Capítulo 25

Maia

-Es tan pequeño -comento al ver la imagen de mi bebé. Con una sonrisa miro a Jake que se ve perdido en la pequeña fotografía oscura con matices grisáceos.

-La doctora dijo que es bastante grande para su edad gestacional.

- Pero no pudimos escuchar su corazón -se queja. Pasó toda la consulta hablando de lo mismo.

-No es posible, su corazón aún no es funcional. Debemos esperar algunas semanas más para eso. Lo importante es que el bebé está bien. - sonrío, me duele la mandíbula de hacerlo. Pero no puedo evitarlo. Esa sensación de llenado, de sentir tu corazón repleto de pequeñas estrellitas dentro de el. Es increíble como algo tan pequeño puede causar un sentimiento tan inmenso.

-Yo quería escucharlo -retuerzo los ojos. Me hace perder la paciencia.

-No crece por arte de magia, es poco a poco. Ya podrás escucharlo, aún su corazón es muy pequeño.

-Quiero que crezca ya, o me volveré loco de la desesperación -dramatiza.

Me veo obligada a reír. Dice cada idiotez.

-¿De que te ríes? -pregunta despegando la vista de la carretera, para verme.

-"Me volveré loco", " me volverás loco Maia, loco" -imito su voz obligándolo a sonreír. -Creo que es tu frase más recurrente cuando pierdes los estribos.

-Recurro a ella desde que te conocí, no hay nada que me vuelva más loco en este mundo que tú, Maia, y todo lo que tiene que ver contigo -trago y parpadeo asimilando lo que acaba de decir. La sangre sube a mis mejillas.

-Tengo hambre -digo, y me volteo a mi lado de la ventanilla a intentar fingir ver el paisaje, a intentar disimular que lo que ha dicho no ha provocado nada en mi. Pues la realidad es otra. Y ahora mismo parece que estoy tenido un ataque al corazón. Un medico, necesito un doctor.

-Tu también tienes una frase recurrente -menciona logrando que vuelva a mirarle.

-¿Cuál?

-"tengo hambre" -me imita, incluso pone voz de chica, que para nada le luce, los que hace que se vea aún más gracioso, mientras intenta hacer gestos dramáticos y femeninos con sus manos.
No puedo evitar soltar una carcajada.

-Eres un idiota.

-"Eres un idiota" -Imita por segundas vez, y yo me parto de la risa.

Aparcamos fuera de un restaurante con unas vistas hermosas. Vista que muestran el mar y el atardecer que se aproxima por el horizonte. Resalta el color naranja dándole vida. Suspiro para captar el aroma del mar. Y cierro los ojos para contener el momento y fotografiarlo en mi memoria. Paz, solo pedía eso. Y la tengo, en unas cortas horas, pero la tengo. Ojalá todo fuera como ahora, como hace un rato. Poder reír sin miedo a que mi sonrisa se manche de tristeza.

-¿Qué haces? -abro los ojos cuando Jake me pregunta.

-Ser feliz -lo tomo de la mano, notando como se tensa. -y si lo dejas todo, y vivimos así, libres. Podemos serlo. Podemos alejarnos de todo. Ser nosotros, y nuestro bebé. Solo los tres. Por favor Jake -suplico. Sin embargo, este sale de mi agarre y los ojos llenos de brillo con los que me miraba, se tornan opacos.

-No es tan fácil. Necesito tiempo.

-¿Cuánto más? Ya no se trata de nosotros. Hay un bebé Jake -exclamo.

-Lo sé. Pero no me puedo largar y dejar todo en la mierda. Sería peor, Maia. Al menos no ahora... Te prometí que nos alejaría de esto, y lo haré. Dame tiempo.

-Bien -me limito a esa palabra. No quiero discutir y arruinar el momento. Pero, lo cierto es que este tiempo que el quiere me aterra. Mucho.

-¿Estás enojada? -interroga ante mis escasos argumentos. Pues, la carta parece ser un mejor entretenimiento para librar el estrés.

-¿Por qué debería de estarlo? -Pregunto sin quitar la vista de la carta color negro con letras blancas. Muy elegante, por cierto.

-Nunca te quedas callada. Vives contradiciendo todo lo que hago. Y ahora, solo, te quedas ahí, aceptando lo que digo sin más -pellizca el puente de su nariz y cierra los ojos por unos leves segundos en el acto. Seguro procesa mi anterior actitud. Para ser sincera estoy extremadamente casada de decir lo que quiero, lo que es correcto y lo que deseo, que obviamente es lo único que nos llevará a ser felices o al menos tener un poco de paz, un futuro digno de una persona normal.

-No me apetece que discutamos, la estábamos pasando bien. Dejémoslo así.

-Me parece genial -suelta, mirando a la carta.

Minutos después de pedir y limitarnos a mirar por el ventanal a nuestro lado, las vistas, nos traen la comida. La panza me cruje cuando el aroma a pescado mezclado con limón llega a mis fosas nasales.

Si les dijera que no me gusta el pescado, pero que ver a los de la mesa de al lado comerlo con tanto gusto y cómo mezclan la blanca carne con limón, me ha dado antojo. ¿Lo creerían? Este embarazo saca lo peor de mi.

La Maia de antes hubiese ido al baño y vomitado cada trozo, pero la de hoy, la de hoy lo está disfrutando como si fuera la cosa más deliciosa que he comido jamás. Un manjar de los dioses, diría yo. Y mi madre, ella en estos momentos estuviera congelada y aplaudiendo que su hija al fin se decidiese a comer sano, a ingerir un poco de fósforo.

-Por cierto... -rompe Jake el silencio captando mi atención. -He comprado algo para ti. -De una bolsa, que por cierto, no se dónde sacó. Me extiende una caja, al parecer, ¿Un celular?. Lo tomo en mis manos tras dejar los cubiertos sobre el plato ya vacío.

-¿Y ésto?...

-Pensé que querrías hablar con tus amigos. Se que son importantes para ti -como me agrada cuando es así, tierno y atento. Un cabellero, cuando el espíritu de su padre, no ronda su carácter.

-Gracias -los ojos se me llenan de lágrimas. Mencionar a mis amigos, equivale a extrañarles más de la cuenta, a extrañar cada pedazo de mi casa, cada risa y cada tontería que hacíamos juntos. Los extraño mas que a mis padres. Al menos ellos no me fallaron.

-No es nada. Me gusta verte feliz -mi corazón da un fuerte azote. Entonces me siento culpable por ser tan dura con él.

-Disculpa por lo de antes, no quería arruinar el momento, pero no puedo evitar sentir pánico...

-Te prometí que cuando esto acabe, nos iremos, solos los dos, con nuestro bebé. Lejos del daño y esta vida de mierda. Solo te pido tiempo. Es más, nos iremos a donde quieras.

-¿A dónde yo quiera?

-Si

-¿A Londres? No allí mis padres me encontrarían, ¿Qué tal a la Patagonia?

-Como si es al fin del mundo. Pero juntos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top