Capítulo 9: Autógrafos.
Bakugo observaba a su compañero terminar de ponerse un café en la máquina expendedora de la agencia. Hoy, Shoto tenía el día libre, pero su padre le había convencido para que fuera a entrenar. No era raro algo semejante, pero sí lo era que Inasa estuviera allí hablando animadamente con Shoto.
No les perdía ojo de encima porque no era normal que Inasa acudiera a su agencia y, mucho menos, que hablase de esa manera con Shoto. Bakugo siempre pensó que se odiaban y, de hecho, Shoto no parecía estar prestándole demasiada atención. Esperaba su café y respondía con monosílabos al héroe.
Apoyó los brazos sobre una barandilla frente a las escaleras y sonrió al ver que Shoto empezaba a caminar hacia él con el café en las manos. Inasa le seguía.
— Conozco un buen lugar de soba aquí cerca. Quizá podríamos ir a comer después del entrenamiento.
— Puede – susurró Shoto mirando su café con total indiferencia. Bakugo sonrió. Ese chico no se daba cuenta de que el héroe trataba de ligar con él o invitarle a una cita. Así era Shoto, pero sabiendo que acababa de terminar con una relación sentimental, Shoto no estaba precisamente receptivo en estos momentos. Era mal momento para que Inasa tratase algún truco con él.
— El soba caliente que hacen es realmente increíble.
— Me gusta el soba frío – se quejó Shoto como si eso diera la cita que Inasa trataba de conseguir por anulada.
— ¿En serio? Puedo buscar un lugar de soba frío o preguntar si lo hacen.
— Vale – respondió Shoto a la cuestión de preguntar o buscar, evitando así ir a comer con Inasa.
Bakugo esperó hasta que Shoto se detuvo a su lado, dando otro sorbo a su café. El silencio reinó entonces. Bakugo sonreía con prepotencia tras haber escuchado su conversación, ¡si es que a eso le podía llamar conversación!
— Bueno... supongo que me voy al vestuario. Te veo en el entrenamiento.
— Sí, claro – susurró Shoto viendo cómo Inasa se marchaba al vestuario. Le dio la espalda y apoyó los brazos también sobre la barandilla junto a los de su compañero –. ¿Qué? – preguntó entonces hacia Bakugo al ver esa tonta sonrisa en su rostro.
— Te estaba tirando los tejos.
— ¿Tirando los tejos?
— Ligaba contigo.
— No es cierto. Inasa siempre me ha odiado.
— ¿Alguien que te odia te invita a comer?
— No me ha invitado a comer. Ha dicho que conoce un lugar de soba y que podíamos pasar después del entrenamiento. Todos tenemos que comer. Supongo que él pagaría su plato y yo el mío.
— Yo creo que él quería invitarte – susurró Bakugo.
— Ya te he dicho que lo malinterpretas. A Inasa no le caigo nada bien. Creo que le han obligado a venir a este entrenamiento, sólo intenta ser agradable por ahora porque nos obligan a colaborar en ciertos casos.
— Lo que tú digas – susurró Bakugo.
— ¿Tú no tenías una sesión de autógrafos? ¿Qué haces aún aquí? – sonrió Todoroki recordándole a Bakugo lo que más odiaba: perder todo un día firmando pósters suyos.
— Bastardo – se quejó Bakugo, apartando sus brazos de la barandilla, irguiéndose y empezando a caminar hacia las escaleras. Ese idiota le había recordado el trabajo que más odiaba de todos siendo un héroe: firmar autógrafos.
— Pásatelo bien en la firma – sonrió Shoto.
Bakuto entornó los ojos con enojo. Estaba claro que Shoto le recordaba ese trabajo adrede porque él se había metido en sus asuntos privados tocando un tema delicado para él.
Al llegar al final de la escalera, se giró y miró a lo alto. Shoto ya se había marchado, pero Bakugo sonrió. En la academia detestaba a ese chico pese a que siempre fue su rival a batir. Le admiraba entonces y seguía haciéndolo ahora. Nunca imaginó que llegaría el día en que trabajasen juntos y pudiera considerarlo uno de sus mejores amigos.
No podía negar que hoy estaba preocupado por Todoroki. Era la primera vez que le rechazaban, la primera vez que le rompían el corazón y para colmo, tenía que entrenar con alguien con quien no terminaba de llevarse bien o él pensaba en eso. Bakugo seguía opinando que Inasa realmente sentía algo más allá del odio inicial que pudo sentir por ese chico.
***
"Necesitas salir con un héroe, Shoto, o con alguien que entienda realmente tu trabajo y lo que haces. No eres un héroe como los demás, no te ocultas y es normal que la gente común tema tu trabajo."
