todo está detenido frente a mis ojos, todo lo que anhelo está ahí congelado ante mi, mientras que aquello de lo que deseo deshacerme avanza a paso rápido.

A veces creo que estoy en una horrible película, dónde todo me ocurre a mi, dónde soy ese personaje principal al que desgraciadamente le ocurre todo lo loco, malo e inusual, pero luego recuerdo que la vida es más jodida que una simple película. Entonces me siento mucho peor,  porque en las pelis el buenos siempre vence, y ese es el punto ¿Cuál soy?.

Repicó los dedos sobre la mesa una y otra vez, mientras el reloj sigue avanzando, me detengo cuando la puerta se abre de golpe y me obligo a desviar la vista de la mesa hacia dónde proviene el ruido. La secretaria entra asustada tras una chica rubia de metro setenta y ojos pardos. Es la hija el italiano ¿Qué hace aquí? No tengo la menor idea, sin embargo, lo deduzco cuando Daniel entra segundos después como si le persiguera un asesino en serie.

—¿Con qué ha decidido volver  el hijo menor de Enzo Sandlers? Mi padre me había dicho que eras obsesivo, pero nunca imaginé que tanto —toma asiento descaradamente frente a mí. Con un gesto de mi mano pido a la secretaria, la cuál de iba a disculpar por la intromisión de Gulia; que salga de la oficina.

—Gulia Ferrara. Hasta que tengo el placer de conocerte —me inclino hacia ella.

Ella sonríe indignada.

—¿Por qué me sigue tu verdugo? Es demasiado guapo, así que antes de matarlo, decidí venir a aclarar los límites. Se llama acoso Sandlers, lo que haces ¿Te gusto tanto?.

Río por su desfachatez. Es una chica inteligente.

—¿Qué quieres? —Espeta.

—Se que eres modelo, una muy famosa por ciento. Y también que tú padre te enseño mucho sobre el negocio familiar. Necesito que me ayudes a pasar una mercancía.

—Lo haré —dice animada.

—Bien —¿tan simple? Pienso.

—Pero... ¿Qué gano yo en todo esto? Tengo plata, mucha. No creo que puedas convencerme con eso.

—Sabia que era demasiado bueno para ser verdad ¿Qué quieres?

—A ti.

—¿A mí? —Está mujer está loca. Que demonios.

—Quizás no lo recuerdes, pero ya nos conocíamos. Iba mucho a tu casa, antes de que se marcharán a los estados unidos —se refiere a cuando éramos niños. La verdad no la recuerdo, aunque quiera. Mi infancia no fue encantadora, ni llena de recuerdos felices. Solo tengo horribles recuerdos de ella.

—lo siento... No.

—lo imaginé. En aquel entonces parecía una papa gigante. Es normal, soy demasiado guapa ahora ¿No lo crees? —Miro a Daniel que me observa como si estuviesemos en un loquero. Está chica está chiflada. —

—Gulia, este trabajo es importante. La empresa está en riego. Sino hacemos este trueque, perdernos todo.

—tu lo perderás todo. Yo no Sandlers —Sonríe con malicia. Sabe que tiene razón. Solo no entiendo que le pasa conmigo.

—Solo será una noche, cenamos algo rico, la pasamos bien, y tienes mi palabra de que pasarás tu merca sin ningún problema...¿De cuánta estamos hablando?.

—Diez kilos.

—Fingiremos una gran sesión de fotos, tengo el personal, ellos la pasarán, camarógrafos, maquillistas. Todos. Nadie sospechará. Claro, todo lo tendrás a tu disposición si te vienes conmigo solo una noche.

Daniel sale por la puerta consternado por las palabras de Gulia ,y a su vez, con unas cuantas carcajadas a puntos de querer explotar en el aire.

—¿Acaso es una broma? Digo, lo de la noche ¿Sabes que me he casado, no?.

—Pase cinco años enteros con un crush por ti, ahora que has vuelto, y eres todo un bombón, no pienso arruinar mi autoestima. Ya sabes "lo quiero, lo tengo" y si no lo tengo, tú te lo pierdes —habla a la par que observa sus uñas. Con una aire despreocupado, como si proponer pactos para follar fuese su día a día. Tan cotidiano como beber agua.

—¡Lo que me pides es estúpido, e infantil! Me niego —me pongo de pie indignado.

—Bien —toma su bolso con la punta de los dedos. Arregla su corto vestido lleno de brillos y se dirige a la puerta.

—Tu amigo tiene mi número, por si cambias de opinión. Bombón.

Cierra de un portazo. El pitido se queda en mi cabeza por unos segundos.

<<Es un completa loca, al igual que su padre>>

Tengo que hallar la manera de pasar esa mercancía sin llegar a tanto.

<<Esto tiene que ser una broma>>

Vuelvo a la silla. Dejo caer la cabeza en ella, necesito un descanso, necesito paz. Sin paz, no somos nada, solo una burbuja de vida saltando de un lado a otro, corriendo el riesgo de explotar de dolor y ansiedad en cualquier instante.

Cierro los ojos intentando pensar  en algo agradable. En la noche de ayer, su aroma, el sabor de sus labios. En Maia y el calor que emana su cuerpo cuando está tan cerca. Sí, ella me da paz. 

¡Bumm! La puerta se vuelve  a abrir de golpe. Pero esta vez no es una rubia alta de ojos pardos, sino una de metro cincuenta y ojos marrones ¿Maia?.

—¿Qué haces aquí? —porqué ha salido de casa, y se ha expuesto de esa forma.

—¿Por qué ha venido esa arpía aquí? ¿que mierda trama está vez? Estoy segura que le interesas y ha venido a joder —el corazón se me acelera de golpe, bombea tan rápido que no puedo respirar ¿Cómo se ha enterado de Gulia?.

—Qué... Cariño.

—¿Cariño? No me digas cariño, mejor explícame que hace tu ex en nuestra casa —¡emm!

—¿Megan? ¿Aquí?

—Sí, tu querida prima a traído a tu ex a vivir con nosotros. Dijiste que seríamos solo los dos —la rabia es evidente en sus ojos. No entiendo que pasa, pero que Bianca este aquí no es bueno. Eso es sin duda obra de Enzo. Solo quiere vigilarme. Tener su ocico en todas partes.

—Cariño, juro que no tengo nada que ver. No se que hace Megan aquí, pero lo averiguaré.

—no quiero que se quede en nuestra casa —pide casi al borde de la suplica. Acaricio sus mejillas.

—¿Nuestra casa? —Pregunto con una sonrisa. Y la abrazo, la estrecho en mi cuerpo. Ojalá pudiese fundirla dentro de mi, y quedarnos así para siempre.

—si, nuestra.

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