Capítulo 31: Héroes

Cuando un héroe cae, ¿quién levanta al héroe? Esa era una pregunta que pocos se hacían. En esa sociedad donde tanta gente tenía un don, no se paraban a pensar en la posibilidad de que sus héroes pudieran sufrir o caer, pero lo hacían, eso lo sabía Izuku cada mañana cuando veía a su novio levantarse para ir al trabajo, lo veía en sus ojos cada vez que regresaba a casa y se tiraba sobre él para descansar. Todo héroe necesitaba un apoyo.

Tumbado en el sofá de su casa, con los brazos todavía vendados y sin posibilidad de ir al trabajo hasta dentro de un par de semanas, él simplemente sonreía cada vez que Bakugo llegaba a casa y se tiraba en el sofá junto a él. Muchas veces, él sólo deseaba un momento de silencio absoluto. Se dejaba caer en sus piernas y con los párpados cerrados, reposaba su duro día de trabajo como héroe. Izuku, en esos instantes, acariciaba su revoltoso cabello rubio y esperaba mientras veía las noticias en la televisión.

Había pasado tan sólo una semana desde aquel incidente en el hospital y ahora mismo, ni siquiera a Bakugo le dejaban trabajar como a él le gustaba. Le habían recluido a la centralita a recibir las emergencias y pasarlas a otros héroes hasta que él se recuperase un poco de sus heridas y su compañero regresase al servicio, en lo cual, los médicos eran optimistas y pensaban que en una semana o dos como mucho, ya podría reincorporarse Shoto. Estaban a punto de darle el alta médica.

— ¿Has ido a ver a Shoto? – preguntó Bakugo esta vez hacia su chico.

¡Vivir juntos había sido una decisión casi precipitada! Aun así, no negaban que, pese a ese caos inicial, estaban a gusto. Era Izuku quien se había cambiado esa semana al apartamento ultra recogido de Bakugo para probar si podían convivir juntos. Por ahora la relación iba bien.

— Esta mañana. Me pasé a llevarle soba frío – sonrió Izuku – sé que le gusta mucho y apenas estaba comiendo lo que le daban en el hospital. Pensé que necesitaría recuperar fuerzas.

— Yo también le llevé soba frío – exclamó Bakugo como si el muy descarado no se lo hubiera dicho para comer doble ración. Izuku y Bakugo sonrieron con complicidad al descubrir esa faceta de Shoto.

La realidad era que Shoto se encontraba bastante más calmado después de su accidente y los médicos le darían el alta en breve, aunque ninguno se atrevió a preguntarle de nuevo por el tema de Inasa.

— ¿Tú qué tal te encuentras? – preguntó Bakugo al ver las vendas de los brazos de su chico.

— Mejor. Creo que echaré un poco de menos eso de tener un don, pero a la vez, la verdad es que era complicado de manejar, tanto que mira cómo me ha dejado los brazos – sonrió Izuku –. Los médicos dicen que si tengo más lesiones como estas, quizá la próxima vez no puedan hacer nada para salvarme los brazos, así que, en parte, es mejor así.

— ¿Y cómo te sentiste pudiendo ser un héroe por primera vez? – sonrió Bakugo.

— Eso me gustó. Por primera vez pude saber lo que significaba salvar a alguien de verdad de primera mano.

— Eres médico, salvarás a mucha más gente, te lo aseguro – comentó Bakugo.

— Sí, supongo que sí, si acabo mis prácticas y me dejan serlo.

— ¿Quieres que te suba esa baja autoestima tuya? Tengo lo que necesitas.

— ¿En serio? ¿Cómo piensas cambiarme esa autoestima?

— Haciéndote saber cuánto puedes llegar a excitar al héroe número uno del mundo.

— ¿Ahora eres el número uno? – preguntó Deku con una sonrisa juguetona.

— Yo siempre soy el número uno. Te lo demostraré.

Sin apenas tiempo de reacción, Izuku sintió las manos de Bakugo bajo sus nalgas y cómo lo impulsaba para subirlo en la primera mesa que vio: la de la cocina. Ambos sonreían, sin embargo, la sonrisa pronto se borró de sus rostros cuando sus labios se unieron en un pasional beso.

***

Desanimado era la sensación que tenía Inasa en ese momento. Sus compañeros estaban trabajando y él tenía que hacer esa rehabilitación que tanto esfuerzo le estaba costando. De pie, con sus manos fuertemente agarradas a ambas barras de madera, sabía que tenía que dar un paso pero... su cuerpo se negaba a hacerlo. Los médicos eran optimistas con su recuperación y era verdad que había podido ponerse en pie, pero no podía estar sin apoyo alguno, sus piernas no respondían como él quería.

Tenía miedo a tener que depender de la gente, a no poder volver a ser quien era, a no poder salvar a la gente y sobre todo... se odiaba a sí mismo por haber perdido a la única persona que le había importado tanto... como para dar sus piernas por él. Shoto no volvería a confiar en él, le había fallado.

Cabizbajo, mirando sus piernas inmóviles y sus pies descalzos sobre la colchoneta, no tenía fuerzas ni para dar un paso.