Aquella frase regresó a su mente en un santiamén. Frente a su taquilla metálica, terminando de ponerse las muñequeras, Shoto recapacitó en las palabras que Bakugo le ofreció la noche anterior. ¡Salir con un héroe! ¡Como si eso fuera fácil! Todos en su familia eran héroes y había vivido con ello desde niño. El miedo a que ocurriera algo a su familia, el miedo a que pudieran hacerle daño cuando aún no podía defenderse... había visto tantas cosas que pensar ahora en salir con un héroe le resultaba una idea poco atrayente, sin embargo, Bakugo tenía razón en que sólo un héroe entendería su vida.
— ¿Estás listo? – escuchó Shoto la voz de Inasa Yoarashi tras él.
Ese chico era muy alto y corpulento, bastante más que él. Por lo menos debía pasarle veinte centímetros de alto, porque siempre que hablaba con él, debía elevar bastante su cabeza. Parecía mucho más adulto de lo que en realidad era, puesto que tenían la misma edad.
— Supongo.
Inasa se quedó inmóvil al ver que ese chico ni siquiera se había girado para responderle. Miraba su taquilla y sacaba su cinturón de ella. Todavía recordaba con una tonta sonrisa en sus labios cómo el día de obtener su permiso de héroe, los niños le llamaron "cinco penes". Shoto ni siquiera se inmutó con aquello, sino que trató de hacerles entender que eran cápsulas para medicamentos. Pocas cosas podían ruborizar a Todoroki, o eso pensaba Inasa. No era un chico demasiado sociable, pero tenía un buen corazón y siempre trataba de ayudar. Le gustaba y no estaba seguro cuándo dejó de verle arrogante y empezó a observarle con esa clase de sentimientos tan opuestos.
— Lamento que te hayan obligado a venir hoy – susurró finalmente Shoto al ver que Inasa no volvía a pronunciar palabras tras su seca respuesta.
— No pasa nada. Me sorprendió un poco que me llamasen, pero, si es para ayudarte con tu entrenamiento, no tengo objeción alguna. Nuestras habilidades son muy compatibles.
— ¿Todavía... me odias? – susurró Shoto –. Aquel día, me enfadé mucho. Lo siento. No debí pagar mi frustración contigo. Sólo aprovechaste mi habilidad para derrotarme en la carrera.
— No debí haberme aprovechado, pero...
— Sí debías aprovecharlo. Fui yo quien debió tener más cuidado de qué usar para evitar que mis rivales pudieran alcanzarme. Estaba demasiado confiado y me pasó factura. Así que lo lamento. Voy saliendo – dijo finalmente Shoto, girándose con su rostro inexpresivo y marchándose del vestuario mientras se colocaba el cinturón.
Inasa se quedó estático frente a la taquilla cerrada de Shoto. Realmente le amaba y al escuchar su disculpa, sonrió. No se esperó algo así, pero al menos, había hablado un poco más con él que simples monosílabos como solía hacer. Un día... algún día conseguiría llegar hasta él y ser su amigo y, poco a poco, conseguiría enamorarle. Estaba dispuesto a jugarse todo por ese chico.
***
Por fin, el reloj marcaba las tres de la tarde. Si se daba prisa, llegaría a tiempo a la firma de autógrafos de Ground Zero y esta vez, no podría negarse a firmar su póster, o eso pensaba Izuku.
Con una gran sonrisa en su rostro, caminaba con rapidez por el pasillo de urgencias en dirección al vestuario del personal sanitario. Hoy, como todos los otros días, sus compañeros de carrera le habían dejado los casos más insignificantes. Todos luchaban por hacerse con un puesto en el hospital y se quedaban los casos más extraños o los más complicados para ganar puntos frente a sus tutores. ¿Qué había hecho él hoy en urgencias? Suturar, mandar hacer radiografías, escayolar y tratar alguna gastritis o resfriados. El único caso importante que había entrado se lo había pillado un compañero suyo y ahora, el paciente esperaba por una importante operación de corazón en una habitación privada. Evidentemente, habían invitado a su compañero a asistir a esa operación. Izuku sólo veía la cantidad de cosas que aprendería allí en quirófano, pero él nunca tenía la oportunidad de acceder a uno. No podía competir contra los quirks de sus compañeros.
Por suerte, su día terminaba y la alegría por conseguir la firma de Ground Zero opacaba todo lo demás.
Ya alcanzaba el pomo de la puerta, cuando la sirena de la ambulancia le hizo mirar a la puerta principal. Sobre la camilla, trataban de frenar una hemorragia torácica. Izuku se quedó estático. Seguramente alguno de sus compañeros entraría en acción rápidamente. Él acababa su turno, sin embargo, al ver que sólo la recepcionista llegaba a la camilla y su compañera trataba de localizar a algún médico de urgencias con rapidez sin conseguirlo, Izuku chasqueó los labios y corrió hacia la camilla.
