Capítulo 23

Maia

-¡Me largo! -Juro que ya no lo aguanto más. Vine aquí porque confíe en él, que no me dejaría sola, pero a la primera oportunidad desaparece.

Me aferro al bolso dónde traje algo de dinero y mi pasaporte. No me quedaré un minuto más en este lugar.

-No puede irse señorita Sandlers -los hombres de Jake impiden que ponga un pie fuera de la casa.

-Maia, mi nombre es Maia Evans. Y he dicho me voy. Déjenme pasar -Espeto con furia.

-Lo siento, pero tenemos órdenes claras de que no puede salir de la casa. A menos que sea ordenado por el señor Sandlers.

Suspiro con enojo. Tengo ganas de llorar.

-¿No me dejaran ir? -me ignoran. -Bien. Pues díganle a su jefe que estoy en juega de hambre hasta que no regrese y me lleve de vuelta a New York -anuncio antes de dar media vuelta y entrar a la casa.

Leyla me sigue a todas partes como un perro, es una maleta loca del control y verla me pone de muy mal humor.

-Su habitación está en el segundo piso. La del medio. Tiene prohibido los balcones -¿Pero qué demonios?.

-¿Acaso estoy presa? -Los ojos me pican. Todo es tan cruel, tan distinto a lo que me había prometido.

-En la noche estará aquí un agente contratado por Jake, él nos llevará a dónde haga falta, sobre todo, a sus controles médicos. Mañana tiene la primera consulta con él ginecólogo -Ni siquiera había pensado en eso, en todo lo nuevo que me tocará vivir ahora que tengo dentro de mi una vida.

-¿Jake vendrá? -pregunto.

-No tengo respuesta para eso señorita Maia.

-Estaré en mi habitación -me despido dejando la conversación a medias. Pensar en Jake, en toda esta situación, en lo que ocurrió en ese restaurante y en lo que vendrá me ponen de malas. Nunca creí, ni siquiera paso por mi mente una vida como esta. Estaba tan convencida de seguir esa línea que había trazado desde que descubrí mi pasión por el diseño que no cabía en mi mente que cosas tan malas ocurrían en el mundo. Supongo que a veces tenerlo todo en la vida es sinónimo de no tener nada, de vivir ajena a la realidad en la que viven cientos de personas. Nunca antes había pensado en la libertad, la quería, anhelaba el momento en el cual fuera a la universidad y mis padres dejarían de presionarme. Eso era una tontería, para nada comprable con el verdadero significado que tiene, que ahora busco. Me siento presa, lo estoy realmente. Presa y condenada a en cualquier momento recibir un balazo y ser arrojada a un hoyo. Dónde mi padre quizás jamás me encuentre.

¿Es esto vida? Podré cuidar de mi hijo en un mundo como este.

Decido tomarme un baño para relajar la tensión de mi cuerpo. Abro el grifo y dejo que se llene la bañera. En un cajón encuentro bombas de jabón con olor, a rosa, mi preferido. Y dejo que la tina se llene hasta que casi pueda desbordarse. El agua poco a poco se torna de un color blanco y es la señal de que está lista para que me adentre en ella, pues las bombas de jabón ya deben estar deshechas.

Retiro la ropa de mi cuerpo y hecho un vistazo a mi panza aún plana antes de adentrarme en el agua caliente. Cierro los ojos y extiendo la cabeza hacia atrás para más comodidad. A pesar de inundarme la desesperación consigo encontrar en este cuarto de baño una pizca de paz. Que sin duda iba necesitando, pues mis problemas y responsabilidad ahora son mayores, pasaron de ser exámenes y pruebas de clasificación a intentar mantenerme a salvo y huir entre la mafia.

A veces cuando duermo solo pido que todo sea un mal sueño, que todo lo que estoy viviendo desaparezca en cuanto abra los ojos, que Londres me espera y que podré lograr lo que tanto anhelo. Sin embargo, luego paso la mano por mi vientre y un extraño sentimiento me invade. Arrepentimiento, intento corregirme;lo que dije, pues nada me da más miedo que imaginar un mundo donde el bebé que llevo dentro no esté. Pues descubrí que es lo único que tengo en esta vida, que no estoy sola porque está dentro de mi. Que alguien será mío, y con suerte no me abandonará. Y que a pesar del miedo, confío en que podré ser una buena mamá. Porque lucharé para que no viva nunca algo similar.

Me obligo a alejar mis pensamientos cuando unos gritos que vienen desde el primer piso captan mi atención. Salgo con rapidez de la tina y a la misma velocidad me coloco unas bragas y albornoz. Nececito saber que está sucediendo.