— ¿Es que no puedes llegar hasta mí? – escuchó entonces una voz que le hizo elevar la cabeza con sorpresa: Shoto. Sin duda alguna era su voz pero podría ser su imaginación.

Al mirar frente a él, al otro extremo de las paralelas, allí estaba ese chico de pie, con sus manos apoyadas en ambas barras también como si le esperase.

— ¿Qué haces aquí? – preguntó Inasa al verle vestido con su ropa de diario. Debería estar en la UCI todavía pero...

— Me han dado el alta – comentó Shoto con cierto rostro inexpresivo.

— Entonces, puedes irte a casa.

— Supongo, pero quería venir a ver tu rehabilitación.

— ¿Por qué? – preguntó extrañado –. Te traicioné.

— ¿Estás seguro de eso? Si he tenido algo esta semana en la UCI ha sido tiempo, tiempo para pensar mil veces en ese fatídico día. Me acompañaste a casa, me encontraste herido, llamaste a la ambulancia... tú no tenías nada que ver con ese suceso. Los villanos os engañaron, me tendieron una trampa y yo caí de lleno.

— Me la tendieron a mí, tú sólo fuiste la victima. Lo siento. Dejé que mi odio inicial hacia ti provocase todo esto y...

— Nunca he estado enamorado – dijo Shoto abiertamente – de hecho, todas mis relaciones, las que he intentado, fracasaban, así que no soy un buen novio.

Eso sorprendió a Inasa. No pensaba que Shoto no pudiera ser un buen novio, sino más bien, las circunstancias que le llevaban a que otras personas no le considerasen así. Eso afectaba sin duda alguna a su autoestima.

— ¿Quién dice que no lo eres? – preguntó Inasa.

— Pues... – pensó Shoto – no sé, yo supongo. Siempre fracaso en las relaciones sentimentales, quizá tengo algún tipo de fallo que...

— Tú no tienes ningún fallo, eres una persona, cometes tus errores como los demás. Cada persona es un mundo y lo que es un defecto para unos, es una virtud para otros. No puedes juzgarte por lo que piensen otros, sino... encontrar a la persona que te quiera tal y como eres. No eres un chico detallista, quizá tampoco romántico, no sabes socializar bien pero... eres increíble en muchas otras cosas, eres atento, amable, lo das todo por las personas, incluso por desconocidos, por eso eres tan buen héroe. Y ahora estás aquí...

— ¿Qué quieres decir?

— Te traicioné, te hice daño pero aquí estás, preocupado por mí.

— Tú me salvaste... dos veces – dijo Shoto – y además, no puedo evitar sentir lo que siento por ti. ¿Soy el único que sintió esa conexión entre ambos?

— No – susurró Inasa algo sonrojado – también sentí una conexión entre nosotros. Creo que somos compatibles, y ya no sólo en nuestros dones, en todo en general. Tu carácter apacible y bondadoso... tu forma de ser, llegué a plantearme el hecho de que eras simplemente perfecto para mí pero... así están las cosas ahora mismo.

— No puedo evitar cierta desconfianza pero... puedo perdonarte por tus malas intenciones iniciales hacia mí, ambos nos odiábamos, así que, supongo que deberíamos perdonarnos mutuamente, pero para perdonarte, voy a necesitar que llegues hasta mí – sonrió Shoto desde otro lado de las paralelas.

Un par de golpecitos de las manos de Shoto sobre las barras y un gesto con sus piernas balanceando su cuerpo provocó una pequeña sonrisa en Inasa. Él siempre era así, inocente, como un niño que acaba de descubrir que se podía jugar con esas barras.

— ¿Qué? – preguntó Shoto al mirarle.

— Nada, es que te ves bien. Parece que te diviertes con mi sufrimiento. Yo ni siquiera soy capaz de dar un paso y tú te balanceas en las barras.

— ¿Y si me acerco? – preguntó Shoto acercándose ligeramente hacia él como si se lo pusiera más fácil el llegar.

— ¿Tantas ganas tienes de perdonarme?

— Podría ser. ¿Está bien esta distancia o más cerca?

— Quédate ahí, voy a por ti.

— No esperaba menos.

¡Mucho esfuerzo! Esfuerzo y dolor para poder mover sus piernas, pero... ¡merecía la pena! Por el perdón de Shoto Todoroki... lo merecía, al menos eso era lo que pensaba Inasa cuando pudo dar ese primer paso sosteniéndose de las barras. La rehabilitación iba a ser costosa, pero desde luego, estaba decidido a volver a caminar, a volver a su trabajo y, sobre todo, proteger a Shoto. Nunca volvería a dejar que le ocurriera algo a ese chico y menos por su culpa.

¡Dolor! Demasiado dolor era lo que sentía al mover la pierna. Su cuerpo se negaba a querer moverla, pero él insistió. Quería llegar hasta Shoto y éste le observaba en silencio.

¡Un paso! No pudo dar más que eso, pero Inasa sonrió porque era el primer paso que daba en esas semanas. Sus piernas, sin que antes pudiera mover ni un sólo dedo, hoy había conseguido que diera ese pequeño paso que para muchos sería insignificante, pero para él, era todo un mundo.