— ¿Qué tenemos? – preguntó Izuku con rapidez.
— Herida de arma blanca en el tórax. Intentamos pararla pero...
— Shhh – mandó silencio a todos Izuku al ver que el hombre parecía estar ahogándose, sacando el fonendoscopio –. Puede ser un hemotórax. Necesito una radiografía completa de tórax. Haré una toracostomía de emergencia para que pueda respirar y directos a sala de operación. – Izuku miró a la recepcionista – pida un cirujano, por favor.
— Enseguida. Llévenle a la quirúrgica dos, han terminado y está disponible. Contacto enseguida con el cirujano.
Izuku detuvo la camilla un segundo para asegurare de no provocar daños. Tenía que ser preciso. El tubo debía insertarlo en el quinto espacio intercostal. Colocó el antiséptico en la zona marcada, cubrió la zona e inyectó el anestésico local. Comprobó la profundidad y realizó la incisión de uno con cinco a dos centímetros. Con un dedo, amplió el trayecto y confirmó el ingreso en el espacio pleural. Entonces, fijó el tubo de drenaje torácico en el extremo exterior.
— Apártate, ya nos ocupamos nosotros.
Tras sentir el empujón de uno de sus compañeros, la camilla volvió a moverse. De pie frente a la puerta de la sala de operaciones, Izuku se quedó estático con los guantes ensangrentados. No podía hacer mucho más por el paciente. Sus compañeros se ocuparían del resto y seguramente, mejor que él con algún quirk médico.
— Lo has hecho bien – escuchó un susurro a su espalda por parte de la recepcionista.
— Ya... supongo. Voy a cambiarme y me iré a casa – sonrió Izuku a la mujer pese a que sabía que otro se llevaría el mérito de aquello. Miró el reloj. ¡Era tarde! Tan tarde que si no se daba prisa no llegaría a la firma de autógrafos de Ground Zero –. ¡Mierda! Llego tarde. Nos vemos.
***
Era un día nefasto sin duda alguna. Desde la acera al otro lado de la calle, frente a la puerta del local de firmas, Izuku observaba cómo la gente se agolpaba en los cristales para ver salir a Ground Zero junto a sus representantes y algún compañero de la agencia para la que trabajaba. ¡Había llegado tarde! Ya se marchaban.
En su trabajo todos se llevaban el mérito que le correspondía a él y ahora, tampoco era capaz de conseguir una mísera firma. ¡Hoy no era su día! Cabizbajo, con el póster enrollado en su mano junto a un bolígrafo, miró sus zapatillas rojas. Quizá debía conformarse con lo que ocurrió el día anterior con el héroe. No podía contarlo, nadie sabría lo que pasó, pero... para él era suficiente o al menos, quiso conformarse con ello.
Dio un paso para alejarse del lugar y regresar a casa a descansar cuando la gente se abalanzó sobre él. Al parecer, los héroes salían por una puerta trasera y habían sido descubiertos por la aglomeración de gente. El empujón que recibió le hizo caer al suelo y perder el póster. Lo vio rodar por la acera hasta un guante verde y rojo que lo agarró. El silencio fue inmediato.
Ground Zero le miró tirado en el suelo y no pudo evitar sonrojarse al hacer contacto visual con él. Éste sonrió, abrió el póster y escribió algo en él antes de devolvérselo. Seguramente sería su firma.
— Ten cuidado, nerd – susurró Ground Zero en cuanto Izuku se puso en pie y pudo agarrar el póster doblado.
— Lo siento – susurró.
Izuku agarró con fuerza el póster contra su pecho para no perderlo de nuevo y sintió los empujones de nuevo de toda la gente que se alejaba persiguiendo a los héroes. Él se quedó estático en el sitio observando la escena y cuando la gente se dispersó de su lado, abrió el póster con ilusión queriendo ver la firma de su héroe favorito, pero no fue su firma lo que encontró. Izuku leyó con sorpresa aquella excentricidad:
"Llámame cuando estés libre".
Su número de teléfono estaba justo debajo y eso le hizo sonreír. Bakugo era realmente raro y excéntrico, pero tener su teléfono era sin duda mejor que una firma. Izuku sacó con rapidez su teléfono del bolsillo y marcó el número de teléfono: ahora estaba libre.
Entre el tumulto de gente a escasos metros de él, observó a Ground Zero contestar el teléfono.
— Estoy libre – susurró Izuku. Ground Zero desvió la mirada completamente sorprendido hacia el chico solitario que dejaba atrás. No había tardado ni un segundo en llamarle pese a que esperaba que lo hubiera hecho más tarde. Sonrió.
— Voy para allá – dijo por teléfono dando a indicar que pasaría él por su casa, pero sin desvelar datos al estar rodeado de gente.
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