Salgo de la habitación y tras cerrar la puerta, bajo lentamente las escaleras hasta poder escuchar con claridad las voces. Una de ellas es Leyla. Y la otra ¿Chad? Abro los ojos como platos del asombro. Quiero ir, pero me limito a quedarme en las escaleras cuando algo llama mi atención.

-¿Leyla? ¿Ahora te llamas Leyla? Ya no me asombras. Veo que no dejas de mentir __¿Qué, qué mierda? No entiendo nada.

-No podía ser Némesis, no después de...

-De intentar matarme - cada que avanza la conversación entiendo menos.

-Basta, no es el lugar -susurra con decisión.

-No sé qué haces aquí Némesis pero, juro que si intentas algo esta vez. No te dejaré ir. Envejecerás en la cárcel -advierte Chad.

-No sabes nada de mi Chad, nada. Estamos del mismo lado... Aunque, no sé para que me esfuerzo. Sigues siendo el mismo imbécil - Ya se conocían. Ya ellos... ¿Qué me pierdo, qué no estoy viendo?

- Nunca he cambiado.

-¿Entonces, todo era una mentira? -pregunta ¿Leyla, Némesis? Ya no sé. Me voy a volver loca <<llamen al manicomio>>

-Nunca dejó de serlo -responde Chad dejando un espeso silencio en el aire. Necesito ir allí, que ambos me den una explicación de todo este lío ¿Qué lado? ¿Qué pasa que yo no sé? ¿Qué me esconden?.

Hago un ademán de ir hacia la cocina para pedir explicaciones, pero una mano tira de mi estampando mi cuerpo contra la madera de las escaleras. Parpadeo cuando los ojos de Jake recorren mi cuerpo <<¿Qué hace aquí?>>

-No creo que eso sea asunto tuyo -mis mejillas se calientan. Estuvo detrás de mi todo el tiempo. Viendo como la curiosidad podía más que yo.

Recorro su cuerpo, recién bañado <<huele tan bien>>, se supone que no volvería.

-¿Qué haces aquí? -pregunto espujándole lejos, impidiendo que el calor que emana su cuerpo me haga temblar. Porque tenerlo cerca equivale a mirarle cada una de sus masculinas y duras fracciones como boba.

-Esta es mi casa.

-Dijiste que no volverías.

-Alguien dijo que haría huelga si no volvía.

-Para que me llevarás a New York, no porque me apetecezca mucho verte... ¿Lo harás? -el niega.

-No podemos volver, no por ahora -anuncia. Sabía que no lo harías que aunque rogara y me puciese de rodillas no volvería a ser la misma de antes, jamás. Subo la escalera con Jake a mi espalda. Cuando mi estómago cruje del hambre y una risa se hace presente en el lugar justo antes de entrar a mi habitación.

- ¿Quieres que mandé a preparar algo para cenar? -es amable, cuando horas antes me trató como un saco de basura. Desechable.

-No me apetece nada.

-¿Matarás a mi hijo de hambre? -Agrega.

-Tengo hambre, sí, lo acepto. Pero no puedo comer, nada pasa por mi garganta, y no es que no quiera hacerlo, es que no puedo. No puedo, vivir con normalidad porque algo siempre pasa -se acerca cuando mis mejillas se llenan de lágrimas. -No te acerques.

Retrocede al escuchar mis últimas palabras. -Lo siento -de disculpa.

-No todo se resuelve con un lo siento.

-¿Qué querés que haga? No puedo cambiar mi vida de un momento a otro. Intento cada día dar lo mejor, pero eres desesperante, y me vuelves loco. Haces que lo peor de mi salga.

-¡Tengo miedo! Te lo digo cada día. Tengo miedo. Pero no pareces entenderlo.

-Yo también tengo miedo, ¿rees que no?... Cuando al fin creo que he conseguido ganarme un poco tu corazón, lo arruinas. Lo hechas a perder. No controlas lo que dices y dañas otros. Cuando lo único que pido es que estés bien, que sonrías Maia -me quedo helada ante sus palabras.

Él tiene razón. Soy lo peor. Un manojo de impulsos que no control sus emociones. Soy una bomba de emociones sin gestionar, e inmadura.

-Intentemoslo - propongo. Lo noto que se pone tenso. Pero es la única solución que hallo para esta agonía, para esta sensación de perdida que tengo constantemente. De sentirme sola a pesar de estar acompañada, porque al final del día, Jake es la única persona que tengo y tendré cerca. La única que licha por mi bienestar y me protege, por encima de su propia vida.

-¿Estás segura? -asiento mientras me acerco a él -No quiero que mañana te arrepientas.

-Me voy aferrar a esto. A nuestra familia. Pero, por favor. No me dejes sola -le abrazo. Su calor calienta mi alma. Y me siento segura.

-Iremos juntos. Mañana, a la consulta de rutina.

-Bien. Iremos juntos.

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