Cuando levantó la cabeza para ver qué tan lejos estaba aún Shoto de él, éste estaba justo frente a él con una sonrisa.

— Es un buen paso – susurró antes de pasar su mano tras la nuca de Inasa y acercar su rostro para poder unir sus labios a los de su compañero.

¡Totalmente sorprendido! Esa fue la primera reacción de Inasa al sentir los labios de Shoto sobre los suyos, sin embargo, enseguida cerró los párpados y se dejó llevar por aquel sentimiento. Mucho tiempo había deseado poder besar a ese chico y ahora... era él quien iniciaba aquello. Shoto no era de los que les gustase esperar, ni era tímido en absoluto, él siempre era directo y por eso mismo, a Inasa no le sorprendió que fuera él quien iniciase el beso.

— Me gustas – susurró Inasa – me gustas mucho.

— Ya... y por eso mismo estoy aquí – comentó Shoto – porque creo que podemos funcionar como pareja. Siento algo muy intenso por ti y quiero arriesgarme contigo. Pero... cuida de mí, no me rompas el corazón.

— No lo haré.

Epílogo:

Dos años después:

Preparando la carne en la barbacoa del patio, Bakugo observaba a su novio hablar animadamente con sus compañeros; era un fan devoto de Shoto Todoroki, de eso no le cabía duda alguna a Bakugo. A Izuku le gustaba mucho estar con él, quizá porque tenían hobbies muy parecidos y solían quedar cuando salían del trabajo.

— Siempre se han llevado muy bien, a veces, me dan un poco de envidia – sonrió Inasa trayendo un botellín de cerveza a Bakugo.

— Ya te digo. Porque sé que sólo son amigos que si no... estaría un poco celoso.

Inasa sonrió ante aquello. A él le ocurría un poco lo mismo.

— ¿Qué tal lleva eso de salir con un héroe?

— A días – susurró Bakugo – sigue afectándole un poco por las noches, se queda despierto la mayoría de los días a esperarme por si me ha ocurrido algo. Se preocupa pero supongo que es lo normal.

— Shoto hace lo mismo cuando salgo.

— Es normal, hace poco que volviste al trabajo tras la larga recuperación, entiendo que se preocupe. ¿Cómo llevas el regreso al trabajo?

— Bien, por ahora. No es que me dejen hacer trabajos demasiado peligrosos, pero ya avanzaré. Tengo que empezar poco a poco, o eso dice mi agencia. Gracias por invitarme a la barbacoa.

— Faltaría más. Sales con mi compañero.

— Ya... de eso quería hablarte. Sé que Shoto y tú estáis muy unidos y... quería saber qué pensarías si... le pido matrimonio – comentó Inasa con ciertas dudas.

— ¿Estás de coña? – preguntó Bakugo – seguramente Shoto te dirá que sí, está muy enamorado de ti. Me llena la cabeza de chorradas sobre vuestra relación y me hace preguntas muy raras cuando estamos en el servicio.

— Sí, se preocupa demasiado por intentar empatizar con la gente. Se le da bastante mal socializar así que creo que pregunta más de la cuenta para intentar encajar.

— Él no necesita encajar, es estupendo tal y como es.

— Eso le digo yo constantemente, pero ya sabes cómo es él. Un cabezón.

— ¿Qué tal lo llevas tú con Izuku?

— Es genial, sobre todo ahora que por fin es médico. De hecho, no le gusta demasiado el hospital, está pensando en abrir su propia consulta. Supongo que vivo preocupado por él – se quejó ligeramente.

— No tener un quirk en esta sociedad donde suceden tantas cosas, supongo que es comprensible.

— Sí, pero creo que me preocupa mucho más que All Might decidiera dejarle a él su poder cuando se quiera jubilar. Lo baraja y todo. No sé si quiero una vida así para él, pero... él deberá decidir.

— Comprensible. Siempre quiso ser un héroe y nunca ha podido serlo.

— Lo sé, pero que quiera serlo o más bien, la posibilidad de que pueda serlo, me aterra hasta cierto punto, tanto como le aterra a él que a mí me pueda ocurrir algo.

Inasa miró el anillo en el dedo de Bakugo. Apenas hacía unos meses que se habían casado y allí estaban, de regreso de su luna de miel haciendo una barbacoa con todos sus amigos y conocidos. Ver a Izuku sonreír era todo en su vida. Nunca imaginó que llegaría a pensar de esa forma pero así era.

Cuando Izuku se giró con aquella enorme sonrisa en su rostro hacia ambos, Bakugo sonrió también. Sin duda alguna, era la imagen más hermosa que jamás vería. Estaba contento de haber conocido a su alma gemela, esa que le entendía, con quien podía ser él mismo. Quizá no tenían las mismas aficiones pero daba igual, porque ambas se entendían a las mil maravillas y eso era lo único que les importaba.

— Toma, encárgate de la carne, me voy a tomarme esta cerveza con mi marido – sonrió Bakugo dejandole las pinzas de la carne a Inasa para ir hacia Izuku.

Fin

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